Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

El regreso

Al otro día teníamos escolaridad en la mañana. Siany y yo prácticamente ni hablamos. Aún sentíamos vergüenza por lo acontecido en la víspera. Ghislaine, como siempre, se percató de que algo no andaba bien:

_ ¿Y a ustedes dos qué mosca los picó?_ preguntó.

_ Nada._ respondimos Siany y yo al mismo tiempo.

_ Cuando yo lo digo._ musitó Ghislaine._ Algo los picó hoy.

En varias ocasiones quise aproximarme a ella. Necesitaba hablarle sobre lo ocurrido. Quería saber si a ella le sucedía lo mismo que a mí. Sin embargo, Siany se mostró esquiva. Apenas me miraba, y cuando lo hacía y coincidía con mis ojos, al momento me evitaba.

Así estuvo toda la mañana, rehuyéndome. Mientras esperábamos al profesor Daniel Alejandro en el salón, haciendo el precalentamiento, Ettienne comentó, dirigiéndose a Siany y a mí:

_ Ustedes dos tienen una berracá arriba. Tal parece que están enamoriscáos.

Aunque lo dijo en su jerga comprensible a medias, entendimos a la perfección la esencia de sus palabras. Miroslava se me adelantó en contestarle:

_ ¿Y a ti que te importa, chico? Eres más metío.

_ Y a ti te encanta la guasa y el metimiento conmigo._ reprochó Ettienne clavándole sus ojazos azules profundamente._ Cualquier cosa que digo a ti te molesta... Muchacha, déjame vivir.

Miroslava lo miró despectiva:

_ Hazme el favor._ fue lo único que masculló y continuó estirando las piernas muy por encima de su cabeza, apoyándose a las barras de manera furiosa.

El profe trajo buenas noticias esa tarde. Próximamente se llevaría a cabo el Encuentro Internacional de Academias de Ballet en La Habana. Este es un suceso cultural que se celebra cada dos años y en el cual participan todas las academias de ballet de nuestro país y de otras nacionalidades. En dicho evento, se imparten clases magistrales, se celebran talleres, galas, se realizan presentaciones de carácter competitivo y otras actividades colaterales. El profesor Daniel Alejandro anunció que nuestro grupo había sido seleccionado íntegramente para participar en dicho evento, lo cual nos llenó de alegría y a la vez de nerviosismo. Se trataba de tomar parte de una competición de gran magnitud:

_ El trabajo a partir de ahora será mucho más fuerte, mucho más intenso. Traigo dos montajes para preparar. Uno, solo será con dos de ustedes, que ya escogí previamente. La otra coreografía será con el resto del grupo.

El profesor habló sobre la segunda coreografía. Una fantasía de juguetes con la suite del segundo acto del ballet Cascanueces y basado en el cuento El Soldadito de Plomo, del escritor danés Hans Christian Andersen. La coreografía llevaría por nombre: Jugarreta. Ghislaine opinó enseguida que se trataba de un título horrible. El reparto de personajes fue el siguiente: La bailarina de papel, Dánae. El soldadito de plomo, Ari. El payaso de resorte, Jero. Tres muñecas, serían interpretadas por Ghislaine, Ludmila y Amairaní, _ aunque el profe le advirtió a esta última que debía cuidar un poco más su peso corporal y hacer una pequeña dieta.

Solo restaban dos personajes más: dos muñecos, que serían representados por Ettienne y Miroslava respectivamente. Miroslava puso el grito en el cielo cuando supo que tendría que bailar con Ettienne, pero no pudo hacer nada más que aceptar. Era eso o no interpretar ningún papel.

Al momento, nos dimos cuenta que la otra coreografía sería para Siany y para mí, solo que aún desconocíamos que tema o historia nos correspondía. El profe le dio a los del montaje Jugarreta los horarios de ensayo, y dio inicio a la clase, ignorando la pregunta de Ghislaine sobre lo que bailaríamos Siany y yo. Como si se hubiese olvidado de nosotros, el profesor Daniel Alejandro nos dejó con la duda. Lo estaba haciendo a propósito, ignorando nuestra curiosidad, gozando al ver nuestra ansiedad. Casi al final, mientras disfrutábamos de un descanso, nos aproximamos a él:

_ Profe..._ dijo Siany.

