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Capítulo 3.

—Querida niña, querida niña, hay una atajo, te enseñaré, en cada instante en cada instante, sueña bonito y bastante bien —canté la canción mientras manejaba y me dirigía con kalyn, pues era la canción que mi madre solía cantarme de pequeña, aquella que me hacía creer en los finales felices.

Llegué a el edificio donde se encontraba el departamento y oficina de Kalyn.

—Señorita Rosewood, me da gusto verla por aquí —dijo la secretaria.

—El gusto es mío, hoy tengo cita con Kalyn —sonreí.

—Claro, pase por favor —abrió la puerta que daba a el consultorio de Kalyn y se marchó.

—Catalina, toma asiento por favor —asentí y me senté en el sofá café de cuero, realmente cómodo —. ¿Cómo has estado?

—Bastante bien —mentí.

—¿Practicaste lo que te he dicho?

—Un poco —mordí mi labio inferior y me crucé de piernas, solía hacer eso cuando me ponía nerviosa.

—Bien —Pude notar cómo hacia anotaciones en su misma libreta —recuéstate por favor.

—Está bien —me recosté en aquel cómodo sillón.

—Ahora, cierra los ojos —asentí y los cerré —. Imagina un túnel, ahora imagina que ese túnel te lleva a la persona que más quieres, comienza a recordar aquellos buenos momentos con esa persona.

Me dispuse a hacer aquello, por supuesto que la persona que más quería era Tomas, de pronto aquel recuerdo de mi cumpleaños vino a mi mente.

"—¡Hey Felicidades! —gritó a lo lejos aquella persona que solía alegrarme los días.

—¡Gracias Tomas! ¿qué es? —dije alegre.

—Tendrás que abrirlo para saberlo.

<<Él y sus misterios, sus lindos misterios>>

–Bueno, —hice una mueca —. Está bien, —lo tomé y lo abrí —. No puede ser, ¡Un cerdito! "

Había estado lo suficientemente triste como para recordar a aquel cerdito, cuando murió Tomas, estaba lo demasiadamente triste como para conservar un recuerdo tan bonito, y a la vez tan doloroso, así que se lo di a mi tía.

<<Algún día tendría que visitarlo>>

Volví a concentrarme, imaginando aquello que la psicóloga me había pedido, y los recuerdos comenzaron a fluir de nuevo.

"— ¡Muchísimas gracias, eres el mejor amigo del mundo mundial! —exclamé.

—Eso ya lo sabía,<<reí al recordar aquello>> estaba seguro de que te gustaría, me encanta verte feliz.

—¿Enserio? gracias <<No pude evitar sonrojarme>> —¿vamos a mi cuarto?

—Cata, ¿qué estás pensando hacer? —levantó la ceja.

—¡Eres un marrano! —Reímos a unísono — mira, vamos a subir a mi cuarto, con mucha comida, y vamos a ver vídeos de perritos bailando ¿entendido?

—Claro capitana —se burló.

—Muérete, —suspiré. <<A esa edad no tenía la mínima idea de lo que aquellas palabras podrían significar, sólo tenía once años.>> —bueno, vamos primero a la cocina —dije en tono serio, aunque se me escapó un poco de risa.

—Veamos ¿qué llevaremos al cuarto de la grande y talentosa cheff Catalina? —exclamó con voz de comercial

<<Solía amar aquella voz>>

—Pues primero que nada, papas, muchas papas —contesté agarrando todas las papas de la alacena.

—Y también, chocolates, ¿tienes algo de Nutella por aquí? —chasqueó la lengua.

—Busca en la alacena —contesté buscando algo de tomar, cuando de pronto, sentí que no podía respirar.

Pero no era nada por lo que alarmarse. Era Tomas, el muy maldito me había lanzado un puño de Nutella a la nariz.

— ¿A sí? Pues te las veras con esto —lancé un pedazo del pastel que tenía a un lado a su cara — ¡Ahora si me las pagarás! —grité.

—Eso ya lo veremos —dijo Tomas y corrí al mismo tiempo que iba subiendo las escaleras mientras Tomas iba corriendo detrás mío, me metí a mi baño y esperé a que tomas entrara para mojarlo.

—Muy astuta.

El maldito estaba detrás mío y me mojo con un vaso de agua. <<Claro que le regresé el favor>>

Fue todo un día de risas y felicidad. Obviamente terminamos muy cansados y nuestros planes de ver vídeos de perritos bailando, y comer mucho, se fueron a la basura, pues improvisamos nuestros propios y tontos locos planes, los que solíamos hacer...

Nos quedamos dormidos en mi cama, mis padres no decían nada, puesto que sólo éramos mejores amigos, y era hija única, después de todo, nada podría ser mejor y nada podría arruinar aquello. Al menos eso creía."

—¡Basta! —suspiré — no puedo —froté mis sienes.

—Está bien —dijo Kalyn, haciendo anotaciones nuevamente

—Supongo que debo irme —me paré dispuesta a salir.

—Espera, aún no ha terminado la sesión.

—Pero, ya no hay nada por hacer —chasqueé la lengua.

—Ya puedes sentarte —sonrió.

—Bueno, ¿ahora qué debo hacer? —crucé mis brazos.

—Háblame de él, de Tomas.

—Kalyn, enserio yo... —tragué saliva — Tomas Lautner Vela, ese era su nombre, Tomas no solía ser un chico atlético, tampoco era un chico bastante guapo, tenía ojos claros color avellana y cabello rizado, blanco pálido y un poco alto, nada de otro mundo. Solía ser todo un caballero, no solía criticar, ni hablar mal de alguien, siempre estaba para cualquier persona, en las buenas y en las malas, a pesar del daño que le hayan hecho, Tomas daba todo por los demás sin recibir nada a cambio, fue criado por padres maravillosos, su mamá es bastante bondadosa y cariñosa con los de su entorno, y nunca faltaban los chistes de su padre, su familia era magnífica, hasta que llegué yo —unas cuantas lágrimas brotaron sobre mis mejillas, las cuales limpié.

—¿Por qué dices eso?

—Es un tema del que no puedo hablar ahora.

—Bien, gracias por intentarlo, nos vemos la siguiente sesión.

Me despedí y me marché directamente hacia mi auto, estaba aturdida, abrumada, no sabía que hacer ni a donde ir. Mis padres no estaban en casa y no contaba con unas llaves, pues las había olvidado en el buró de mi habitación; me estacioné fuera de un restaurante, traté de contactarme con alguien, pero para mi mala suerte, no tenía crédito, comencé a golpear el volante y lágrimas comenzaron a salir. Hacía eso cuando estaba paranoica, triste o enfadada, no podía enfadarme, simplemente las lágrimas salían, <<Solía preguntarme cómo diablos podía controlarlo.>>

—Señorita ¿se encuentra bien? —preguntó el chico castaño de ojos azules golpeando el vidrio de mi auto.

—Si, ¿sucede algo malo? —Fruncí el ceño.

—Lamento incomodarla, pero está estorbando el paso. —Tragó saliva.

—Oh, claro, disculpe.

Moví mi auto de aquel lugar, y me dirigí al lugar donde solía ir con Tomas. Era nuestro lugar especial, que se encontraba muy fácilmente en mi ciudad, "Nueva Adlia Capital." Ubicada en centro América. Era un lugar bastante rústico y bonito, además de que contaba con playas. Tomas y yo teníamos un lugar al que solíamos ir. Podías treparte a las altas rocas, sentir la brisa y como el agua del mar subía y bajaba, sin mencionar la increíble vista, ese lugar realmente te hacía sentir vivo.

Y ese, era justo el lugar en el que quería estar.

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