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¿Algo más que añadir a todo que ya se ha dicho?

Jamás olvidaré la felicidad de la abuela Alejandría cuando Siany y yo llegamos a la casa tomados de la mano y le anunciamos nuestro noviazgo. Era la mejor noticia que según ella había recibido tras la muerte de Carmelo y se lamentaba de que él no pudiera disfrutar ese momento.

Mamá y papá también se alegraron al saberlo, y las gemelas no cesaron de molestarnos todo el fin de semana a Siany y a mí. A ella no hacían más que llamarla mi cuñada, o mi cuñi. Sobre todo Shirley, que gritaba como una loca que siempre había sabido que nosotros terminaríamos de novios.

Al principio, la situación se tornó desquiciante, no solo en la casa con mis hermanas, sino en la escuela. Allí debíamos soportar las burlas de Ghislaine, Jero, Ettienne y el resto del grupo, incluyendo a nuestros profesores. El hecho de que Siany y yo hubiéramos iniciado un noviazgo, había sido mucho más explosivo que cuando se descubrió el de Ari y Dánae. No obstante, no había nadie a quien no le causara alegría el hecho de habernos enamorado:

_ Por fin la veré feliz las veinticuatro horas del día y no como un alma en pena vagando por un amor imposible._ decía Ghislaine.

Papá se sometió a cirugía y salió de lo mejor. El peligro había sido eliminado, aunque, las gemelas protestaron bastante por el hecho de que le hubiéramos ocultado por tanto tiempo lo de la enfermedad de papá. Además, la relación entre papi y yo cada vez mejoraba más y desde su regreso, las riendas de la casa fueron tomadas por mi mamá. Ahora era ella quien daba la última palabra y cuando papá lo hacía, era para decir: Como tú digas Eleonora.

Me alegra decir, que incluso su opinión con respecto al ballet y los bailarines ha cambiado en gran medida. Con motivo de la celebración del encuentro internacional de academias de ballet, acudieron a La Habana a ver nuestras presentaciones._ cuando digo acudieron, me refiero a él, a mamá, las gemelas, la abuela Alejandría y Virgilio y Dubia, mis suegros, quienes hicieron buena liga con mi padre, y a mí, desde que supieron del noviazgo con Siany, me consintieron aún más, llegando a despertar celos en su hija.

La noche que actuamos en el Gran Teatro de La Habana es inolvidable. Siany y yo estrenamos unos vistosos vestuarios que Virgilio y Dubia nos trajeron, y cuando las cortinas se descorrieron y salimos a escena, dimos rienda suelta a nuestro talento y a nuestro amor, haciendo una combinación perfecta, dando la grata ilusión, como diría después el profesor Daniel Alejandro, en los auténticos Romeo y Julieta imaginados por Shakespeare. A veces pienso en el momento de los saludos, luego de bailar. El teatro en pleno de pie, aplaudiendo, ovacionando, y entre ellos, mi padre, maravillado ante mi fortaleza física y mi habilidad para dar tantos giros sin marearme, o para ejecutar semejantes saltos y caer de forma tan precisa:

_ Se requiere gran preparación y entrenamiento, papi._ le expliqué.

Desde entonces nunca se ha perdido cualquier presentación mía, lo que me enorgullece.

El estreno de Jugarreta con el resto de mis compañeros también resultó todo un éxito. Papá entabló buena relación con mis amigos, incluso, con mi profesor. No olvidaré la charla que tuvieron tras la función de esa noche a la salida del teatro:

_ Sabía que Raúl prometía ser un excelente bailarín, y no me equivoqué. Aún está en el inicio de su camino, pero si sigue así, le auguro un buen futuro. Siempre lo admiré por su situación. Solo, con su madre, sin el apoyo de su papá. Me hacía recordar mi propia vida.

Papá bajó los ojos avergonzado y posando una mano sobre mi cabeza, me revolvió los cabellos diciendo:

_ Pero ahora estoy con él, y voy a ayudarlo en todo-todo para que sea el mejor bailarín de Cuba.

Escucharlos hablar de esa forma, con semejante orgullo, me provocó un nudo en la garganta, y tras gran esfuerzo logré que no me saltaran lágrimas emocionadas de los ojos.

Luego del éxito alcanzado en el encuentro internacional de academias de ballet, todo prosiguió normalmente. El curso ya estaba concluyendo. Estábamos enfrascados en prepararnos para las pruebas del pase de nivel. Allí se definiría si seguiríamos o no preparándonos como bailarines.

Solo puedo decir que Siany y yo aprobamos. Podríamos seguir nuestros estudios juntos. El resto de nuestros amigos también, con la excepción de Amairaní, que al no cumplir con el peso corporal requerido se vio obligada a abandonar la carrera. Fue un golpe duro no solo para ella, sino para todos. Compartimos su dolor y sus lágrimas. Añorábamos tanto poder continuar estudiando juntos en la Academia Vicentina de la Torre... Pero el profe Daniel Alejandro no se quedó con los brazos cruzados y logró gestionarle a Amairaní una beca en la Escuela de Instructores de Arte Nicolás Guillén, en la especialidad de danza. Él debería impartir clases de elementos básicos de ballet en dicho centro, alternando su enseñanza en la escuela elemental, como hasta el momento.

Podría ser el final perfecto, pero no es así. A pesar que la situación de Amairaní había sido solucionada, no podíamos pasar por alto que al ingresar a la Academia de Artes nos enfrentábamos a la realidad de que el profesor Daniel Alejandro ya no sería nuestro maestro:

_ Veámoslo desde un lado positivo._ trató de consolarnos él, aunque su tristeza era notable._ Hemos pasado cinco maravillosos años juntos. He conseguido extraer lo mejor de ustedes. No hay mayor orgullo en mí que ese. Y tal vez ya no nos veremos tan seguido, pero eso no significa que no nos veremos más. Les prometo visitarlos en sus nuevas escuelas y siempre estaré disponible para ayudarlos en lo que sea.

El discurso concluyó con copiosas lágrimas y un abrazo que nos unió a los once.

¿Qué más puedo decir? O mejor dicho ¿Qué más puedo pedir? Doy gracias a Dios cada día por todo cuanto me ha dado. Tengo todo cuanto puedo desear: una familia amorosa y unida, unos amigos maravillosos, una novia a la que adoro y una carrera prometedora. Soy feliz, es lo importante, y deseo con todas las fuerzas de mi corazón, que todo continúe así.


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