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Capítulo 22 | Erubbish Inc


Miro al cielo y veo como este se encuentra totalmente encapotado y cubierto de espesas nubes grises que amenazan con derramar todo el agua contenida en ellas.

Hace un día horrible, y como es habitual en mí, la mala suerte vuelve a hacer acto de presencia. Mi viejo escarabajo casi me deja tirada esta mañana y he tenido que perder quince valiosos minutos intentando arrancarlo. Definitivamente tengo que comprarme un coche nuevo. Qué triste es ser pobre.

Voy caminando a toda prisa y con la mirada clavada en mi móvil, vislumbrando la página web de la empresa Erubbish Inc para así poder adquirir conocimientos básicos sobre ella de cara a la entrevista que tendré en unos minutos. Se que debería de haberlo hecho antes, pero después de lo ocurrido con Asher en la fiesta, no tuve fuerzas para hacer absolutamente nada. Mi corazón siempre ha dominado a mi mente. No puedo evitarlo.

Acelero el paso oyendo el traqueteo de mis tacones contra el asfalto, hasta que impacto contra algo duro que me hace tambalear y caer al suelo, logrando que los cristales de mis gafas se rompan en miles de pequeños trozos.

Mierda.

—Mira por donde andas, niña —una voz grave y masculina me hace alzar la vista y clavarla en su rostro.

El chico está agachado recogiendo unos papeles que al parecer se le han caído al suelo tras el encontronazo. Lleva un traje de chaqueta gris marengo acompañado de una camisa blanca y una corbata verde oscura estampada con pequeños rombos del mismo tono que el traje. Demasiado formal para mi gusto. Su pelo rubio ceniza le baila de un lado a otro mientras trata de recoger rápidamente todos los papeles desperdigados. Parece bastante alto.

Me quedo unos segundos observándole sin parpadear, provocando que él se de cuenta y alce la mirada hasta atrapar mis ojos con los suyos. El color de sus pupilas es de un negro tan oscuro que me produce un repentino escalofrío. Antes de levantarse del suelo, sus comisuras se elevan hacia arriba formando una sonrisa malévola.

—¿Es que no piensas ayudarme a levantarme? ¡Me has roto las gafas, imbécil! —grito enfurecida provocando que se detenga en sus pasos y se voltee hacia mí.

En cuanto vislumbra mi expresión de ira vuelve a dibujar esa odiosa sonrisa en su cara.

—¿Es que no sabes levantarte tú solita, cuatro ojos?

Por favor, Dios, dame paciencia, porque como me des fuerza juro que lo mataré.

Aquel idiota vuelve a girarse y sigue su camino, hasta que mi voz le hace volver a detenerse.

¡Por si no lo sabías, cuatro ojos ven más que dos! —vocifero levantándome del suelo.

El chico suelta una limpia carcajada y reinicia sus pasos hasta desaparecer de mi vista.

Me acomodo la negra falda arrugada que llevo e intento llegar hasta la empresa por mi propio pie. Una cuestión bastante difícil, ya que no veo tres en un burro sin gafas.

Suspiro de alivio cuando consigo adentrarme en Erubbish Inc y con solo cinco minutos de retraso. Todo un logro para mí.

La empresa es bastante grande y luminosa. Cientos de personas se mueven de un lado a otro con mucha prisa y cargados con montones de documentos. Aún así, el ambiente parece ser bastante agradable, se respira esfuerzo y cooperación.

Subo en el ascensor acompañada de una de las amables y esbeltas rubias recepcionistas que me lleva hasta la oficina del responsable de la empresa. Los nervios comienzan a aflorar en mi interior y noto como mis piernas se convierten en gelatina.

—Tranquila, el señor Parks es bastante simpático. No tiene nada de lo que preocuparse —me tranquiliza la chica rubia guiñándome un ojo cómplice.

Un momento.

—¿El señor Parks, Edmund Parks? —mis ojos se abren en una expresión de sorpresa. Él me dijo que estaba trabajando con esta empresa, no que estuviera al mando.

—No exactamente. Daniel Parks, su sobrino, es el que está al frente de esta empresa. Supongo que todo queda en familia —explica la joven con una encantadora sonrisa.

Creo que encajaré bien en este lugar.