_ ¿Si?_ preguntó el profesor sin prestarnos mucha atención.

_ Que no nos ha dicho nada a Raúl y a mí.

_ ¿Nada sobre qué?

Comenzó a molestarme que fingiera no saber a qué nos referíamos:

_ Ay profe no se haga._ protesté._ Usted sabe perfectamente a lo que nos referimos. No nos ha dicho lo que vamos a bailar nosotros dos.

_ ¡Ah sí!_ exclamó el profe Daniel Alejandro sin mucho entusiasmo, como si mi reclamo careciera por completo de interés._ Ustedes dos, si... Tengo algo muy especial para ustedes dos... Ya lo creo que si... Ustedes dos...

No me agradaba mucho el tono con el que hablaba, pronunciando aquel ustedes dos de una forma extraña, enfática. Siany, notando mi creciente furor, y evitando que yo pudiera incurrir en una grave falta de respeto, intervino:

_ Ay profe, díganos ya qué es lo que vamos a bailar nosotros.

Pero esta fue la respuesta que recibimos:

_ Después que termine la clase hablamos del tema.

No podía creerlo. Más tiempo aún con la duda, ansioso por saber de una buena vez de qué se trataba la coreografía que me correspondía. Siany apenas reaccionó, pero yo sí me esforcé en transmitir mi inconformidad.

A partir de entonces y hasta el final de la clase, creí que había transcurrido un siglo. Divertido ante mi evidente estado de ansiedad, el profesor Daniel Alejandro dio vueltas antes de caer en lo que realmente nos interesaba. Hizo referencia a un montón de asuntos que no venían al caso: las constantes discusiones entre Ettienne y Miroslava; la pareja tan bonita que formaban Dánae y Ari, lo cual lo había motivado a darles los roles protagónicos en el ballet Jugarreta. Su preocupación ante el aumento de peso corporal en Amairaní. Siany lo escuchaba y a veces hasta daba su opinión al respecto, dilatando más aquella charla que aumentaba mi desesperación. Por fin se dispuso a hablar de lo que en verdad nos importaba:

_ La coreografía que tengo reservada para ustedes dos es todo un clásico, y hace algunos años lo preparé con dos estudiantes que actualmente forman parte del Ballet de Camagüey. Si mal no tengo entendido, creo que ustedes tuvieron la oportunidad de verla cuando la estrené en el Teatro Principal. Fue en un festival de danza y obtuvo una gran ovación.

Al momento me vino a la memoria el pas de deux Romeo y Julieta, según la coreografía de Kenneth McMillan que habíamos disfrutado hacía ya cinco años... ¿Cómo olvidarlo? Siany palideció un poco:

_ ¿Quiere decir... que Raúl y yo... Raúl y yo vamos a bailar Romeo y Julieta?

_ Así es._ sonrió el profesor._ ¿No les agrada la idea?

Siany y yo intercambiamos miradas. Ella evitó casi al momento mis ojos. El profesor Daniel Alejandro ignoró nuestra reacción y continuó diciendo:

_ Hace mucho quería retomar este montaje, pero no tenía los alumnos ideales. Se trata de un pas de deux profundo, apasionado, que no debe bailarse a la ligera. En un inicio pensé en escoger a Dánae y a Ari, pero después algo me hizo cambiar de idea y decidí que serían ustedes dos quienes lo interpretarían.

Continuó hablando unos minutos más, refiriéndose a la obra, su valor histórico-literario; al autor, William Shakespeare; a la tradición del clásico y su incursión en todas las esferas del arte. Yo no lo escuchaba. Estaba sumido en profundos pensamientos. Cuántas veces soñamos Siany y yo con aquel día del festival provincial y con asumir los papeles principales de Romeo y Julieta. Me costaba trabajo aceptar que estaba a punto de interpretarlo, y precisamente con ella. El profesor nos dio los horarios que tendríamos para ensayar, advirtiéndonos que tendríamos que prepararnos en gran manera. Esa misma tarde llamé a mamá por teléfono, anunciándole la noticia con alegría. Me felicitó de forma extraña cuando le dije que bailaría con Siany. Nada. Que la gente cada vez se comportaba más rara con respecto a ella y a mí. Pero además, el tono de voz de mamá me resultaba un tanto distinto, como si le costara trabajo expresarse. Percibí en su voz que ansiaba decirme algo más que solo una felicitación, pero dejé de pensar pronto en ello. Cuando terminó el encuentro con el profesor, recogí mis cosas y me acerqué a Siany, que se apresuraba en salir cuanto antes:

_ Siany..._ la llamé.

