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Capítulo 19

Sé que todas las personas hemos fingido una sonrisa, cuando estamos devastados; llorado en silencio para que nadie viera lo mucho que nos duele; rendirse y luego actuar como si no hubiese pasado nada, cuando en realidad te estás muriendo por dentro. También sé que todos hemos tenido una carga en los hombros, ya saben, esa sensación de que alguien te está deteniendo y no contárselo a nadie, simplemente porque tenemos miedo.

Pero hay personas que son más inteligentes, y se dan cuenta de lo que te pasa en unos cuantos minutos. Peter era de esas personas.

<<O al menos eso creía>>

-¿Es una broma verdad? -reí.

-¿Te parece que estoy bromeando? -levantó una ceja.

-Un moka para la señorita y también para el joven -interrumpió la mesera y nos sirvió nuestros mokas. Le agradecimos y luego se marchó, pero no sin antes guiñarle un ojo a Peter; lo cual hizo que cierta parte de mí tuviese un poco de celos. Pero no era el caso, estábamos en otro tema, el cual me tenía bastante asombrada.

-Sé que estás mintiendo, pero aún no entiendo la razón -frunció los ojos.

-No estoy mintiendo, no he dicho si tienes razón o no -me defendí.

-Te entiendo, yo tampoco he sido muy sincero contigo -bajó la cabeza.

-¿A qué te refieres? -fruncí el ceño.

<<A que no ha sido honesto contigo estúpida>>

-Te propongo algo, si me dices la verdad, yo te diré la verdad -contestó.

-¿Y qué te hace pensar que quiero saberlo?

-Quieres saberlo porque te importo -dió un sorbo a su bebida.

-Por supuesto que no -chasqueé la lengua.

-¿Enserio?

-Por supuesto -mentí. Era obvio que me importaba, pero no se lo diría. Peter se levantó de su asiento-. No, ¡espera!

-¿Qué pasa?

-Lo admito, me importas -me costó decir aquello, él sonrió victorioso.

-¿Quieres que yo empiece primero? -dijo acomodándose en su silla.

-Si tu me lo cuentas ¿Tendré que contarte yo también? -fruncí mis labios.

-Obviamente -bufó.

-Está bien, pero también tendrás que decirme la razón por la que me mentiste -tomé de mi bebida.

-Entonces tu también tendrás que hacerlo.

-De acuerdo -fijé mi mirada a él.

-La razón por la que te mentí, fue porque no te conocía lo suficiente como para contarte la verdad -levantó ambas cejas-. ¿Y la tuya?

-Igual que la tuya.

-Y mi historia... -cerró los ojos y suspiró. Estaba incómodo y odiaba ponerlo en esa situación, pero la curiosidad me persuadió-. Yo no soy de aquí, me mudé hace un tiempo con mi abuela; en realidad soy de una isla la cual no es muy conocida, se llama "Freydell" por si querías saberlo. No tengo veintidós años, en realidad tengo veinticinco; tampoco soy universitario, desde hace tiempo tengo un trabajo en una firma de abogados. Y mis padres... -masajeó sus sienes he hizo una larga pausa.

-Y tus padres...

-Ya no están aquí, ambos salieron de viaje por su aniversario y me dejaron cuidando a Falley. Lamentablemente durante su viaje, el avión tuvo una falla lo que provocó una explosión. Mis padres murieron en el día más feliz de su vida... -tomé su mano y el la mía, y prosiguió-. Desde entonces he vivido con mi abuela, es una gran mujer, la amo con todo mi ser -finalizó.

-Lo siento mucho... No me imaginaría un mundo sin mis padres en él, debe ser muy duro, y bueno, yo también perdí a alguien muy importante en mi vida. Su nombre era Tomas. Era un chico dulce y gentil, solía ser de las personas que te alegraban los días aún en los días más obscuros -miré mis manos unos segundos.

-¿Y qué pasó?

-Yo tenía problemas en el corazón, es decir, aún los tengo, bueno algo así, cada ocho años necesito un transplante.

-¿Es por eso que estás en el hospital?

-No, es por algo más. Un día mi corazón falló, conseguir un corazón es bastante complicado. Pero Tomas se rehusaba a la idea de dejarme ir. Por lo tanto me donó su corazón, no pude despedirme -unas cuantas lágrimas comenzaron a brotar, las cuales Peter limpió-. El dolor se volvió más grande, y mis inseguridades aumentaron aún más, así que comencé a verme de una manera equivocada. Anorexia nerviosa. Ese es mi caso.

-Supongo que ambos hemos sufrido bastante, lo siento mucho.

-Igual yo, no me imagino lo que sería perder a mis padres.

-Es bastante doloroso. No me imagino lo que sería perder a mi alma gemela.

-También duele mucho -respondí.

-Espero que esto de hablar de sirva de algo.

-¿Cómo lo haces?

-¿Qué?

-Introducir los alimentos a tu boca sin que te cause nauseas, o pensar que vas a engordar muchísimo, sin dudar de ti.

-Es fácil, no me importa lo que los demás piensen de mí. Las personas que en realidad te quieren nunca te harán sentir mal, no de manera equivocada, las personas que realmente te quieren no hablarán mal de ti a tus espaldas, te dirán las cosas de frente, pero con sutileza, te harán saber tus verdades de una manera directa, jamás hablarán mal de ti con otras personas por muy dolidas que lleguen a estar, estarán a tu lado en todo momento, sin importar el daño que hayas hecho.

-Pero pueden equivocarse.

-Pero no más de una vez, ¿alguna vez te ha pasado, que confías en alguien, y das todo por esa persona, pero eres la última en enterarte de todo, cuanto tú sueles contarle todos tus problemas y le das todo tu apoyo?

-Una vez -dije y recordé a Chloe.

-¿Y la perdonaste?

-No...

Y así transcurrió la noche, me desquité con Peter y el conmigo, me pareció realmente lindo hablar con él. Me dí cuenta de que comencé a sentir cosas por él, y la idea me inquietó bastante. No era el tiempo, no era el momento, no era lo planeado; sin embargo estaba pasando, inegablemente estaba pasando...

Peter pidió la cuenta, pagó, y salimos de aquel lugar. Pero lamentablemente estaba lloviendo.

-No podemos regresar así -me quejé.

-Es lluvia sólamente -rodó los ojos.

-Me voy a enfermar -reí.

-Disfruta cada momento -sonrió y miró al cielo azul marino, casi negro-. Ahora, ¿quieres esperar a que pase la lluvia y estar sentada sin hacer nada?, ¿o quieres intentar lo que nunca te atreviste a hacer?

-Si me da gripe, va a ser culpa tuya.

Subimos rápidamente a la bicicleta; mis tacones eran un infierno, pero era divertido. Mis pies empujaban los pedales a toda velocidad, y la lluvia inundaba cada parte de mi piel.

Y a pesar de que todo fuese inesperado, se sentía bastante bien. Peter logró hacerme sentir lo que no había sentido en mucho tiempo, y era inquietante.

-¡Me voy a enfermar! ¡me voy a enfermar! ¡y mucho! -grité.

-¡Te vas a enfermar por decirlo tantas veces! -gritó Peter y ambos reímos.

Varias personas nos miraron bastante feo, raro, con desprecio. Pero no nos importó, en ese momento, por primera vez, pensaba en mí. En ese momento, junto a Peter, me sentía viva, feliz. El olor a tierra mojada inundaba mis fosas nasales, mis tacones llenos de agua fría, todo era perfecto.

<<Me sentía feliz, realmente feliz>>

Llegamos al hospital, y la lluvia seguía intacta.

-¿Cómo vamos a entrar así?

-No veo ningún guardia, así que no creo que haya en alguna parte ¡qué buena suerte! -aseguró y rodé los ojos.

Entramos al hospital y pasamos rápidamente por la recepción, había dos pacientes, los cuales se encontraban dormidos en el área de espera. Entramos al mismo cuarto de la lavandería, en el cual ya no había nada, todo se lo habían llevado <<mierda>>

-¡Diablos! -llevé mis manos a la cabeza-. ¿Qué haremos?

-Me temo que tendrás que irte en ropa interior -se burló- de todos modos, hay batas en tu habitación ¿No?

-Ni de broma -dije irónica-. Y sí, las hay.

-A menos de que quieras que tu enfermera encuentre la ropa mojada te irás en ropa interior -bufó-. Pero para que no te sientas mal, igual yo iré en ropa interior.

-Estás loco.

Y por una estúpida razón, le hice caso.

Dejé la ropa mojada en una esquina, al igual que los infernales tacones. Nos dirigimos corriendo al elevador y entramos rápidamente en él.

-Y... ¿qué tal? -dijo señalando sus bíceps.

-Eres un idiota -reí y ladeó la cabeza.

Estábamos en silencio, pero no un silencio que incomodara, era un momento maravilloso. Pero lo arruiné. Mi estómago comenzó a rugir y pasó lo que no tenía que pasar... Me tiré un pedo. Sí, un pedo. Y como era de esperarse Peter comenzó a reírse.

-¡Vaya! Sí que tienes olor -rió fuertemente. Encorvé los hombros y me puse tan roja como un tomate. Peter se enderezó e hizo algo que no me esperaba, se tiró un pedo también.

-¡Mierda Peter! Los tuyos sí que huelen -dije tapando mi nariz y riéndo fuertemente.

Peter también rió, los dos reímos. Y reí como nunca antes.

Llegamos al piso indicado, y me acompañó hasta mi habitación, aún entre risas.

-Bueno, supongo que, adiós -dije y él se acercó a mí.

-Buenas noches -tomó mi cintura desnuda y acercó sus labios a los míos.

Me alejé rápidamente y cerré la puerta antes de que pudiera besarme.

-¡Igualmente! -exclamé. Escuché su risa y sus pasos alejándose.

Me puse la bata y me acosté en la camilla con una sonrisa en el rostro.

<<Una gran sonrisa que no había tenido durante mucho tiempo, Peter la había conseguido en tan sólo un par de horas, y eso, me gustó.>>

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