—Por cierto, soy Freya. Cualquier cosa que necesites no dudes en pedírmela —estrecho la mano que me ofrece y le devuelvo la sonrisa.

Mi nueva amiga rubia se marcha mientras yo espero impacientemente frente a la puerta cerrada. A la vez que trato de controlar mi ansiedad, la imagen del chico de esta mañana reaparece en mi mente y la inquietud pasa a transformarse en ira. Por suerte no tendré que verle nunca más.

Solo que se me olvida que yo no tengo suerte.

Un hombre trajeado abre la puerta y nuestros ojos conectan instantáneamente. No puede ser él. Universo, ¿por qué insistes en joderme?

—Puedes pasar —me indica con la cabeza mientras posa sobre sus labios esa ya conocida sonrisa irritante.

Maldición.

Barro el lugar con la mirada —con mucha dificultad—, y veo a otro hombre regordete y vestido mucho más informal sentado en un sillón de cuero marrón. Tomo asiento frente a él y puedo percatarme de que se parece mucho a Edmund, por lo que debe de ser su sobrino. Pero entonces, ¿quién es el chico trajeado?

—Buenas tardes, señorita Moore. Yo soy Daniel Parks, CEO de Erubbish Inc —explica de manera tranquila y sosegada—, y él es Kan, el nuevo jefe del área donde usted va a trabajar —apunta mirando a su derecha, donde se encuentra Kan de pie.

Genial. ¿Tendré que lidiar con este imbécil cada día?

—Comprendo —es lo único que logro emitir.

—Bien, si está lista, ¿qué tal si empezamos con la entrevista?

Asiento dedicándole una sonrisa y esforzándome porque no parezca forzada.

—Primero debo felicitarle por su brillante expediente académico, es excepcional —apunta observando el papel para luego desviar su mirada hacía mí—. Veo en su currículum que ha trabajado como contable en una empresa publicitaria... ¿por qué ha decidido cambiar a un sector tan diferente?

Su tono de voz me hace sentir mucho más cómoda de lo que esperaba.

—La verdad es que siempre quise dedicarme a la labor humanitaria. Es algo totalmente vocacional. Creo que eso es lo que me impulsó a estudiar Derecho, la posibilidad de expandir la justicia social a los países más pobres.

Los ojos del sobrino de Parks se iluminan y esboza una amplia sonrisa de aprobación. Buena respuesta, Jessy.

—¿Y qué me dice de sus defectos? Quiero conocer sus puntos débiles, señorita Moore.

—Tengo un carácter fuerte que a veces puede llegar a jugarme malas pasadas, y quizás soy un poco perfeccionista. Tampoco me gusta el café, si es que eso puede considerarse un defecto.

Daniel suelta una carcajada con mi respuesta haciéndome reír a mí también. Tiene una de esas risas contagiosas incontrolables.

—Anotado. Nada de café —remarca entre risas— ¿Y qué hay de sus virtudes?

—La verdad es que creo que mi mayor virtud es la motivación por este trabajo. Estoy decidida a mejorar todas las vidas que pueda y que usted me deje.

Daniel se levanta y va a buscar algo a una de las estanterías repletas de dossieres y carpetas atestadas de papeles. Mientras el voluminoso y avejentado hombre se dedica en cuerpo y alma a encontrar lo que sea que está buscando, Kan se acerca sigilosamente a mí y me susurra algo al oído:

—Te has olvidado de tu mayor destreza.

Alzo una ceja, confusa.

—¿Ah sí? ¿Y cuál es?

—Tu gran habilidad para caerte —suelta en una risotada mientras yo le lanzo una mirada asesina.

Vete a la mierda, jefe —idiota— Kan.

Por el rabillo del ojo veo que Daniel se dirige hacia mí con una única hoja de papel blanco. La lee una última vez y la posa sobre el escritorio de roble oscuro que tengo en frente.

—Estas serían las condiciones generales del contrato, y este —dice indicándome una cláusula con el dedo índice— sería su salario. ¿Qué le parece? ¿Está de acuerdo?

Casi se me salen los ojos de las órbitas cuando veo la cantidad de remuneración a percibir solo por decidir a qué países enviar recursos.

—S-sí —titubeo y carraspeo la garanta—, estoy de acuerdo.