_ Dime..._ se volteó ella.

_ Nada, solo quería decirte que es tremendo que vayamos a bailar Romeo y Julieta ¿No crees?

_ Si, si._ asintió Siany con la voz entrecortada y evitando mirarme.

Su actitud terminó por colmarme y le reproché sin poder contenerme:

_ ¿Por qué estás tan odiosa hoy?

Se atrevió a desafiar mi mirada:

_ Te haces la idea. Hoy he estado igual que todos los días.

_ Eso no es cierto y lo sabes._ me encogí de hombros y pregunté._ ¿Por qué no ponemos todo en claro?

Mis palabras provocaron en ella un efecto de resorte. Me miró sobresaltada:

_ ¿Qué quieres decir con eso?_ me preguntó.

_ Tú debes saberlo mejor que nadie._ cerré la distancia entre los dos.

Creo que de la impresión, Siany no se atrevió ni siquiera a retroceder. Quedamos frente a frente, midiéndonos con la mirada. Noté en sus ojos cierto temor, que yo también sentía, pero que intentaba ocultar tras una apariencia ruda.

Quería echarle en cara su rechazo luego de lo que casi ocurrió la noche anterior, pero sobre todo, quería saciar finalmente el extraño deseo que tenía de besarla. Ghislaine frenó mis aspiraciones. Su llegada tempestuosa y alarmada nos hizo separar al momento:

_ ¡Raúl, Raulito!

_ ¿Y esa gritería Ghislaine?_ se sorprendió Siany.

Ghislaine tuvo que tomar aire unos segundos antes de comenzar a hablar:

_ Rauli, hay un hombre allá afuera y te está buscando.

El anuncio me dejó atónito ¿Alguien buscándome? ¿Quién podía ser? Se lo pregunté a Ghislaine y recibí la respuesta con mayor sorpresa aún:

_ Dijo que era tu papá.

Quedé patidifuso. La última persona de la que habría pensado que se tratara era mi padre. Me resultaba tan increíble que apenas pude reaccionar los primeros segundos que prosiguieron al anuncio de Ghislaine.

Siany, también asombrada, me miró, _ esta vez sin ningún temor._ esperando ver cuál sería mi reacción:

_ Raúl... ¿Qué vas a hacer?

La pregunta logró sacarme de mi estupor, pero tardé un poco en responder:

_ No lo sé._ pude contestar al fin.

_ Tienes que ir a verlo._ sentenció Siany._ Debes enfrentarlo.

Negué suavemente con la cabeza:

_ No sé... creo que no podré...

_ ¡Si podrás!_ gruñó Siany sacudiéndome por un brazo.

_ Siany tiene razón, Raúl._ intervino Ghislaine._ Después de tantos años lo más lógico es que vayas aunque sea a saber a qué vino.

Ambas insistieron hasta convencerme de ir a ver a mi padre. Estaba sentado en uno de los bancos de las áreas verdes, a la sombra de un árbol. Sentí que el corazón se me empequeñeció en el pecho, y mi ropa de ensayar, de tan ligera, me figuraba en ese momento cubierta de pesadas láminas de hierro. Avancé con pasos lentos, sintiendo el deseo de nunca llegar, de alejarme corriendo de aquel hombre al cual me unían lazos tan profundos, y por el cual ya no sentía nada, o de eso trataba de convencerme.

Al verme, se puso de pie, mirándome fijamente, envuelto en una mezcla de ansiedad y cierta emoción. Había cambiado mucho. Distaba mucho de ser el sujeto corpulento que de solo mirarme cuando era niño me hacía temblar. Estaba muy delgado, pálido. Confieso que me costó trabajo creer que en realidad era él. Quedamos frente a frente, mirándonos, sin saber qué decirnos:

_ Buenas._ me decidí finalmente a hablar.

