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Capítulo 7

Los meses transcurrieron. Los primeros dos meses parecían marchar de maravilla; me limitaba a comer, y a pesar de los constantes mareos  y dolores de cabeza, nadie sabía lo que estaba haciendo, salía todo el día para evitar a mis padres; pero a veces ellos me evitaban a mí.

En el último mes, me alejé por completo de las personas, incluso de mi familia, no había ido a las sesiones con kalyn, y mucho menos había hablado con alguien.

Mamá y papá tocaban varias veces la puerta, y al ver que no respondía, decidían irse.

Kalyn había llamado un par de veces.

Esperaba algún mensaje de Chloe, pero no fue así.

Yo me quedaba sola en casa, sin salir a ninguna parte. Creí que lo tenía bajo control, pero me equivoqué; solía mirar cuantas calorías había en cada alimento, y al saberlo, prefería ingerir solo agua, y algunas veces un pedazo de manzana.

Había bajado bastantes kilos, de los cuales no me sentía orgullosa, mis piernas estaban totalmente débiles, hasta llegar al punto de no poder pararme, y mi cabeza era una guerra, me dolía tanto. Recuerdo que solía ver todo de cabeza, esto no estaba bien, y lo sabía, pero no podía detenerme.

El daño ya estaba hecho.

— ¡Catalina abre la puerta! —gritó mamá moviendo una y otra vez la perilla.

— ¿Qué es lo que quieres? —dije molesta.

—Catalina, abre la puerta —dijo cada vez más molesta.

—No lo haré —puse la almohada sobre mi cabeza.

—No te estoy preguntando —dijo firme.

No respondí.

Supongo que olvidé el insignificante detalle sobre que mi madre tenía las llaves de la habitación.

Me sumergí rápidamente entre las sábanas, para evitar aquella discusión con mi madre; pero ella ya estaba jalando mis pies.

— ¿Qué ocurre contigo? —dijo mamá quitándome la almohada de encima.

—Nada —rodé la cabeza.

—Cariño, estás muy delgada—sujetó mis hombros—. Tienes unas enormes ojeras y hueles terrible.

Aquello último tenía razón, no me había duchado en cuatro días y claramente olía terrible.

—Estoy bien —rodé los ojos.

—No me iré hasta que te bañes —se cruzó de brazos.

—¿Lo dices enserio?

— ¿Te parece un juego? —dijo desafiante.

Sé que en ese momento pude haber discutido hasta que mi madre dejara la habitación. Pero ese día no estaba de humor.

—Está bien —asintió—. ¿Enserio te vas a quedar ahí?

—Por supuesto —se sentó en la cama.

—Bien —entrecerré los ojos.

Me paré de la cama. Me dolían las piernas, aunque no estaba segura de la razón, actué como si no me doliese nada, pues no quería que mamá se enterar de mi condición, se pondría histérica. Más de lo que ya estaba.

Me dirigí al baño, cerré la puerta, pues me ponía incomoda que mamá estuviese mirándome, me quité la pijama, abrí la regadera, y dejé que el agua caliente recorriera mi cuerpo. Me lavé una y otra vez el pelo, pues seguramente olía terrible. Tallé mi cuerpo, el cual estaba rasposo, pues no me había depilado. Salí de la ducha, tomé mi bata, y coloqué una toalla en mi cabello.

Abrí la puerta. Esperaba que estuviese mi madre pero no fue así. Agradecí que no estuviese en ese momento, pues claramente era incómodo vestirme enfrente de ella.

Tomé un pantalón negro, una blusa blanca y mis tacones blancos de plataforma baja, me los puse, y salí de mi habitación.

— ¿Te peinarás? —dijo mamá de pronto.

Dí un salto, pues me había asustado.

—Lo dejaré así —rodé los ojos.

— ¿Puedes acompañarnos a la plaza?Debemos comprar algunos adornos para navidad.

Era cierto. El año se había pasado demasiado rápido. Tomas murió el seis de mayo. Abandoné la universidad unos días después, pues no estaba segura de lo que quería. Había elegido medicina por Tomas, para poder estar con él. Pero las cosas habían cambiado.

— Por supuesto, me cepillaré el cabello —asintió.

Subí a mi habitación y tomé mi cepillo de el escritorio. Entré al baño y me miré fijamente al espejo. Cepillé mi cabello y mis dientes también. Salí del baño y tomé un suéter café, era algo viejo y desgastado, pero me gustaba, me recordaba a la vieja yo; solía creer que si me desasía de aquello, se esfumaría todo rastro de la vieja yo. Metí las manos a los bolsillos de mi chaqueta, pues me encantaba hacer aquello. Sentí una hoja pequeña y la saqué. La abrí.

Aquel mensaje me dolía el alma, en cualquier momento iba a paralizarme. Comenzaba a creer que aquello fuese real y no una broma, y peor aún, pensar que aquello era de Tomas. "¿Ahora sabes quién soy?" Leía una y otra vez aquella frase, tratando de entender el cómo llegó hasta ahí, y si realmente Tomas seguía con vida.

— ¿Catalina estás lista? —dijo mamá.

Me había tardado bastante.

— En seguida voy —dije y guardé la nota junto con las otras dos.

Tendría que ocuparme de ello pronto.

Bajé a la sala. En donde se encontraba mi madre. Me preocupaba un poco que papá no estuviese, pero no le tomé mucha importancia.

— ¿Qué quieres desayunar? —preguntó mamá.

<<Estoy en graves problemas>> pensé.

—Nada —dije con temor a que descubriese lo que estaba haciendo.

No es que no quisiera comer. Más bien me daba asco, había algo dentro de mi que ya no estaba bien. Al principio sólo era una limitación, pero luego se convirtió en algo más grande; mi cuerpo comenzó a rechazar toda sustancia.

—Cariño tienes que comer, estás demasiado delgada —me agarró los hombros.

—No tengo hambre —dije con firmeza.

—¡Tienes que comer! Sólo un poco —exclamó ansiosa.

Lo que hizo que me sacase de mis casillas. <<¿Acaso no entendía que no quería comer?>> Es decir, cuando un niño no quiere comer, simplemente no come ¡y ya!

— ¿No lo entiendes? ¡no quiero! —Grité como si fuera una niña pequeña.

— Es por tu bien —dijo mamá con calma.

Pero yo no estaba en calma.

— ¡Ya dije que no! —grité—. Volveré cuando se te quite esa estúpida idea de la cabeza —dije y me giré en dirección a la puerta principal.

— ¡Catalina Rosewood! Ven acá —dijo esta vez enojada.

Definitivamente habíamos tenido un cambio de humor. Uno no muy favorable. Y ver a mamá así, me asustó.

Me giré hacia atrás con fuerza. Caminé hacia mamá tambaleandome. Traté de hablar pero no podía. Mi cuerpo no respondía. Mis piernas estaban totalmente frágiles. Mi corazón me dolía fuertemente. Mi cabeza daba vueltas y vueltas. No salían palabras de mi boca, pues estaba demasiado frágil como para hacerlo.

Miré a mamá la cual estaba llorando y sosteniendo mis débiles brazos, seguramente se sentía culpable. En ese momento me habría gustado decirle <<No llores, todo estará bien, yo estoy bien>>. Pero las palabras no salían y cada vez me sentía más débil. Sentí como mi cuerpo dejo de funcionar poco a poco.

En definitiva, me había desmayado.

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