—Bien. Si decidimos contratarla la llamaremos en un par de días. Mucha suerte, señorita Moore.

Ambos chicos me dan la espalda y se dirigen hacia la puerta. Yo me levanto de la silla intentado que no chirríe demasiado y voy en dirección a Daniel para estrecharle la mano que tiene extendida.

Solo que ese no es Daniel.

Parpadeo tres veces seguidas antes de descubrir que efectivamente he confundido a Parks con un maniquí —una réplica exacta de Daniel— que hay junto a la puerta. No me he dado cuenta hasta que no he estado lo suficientemente cerca para ver con claridad. La sonrisa de mi cara desaparece al instante al ver lo retrasada que parezco.

—Señorita Moore... ¿qué demonios hace?

Apuesto a que la risa de Kan puede escucharse a miles de kilómetros.

—Nada, yo solo... tiene algo de polvo aquí. Deberían limpiar mejor el maniquí —suelto intentando ocultar mi cara enrojecida.

Dios mío Jessy, ¿así pretendes que te contraten?

Daniel frunce el cejo y se rasca la barbilla con el pulgar.

—Se lo comunicaré a la limpiadora.

Asiento esbozando una amplia sonrisa y me apresuro a salir de allí lo más rápido posible. Parks se despide de nosotros con el pretexto de terminar unos informes mientras ambos nos adentramos en el ascensor sin decir ni una palabra.

Cuando por fin las puertas se abren y parece que la pesadilla ha terminado, escucho la voz de Kan pegada a mi oreja.

—Deberías comprarte unas gafas nuevas, está claro que no ves una mierda —dice entre risas, mofándose de mí.

—Y tú deberías comprarte un cerebro nuevo, está claro que el tuyo no funciona una mierda —contraataco y mi oponente se echa a reír.

Sigo mi camino y voy directa a la óptica más cercana. El GPS me ayuda en mi búsqueda y logro encontrar una a menos de quinientos metros de distancia. Entro al local y consigo proveerme de unas lentillas de mis dioptrías exactas. Por fin un poco de suerte.

Una vez que me las he colocado y puedo ver con total nitidez, me dirijo a mi coche para iniciar la marcha rumbo a mi casa. El cielo está totalmente oscuro y puedo notar como las gotas impactan con fuerza contra el cristal delantero.

Continúo mi camino con dificultad hasta que vislumbro una pelea en uno de los bares del centro de la ciudad. Un chico joven está golpeando a dos hombres que parecen bastante más mayores que él. Sin embargo, el chico les está dando una paliza a ambos.

Achino mis ojos para poder ver mejor la escena entre las gotas de agua y detengo el coche de inmediato. Ese chico no es cualquier chico, ese chico es Asher.

Maldición.

Pongo el intermitente y salgo del coche gritando su nombre. Él voltea la cabeza en mi dirección y uno de los hombres aprovecha para propinarle un puñetazo en la cara. Mierda.

Asher sacude su cabeza rápidamente y bloquea otro golpe, utilizando su brazo derecho para rodearle el cuello a su oponente y hacerle caer al suelo.

—¡Basta ya, Asher! ¡Por favor! —grito comenzando a llorar con desesperación. Para entonces ya me encuentro totalmente empapada debido a la lluvia incesante.

Asher me mira con ojos entornados y puedo ver la duda en ellos, pero finalmente decide correr en mi dirección y cobijarse en el coche junto a mí. Una vez que ambos estamos dentro, me veo obligada a acelerar para que los dos desconocidos no nos alcancen.

—¿Qué demonios estabas haciendo? ¿Quiénes eran esos y por qué se estaban peleando? —gruño clavando mis uñas en el volante sin darme cuenta.

—Tranquila, mamá —dice entre risas hasta que se lleva una mano a donde le ha golpeado el hombre y hace una mueca de dolor.

—Explícamelo ahora mismo o te dejaré aquí tirado. Sin tonterías, Asher —sueno tan ruda que hasta yo me sorprendo de que esa sea mi propia voz.

—Está bien —bufa levantando ambos brazos con desidia—. Estaba en aquel bar tomando una cerveza y esos dos imbéciles me tocaron los cojones.

—¿Y ya está? ¿Por eso te liaste a golpe con ellos? —le reprimo con dureza.

