Parte ³
Dos días después, Seokjin estaba de franco en casa y no tenía plan alguno de levantarse. Tampoco es que recibiera visitas, puesto que las frecuentes eran familiares de Yoonji que, por obvias razones, prefirieron mantenerse apartados hasta que se resolviera su separación. Algunos ilusos confiando en que los dos podrían retomar la relación. Así que el que el timbre suene constantemente fue un hecho extraño y maldijo mientras se levantó del sofá y fue a ver de quién se trataba.
–¿Choi Siwon?
Sonriente, quitándose unas gafas de sol rojas, Choi Siwon saludó:
–Buenas tardes, Kim Seokjin –imitó un tono formal, pero su semblante risueño quitó rigidez–, déjame adivinar, ¿estabas durmiendo?
Seokjin se rascó el pecho, atrayendo la atención de Siwon a su torso descubierto. No vestía más que un pantalón corto, ya que no pensaba salir ni estar con nadie, por lo que fue consciente de su apariencia y se tapó inútilmente. Siwon con su pantalón negro y una camisa blanca lucía impecable, ligeramente elegante, pero no lo suficiente para desencajar de un día corriente.
–Eh, yo… ¿qué haces aquí?
Lo invitó a pasar todavía confundido del motivo de la visita, pero supuso que podría estar allí por algo importante. No fue, sin embargo, lo que este dijo:
–Vine a verte.
La simpleza de la afirmación fue tal que Seokjin esperó que este dijera que era una broma. Cuando notó que Siwon continuaba sonriéndole, decidió que hablaba en serio.
–¿Por qué?
Los hombros de Siwon se elevaron y cayeron con gracia, mientras caminaba hasta el sofá. No pidió permiso, pasó y ocupó el espacio como si pertenecería allí y era tan surrealista estar con el hombre con el que lo engañó su esposa que tuvo que reírse. Se rio de él y su bondad como para permitir aquello, y porque, de cierto modo, le agradó la manera de ser del hombre. Entendía que Yoonji lo quisiera, la frescura de su personalidad podía cautivar. Incluso a un hombre algo rígido y acostumbrado a la rutina como lo era Seokjin.
–Tengo que decir que no imaginé que pudieras querer verme para algo más que convencerme de que eres buen tipo –habló, yendo a la cocina–. ¿Algo para beber? ¿Soda? Eh, sí, creo que me queda. Espera. Por cierto, lo pensé mejor, no creo que funcione que nos tratemos. Si Yoonji mantiene la custodia, de igual manera tendré que tolerar que estés con mi hijo. Aunque no te preocupes, estaré pendiente de él por si decides dejar de ser el padrastro genial que pintas.
–Gracias –aceptó la bebida, viendo a Seokjin ocupar un sillón individual del otro lado del salón–. ¿Comiste ya?
–Pensé dormir otro rato más antes de calentar el almuerzo –miró la hora, viendo que eran más de mediodía–, ¿tú desayunaste siquiera?
–No, ¿me invitas?
Y viendo que ya no había cómo excusarse, Seokjin le permitió quedarse a comer. La casa de paredes repletas de fotografías, de recuerdos, de pronto se sumió en la espesa fragancia del almuerzo. No fue sorpresa que se tratase de jorim, que era pescado hervido, y sopa de verduras. Lo único que falló, como comentó Siwon, fue el vino que acompaña.
–Prefiero la cerveza –dijo.
–No te preocupes, traeré la bebida la próxima –resolvió Siwon–. Cocinas delicioso, ¿dónde aprendiste?
–Me interesé en la comida cuando acompañaba a mi padre a pescar –contó, sirviendo más pescado y bañándolo en salsa de soja–. Al volver con el pescado, mamá se negaba a cocinarlo así que tenía que ayudarle a papá. Eran platos sencillos, fritos mayormente, pero empecé a experimentar viendo las comidas que mamá hacía el resto de los días.
–Serías un perfecto cocinero, ¿no te gustaría trabajar en ello?
–No, pero lo pensé –removió su comida–, cuando me casé, quiero decir. No me parecía bien dejar tanto tiempo sola a Yoonji y cuando nació Taeil sentí que tenía que establecerme en tierra. Solo que conversamos y pudimos arreglarnos, fue también fácil por la licencia de maternidad, y tuve un accidente que me impidió trabajar por otro tiempo más así que permanecí en casa el resto del año. Para cuando me recuperé encontramos una guardería aquí en el barrio y todo se acomodó en su sitio. Me sería difícil dejar este trabajo, lo disfruto.
–Vaya –la apreciación en los ojos de Siwon logró que Seokjin desviara la mirada algo sonrojado–. Es fascinante ver cómo pudieron con tanto siendo apenas unos jovencitos. Lo son aún, por Dios, ¡apenas tienes treinta y uno!
–Lo haces sonar como si tuvieras el doble de mi edad, apenas me llevas unos años.
–Ah, gracias por eso.
–No es nada. ¿Te apetece una paleta helada? Son de Taeil, pero repondré antes de que venga conmigo.
Levantándose, Seokjin fue hasta la cocina a depositar los platos y agradeció haberlo hecho a tiempo de no espantarse cuando vio de reojo a Siwon. Lo había seguido, curioseando sin ningún disimulo. A Seokjin le inquietó la visión que podría tener un hombre que vive entre lujos, solo que, otra vez, tuvo que dejar de preocuparse. El hombre no denotaba su posición social como si fuera algo que los diferencie. Su humildad era evidente, así como la falta de sentido de decencia al estar tomando libertades tales como invadir el espacio personal del otro.
Dando un paso atrás, Seokjin preguntó si prefería chocolate con crema o de fruta.
–¡Chocolate!
Tal cual el entusiasmo de Taeil con los dulces, Siwon se devoró la paleta bombón helada en un santiamén. Seokjin no lo acompañó porque en su lugar abrió otra cerveza. Frente a la televisión, observó sin estar de verdad comprometido por el partido de fútbol que trasmitían porque escuchaba a Siwon hablar de a quiénes conocía y sus curiosidades.
–Es más salvaje de lo que pensé –se refirió al medio, las celebridades y sus affaires–. ¿De verdad no extrañas todo eso?
–No, hombre –apoyó una mano en su hombro y Seokjin resistió el impulso de quitársela con un movimiento brusco–, te digo que es hasta que sacas la cabeza a la superficie y respiras. ¿Me sigues? ¿Te ha pasado?
Haciendo bailar la botella de cerveza, Seokjin evitó ver a Siwon. Había sido ciertamente una analogía precisa para los tiempos que estaba viviendo, con su matrimonio disolviéndose y tanto rato libre para analizar su relación con Yoonji. De pronto, Seokjin despertaba sin el calor de su amada y era una casa tan silenciosa cuando volvía que era aterrador. Sí, sumergido hasta que no pareció ver la superficie, vivió feliz, pero cuando braceó hasta sacar la cabeza del agua y ver lo que era de él y de sus vínculos entendió cómo de desgastado estaba todo.
El amor del que se alimentó su relación continuaba allí, pero atenuado por factores como la convivencia en una rutina tan aplastante que tal vez de no haberse ido Yoonji con otro, hubiera sido él quien buscase a alguien. Y no es que no lo haya pensado, se vio siendo capaz de reconocerlo para sí al menos, que su acercamiento a Lee Jieun, su compañera de trabajo, era evidentemente por algo más que su amistad. No había enviado señales a un puerto vacío, no obstante, si atrapaba la mirada y la sonrisa de Jieun en su dirección cuando se cruzaban en el pesquero.
Un apretón en su hombro, que se tornó un ligero masaje, lo atrajo de sus reflexiones y pudo ver un gesto de comprensión silenciosa en Siwon. Otra vez, ¿cómo es que permitía esto? Había sido por su hijo, porque necesitaba cerciorarse de que Siwon no era un imbécil, y sí, podía ser una fachada, pero confiaba en su instinto para leer a las personas y lo que recibía de este hombre era calidez y afecto por su hijo y por Yoonji. Quiso condenarla, maldecirla porque lo engañó, pero no habían sido amigos antes de la relación y durante como para que él sea tan vil de desearle infelicidad.
Si el amor, y él era muy creyente de él, dictó que era tiempo de repensar las cosas, pues no iba a interferir. Sobre todo, porque su amor por Yoonji no le despertó deseos de recuperarla. Él estaba cansado, frustrado, e igualmente incómodo continuando con ella, así que, ¿por qué no veía por sí y dejaba a Yoonji elegir lo que consideró mejor? Lo único en lo que imprimiría energías sería en la tenencia de su hijo, y se limitaría a aceptar lo que la justicia, si no acordaban antes, dictamine.
–Sería justo decirte que me agradas, un poco –suspiró, su cabeza cayó sobre el respaldar del sofá y vio al techo por unos minutos–, no sé qué haces aquí, pero me hizo bien conversar.
–Me alegra oír eso –Siwon se escuchó tan cerca que, de reojo, Seokjin espió cómo lo observaba–, y también me agradas, Seokjin. Eres un hombre hermoso y maravilloso.
La declaración fue… inesperada. Es decir, Seokjin no imaginó que diría algo así por lo que se alejó. No diría que era sonrojo el repentino calor que le quemó las mejillas y parte del cuello, pero estaba abochornado porque no dejaba de ser un halago. Maldición, ¿qué hacía comportándose como un niño ante un cumplido así? Siwon se expresó, apostó a pensar, en sus exageradas formas. Lo había escuchado enunciar frases semejantes a personas del medio, durante entrevistas, decir con soltura te amo, te quiero a gente que recién conocía, por lo que no iba en serio.
Y una vez se fue, Seokjin dejó ir el comentario.
•
Nota:
Siwon es de esos tipos que no podés odiar, lo cual podría ser visto como bien, pero es medio peligroso, no?
Quejas:
:)
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