_ ¿Qué hay?_ fue su respuesta, impregnada de nerviosismo.

Guardamos silencio, percibiendo el uno el estado ansioso del otro. Siempre soñé con el día en que me hallara frente a Jerónimo Emiliano Nieves, mi padre. Ansiaba tener la oportunidad de tenerlo ante mí y echarle en cara todo mi desprecio, reclamarle el habernos abandonado a mamá, a mis hermanas y a mí. Le escupiría tajantemente la poca falta que nos hizo su presencia en todo el tiempo que estuvo ausente. Pero en aquel momento, teniéndolo delante, los sonidos se negaban a brotar de mi boca, y lo que era peor, mi mente se hallaba lo suficientemente obstruida por el impacto del suceso que no podía coordinar las ideas:

_ Vamos a sentarnos._ propuso él, aunque no sonaba muy seguro.

Ocupamos el banco y entre nosotros continuó abierto un enorme abismo que parecía infranqueable. Sentía los labios y la boca reseca, pero aún así, me atreví a derrumbar la barrera silenciosa preguntando:

_ ¿Y entonces...?

Ejecutó un gesto ambiguo con los hombros y el rostro:

_ Ahí... Bien... Como siempre...

_ Qué bueno._ fue lo único que pude decir.

Señaló la escuela y agregó:

_ Es bonita la escuela. Por lo menos lo poquito que he visto. Limpiecita...

_ Gracias..._ logré pronunciar, casi sin aliento.

Qué ridiculez. Aquella charla, si podía llamársele así, no podía resultar más absurda. Nuevamente se abrió entre nosotros aquel vacío insondable, un poco más extendido esta vez que las anteriores:

_ ¿Cómo te va?_ le pregunté sin mirarlo.

_ Igual._ contestó alzando los hombros._ ¿Y a ti?

_ Muy bien._ fue mi respuesta, segura y certera.

Quería que notara en mi voz que en nada me afectaba su ausencia o presencia, pero era inútil. Mi nerviosismo me delataba. Él se humedeció los labios y continuó:

_ Estuve en la casa el otro día. Vi a tu mamá y a las niñas. Están grandes y bonitas cantidad.

Era una sorpresa tras la otra. Ya había ido a ver a mamá y a mis hermanas ¿Cuál era su interés? ¿Por qué regresaba tras cinco años de ausencia? No lograba entender y tampoco deseaba quedarme con la duda:

_ No... no entiendo.

Me miró con sus ojos duros que en nada se parecían a los del pasado:

_ Si,_ dijo tras una pausa._ supongo que es lógico después de tanto tiempo que ha pasado.

_ Si, _ asentí con voz hueca._ y después de todo lo que dijiste antes de irte.

Bajó los ojos. Mis palabras eran cortantes como cuchillos y certeros como dardos:

_ Han pasado muchas cosas en estos años, Raúl._ musitó con la vista clavada en el suelo._ Y quisiera... digo... si fuera posible...

_ Así que usted es el papá de Raúl.

Ni siquiera noté cuando Siany llegó junto a nosotros. Su voz me advirtió de su presencia, y al momento nos pusimos de pie ante ella. Siany miraba a mi papá fijamente. No entendía que hacía allí, o por lo menos, no en un principio, luego todo me pareció lo suficientemente claro. Siany trataba de apoyarme, aunque no de la mejor manera:

_ ¿Quién es ella?_ me preguntó papá, pero Siany se presentó a sí misma.

_ Me llamo Siany y soy la mejor amiga de su hijo, el que usted rechazó hace cinco años... ¿Qué? ¿Vino a ver si el ballet lo había convertido en homosexual? Supongo que se habrá decepcionado.

_ Siany, por favor..._ fue lo único que pude decirle.

El hecho de que yo le dijera las cuatro verdades en la cara a papá, me resultaba mejor que oírselas decir a otra persona, y mucho más si era alguien ajeno al problema. Pero de cierta manera, tanto Siany como su familia se sentían involucrados en mi historia. Papá soportó los reproches en silencio, y cuando traté de intervenir, no me lo permitió:

_ No, no. Déjala que hable. Ella... ella tiene razón. Solo hay algo en lo que se equivoca. Estoy aquí porque... porque...

Le resultaba trabajoso explicarse, decir lo que tanto ansiaba expresar. Sentí que todo mi rencor desaparecía, que de repente volvía a ser el niño tímido de siempre. El corazón me dolía en medio del pecho. Aún sin escucharlas, sabía cuales eran las palabras de mi papá:

_ Vine hasta aquí porque..._ apretó los labios._ Miren, sé que he cometido errores ¿Quién no? Me equivoqué, lo reconozco. Me porté mal. No debí actuar de la forma en que lo hice. Es por eso que estoy aquí hoy, ahora..._ me miró fijo. Su mirada era una súplica._ Quisiera recuperar el tiempo perdido. Quisiera enmendar mis errores.

Aunque me esperaba la confesión, no dejó de causarme asombro. Además, Jerónimo Emiliano no era de los que pedía disculpas, y menos delante de nadie. Siany continuaba allí junto a nosotros y miraba a mi papá directamente a los ojos, tratando de descifrar si realmente era ese el motivo de su presencia, si en verdad lo que había dicho era cierto. Al cabo de unos segundos carraspeó y apartándose un mechón de cabellos que caía ante su rostro, se humedeció los labios y anunció:

_ Bueno, creo que estoy de más aquí... Esta es una conversación que solo les compete a ustedes y supongo que después de cinco años, tendrán mucho de que hablar.

Se acercó a mí y tomándome una mano, la apretó levemente. Aquel gesto y la tenue luz de sus ojos me decían claramente: Todo irá bien, no te preocupes.

En cuanto ella se alejó volvimos a tomar asiento. Fue un poco más sencilla y abierta nuestra charla a continuación. Pudimos conversar largo rato acerca de nuestras vidas. Parecíamos animados, no ya como en el inicio de nuestro encuentro, que apenas nos atrevíamos a mirarnos. Solo hubo algo que no me decidí a hacer: llamarlo papá. Me dirigía a él con naturalidad y respeto a la vez, tuteándole, pero sin decirle papá ni un solo instante.

Junto a nosotros cruzaron varios chicos de mi misma especialidad, conversando de manera jocosa. Uno de ellos se expresaba de manera un tanto poco varonil. Mi padre lo siguió con la vista. Comprendí porqué su expresión se transformó, tornándose grave:

_ Raúl, mijo... ¿De verdad te gusta estudiar aquí?

En algún momento de nuestra charla esperaba aquella pregunta:

_ Si._ fue mi respuesta, sin titubeos.

_ Pero es que aquí..._ no concluyó la frase, sus ojos siguieron el mismo trayecto que el grupo que cruzó anteriormente junto a nosotros.

_ Aquí soy feliz, papi._ ni siquiera me di cuenta que lo llamaba así._ Esto es todo lo que siempre he querido, aún cuando no lo sabía. Tú querías un hijo karateca. De haberte complacido, no sería tan feliz como lo soy ahora. Este es mi mundo. El baile es una parte importante de mi vida. Sin él, no tengo nada.

_ Pero es que todo eso del ballet... Yo digo que se puede bailar sin tanta finura.

_ Papi,_ otra vez pronuncié la palabra sin percatarme, y una mano mía se depositó sobre un hombro suyo._ no hay nada malo en el ballet. Son los prejuicios de la gente los que hacen ver fantasmas que no existen. Si muevo una mano así..._ y ejecuté un simple gesto, impregnado de delicadeza._ no significa que sea menos hombre que tú o cualquier otro. Lo que hago lo requiere, y es hermoso. Y me gusta. El ballet me hace feliz y es algo que debes acabar de entender.

_ Pero es que la gente..._ quiso protestar él.

_ La gente siempre habla. Por cualquier motivo. Nunca van a dejar de hacerlo. En todos estos años no te imaginas cómo he tenido que soportar comentarios y cómo he tenido que aclarar malas situaciones. Pero no dejo que esas boberías me afecten. Soy consciente de lo que soy: y no soy homosexual. Y mucho menos tengo nada en contra de ellos. Son personas normales y no tengo porqué rechazarlos porque se comporten diferentes. De prestarle atención a la gente, terminaría renunciando a mi futuro, a mis sueños, y eso jamás lo haré. No le daré ese gusto a nadie._ Tras un momento de silencio continué._ No te niego que haya bailarines que sean homosexuales. Los hay, pero no por ello debe culparse al ballet. Una cosa nada tiene que ver con la otra. Se trata de una preferencia sexual, no de una manifestación del arte que forma homosexuales, y el hecho de que algunos lo sean, no significa que deba generalizarse. Hay muchos bailarines que no lo son, que están casados incluso con bailarinas que trabajan en su misma compañía, o en mi caso, que todavía soy estudiante, tenemos a nuestras novias aquí mismo en la escuela. Además papi, recuerda lo que te dijo mi mamá una vez: No hace falta ser bailarín de ballet para ser homosexual.

Papá no replicó. Permanecía con la cabeza inclinada, los ojos caídos. Se veía tan pálido que llegué a pensar que tal vez estuviese enfermo, pero no me atreví a preguntarle. Un grupo de muchachas cruzaron junto a nuestro banco. Eran estudiantes de danza y las conocía a todas, principalmente a una de ellas, con la que había sostenido un breve romance hacía algún tiempo. Papá se animó un poco al ver la picardía con la que las chicas me saludaban:

_ Parece que eres muy popular._ observó con tono de satisfacción en la voz.

_ Un poco, si._ afirmé con una risita.

_ ¿Tienes novia?

_ No en estos momentos... Pero no te preocupes..._ me adelanté a aclarar, viendo que iba a hacerme otra pregunta qué sabía cuál era de antemano._ He tenido una cuantas, incluso, la trigueñita alta que pasó por aquí ahora con las otras muchachitas, la que me saludó y me hizo una seña, fue novia mía hace unos meses.

_ Una jevita bonita-bonita._ elogió papá dándome un leve codazo._ Estás hecho un picarón. Niñas de primera clase.

Me hizo reír. Parecía increíble estar viviendo semejante momento. Estar sentado en un banco al lado de mi papá, conversando los dos de la manera más natural del mundo, como buenos amigos, como padre e hijo. Me costaba creerlo. De repente, sin esperarlo, papá me hizo la siguiente pregunta:

_ Y esa muchachita... La amiguita tuya...

_ ¿Siany?_ pregunté.

_ Si, la que vino y me armó el escándalo.

_ Siany._ afirmé pero me asombró que surgiera en la charla._ ¿Qué tiene?

_ Eso mismo te pregunto yo._ papá me escrutó con sus oscuros ojos._ ¿Qué hay con ella?

_ Nada._ contesté riendo, pero empecé a sentirme incómodo. Aquella pregunta no me agradaba._ Siany y yo somos amigos, nada más.

_ ¿Amigos?_ papá me miró de soslayo, enarcando una ceja que demostraba su incredulidad._ Qué va. Esa chiquita no te mira con ojos de amistad.

_ No digas boberías papi._ protesté, sintiéndome cada vez más impaciente.

Pero papá soltó las terribles palabras:

_ En serio mijo. Esa muchachita está enamorada de ti. No hay que pasar mucho trabajo para darse cuenta.

Perplejo. Así quedé. Por unos segundos no atiné a nada. Solo después pude apenas balbucear:

_ ¿En serio... en serio... lo crees?

_ No lo creo, estoy seguro. Por más que trata de ocultarlo, a mí no me engaña. Ella se muere por ti.

Fue entonces cuando por primera vez en mucho tiempo comprendí muchas cosas. La actitud incomprensible de Siany, la forma en que me miraba el día del examen, su deferencia hacia mí, y sobre todo, por qué se negaba a revelarme la identidad de su enamorado secreto. Todo era simple. El enamorado secreto era yo.

Papá prosiguió hablando, pero apenas le puse atención. Estaba demasiado absorto con aquella revelación que me había dejado atontado ¿Cómo pudo ocultar Siany algo así? ¿Desde cuándo sentía aquel sentimiento por mí? ¿Estaban al tanto mamá, la abuela Alejandría, mis profesores y mis amigos? ¿Esa era la razón por la cual hablaban de forma que no comprendía en muchas ocasiones? Pero la pregunta que más me acosaba era esta: Siany me amaba, pero... ¿Y yo a ella?


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro