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Capítulo 22

La muerte de Tomas, sucedió gracias a mí, pero no por mi culpa. Al fin lo había entendido, y es que cuando el murió, una parte mía también lo hizo. Cuando se fue, no quedaba ni la mitad de la chica que anteriormente solía ser, y a pesar de que tuve que lidiar con una enfermedad, me volvió más fuerte y más inteligente.

Aún no me curaba pero mantenía la esperanza de que lo haría, pues tenía a personas por las que debía luchar. Mi familia, Peter me hizo entender eso.

Él había perdido todo, sus padres, y aunque me doliera decirlo, a su hermanita la perdería muy pronto. Lo que no entendía era ¿Por qué si yo lo tenía todo, no supe valorarlo? Y es que nadie valora lo que tiene, hasta que lo pierde.

—¿Eres Catalina? —Dijo la pequeña Falley. Apenas iba a entrar a la sala de artes, cuando me encontré con ella.

—Claro pequeña ¿Qué pasa?

—No he visto a mi hermano, creí que lo sabrías.

—¡Oh! No pequeña, no lo he visto —bajé la cabeza.

—Me alegra que no esté, ahora podré decirtelo —sonrió.

—¿Decirme que cosa? —me sorprendió su repentino cambio de ánimo.

—Le gustas a mi hermano, me lo dijo. —Dijo emocionada —me dijo que no te lo dijera, pero no podía guardarme el secreto.

—¿Sabes que es lo que pienso?

—¿Qué? —me miró con sus lindos ojos verdes.

—Que te hizo una broma.

—No, mi hermano nunca me miente, además con el amor no se juega —se cruzó de hombros. Me sorprendió la madurez que tenía Falley a su corta edad.

—¿Y por qué no me lo ha dicho?

—Porque asegura que no lo quieres, pero yo sé que si lo haces —me guiñó el ojo, lo cual me hizo reír.

—¿Por qué lo dices?

—Porque tus ojos brillan cuando estás cerca de él —dijo con certeza.

—¿Y cómo te sientes? —evadí el tema.

—Muy bien, ¿cómo te sientes tú?

—Bien —sonreí.

—Me agradas, no como la amiga de mi hermano —rodó los ojos.

—¿Amiga? ¿cuál amiga?

—Una chica rubia, ¿nunca te ha hablado de ella? Son muy cercanos —abrí los ojos como platos.

—No, además no somos pareja, así que puede hacer lo que quiera —miré hacia el techo y luego dirigí mi mirada fijamente a Falley—. ¿Sabes su nombre?—la pequeña soltó una carajada— ¿Qué te parece gracioso?

—Caíste ¡Te pusiste celosa! —señaló.

—No, pregunté el nombre de la chica. —me hice la inocente.

—¡Tienes que admitirlo!

—Está bien, un poco solamente. —Admití.

—¡Lo sabía! Te gusta mi herma...

—¡Falley! ¿qué haces aquí? —interrumpió Peter.

—Le dije a Catalina la verdad.

Peter se quedó completamente tieso, asombrado. Tragó saliva y se rascó la nuca, sabía que estaba nervioso, y yo únicamente me golpié la cara con la palma de mis manos.

Peter se acercó a su hermana y le susurró algo al oído, que no pude alcanzar a escuchar. La pequeña sonrió y se fue saltando hasta su habitación.

—¿Qué fue exactamente lo que te dijo? —se acomodó su cabello hacia un lado, el cual se encontraba todo alborotado.

—No te preocupes, nada importante.

—A mí me importa mucho —admitió.

—Ella me dijo que sientes algo por mí, pero no importa, lo dijo de broma y lo comprendo.

—No...

—¿No?

—No fue una broma, creo que es tiempo de decírtelo, llevo un nudo en la garganta todo el día, incluso siento mariposas revoloteando en mi estómago —su voz se tensó. Estaba nervioso, muy nervioso y no hacía falta ser un mago para saberlo.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Me gustas, y no como amiga.

—¿Es broma verdad? Mira Peter, nunca me gustaron mucho las bromas y la verdad... —Peter se acercó rápidamente, e interrumpió mi diálogo con un beso. Un beso que no fue correspondido —. ¡Peter! —lo alejé de mí.

—Lo lamento, soy algo impulsivo, Catalina perdóname, lo he arruinado.

—No, no eres tú, son mis sentimientos, aún estoy muy confundida sobre lo que siento, y tener una relación lo único que provocaría sería un completo disturbio por cualquier lugar. Lo lamento —me alejé de aquel lugar y bajé por las escaleras rápidamente.

Entré a mi habitación y me recargué en la puerta.

Me besó, Peter me había besado.

—¿Mal momento? —me interrumpió aquella voz que no había escuchado desde hace tiempo.

—¿Hannia? Creí que te quedarías solo unas semanas.

—Lo hice, pero luego Chloe me contó que estabas internada, y quise venir a verte —me dedicó una sonrisa sincera.

<<¿Qué diablos tramaba Chloe?>> <<Tranquila Catalina, sólo intenta ayudar>>

—¡Gracias por la visita! —agradecí.

—Bueno, también te quería contar algo súper especial —dijo emocionada.

—¡Cuenta!

—¡Me voy a casar!

—¡Felicitaciones! ¿quién es el afortunado?

—¿Recuerdas a Andreu Duff?

—¿El genio de las matemáticas?

—¡Sí! —afirmó.

—¿Es él? ¡Wow! Eso realmente me ha tomado por sorpresa.

—Lo sé, tampoco yo lo veía venir.

—Me alegro mucho por ti —sonreí de oreja a oreja.

—Sé que muy pronto encontrarás a tu media naranja —me dió animos.

—Bueno, primero me gustaría terminar mi carrera y librarme de esta enfermedad —me sinceré.

—¿Te doy un consejo?

—Claro.

—Cada vez que esa voz esté en tu cabeza, debes pensar que nadie se acostaría con alguien que esté esquelética o plana, tú siempre tuviste atributos —aquello me hizo soltar una carcajada incómoda.

Sabía que no lo hacía con mala intención, pero eso no ayudaba. La anorexia no se trataba solo de verte al espejo y sentirte gorda, iba mucho más allá de eso. No todas las personas flacas eran anoréxicas, y no por el hecho de ser flaca significa que alguien no quiera acostarse contigo.

—Hannia, eso no es lo importante.

—¡Claro que lo es! El sexo es fundamental en una relación —me quedé tiesa por unos cuantos segundos. Tomas y yo jamás habíamos tenido sexo, éramos muy precavidos y nunca pasamos de un beso fugaz. Claro que habíamos hablado de ello, pero éramos muy jóvenes como para meter la pata y arruinar nuestros planes. Tomas siempre fué muy respetuoso y nunca llegó a sobrepasar los límites —. ¡No! —exclamó con sorpresa —. ¿Nunca tuviste sexo con el papazote de Tomas? —<<Papazote>> Aquello me hizo reír un poco.

—No, lo pensamos algunas veces pero nunca lo hicimos.

—¡Cariño! —Se tapó la boca con una mano — Si que eres una santa.

—Súper santa diría yo —presumí.

—Debo admitir que te perdiste de mucho —levantó una ceja y le di un codazo.

—¡Cochina!

—Bueno, no es para tanto —se defendió—. Me alegra que ya estés mejor.

—A mi igual, aunque aún me falta.

—Muy pronto, ¿retomarás la universidad?

—¡Por supuesto! Pero tendré que empezar desde cero.

—¿Y qué quieres estudiar? ¿aún optarás por medicina?

—Realmente no tengo ni la menor idea, tenía la idea de estudiar medicina para estar con Tomas, pero realmente no va conmigo. Le dije a mis padres que me interesaba derecho, y ahora no tengo idea de lo que va conmigo, mi mente últimamente es un desastre —me tiré a la camilla.

—¿Qué es lo que te gusta hacer?

—Leer y tocar el violín.

—¿Y si pruebas literatura?

—No es algo que me llame mucho la atención.

—¿Y las artes?

—Tal vez, no lo había pensado.

—Ojalá optes por ello —sonrió.

—Lo tendré en consideración.

—Bueno, debo irme linda, te visitaré en cuanto pueda.

—Claro, me alegró bastante tu visita. —Se despidió arrojando un beso al aire y se marchó.

<<Sexo... ¿Por qué el sexo sería fundamental en una relación?>>

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