Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Día 6: Se cambia corazón por disco de Reik.

Jamie

Un intenso tintineo me despierta. Bostezo, paso mi mano por mis ojos y miro la hora en el móvil encima de la mesita de noche.

«Las once de la mañana, Genial»

Después de encender todas las luces y encender el ordenador, el mismo sonido vuelve a estremecerme. Observo a mi alrededor a ver de donde proviene, y me doy cuenta que alguien se está divirtiendo de lo lindo lanzando piedras a mi ventana.

Me acerco a ella y la abro poco a poco, temerosa de recibir una pedrada en el acto. Doy un salto y me golpeo en la coronilla contra el marco superior de la ventana cuando percibo de quien se trata.

- ¿Se puede saber qué haces? -le pregunté, casi a punto de comenzar a enojarme.

-Ábreme, por favor -me pide, ofreciéndome una sonrisa la mar de dulce.

Me siento en el marco de la ventana de corredera y miro a Harry con los brazos cruzados. Sonrío con malicia.

-Harry Conner pidiendo por favor, que interesante. Cuidado no te vea Kay Cherry, o serias el próximo titular de su estúpido blog -dije en tono irónico, ni siquiera pierdo el tiempo leyendo el maldito blog.

Suelto una risita al ver su jersey de color rojo de temática navideña. El dibujo es un muñeco de nieve patinando sobre hielo mientras un reno de nariz roja le hace compañía.

No responde a mis provocaciones, así que bajo las escaleras con cautela para no ser escuchada y le abro la puerta.

- ¿Querías algo? -indago. Lo veo nervioso, y sus manos las esconde detrás de su espalda.

Me mira, luego dirige la vista a mis pies y deja una bolsa de regalo gris sobre el suelo.

-Te he comprado algo. Ábrelo -me pide con voz firme, aunque no autoritaria.

Sonrío y tomo la bolsa en mis manos para comenzar a abrirla.

-Así que me has comprado un regalo.

-Sí. Fui a la tienda después de salir de la cafetería. Te dije que no iba a desistir.

-Muy amable por tu parte, pero no era necesario.

Contemplo el interior de la bolsa durante una larga pausa. Parpadeo, confusa. Sin el menor ápice de duda, sé que Harry Conner no se rendirá. La risa nerviosa se abre paso por mi garganta. Me acaba de regalar unos putos patines violetas y la niña que hay en mi interior baila un vals.

En lugar de responder, estallo en una carcajada que pasa de suave a histérica. Las lágrimas me corren por las mejillas. Pero son de felicidad.

- ¿Qué es gracioso? -pregunta con un gesto incrédulo.

Dejo de reírme de golpe. Tengo que responderle.

-Te has acordado -seco mis lágrimas-. Gracias, de verdad. Es el mejor regalo que alguien alguna vez me ha dado. De hecho, eres el primero. ¡Y son violetas!

Estoy eufórica, lo sé. Resulta increíble como una persona que solía ser importante en el pasado, recuerde algo tan simple como un deseo de una niña de dieciséis años.

-Me alegra ser el primero -sus ojos no se apartan de los míos, y tampoco quiero que se aparten. Él esboza una leve sonrisa y toma mi mano para acariciarla -. Prepárense, iremos a patinar.

Me estremezco. Una vez más, demuestra que es el hombre del que me enamoré hace años.

-Vaya, eso es genial -musito, y siento mi cuerpo levitar en el aire.

Harry entorna los ojos.

-Elias también viene -informa sonriendo.

«Esa sonrisa tan peligrosa»

-Por supuesto, estaremos listos dentro de diez minutos. Puedes sentarte mientras esperas por nosotros -retiro mi cuerpo de la puerta para dejarlo pasar. Harry entra y toma asiento en el sofá morado pastel. Se fija en todo a su alrededor, como si quisiera guardar en sus ojos todo su entorno.

Suspiro y subo las escaleras con mi regalo. Doy algunos saltitos de alegría, tal y como hace Elias cuando está contento, resbalo en el intento y casi me rompo la boca al caer al suelo. Por suerte, logro agarrarme de la baranda. Hace mucho tiempo que no siento las dichosas mariposas en el estómago, desde el día en que nunca más volví a ver a Harry.

Quince minutos después, Elias y yo nos subimos en su coche. Compruebo la hora en el móvil y son las doce y diez del mediodía. No sé a dónde vamos, pero confío en Harry.

-Entonces, ¿vas a contarme lo que deseo saber? -pregunta metiendo el dedo en la llaga y sonriendo.

Sus manos fuertes y velludas se aferran al volante. No me mira, sus ojos están puestos en la carretera. Elias juega entretenido con la tablet en la parte trasera del coche.

-No vas a dejar el tema, ¿verdad?

-Ni aunque todos los lunes fueran feriados.

Sonrío al escucharlo. Es exactamente la misma frase que suelo decir cuando no tengo intenciones de rendirme. El corazón me da un vuelco. Me muerdo el labio inferior y veo que se detiene en un semáforo. Harry estira su mano y enciende la radio. La voz de Reik comienza a brotar de la bocina y Elias tira su tablet a un lado.

- ¡Mami, es nuestra canción! - vocifera con entusiasmo.

-Sí, cariño -afirmo con la cabeza y observo que Harry nos mira de reojo.

«Más bien es mi canción»

- ¿Podemos cantarla? Por fa, mami -junta sus manitos en un ruego y el corazón se me encoje.

-Claro.

-Te pienso con la madrugada, con la falta que me haces -canturrea mi pequeño sin saltarse ni una nota. Elias lleva escuchando las canciones de Reik toda su vida.

-Haces de la nada todo; todo y luego me deshaces -ahora es mi turno. Entono la canción poniéndole sentimiento, quizás más de la cuenta.

-Pensaba que la vida daba y a mí solo me quitaba, si no estás tú, no tengo nada -gritamos a coro los dos juntos. Recuerdo aquellas noches de karaoke, los dos solos.

Harry nos observa embelesado. El semáforo ha cambiado a verde y él ni siquiera se ha percatado. Esa canción es la fiel representación de nuestra historia. Es la canción que pongo cada noche antes de dormir y con la que termino llorando. La canción que define mi vida, porque por mucho tiempo he pensado que la vida ha sido injusta conmigo. Sin Elias no soy nada, pero sin Harry tampoco. Demasiadas pérdidas para un solo corazón.

-Pensaba que tu amor sería donde a casa llegaría -susurra Harry, justo en el momento en el que Elias y yo guardamos silencio. Sus ojos me miran fijos, sin perderse detalle alguno.

-Qué hago sin ti, si eres mi vida -entonamos los dos juntos. El ambiente se llena de incomodidad y termino apartando la mirada de él, pero Harry no.

-Siempre te ha gustado Reik. Incluso uno de tus sueños era ir a un concierto de ellos -comenta él. Sus ojos brillan con demasiada intensidad.

Asiento con efusividad.

-Recuerdo que era un sueño de los dos -replico. Es la primera vez que hablo de un recuerdo desde que Harry volvió a irrumpir en mi vida.

Él sonríe y yo lo sigo. Y entre sonrisas cómplices y verdades, llegamos a nuestro destino: La pista de patinaje Rated Social.

He pasado por este lugar miles de veces, incluso me he quedado embelesada observando como las parejas patinan tomándose de las manos.

El ambiente es increíble. En el centro de la pista de patinaje se encuentra una enorme noria iluminada por miles de pequeños bombillos en azul, dándole un aspecto neón. Alrededor de la pista las palmeras se mueven al compás del aire frío que sopla en diciembre. Estas también están iluminadas con coloridas guirnaldas. Los toldos rojos adornan los laterales fuera de la pista.

Harry se queda de pie, con las manos en los bolsillos, mientras me observaba colocarme los patines violetas. No se mueve ni un ápice ni aparta la mirada de mí, aunque de vez en cuando se asegura de que Elias se coloque bien los suyos.

Sin darme cuenta, Elias se acerca a mí y besa mi mejilla con cariño. Miro a Harry porque siento que en cualquier momento el corazón se me detendrá.

- ¡Mami, tu corazón va muy rápido! -exclama mi pequeño con una sonrisa enorme en sus labios.

«Mierda»

Harry sonríe de medio lado y mi corazón vuelve a bailar zamba.

-Sí, cariño, es que estoy muy emocionada -le miento, pero él no tiene que saber la verdad.

-Vamos a patinar -anuncia Harry cambiando de tema. Tiende su mano para ayudarme a levantarme y yo se lo agradezco.

Pasamos los tres juntos a la pista y comenzamos a dar vueltas por ella. Elias va a sus anchas, ya que no es primera vez que lo hace. En cambio yo, voy con cautela de la mano de Harry.

El tiempo flota deprisa cuando una es feliz. Feliz como solo se puede ser cuando estás total y profundamente enamorada.

Río como una loca cuando intento hacer un giro y termino de bruces contra el suelo, encima de Harry.

-Lo siento -digo sonrojada y me pongo de pie enseguida.

Él solo sonríe.

-Puedes caer encima de mi todo lo que quieras -me susurra contra el oído al tiempo que vuelve a tomar mi mano.

-Ay no -contesto tras darle un pequeño empujoncito y sin perder la sonrisa.

Seguimos patinando, pero al girar la cabeza observo a lo lejos en puesto de besos. De adolescente, Harry y yo solíamos ganar un poco dinero de esa forma. Recuerdo que íbamos a Havre de Grace, colocábamos una mesa con un cartel de: "Beso por un peso" y una hucha de cerdito. Llegamos a hacer más de cien dólares en temporada de turistas, justo en el faro del puerto. No sería mala idea volver a revivir ese recuerdo del pasado.

-Mira, un puesto de besos -señalo en la dirección y Harry parece captar mis intenciones, porque enseguida tira de mí y de Elias hacia allí.

Me falta el aire al llegar delante del puesto ambulante. La chica que lo atiende se sonroja y sonríe con timidez. Resulta que, al llegar al puesto, nos hemos dado cuenta que no se trata de besos, sino de corazones.

-Hola, ¿cómo funciona? -le pregunto a la encargada.

-Bueno... es... sencillo -tartamudea y su rostro se enrojece mucho más. Lo veo tomar aire y volver a hablar -. Es un intercambio, yo ofrezco estos corazones rojos de origami con brillantina y el cliente tiene que darme algo a cambio.

- ¿Algo cómo qué? -indaga Harry, interesado.

-Algo como cartas, bisutería, discos, películas. Ese tipo de cosas sencillas que puedes comprar en el resto de puestos.

Observo los corazones, en serio que son únicos. Son de rojo, morado y naranja. Parecen un cofre en forma de corazón. La brillantina color rosa resalta a simple vista.

-Los corazones se abren y muestran un mensaje. Así -la chica toma uno entre sus manos y hace la demostración, enseguida aparece una frase romántica muy tierna.

«Te amaría de cualquier forma, en cualquier mundo, con cualquier pasado»

-Son preciosos, mami -murmura Elias.

-Hagamos un trato -le propone a la chica con seriedad -. Yo atenderé tu puesto por una hora, pero cambiaremos los corazones por discos de Reik. ¿Te parece bien?

La chica asiente y sale de detrás del puesto.

-Genial, me encanta ese grupo -sonríe y toma su bolso que antes descansaba encima de una caja de madera -. Yo me daré una vuelta por el lugar.

Dicho esto, se marcha dejándonos solos a nosotros tres, un puesto de besos, y un montón de corazones para intercambiar.

-Te reto a hacerlo tú, a ver si eres capaz de reunir al menos un solo disco -dice, dirigiéndose a mí con una sonrisa sagaz y sus ojos azules entornados.

Cruzo mis brazos y lo reto con la mirada.

-Por supuesto que soy capaz -replico, tomando mi lugar detrás del mostrador del puesto.

- ¡Qué bien, mami! -grita mi pequeño haciéndome sonreír.

Harry toma el cartel que anuncia lo que ofertamos y el marcador negro que descansa en una esquina del puesto, abre el marcador y comienza a rotular en el cartel algo que no logro ver. A los segundos alza el cartel y lo vuelve a colocar en su lugar. Ahora, donde antes se leía: "Se cambia corazón por...", se puede leer: "Se cambia corazón por disco de Reik".

Sonrío y recuerdo mi infancia y adolescencia. Si todo esto que he vivido hoy me hubiera sucedido siete años atrás, no sería la mujer que soy ahora. La vida es muy dura, y te da lecciones muy crueles y difíciles de sobrellevar. Eso fue Harry para mí, una lección difícil de aprender, pero que con el paso del tiempo fue cogiendo nota, y ya no soy la chica ingenua e imbécil que una vez engañó.

El primer cliente llega, sacándome de mis pensamientos. Lo miro, le sonrió y me preparo para el discurso de venta que tengo preparado.

- ¡Bienvenido! ¡Lleve su corazón a cambio de un disco de Reik! ¡Corazones únicos con mensajes hermosos! -pregono a los cuatro vientos.

El hombre observa los corazones y elige el de su gusto, luego me tiende un disco perfectamente etiquetado. Secuencia, 2006. Es uno de los que no tengo. Genial.

Llevamos más de cuarenta minutos aquí, y ya tengo cinco discos de Reik, dos repetido. Los tres sonreímos juntos. Elias está casi con los ojos cerrados. Ya pasan de las ocho de la noche, nos hemos pasado todo el día entre patines y discos de música. El pequeño bosteza y Harry lo observa preocupado. La chica encargada sonríe cuando le ofrezco dos discos de los ganados. Los abraza con cariño para después guardarlos en su bolso.

-Ya nos vamos, Elias tiene mucho sueño -le informo a Harry. Él asiente y nos toma a ambos de la mano para llevarnos a su coche aparcado afuera de la pista.

La cara se le ilumina a Harry cuando aparca el coche delante de mi casa y la luz de la farola impacta contra su rostro. El rugido del motor se oye en el silencio. Harry carraspea.

-Ya hemos llegado -dice con los ojos entrecerrados.

-Sí, eso parece -digo después de un minuto de silencio.

-Nunca has soportado el silencio. -Él ríe entre dientes mientras yo trato de contener los deseos de darle un puñetazo. ¿Por qué mierda tiene que recordarme el pasado siempre que puede?

-Sí que lo soporto, de hecho, me gusta estar en silencio.

-No. -Se ríe-. Siempre necesitas decir algo, lo mínimo. Me alegra ver que algunas cosas siguen siendo iguales.

-He cambiado mucho, he dejado de ser la imbécil que cree en mentiras.

Han cambiado muchas cosas. No solo en lo referente a mi vida, sino a mí misma. Ya no creo en palabras, sino en hechos.

-Los dos hemos cambiado, Jamie. -Tiene razón. No es el mismo muchacho que yo recuerdo-. Ya que estamos aquí, y Elias duerme, dime de qué manera has cambiado.

-No hace falta que te proporcione esa información -cruzo los brazos por delante del pecho y miro por la ventanilla.

Asiente con la cabeza y se baja del coche para tomar a Elias en sus brazos. Ese gesto me desalma por completo. Yo hago lo mismo, camino hacia la puerta de la casa y saco la llaves del bolso. Abro la puerta y le indico con un gesto que me entregue a Elias para llevarlo a su habitación, pero él se niega.

- ¿Dónde está su habitación? Es muy pesado.

Sí que lo es, lo sé de primera mano. Le indico cual es y lleva al niño hasta ella, lo recuesta en su cama, lo arropa y luego besa su frente antes de volver a salir. ¿Qué quiere de mí? ¿Qué busca? Pudiera preguntarle, pero prefiero que se vaya de una vez.

Lo acompaño a la puerta de salida dando pasos detrás de él. Nos detenemos en ella y Harry me mira a los ojos.

-Muchas gracias por lo de hoy. La hemos pasado genial -susurro.

Los ojos de Harry no abandonan los míos y creo que me está leyendo el pensamiento. La intensidad de su mirada aumenta. Comienza a llover y los truenos retumban en el exterior y los relámpagos iluminan el cielo. Se parece mucho a la tormenta que ruge en mi interior.

La cara de Harry se acerca más. La temperatura sube y sus ojos me lo dicen todo.

-Hoy he sentido que vuelvo a tener dieciocho años -Me coloca las manos en las mejillas y me aferro a sus brazos-. Necesitaba esto, todavía lo sigo necesitando.

Antes de que pueda decir nada, me besa en los labios. Me besa sin pedirme perdón. No puedo pensar en nada que no sean sus labios. La niebla lo envuelve todo mientras el corazón me late descontrolado.

De repente, su aparta y sale corriendo como un adolescente pillado. Se monta en su coche y lo observo perderse por completo.

Sonrío, pero de verdad, con ganas, como hace tiempo no lo hacía. No quiero bajar la guardia con él. Sería muy fácil rendirme y volver a revivir el pasado. No estoy preparada para enfrentarme a la verdad.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro