Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Día 10: Perdiendo el norte.

Jamie
Quince horas después...

      Es una mañana estupenda en un barrio de ricos de Hollywood. Recorro con la mirada las calles, de pie frente al balcón de mi habitación. Una chica joven reparte flores con su bicicleta mientras que la señora de enfrente recoge el periódico del suelo como de costumbre. Siempre lleva la misma bata de baño azul cielo y sale a la misma hora.

     Estoy tan ensimismada en mis pensamientos, que no me percato que el móvil está vibrando en la mesita de noche. Corro hacia él y descuelgo justo a tiempo antes de que salte el buzón.

     «Harry»

    —Dime.

    —Jamie, tenemos que vernos. Necesito que vengas a mi casa — cuchichea con cierto nerviosismo en su voz.

    —Ni siquiera sé dónde vives, Harry —rebato, poniendo los ojos en blanco.

    Lo escucho gruñir.

    —Frente a la ópera Rainbow. Te darás cuenta enseguida cuál es. Igual te envío la
dirección.

    — ¿Es muy necesario que vaya?

    Se ríe por mi pregunta. Ya estoy otra vez sobre pensando las cosas.

    — ¿Por qué? ¿Tienes miedo de estar a solas conmigo? —me provoca. Aunque tiene razón, no pienso decírselo.

    —Para nada. Solo es instinto de supervivencia —Me sale una voz ronca y lasciva. ¿Por qué demonios he dicho eso?

     — Maravilloso, entonces te espero aquí, han llegado los resultados de la prueba de ADN.

     Cierro los ojos y suspiro, aliviada. Intento apartar los nervios que comienzan a carcomerme y pongo fin a la llamada, dispuesta a tomar el coche, por primera vez en semanas.  

     Bajo las escaleras corriendo sin importarme que aun llevo el pijama puesto. Un sensual conjunto de dos piezas de Victoria's Secret de color púrpura.

    — ¿A dónde vas tan temprano? —la voz de mi padre hace que me sobresalte. Que obsesión tiene de estar en silencio.

    — ¡Papá! —acierto a decir con una risita trémula, estoy nerviosa. Siento que me ha pillado saliendo de casa a hurtadillas como la típica adolescente.

    —Ya sé que vas a ver a Harry— indica en tono confidencial. Apoya el codo en su muslo y me observa con una expresión comprensiva, sin malicia. Siento demasiada emoción en mi pecho.

    —Sí —es lo único que atino a responder.

    Una leve sonrisa ladeada se dibuja en el rostro de papá.

   —Vas preciosa, cariño, pero intenta no matarlo de un infarto ahora que por fin vuelven a estar juntos.

    Observo mi ropa, pero poco o nada me importa que Harry me reciba así. Solo le sonrió a mi padre y continúo mi camino hacia el coche.

     Arranco el vehículo, doy marcha atrás y empiezo a conducir hacia la dirección que Harry me ha enviado al móvil.

     A la media hora freno delante de la inmensa propiedad y me bajo casi corriendo hacia la puerta. Oigo un quejido a mi espalda, pero no le presto la más mínima atención. Llamo al timbre de Harry y espero con impaciencia a que me abra.

    Aparece delante de mí con un pantalón de chándal gastado y su torso desnudo.

«Madre mía»

    —Hola. —murmura con cierta emoción en su voz —. Has venido.

    —Pues claro, estoy ansiosa por saber los resultados. Así podré restregarte en tu cara lo farsante que puedes llegar a ser.

   —Ya. Así yo podré restregarte en la tuya lo errada que has estado durante años —se aparta de la puerta y me invita a entrar —. Al parecer has venido a provocarme.

    Seguramente me pongo roja como un tomate. Siento que se me contrae la garganta y una tosecita alterada sale de mi boca. No he pensado en esa posibilidad.

    — ¡No! — vocifero, perturbada, más de lo que me gustar admitir.

    Harry se carcajea y me guía hacia el salón.

    —Ahí está el sobre, lo podemos abrir juntos si quieres —da un suspiro tembloroso.

    Asiento con la cabeza y tomo el sobre en mis manos. Lo examino con cuidado y termino rasgándolo por un costado para extraer la hoja de papel de su interior. Ambos miramos el resultado y mis ojos no pueden creer lo que están viendo.

    «Negativo»

     El informe muestra que hay cero por ciento de probabilidades de que Elias sea hijo de Harry. La consternación se adueña de mi rostro. No me esperaba esto. No esperaba que Harry no fuera un mentiroso. Vine a esta casa muy segura de mí misma y dispuesta a enfrentarme de nuevo a él por sus mentiras, pero ahora resulta que la mentirosa es otra: mi propia hermana.

    —Yo... —empiezo a decir, pero no me sale nada—. Harry, yo...

    —Ya no tienes motivos para odiarme. He ganado.

    Me acerco a él y lanzo los resultados al suelo. Ya no tiene sentido que lo siga negando, no cuando el motivo de mi rencor ni siquiera existe.

    —Me equivoqué —reconozco. Harry observa mi boca y luego mis ojos, hago lo mismo.

   Él está tan callado que pienso que a lo mejor no me ha oído. Pero entonces me lanza una mirada tan gélida que me provoca un doloroso vuelco al corazón.  

     —Es siempre lo que haces, Jamie, equivocarte—pronuncia mí nombre como si le quemara. No sonríe, solo mantiene su cuerpo cerca del mío sin atreverse a reclamar su recompensa.

     Y entonces, con mucho cuidado, y sin pensarlo demasiado, estampó mi boca contra la suya.

     Ninguno de los dos cerramos los ojos, nos miramos con cierto recelo, pero cuando  sus dientes apresan mi labio inferior en un leve mordisco, ambos terminamos rindiéndonos a nuestros sentimientos. Se me pone la piel de gallina y mis pezones se erizan. Atrae mi boca hacia la suya con un gesto brusco, pero muy placentero.  

    Quiero más. Necesito más.

    Nos besamos como locos, descubriendo a qué sabe el otro, acariciando la piel expuesta, gimiendo sin pensar en dónde ni con quién estamos.

     En un ataque de lujuria toma la mano de Harry y lo guio hacia las escaleras. Ambos sonreímos por mi osadía, sobretodo porque supongo que las misma conducen a su habitación.

     Harry me toma por los muslos y yo me dejo hacer. Alzo los brazos para que pueda quitarme la diminuta blusa del conjunto por la cabeza y me quedo en ropa interior, sonriéndole con coquetería. Hasta termino abriendo las piernas con confianza. No es momento para sentir vergüenza.

    —No tienes ni idea del tiempo que llevo esperando esto —susurra Harry en mi oído en un ronroneo muy seductor.

    —Jamás lo habría imaginado.

    Él se ríe y yo aprovecho para quitarle los calzoncillos de un movimiento.

    —Te quiero, Jamie, siempre ha sido así.

    Su confesión me pilla de sorpresa. Tanto que ahora mismo deseo salir corriendo, pero sé que no puedo hacerlo. Sería muy raro. No sé si estoy preparada para decirle esas palabras, por lo que opto por mantenerme en absoluto silencio.

      Harry no parece que vaya a insistir en el tema, puesto que centra todas sus atenciones en mis pechos. Y, al final, terminamos haciendo el amor sobre su cama matrimonial.

        Apenas puedo respirar, me siento exhausta y muy satisfecha luego de nuestra reconciliación. Giro la cabeza, poniéndome de pie frente a la cama mientras me visto, y observo el torso desnudo de Harry. Una ligera luz mañanera se filtra por el cristal de la puerta del balcón.

     Una cabeza peluda se asoma por debajo de la cama y pego un respingo. Con el corazón lleno de amor, lo veo bostezar y estirarse lentamente. Sus ojos oscuros se posan en los míos y mueve la cola en un armonioso vaivén.  

     — ¿Gary? —susurro su nombre y el susodicho camina con lentitud hacia mi regazo. Me pongo de rodillas y lo abrazo.

    El enorme Collier ladra y lame mi cara, haciéndome sonreír.

    —El mismo. Lleva años siendo mi única compañía, somos colegas, ¿verdad, guapo? —comenta Harry y el perro vuelve a ladrar en respuesta.

     —No puedo creer que aún viva. Está muy grandote —acaricio su hocico con ternura.

    —Pues sí. ¿Recuerdas cuando lo encontramos? —su sonrisa es agradable y su mirada cálida.

    Sonrío y meneo la cabeza.

    —Claro. Lo encontramos en los latones de basura afuera del colegio. Era muy pequeño y estaba sucio y hambriento. Lo acogimos y lo nombramos Gary por el caracol de Bob Esponja, porque era el perro más lento que jamás habíamos visto.

    La risa del Harry, sonora y sexi, me produce un intenso calor que recorre mi cuerpo y termina posándose en mi abdomen.

    —Siguen siendo igual de lento, es como si le pesaran las patas para caminar —explica.

    Carraspeo.

     —Debo irme, tengo que grabar hoy —sacudo la cabeza resignada.

     —Entiendo. Nos vemos en el estudio. Yo también tengo que grabar hoy, ¿o se te olvida que ahora tenemos un podcast juntos?

     Ambos nos reímos con complicidad. Le tiro un beso antes de salir por la puerta y él rompe a reír, aún enrollado en las sabanas que antes habían sido testigo de nuestro momento de pasión.

     Subo a mi coche refunfuñando y maldiciendo mis pocas luces. ¿Por qué coño vine ayer vestida de esta manera? No puedo aparecerme vestida de esta forma en el estudio. Arranco el dichoso motor y salgo disparada hacia mi casa. Hoy es lunes, un maldito día lunes. Odio este día.

     No me pregunten como, pero me las arreglo para llegar a casa y cambiarme de ropa y llegar a tiempo al estudio. Nunca me ha gustado trabajar los lunes, quizás por ese motivo el cabrón de Charlie ha cambiado la sintonía del nuevo podcast para los lunes y martes.

      Tras malgastar cinco minutos divagando sobre por qué deberían quitar los lunes del calendario, me percato que el ascensor del edificio principal no funciona. Genial.
Tenía que ser lunes.

      No tengo tiempo para seguir maldiciendo, por lo que subo las escaleras de dos en dos y entro al estudio principal empujando la puerta con el hombro.

     — ¡Buenos días, Jamie! —grita Soledad con esa voz chillona que me hace pegar un respingo del susto. Que manía tiene de hacer eso.

     —Ay, Soledad, deja de pegarme estos sustos —llevo mi mano al corazón, a ver si asi se calma un poco.

     Ella suelta un ruidito de indignación.

    —En unos segundos empezamos —informa el camarógrafo. El podcast de hoy será en vivo y en vídeo, solo por ser el primer capítulo.

      Busco a Harry con la mirada y me lo topo justo al lado de Marcel, su productor. Me mira y me sonríe. Nos colocamos nuestros micrófonos, y tomamos asiento en el lugar donde nos indica el camarógrafo.

    — ¡Al aire en... tres, dos, uno! —exclaman varias voces a la vez.

    — ¡Bienvenidos a Con amor, Jamie y...!

    — ¡Harry —termina el aludido!

      —En este primer capítulo, les traemos un tema especial: ¿Cómo recuperar a mi pareja? Harry y yo esperamos su participación. Los líneas telefónicas del estudio están abiertas a todos —comento mirando directo a la cámara y poniendo mi mejor sonrisa.

    —Como bien comentaba mi preciosa compañera, las relaciones de pareja suelen atravesar momentos difíciles, incluso llegar a su fin, pero... ¿se puede restablecer la confianza de nuevo?

    Lo miro y siento el impulso de besarlo. Uno de los teléfonos comienza a sonar de fondo.

     — ¡Tenemos la primera llamada! — exclama Soledad.

     —Genial, tenemos la primera llamada. Díganos su nombre —comenta Harry sin dejar de sonreír.

     —Mi nombre no es importante, solo llamaba para decir que adoro este nuevo programa. Ustedes hacen muy buena pareja, muy bonita. ¡Que viva el amor!

