05 | The Matrix
No me la había sacado de la cabeza en todo el fin de semana. Me descubrí a mí mismo buscando por qué habría faltado el viernes pasado mientras miraba los papeles que mi hermano me había dado hace ya casi dos semanas. Amber amaba aquel trabajo así que todavía era más extraño que faltara.
Tenía su número, pero no quería llamarla. Ya era suficiente con tener la sensación de que me distraía en exceso con ella delante. Era inevitable y no me quejaba. Es más, había aprendido a disfrutarlo. Pero eran nuestras tardes, solo me permitía esas escasas horas para dispersarme. Los fines de semana estaban dedicados obligatoriamente a mi hermano. Y la hora de las comidas. Y los descansos entre clase y clase. Y las noches hasta que el sueño vencía y acababa durmiendo en el sofá con un montón de papeles encima de la cara. Y, aun así, sentía que lo estaba defraudando al no sacar más tiempo para él.
A veces, soñaba que el tiempo se ralentizaba y por más que gritara, llorara o me dejara la garganta pidiendo ayuda, el tiempo no avanzaba. Trataba de correr, pero mis piernas no respondían. La impotencia trepaba por mi pecho y era incapaz de moverme a pesar de que todo mi interior luchaba por salir de esa cárcel.
Hoy se sentía como uno de esos sueños. Quería saber por qué Amber no había venido. ¿Por qué había permitido que Jayden viniera a pesar de que sabía que nos habíamos peleado hace años? ¿Por qué había tenido que esperar a que él viniera para darme cuenta de que no vendría?
Intentaba no pensar en lo impulsivo que estaba siendo. En otra ocasión, me habrían importado poco y menos lo que hicieran los demás siempre que no me afectaran demasiado. Una situación como la del viernes la habría tolerado. Aunque me sacara de mis casillas que Jayden estuviera a dos metros de mí.
Pero no con Amber. Por alguna extraña razón que tampoco quería pararme a analizar, necesitaba saber qué pasaba por aquella cabecita suya. Había una abejita zumbando sin parar por su mente, pero incluso ella sabía que, si le pegaba un manotazo, acabaría picándola, por lo que prefería mantenerse quieta a la espera de que se aburriera de ella y dejara de percibirla como una amenaza. A fin de cuentas, solo podría picar una vez. Debía escoger bien sus batallas.
—Hola, bonito —saludó Amber. Bueno, prácticamente gritó al verme. Me acerqué a la mesa de recepción donde la pantalla del portátil iluminaba su rostro pálido.
Sonreí.
—¿Bonito?
Abrió la boca, sorprendida. Sus ojos se agrandaron a la par permitiéndome ver esa tormenta con rayos de esperanza que tanto me asombraba. Mi sonrisa se tambaleó y ella se inclinó por encima de la mesa de recepción. Tocó mi frente con la mano.
—¿Estás sonriendo? ¿Tienes fiebre? —preguntó, fingiendo estar preocupada. Le habría creído de no ser por la sonrisa que iluminaba su rostro.
Aparté su mano de mi frente tratando de reprimir una risa que salió de mis labios igualmente.
—¿Por qué bonito? —pregunté con la sonrisa aún intacta. Amber hizo una mueca y mis ojos se desviaron por unos segundos a sus labios.
—He escuchado a Nora y Chad llamarse así continuamente, pero, dios, suena horrible —Arrugó el gesto. Me reí en silencio. Una cálida y ya conocida sensación se asentó en mi vientre. No quise admitir lo bien que se sentía reír otra vez.
—¿Por qué querrías llamarme igual que Chad y Nora?
Se encogió de hombros.
—La verdad es que no tengo ni idea. En ellos sonaba tierno, pero supongo que es como en las películas, cuando pasa en la vida real te da arcadas —reflexionó con esa esencia tan suya de soltar monólogos sin apenas respirar. Se llevó dos dedos a la boca fingiendo vomitar y después clavó sus manos a la mesa para levantarse—. En fin, vamos a ponernos manos a los libros o no acabaremos nunca.
—¿No es manos a la obra?
Se levantó mientras recogía una hoja de papel con algunos tachones.
—¿Ves que estemos en alguna obra? —me devolvió la pregunta. Cambiaba los refranes como le daba la maldita gana y cada uno era mejor que el original.
Negué con la cabeza, divertido. Me quité la chaqueta y la dejé encima de la mesa de recepción.