Miro de reojo en su dirección y puedo notar lo nervioso que está. Tiene los ojos enrojecidos y no para de mover las manos y las piernas en movimientos intermitentes. Me desvío hacia el arcén y detengo el coche.

—¿Qué pasa ahora? —pregunta clavando el océano de sus ojos en mí y permitiéndome ver sus pupilas dilatadas.

—¿Has vuelto a consumir, verdad? —siento como las palabras se me atragantan en la garganta, pero no tengo otra opción que seguir hablando—. ¿Por qué lo haces? ¿Por qué te metes en esa espiral de destrucción?

Él suelta una risa sin despegar los labios antes de hablar.

—¿Que por qué lo hago? Dime, Jess, ¿qué harías tú si tu padrastro le pegara una paliza a tu madre enferma día sí y día también?

Su respuesta me deja perpleja.

—¿C-cómo dices? —mi voz comienza a quebrarse.

—Pues que el gran Ástor Levroski, el vicepresidente más aclamado de los Estados Unidos, es un jodido maltratador.

Se hace un silencio sepulcral en el coche durante varios minutos. Mi cabeza va a mil por hora y no soy capaz de procesar lo que me cuenta. Ahora entiendo de donde venía el moratón que vislumbré en el cuello de la madre de Asher el día de la fiesta.

—¿Y por qué no le denuncias en vez de joderte tú la vida?

Asher suelta una fría carcajada ante mi pregunta, como si fuera algo absurdo.

—¿Crees que no lo he intentado? ¿Crees que no he intentado pararle los pies llamando a la policía e incluso con mi propia fuerza? El muy hijo de puta tiene comprada a toda la maldita policía de Los Ángeles. Y si intentas hacerle algo, sus guardaespaldas se encargan de que sufras las consecuencias.

—Asher, yo... —comienzo a decir, pero me interrumpe.

—¿Por qué crees que me encontraste aquella noche hasta arriba de droga y alcohol frente a tu casa? Las veces que ese cabrón viene aquí yo duermo en el coche. Y en ese momento de debilidad mi mente solo pensó en ti.

Mis ojos se llenan de lágrimas ante aquella confesión. No puedo creer que Asher estuviera sufriendo tanto y yo ni siquiera me hubiese dado cuenta de ello.

—Lo siento. Soy una persona horrible —musito hundiendo el rostro entre mis manos.

Asher atrapa mi cintura y me atrae hacia él en un solo movimiento. Le abrazo con fuerza y oculto mi cabeza en su agitado y empapado pecho.

—¿No lo entiendes, verdad?

Alzo la cabeza y le miro directamente a los ojos, confusa. Puedo ver un brillo desolador en ellos.

—Mi cabeza me guio hacia ti ese día por alguna razón. Y ahora lo entiendo. Tú, Jessy Moore, eres mi única y más maravillosa debilidad.

Sin poder evitarlo, impacto mis labios contra los suyos. Un suspiro de alivio emana de su garganta y noto su pecho desinflarse, como si hubiese estado anhelando mi contacto con desesperación. Asher introduce su cálida lengua con sabor a whisky en mi boca y juguetea con la mía, provocando que me coloque a horcajadas sobre él para disfrutarlo aún más.

Seguimos besándonos apasionadamente, sin control. Asher coloca ambas manos en mi cintura y me pega más a él, uniendo nuestros cuerpos hasta el extremo, de manera que no queda ningún espacio libre entre nosotros. Cuando estoy cerca de él siento que tengo superpoderes, me hace ser capaz de volar. ¿Quién dijo que no se puede soñar con los ojos abiertos?

*
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¡Hola mis bellos! Siento muchísimo haber estado tan inactiva últimamente pero no sabéis la de papeleo que estoy moviendo para entrar en el máster de abogacía de este año. Odio profundamente la maldita burocracia.

Bueno basta de quejas y vamos al lío... ¿Qué os ha parecido Kan? ¿Lo amáis o lo odiáis? Si queréis ver una imagen de él podéis encontrarla en mi perfil de instagram @wilmanetwattpad, donde también podréis encontrar nuevas pistas sobre Asher 🔥🔥🔥

¡Echadme mucho de menos! Os quiero infinito ❤️

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