     Todos en el estudio comienzan a reír. Harry y yo nos limitamos a observarnos en silencio.

     —Bueno, después de este emotivo mensaje, continuamos con el programa —hago una breve pausa para después continuar —. Recuperar la confianza de tu pareja conlleva una serie de puntos claves necesarios. Por ejemplo, analizar los motivos de la ruptura antes de intentar recuperar la relación.

     Trago saliva y luego suspiro cuando siento el teléfono rezongar nuevamente.

    — ¡Otra llamada! —vuelve a resonar la voz de Sole.

     Esta vez soy yo la que la contesta.

     — ¿A quién tenemos en línea? —pregunto tratando de mantener la compostura.

     —Buenos días a todos, me llamo Sadie, y me gustaría saber si todo lo que aparece en el blog Stilosa sobre ustedes es cierto —comenta una voz dulce y paciente.

     Resoplo y jugueteo con algunos mechones de mi cabello.

    —No sabría decirle, nunca lo he leído —confieso con la cara en alto. Que se joda Kay Cherry.

    Harry carraspea.

     —Yo sí, y no, no todo lo que esa chica escribe en su blog es verdadero —interviene él, sonriendo. Ahora siento curiosidad por el dichoso blog.

     Pestañeo varias veces sin poder creer todo esto. El programa se ha convertido en un conjunto de chistes sin sentido.

     —Niños, tienen otra llamada —murmura Soledad bajito.

     Con un gesto de la cabeza le indico a mi amiga y comadre que la descuelgue. Enseguida se escucha la voz de otra mujer, pero mucho más joven.

    —Buenos días a los dos, yo solo quiero saber el nombre del perfume que utiliza Harry Conner, es para una tarea.

    Harry y yo soltamos una enorme carcajada. Las mujeres podemos llegar a ser intensas cuando nos lo proponemos.

     —Bueno, pues... es de Jazmín —asegura él con gesto amanerado.

     El estudio entero se viene abajo de risas. Me duele la panza de tanto reír y no tengo intención de parar. Charlie me hace un gesto para que ponga fin al programa y asi lo hago.

     —Queridos suscriptores, esto ha sido todo por hoy, nos vemos mañana para conocer más sobre relaciones amorosas, se despide de ustedes con amor, Jamie y Harry.

     Una vez las cámaras se apagan me pongo de pie sin dejar de reírme y me acerco a Soledad. La observo por unos segundos, y mantiene una expresión seria en su rostro, algo poco típico de ella.

    — ¿Qué te sucede? —le pregunto con el ceño fruncido.

     Ella resopla y mis alarmas se activan. Tantos años de conocerla y jamás he visto a Soledad desanimada. Nunca. Su ex marido solía decir que era alegre hasta la demencia.

   —Me he acostado con Marcel —susurra casi en un murmullo.

     Si en cada momento de mi vida, sonara una canción de fondo como banda sonora, ahora mismo estuviera reproduciéndose en infinito Amigos con derechos, de Maluma y Reik. Porque así es cómo me imagino una escena romántica entre Soledad y Marcel.

    — ¿Cómo? ―inquiero con aire melodramático en medio del pasillo del estudio mientras arrugo la nariz.

    —Ay, niña, con el pene dentro de la vagina y el sudor corriendo por todo el cuerpo —toquetea su cuerpo para darle énfasis a sus palabras.

    Sacudo la cabeza, apenada y asqueada.

    — ¡No me refiero a eso! Digo que como sucedió, que circunstancias los llevo a eso... eso que acabaste de describir.

    —Pues mira, una mirada por aquí, otra por allá, un refrán sobre el amor de parte de él, una mala palabra de mi parte y ¡zas!, pasó lo que tenía que pasar.

    Frunzo el ceño.

    —No entiendo...

    —En otras palabras, niña, él me dedicó un refrán sobre algo de un roto y un descosido, yo lo mandé pa la mierda y así terminamos enredados. Han pasado semanas de eso, pero ahora hay otro problema.

