29 | El mundo se volvía más oscuro.
Maratón 2/3
Capítulo 29 | El mundo se volvía más oscuro
Garret
Amber salió de la habitación de Jayden justo cuando yo volvía de comprar mi café. En la distancia, vi las ojeras que crecían bajo sus ojos como si no hubiera dormido en años. Le temblaban las manos y quise ser la persona que se acercaba a ella y encajaba nuestras manos. Su rostro había quedado desprovisto de todo color, ausente de vida, de emociones. La sombra de un fantasma en una mansión abandonada.
No me atreví a acercarme, aunque mi cuerpo cosquilleaba por dar color a esa piel, por retirar las lágrimas que empapaban sus mejillas sin descanso. Lucía demacrada. Un atardecer hermoso que, una vez el sol lo abandonaba, se convertía en una noche fría, oscura y apagada.
Sentí que me quedaba sin aire. La había cagado tanto. Tantísimo. Muchas veces estamos tan acostumbrados a la normalidad que nos olvidamos de que lo que consideramos normal un día, al siguiente puede desaparecer.
Pensé en todas las cosas que ya no repetiría con ella. En que no pediría un café solo para mí antes de entrar a la biblioteca. En que yo no haría para ella el matcha que únicamente compré para ver cómo se le iluminaba la carita. En que no volveríamos a ver otro atardecer sangrante. Que ya no volvería a cerrar la biblioteca por mí. Que ya no la dejaría buscar una película cursi y ñoña con la que hacerme sufrir, aunque se durmiera a los cinco minutos de empezarla. A que ya no fingiría que solo tenía una cama, tan solo para que ella durmiera conmigo (a pesar de que nuestras habitaciones eran iguales y ella también fingía).
Me recreé en esa vorágine de recuerdos segundo a segundo. Incluso después de entrar a la habitación de Jayden. Incluso después de pasar casi dos horas con Chad y Nora en un silencio tan incómodo que acabé marchándome a por un café. Incluso cuando Jayden me dijo que había sido un cabrón egoísta y me amenazó con no jugar a más juegos con él si no solucionaba las cosas con Amber.
En todas esas ocasiones, mi mente giraba alrededor de una pelirroja de sonrisa eterna y ojos iluminados. En el infinito remolino de recuerdos y sentimientos, su voz se filtró como la brisa del mar contra tu piel.
"Volverás a brillar"
Porque, si Amber no se había dado cuenta, yo se lo diría. Que había vuelto a brillar. Que había comenzado a destacar el día en el que ella cayó en mis brazos como damisela sobre una torre con ruedas y respaldo. Que, con ella, la luz que antes titilaba ahora brillaba con la fuerza de una galaxia. Solo con ella. Porque, con ella, el mundo se volvía más oscuro y nosotros más brillantes.
Amber
Habían pasado dos días desde que todo mi mundo se había venido abajo. Era consciente de que sonaba muy exagerado, quizás incluso me tildaran de dramática. Pero ellos no sentían la presión en el pecho, el escozor constante en los ojos o el ardor en la garganta. No sentían que las paredes de mi habitación se me caían encima, oprimiéndome, ni tampoco que la oscuridad era mi único consuelo.
Mis únicas salidas habían sido al hospital a ver a Jay-Jay, que mejoraba poco a poco y hoy lo bajarían a planta. Dentro de un par de días más, le darían el alta, siempre que mantuviera reposo. La cara de espanto de Jay ante esa palabra me había hecho reír en su momento y esa fue la primera risa que salió de mis labios desde que todo sucedió.
También había ido a la biblioteca, aunque Garret nunca había aparecido por allí. Mientras estaba en el hospital el día que Jay-Jay llegó, le pedí que le dijera a Garret que no fuera a la biblioteca. No era un despido, más bien unas vacaciones anticipadas y sinsentido. Ahora que estaba sola de nuevo, mi corazón se encogía. Por alguna razón que incluso me da rabia, había esperado que Garret no hiciera caso y viniera a buscarme, a darme una explicación.
No me dolía la mentira en sí, me dolía el haber sido traicionada. Ser un títere a manos de la única persona a la que había confesado todos mis miedos, inseguridades y fobias. Era la única persona que sabía que mi mayor terror era ser olvidada, no ser percibida a los ojos de otras personas. Había utilizado una debilidad hermosa para convertirla en una inseguridad más.
Nunca había sido de las personas que andaban por el mundo con cautela, midiendo el siguiente paso, la fuerza de la pisada. Era más bien de esas que utilizan solo las líneas blancas del paso de peatones, porque con las negras caerás al foso; de las que encajaba de puntillas en los azulejos, para no tocar las juntas; de las que hacía acrobacias con el borde de la acera y me creía una bailarina. Jamás había sentido miedo del mundo, pero esto me hacía plantearme si debía ir con más cuidado.
Me disgustaba esa sensación. La de medir mis palabras, mis acciones, mis sentimientos. Era una agonía pensar antes de hablar, detenerme antes de sentir. Le quitaba autenticidad a la vida, espontaneidad. El mundo está compuesto de momentos hermosos nacidos de la improvisación.
Mi recuerdo más bonito con mi hermano surgió mientras estábamos jugando a fútbol en casa y rompimos un jarrón de porcelana herencia de su bisabuela muerta. Mi madre acabó persiguiéndonos con una chancla, enfadada a rabiar, mientras nosotros nos reíamos sin parar. Al final, ella también acabó riendo y nos olvidamos de la vasija rota. Esa noche, cenamos pizza a domicilio en el porche de casa mirando las estrellas.
Recuerdos como ese hay tantos que, cuando estoy triste, me pongo a recordarlos y no puedo evitar la sonrisa. Como cuando Lynnette me incitó a escaparme de casa para ir a una fiesta y acabé rompiéndome el pie. Como cuando Jay-Jay suspendió su examen de conducir porque me puse a hablar con él sobre un videojuego, se me olvidó que no sabía hacer dos cosas a la vez y casi acaba atropellando a una anciana. Después, la vieja dejó un boquete en el capó del coche con su bastón. O como cuando Garret estuvo a punto de besarme y yo le pedí que nos hiciéramos una foto.
Garret.
Irresistiblemente perfecto Garret.
Pensar en él trae tantos recuerdos buenos y tan pocos malos. Con él, la vida ha vuelto a ser esa montaña rusa de emociones que justificaba el estallido final. Mis días malos se compensaban con sus palabras dulces. Sus días malos los compensábamos con mis locuras. Nos complementábamos de una forma íntima, rozando lo único.
Ser consciente de que ya no pasaría, me quebraba el corazón y hacía volver la sensación de asfixia. ¿Esto es a lo que se referían en las películas románticas? ¿Estas ganas de llorar, gritar y reír por pensar en llorar y gritar a la vez? Una contradicción de sentimientos donde el peor de todos era el pesar, la pesadez en el pecho, en los gestos, en la sonrisa. Porque lo único en lo que podía pensar era en si estaría bien, si su hermano estaría bien, si Garret se derrumbaría después de perder a tantas personas.
Después, me enfadaba conmigo misma porque Garret me había hecho daño, me había usado como a un trapo, y aun así yo no paraba de pensar en su salud física y mental. En que lo echaba de menos. En que todavía teníamos a medias la película que dejamos la última vez, El amor y otras drogas, porque estábamos demasiado ocupados recreando casi las mismas escenas que en la película. En que ya no compraría dos bebidas en la cafetería. En que ya no me quedaría sentada preguntando si las gaviotas y los aviones serían amigos mientras observaba cómo colocaba los libros
Mi mente siguió. Divagando y quedándose en blanco. Perdiéndose para volver a encontrarse. Desconectando para reconectar. Un sinfín de pensamientos que encontraban su armonía en el caos. Un remolino de sentimientos que giraban y giraban sin detenerse.
En algún punto, me cansé de pensar, de imaginar. Fue entonces cuando mi móvil sonó. Lo tomé, deseando tener una distracción. Sin embargo, eso no fue lo que ocurrió.
—¿Nora?
—Tienes que venir a casa de Chad ya. Hemos encontrado algo —La voz de Nora sonaba exaltada, como si hubiera terminado de correr una maratón.
—¿Encontrado el qué? —El corazón ya me latía desesperado en el pecho y mi mente pensó en Garret al instante.
—Te lo contamos después. Llama a Garret, dile que también venga. Te mando la dirección enseguida —Colgó.
Los latidos seguían estampándose contra mi pecho, amenazando con salírseme. Ya no distinguía si mi arritmia se debía a la llamada de Nora o al hecho de que volvería a ver y hablar con Garret. Supuse que era un cúmulo de todo ello.
No obstante, no me detuve a reflexionar sobre ello. Sobre nada en realidad. Desbloqueé la pantalla, llamé a Garret y esperé a que contestara.
—¿Amber?
—Te espero en cinco minutos en la puerta de la biblioteca.
Silencio.
—No puedo hacerlo.
A pesar de que su tono era ronco, la furia crecía a niveles exponenciales.
—¿Por qué no...?
—Mi hermano está en el hospital. Ha tenido una pelea.
Me quedé estática en mi sitio.
—¿Es grave?
Tardó algo más de lo normal en contestar.
—Creo que no. Le tienen que dar puntos y hacerle una radiografía en el pecho por si tiene algún hueso roto.
Garret decía que no era grave, pero le iban a mirar si tenía costillas rotas. No quería ni imaginar qué nivel debía alcanzarse para que ellos lo consideraran grave. Sentía las lágrimas al borde de caer y parpadeé para retenerlas. Fue inútil.
—Sabes dónde está la casa de Chad, ¿verdad? —pregunté.
Silencio.
—Sí, claro.
—Necesito que vayas a su casa. Chad y Nora han descubierto algo sobre Clay y te quieren allí.
Con Garret estaba acostumbrada a los silencios. Había comenzado a considerarlos parte de una rutina que me resultaba singular e íntima, como el negro y el blanco, la luz y la oscuridad. Ahora, solo quería que me contestara.
—¿Pero Ben...?
—Yo iré al hospital para cuidar de él. Tú tienes que acabar con esto. Todo esto acaba hoy.
—¿Cómo lo sabes?
Su pregunta se empapó de una vulnerabilidad inhumana, con miedo de preguntar. Sentí una punzada en el corazón.
—No lo sé. Tan solo tengo fe.
Sabía que sobre nuestras cabezas rondaba esa frase: "solo los que no se atreven a enfrentarse a la verdad camuflan la ignorancia por fe" y, en ese momento, no me importó ser una cobarde. Ser una cobarde estaba bien, porque ya había demasiada gente que solo pensaba en lo malo.
No escuché nada más y estaba a punto de colgar el móvil cuando su voz se filtró.
—¿Amber?
—¿Sí?
—Después de todo esto, vamos a hablar.
Fue su tono autoritario que no admitía reproches lo que hizo que me diera un vuelco el corazón. La manera en la que había recuperado su determinación para buscarme a mí. Cerré los ojos.
—Lo sé.
***
Bueno bueno bueno... ¿opiniones? Este capítulo era necesario para avanzar con la trama por lo que no era muy largo, pero sí esencial. El siguiente ya es la mar de AJSNOJNCJNDSFPIJ. ¡Decidme cómo lo veis por comentarios! Recordad que estoy por todos lados (twitter, instagram, tiktok, pinterest...)
Y por cierto, muy atentas porque muy pronto habrá una sorpresa por aquí <3<3<3
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