Amber empezó a numerar las tareas. Siempre era lo mismo. Ordenar, guardar y catalogar. Apenas conseguíamos terminar todo en un mismo día. Por eso se nos iba acumulando la faena. Quizá también tenía que ver que Amber no paraba de parlotear y a mí me gustaba escuchar sus conversaciones, aunque después nos arrepintiéramos de dejar cosas sin hacer. Más bien, ella se arrepentía.
Comenzamos a trabajar. Yo iba empujando el carro mientras ella colocaba los libros con manos expertas. Había libros que incluso ni se molestaba en mirar la referencia porque se los sabía de memoria. Quise capturar aquel instante en un vídeo. Inspiraba quietud y espiraba entusiasmo, como el agua y el aceite pero que, por una vez, habían desafiado a las fuerzas de la naturaleza y habían logrado fundirse en uno solo.
En ocasiones, no llegaba a las lejas más altas y daba saltitos hasta que, con un resoplido, me pedía que la ayudara. En el fondo, esperaba el momento en el que sucediera, viendo su pequeñito cuerpo al lado del mío. Me dejaba con la misma extraña sensación que la primera vez. La culpa por sentir algo que no debería sentir y por despertar sensaciones nunca debieron haber despertado. Al menos hasta acabar aquella pesadilla.
Hubo un momento en el que ya no pude aguantarlo más. Amber había estado parloteando sin parar ajena a todas las miradas irritantes que le lanzaban los estudiantes más cercanos. Me di cuenta de que, cuando mis silencios eran demasiado prolongados, me preguntaba algo sin sentido para incluirme en sus conversaciones como si tuviera miedo de que me dispersara. Sin embargo, al cabo de casi dos horas, la curiosidad venció y mis labios actuaron en piloto automático.
—Abejita... —susurré. Apenas me escuché yo, pero Amber puso su plena atención en mí. Esos ojos grises resplandecieron disipando la niebla que parecía atacarlos a cada segundo, con la fuerza de una amazona. Una pequeña sonrisa curvó sus deliciosos labios animándome a hablar—. ¿Por qué enviaste a Jayden el viernes?
Su sonrisa decayó y a sus ojos volvió la oscuridad. Me habría gustado decirle que no hacía falta que respondiera para seguir viendo esa hermosa sonrisa que calentaba mi cuerpo.
—No podré venir los viernes de ahora en adelante —Se detuvo unos instantes, como si quisiera seguir hablando. Al parecer, se arrepintió porque cambió de tema—. Jay-jay se ofreció a cubrirme —respondió. Me quedé quieto, con los brazos apoyados en el carrito.
Quería preguntarle por qué no podía venir los viernes, pero en sus ojos podía ver la disputa y la inquietud. Supuse que no estaría lista para contármelo, por lo que me desvié de la conversación central. Me sorprendió darme cuenta de que no me quería saber lo de Jayden, aunque era la principal razón por la que había preguntado. Una vez más, dejé pasar el tema sin atreverme a enfrentar lo que podía significar.
—¿Él se ofreció a venir?
Asintió. Tenía la mirada fija en los libros, como si no quisiera girar el rostro en mi dirección por miedo a lo que podría ver en él. Fruncí el ceño. Necesitaba verla.
—¿Sabía él que trabajaba contigo?
Amber se volvió a mirarme. Entornó los ojos en mi dirección y tuve la sensación de que escarbaba en mi interior. La sospecha empapaba sus gestos. Por lo menos había logrado disipar la tortura que crecía en ella hace unos segundos. Aquello solo incrementó mi curiosidad como un cosquilleo en la piel, tan delicado que era casi imperceptible.
—Claro que lo sabía.
La observé. No aparté la mirada de esos ojos que me escrudiñaban como si fuera una película de misterio en su punto más apocalíptico. Yo hacía lo mismo con ella.
No era posible. Jayden no habría venido por voluntad propia sabiendo que yo estaba allí. ¿Por qué iba a hacerlo? Sabía que no toleraba su mera presencia, que escucharlo hablar me sacaba de quicio, que sus palabras desataban la rabia en mi interior.
—¿Por qué? —susurré sin siquiera saber que hablaba en voz alta.
Amber ladeó la cabeza y su cabello cayó sobre su hombro como una hoguera en la playa con el calor de verano encandilándote la piel. La confusión brillaba en sus ojos.
—¿Porque qué?
La miré no queriendo decirle lo que de verdad rondaba por mi cabeza. No tenía ni la más mínima idea de porque Jayden vendría y me ayudaría con la biblioteca a pesar de que lo trataba como un saco de mierda sin importancia.
—¿Por qué dejaste que viniera?
—¿Debería haberle dicho que no?
Sacudí la cabeza.
—Sabes que estamos enfadados. No nos hablamos desde hace más de dos años.
Con la boca pastosa y un vocabulario del que mi profesora de primaria estaría orgullosa, sentí que volvía a tener cinco años.
—¿No se te ha cruzado por la mente la posibilidad de hacer cuenta y borrón nuevo? —preguntó. Reprimí una sonrisa con sus cambios de refranes.
Todavía rondaba en mi cabeza el interrogante de porqué Amber no vino el viernes, pero ahora mismo sentía que no podía con todas aquellas confesiones. Sacudí la cabeza, abrumado por tanta información.
Maldito Jayden.
—Hay cosas que no se pueden arreglar, abejita.
Antes de darme cuenta, sentí un tacto frío y suave en mis brazos entrecruzados por del carrito. Sus caricias hicieron que un escalofrío me recorriera el cuerpo.
—No sé qué pasó entre vosotros y no insistiré en que me lo digáis a menos que vosotros estéis dispuestos a hacerlo. Pero perdonar es uno de los sentimientos más liberadores que existen. ¿De qué te sirve estar enfadado con él?
—No lo entenderías, Amber. Es demasiado complicado.
La miré, sus ojos me miraban con ternura.
—Es posible. Pero el pasado no se puede cambiar. Solo tú eres capaz de decidir si tu presente quiere deshacerse de esa carga que mantienes latente al odiarlo tanto. Ya no es tanto perdonarlo a él sino buscar la paz en ti mismo, Garret. Mereces perdonarte.
Agaché la cabeza incapaz de seguir mirando esos ojos que me observaban como si tuviera las puertas de su alma abiertas para mí. No soportaba aquello.
No podía perdonar a Jayden. Simplemente, era demasiado difícil ver cómo mi hermano se pudría en ese sitio de mala muerte.
Las palabras de Amber seguían retumbando en mi mente. Mereces perdonarte. ¿De verdad volcaba mi odio en Jayden porque me odiaba a mí mismo? Y, si lo estaba haciendo, ¿cómo sería capaz de perdonarme si Ben estaba en aquel lugar porque era demasiado estúpido como para no haber encontrado todavía una salida para alejarlo de allí?
Me llevé las manos a la cabeza desordenando mi cabello. Me quedé de piedra cuando unos labios se posaron sobre mi cabeza y dejaron un beso allí. Mi corazón latió tan rápido que me palpitaba hasta en los oídos. Creo que la ultima vez que alguien me había dado un beso así había sido con mi madre, hace casi diez años.
—Todo tiene solución, Garret. Incluso la muerte.
Los ojos se me llenaron de lágrimas. No dije nada, pero ella apretó ligeramente mi brazo en señal de consuelo y volvió a dejar un beso sobre mi cabeza antes de dejarme a solas. Era la primera vez en años que el corazón retumbó en mi pecho y palpitó en mis oídos como si estuviera gritando "¡He vuelto! ¡Nunca me fui!".
Terminamos el turno sin nada más de lo que hablar. Yo traté de tragarme la congoja que apretaba mi garganta mientras ella seguía hablando sin parar. No le presté mucha atención. En mi mente seguía el recuerdo de sus palabras como una grabación que mi cabeza reproducía en bucle.
Ya no es tanto perdonar a Jayden sino buscar la paz en ti.
Estaba esperando a que Amber terminara de colocar los últimos libros mientras yo la esperaba con su abrigo colgado del brazo. Su residencia estaba a una manzana de la mía así que eso me permitía acompañarla para saber que llegaba sana y salva.
Mereces perdonarte.
Un sonido en las puertas me sacó de mis pensamientos. Me giré para ver quién era.
—¡Está cerrado! —chilló Amber a grito pelado.
Mi cuerpo entero entró en tensión. Mi mente se quedó en blanco y dieron paso a unos sentimientos que me asustaron.
—¿Chad? ¿Qué haces aquí? —preguntó Amber llegando a mi lado. Ni siquiera me había enterado de que había caminado hasta nosotros.
Recogió con suavidad su abrigo de entre mis brazos y rozó levemente mis dedos. Llegué a creer que me daba un pequeño apretón con sus finos dedos, como apoyándome, aunque mi atención estaba fija en los ojos penetrantes de Chad y pensé que lo había imaginado.
—No creía que fuera verdad —dijo en su lugar, ignorando a Amber.
Me habría gustado decirle que ella le había hecho una pregunta, pero era incapaz de pensar con claridad. Sentía mi mandíbula palpitar de la fuerza con la que apretaba.
—¿El qué? —respondí. Mi voz sonó como un cuchillo afilado capaz de arrancar cualquier pedazo de bondad y bravuconería. Ojalá pudiera cortar de cuajo esa mirada de superioridad en esos ojos azules que tanto odio supuraban.
—Os dejaré solos. Voy a apagar los ordenadores. Si me necesitáis, llamadme —susurró Amber, intimidada. Era la primera vez que la escuchaba susurrar en la biblioteca y quise girarme para decirle que no se preocupara. Pero no podía apartar mi mirada de él. De su maldito rostro igualito al de su padre o de su boquita de piñón que tantas mentiras habían pronunciado.
—Así que es cierto —murmuró, más para sí mismo que para mí. Se cruzó de brazos.
—¿El qué? —repetí.
—Que has vuelto. Jayden me comentó que estabas trabajando con Amber. ¿Qué casualidad, no? —acusó con fingida sorpresa. No contesté, la rabia aniquilaba todo rastro de cordura en mi interior.
—Parece que Jayden te ha dicho muchas cosas sin tener ni puta idea —espeté, iracundo.
No estaba seguro de poder soportar esta locura mucho más tiempo. Que se estuviera andando por las ramas con esos aires de alfa solo hacía que me superaran las ganas de abalanzarme sobre él. Mi ego quería dar rienda suelta a los poderosos sentimientos que trepaban por mi piel buscando una salida que no tardarían en encontrar.
—Me ha contado lo suficiente como para tener que venir a verte. Dijo que le has comentado a Amber que no estamos pasando nuestro mejor momento —El nombre de la pelirroja en sus labios sonaba horrible, como si no le perteneciera a él pronunciarlo.
—¿Necesitas algo, Chad? —casi escupí. Quería odiarlo, quería odiarlo con toda mi alma. Pero la herida de la traición era más venenosa.
La expresión de su rostro cambió. Endureció su mandíbula y sus ojos desataron una tormenta que, de no haber sido porque tenía los sentimientos en carne viva, me habrían intimidado.
—No metas a Amber en tus mierdas, Garret. Es una chica muy sensible. Ni se te ocurra hacerle daño —amenazó. Aquello fue la gota que colmó el vaso.
Me acerqué a él, con mirada amenazante y mi boca temblando de rabia. Sentía los músculos de mis manos y de mis hombros entumecidos por la rigidez.
—¿Mis mierdas? —susurré. Pese a todo, evitando que Amber escuchara—. ¿Son mis mierdas ver como mi hermano se pudre por culpa de tu maldito padre?
—¿Vas a volver con eso? —Sus ojos ardieron, igual de furibundos que los míos—. Te demostré que mi padre no tiene nada que ver con esto. ¿Qué más necesitas?
—Necesito que dejes de ponerte del lado de papaíto y te des cuenta de que te está mintiendo, joder.
Entró en cólera, pero no iba a dejarme intimidar por eso.
—Solo te lo diré una vez más, Garret. No metas a Amber ni a Jayden en tus putos problemas de mierda o la próxima vez no seré tan pacífico contigo —farfulló antes de darse la vuelta y marcharse como el cobarde que era.
Me quedé allí observando su espalda y taladrándole de una manera que lo habría matado si hubiera tenido el poder de hacerlo. Todavía escuchaba las palpitaciones de mi corazón en los oídos cuando Amber se acercó.
—¿Estás bien? ¿Qué ha pasado? —preguntó, la preocupación teñía su tono de voz.
—Ha pasado que no todo tiene solución, abejita.
Me miró, confusa e inquieta.
—Pero-
—Déjalo, Amber. Juntarte conmigo solo te traerá problemas.
No la dejé contestar. Deshice los pasos de Chad y salí. Solo cuando supe que nadie me seguía, solté todo el aire que había contenido. La rabia seguía vibrando en mis venas como un veneno que atacaba todas mis terminaciones nerviosas. Miré hacia atrás, esperando verla.
¿Por qué quería que ella me siguiera? ¿Por qué siquiera pensaba en ella?
Gruñí al frío vacío que se extendía ante mí. Miré al cielo, tan oscuro e impertérrito que quise fundirme con él y no volver nunca. ¿Qué más sería necesario para caer y no tener fuerzas para levantarse?
(***)
Hola, abejitas!
Nuevo capítulo. Espero que les guste muchísimo, ya me contarán qué les parece <3<3
Besos y xoxo,
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