    — ¿Se ha dado cuenta de tu lenguaje de camionero borracho y ahora te odia? —propongo sonriendo. Soledad me mira horrorizada.

    — ¡Nombre no!, ojala fuera eso —chilla —. Es peor, adora mi lenguaje de cubana, y ese es el problema.

    — ¿Qué le gusten las cubanas es el problema? —no entiendo a dónde pretende llegar.

     — ¡Dios mío! ¡Mira que eres anormal! —me grita y todos a nuestro alrededor nos miran con atención.

     — ¡Eres tú la que no sabe explicarse!

    Sole inhala y exhala, un gesto que hace cuando busca paciencia.

    —Bajemos la voz. El caso es que Marcel quiere más de mí, y yo no quiero darle más de mí. ¿Ya entiendes?

    —William Shakespeare estaría orgulloso de tus dramas. Entiendo. Díselo y listo. Recuerda, una buena comunicación en la pareja es lo fundamental.

     Me burlo de ella pero Soledad me mira con antipatía.

    —Gracias por tu ayuda, deja anoto tu consejo en mi libro de cosas que me valen tres kilómetros de mierda.

    Mi carcajada resuena en el estudio. No recordaba los momentos tan graciosos que Soledad me hace pasar.

     Una voz carraspea a nuestro costado y miro de reojo de quien se trata. Un Harry sonriente nos observa en espera de su permiso para hablar. Se le ve demasiado satisfecho.

     — ¿Puedo hablar contigo? En privado —me pregunta mirando a Soledad. Esta no se mueve, solo mantiene su postura firme y sus ojos en los labios de Harry.

    —No tengo secretos con Soledad, así que puedes hablar —me niego a quedarme de nuevo a solas con él. Sería incapaz de resistirme y volvería a caer en sus brazos.

    —Perfecto. He escuchado vuestra conversación, y solo vengo a decirte que yo también quiero más, muchísimo más.

      El silencio atronador se hace presente. De pronto siento el estudio mucho más pequeño,  sin ventanas; sus palabras me recuerdan a una película de miedo. Hago el esfuerzo de recomponerme tras la conmoción, parpadeo y sostengo su mirada.

     Siento que se me acelera el corazón. Esos ojos azules me miran con dulzura y calidez en espera de una respuesta.

     ―Yo... yo... no puedo ―acierto a decir, en un murmullo apenas audible. Trago saliva, enderezó mi columna vertebral y dejo los cascos sobre la mesa para acto seguido, salir corriendo apenada.

     Mi paz mental acaba de irse a la mierda.

     Mi subconsciente me grita que corra y me refugie en otro lado, y eso es lo que pretendo hacer, correr a los brazos protectores de mi progenitor como cual niña pequeña.

     Tomo el primer taxi que deslumbro afuera y le ordeno al conductor que me lleve hacia el café Maryland.

    Entro en la cafetería dando tumbos como una marmota y mi padre sonríe al verme.

    —Hola, cariño, ¿qué te sucede? —indaga mi padre sirviendo el café.

    —Papá, creo que he perdido el norte —suspiro, derrotada.

   — ¿Qué te hace pensar eso?

   —Que voy por la vida huyendo de lo que realmente deseo. ¿Qué hago, papá?

    —No huir de lo que realmente deseas —suelta una risita —. Lucha por tus sueños, cariño. No te conozco como una cobarde.

     —Soy una cobarde, una enana de 1.55 cm muy cobarde.  

    Aunque intento bromear, los chistes no me salen igual.

     —Puede que seas una enana de 1.55 cm como dices, pero tu actitud siempre ha sido de 1.90. Ve a por Harry, se feliz. Elias y yo te apoyamos.

     Cierro los ojos y libero parte del estrés cuando papá me abraza. En mi interior se libra una lucha de emociones encontradas. Lo quiero, pero no quiero hacerlo. Podría sanarme, pero también podría destrozarme, ya lo hizo una vez. Los pensamientos se contradicen entre sí, aunque una idea cobra fuerza en mi interior: no quiero estar sin él.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro