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6. Huracán

ARTEM

09 de abril

Camino por el bosque molesto y acongojado, triste por la cruel realidad, por la muerte de todo un reino y la de un amigo, por aquella pequeña que transmitía alegría a quien la viera, molesto por no haber hecho nada, por el tiempo transcurrido sin haberlo sabido, molesto por una realidad que le afectara en cuanto se entere.

—Artem -Giro para ver a un Karim aturdido, Zia a su lado parece ausente lo cual me extraña. —Necesitamos que venga.

Curioso los sigo hasta la entrada del reino deteniéndonos al detectar una presencia, una chica se sujeta con dificultad de las paredes, pasos más atrás un niño castaño con temor plasmado en su rostro, además de cuatro marcadas cicatrices, pero es su esencia lo que me deja consternado. Al dirigir mi vista nuevamente a la chica descubro que pertenece al reino lo cual me aturde, pero al distinguir su rostro sencillamente me quedo sin aire. Su cabello oscuro como la noche y esos ojos impactantes ahora sin aquel habitual brillo en ellos, verla me produce alivio, pero a su vez tristeza al notarla demacrada y sin alegría, recuerdo al niño volteando para verlo, su esencia y las palabras de Zia resuenan en mi cabeza.

Lo que ocurre después es tan rápido, pero a su vez como si el tiempo se alentara, ella intenta marcharse, Zia la detiene, pero la mirada en sus ojos es solamente de terror, ahí lo comprendo. Aquella de quien me han hablado, la chica por la que discutimos sin cesar por ir o no a sacarla del clan, esa necesidad de ir a verla. Todo este tiempo se trató de ella, la pequeña Akemi.

La veo correr alejándose de los tres, observo a Zia confundido, pero con aquella necesidad de ir tras ella, cuando lo hace Karim intenta retenerlo, pero lo freno. Me duele la manera en cómo esto se está llevando a cabo, incluso yo lo tuve difícil cuando conocí a su madre, pero nada como esto. Según lo que Karim me ha informado el alfa a abusado de ella incontables veces lo cual me enfurece y ese pequeño solo es una prueba del tiempo que lleva efectuándolo, ello me enfurece aún más y me confunde.

De un momento a otro gritos y aullidos comienzan a resonar por el bosque, ordeno a Karim ir directo al barco indicándole el sitio donde se guarda el instructivo con el fin de que lo ponga en marcha en lo que por mi parte corro a auxiliar a mis hombres. Al llegar la situación está totalmente fuera de control, algunos luchan con destreza e intentan proteger a los que pueden, otros, aunque hacen lo posible lentamente son acabados, los restantes intentan mantenerse alejados y ayudar a los heridos. Los lobos claramente nos superan en número y son más hábiles ante los más jóvenes puesto que ya tienen la experiencia de haber derrocado a todo un reino.

Principalmente me enfoco en Terumi quien con miedo en su expresión lucha por ayudar a los heridos y huir lejos de la batalla, despejo el camino hacia ella y le ordeno correr al barco con el joven a quien ayuda, hago lo mismo con la intención de socorrer a los lesionados viendo como a su vez pierdo guerreros. Entre algunos cuantos intentamos mantener a los canes, pero la situación empeora cada vez más, ellos aparecen y los míos se desvanecen, ordeno a los que quedan huir, pero los adultos siempre son más testarudos por lo que busco la manera de salir de ahí sin que caiga uno más.

Corremos, pero parece imposible llegar pues nos pisan los talones, más cuando se atraviesan algunos lo que me recuerda a Akemi y Zia. Por un instante me preocupo, pero de inmediato me mentalizo de que es capaz de controlarlo, si bien antes no se ha enfrentado a un can confío en su destreza y lo mejor que puedo hacer es pensar que es incluso mejor que yo. No obstante, al llegar a la ciudad la culpa me golpea, son los humanos quienes pierden.

Observo como el barco con lentitud se aleja del puerto y los lobos se acercan con gran velocidad, entre el último grupo gracias a aquellos que aparecieron simultáneamente, algunos resultaron heridos por lo que rápidamente les ordeno seguir asegurándose de subir. Se detienen reclamando cuando lo hago para darles tiempo de llegar, hago llegar mi autoridad y aunque molestos obedecen sin rechistar, sonrío al recordar que con Zia es sumamente imposible, incluso siendo tan solo un crío.

Cuando parece no haber salida, rodeado y con más de ellos acercándose uno de mis hombres hace acto de presencia, molesto le reclamo por regresar, internamente le agradezco por hacerlo y juntos logramos llegar enteros al barco ya en movimiento.

Actualidad

Padre –plasma el joven de corazón ausente y mirada penetrante-, lo más seguro es que ahora mismo estén buscándola, me encuentro en Diero y existe la posibilidad de que vengan, de ser así sabes lo que acontecerá. -La mano se detiene en el aire, pensativa hasta plasmar unas últimas palabras. —Ah y, te quiero -La mano izquierda coloca un punto final tras aquel mensaje para posteriormente doblado añadir el sello perteneciente a Luna Gris.

Aprieto aquel papel entre mi mano furioso y preocupado ante el mensaje, lograron escapar de aquella batalla, pero ahora pretende adentrarse a una donde la muerte es una posibilidad. Cierro los ojos, el alfa Kyle es el culpable de todo esto, el Reino de las Sombras, Akemi y los maltratos sufridos a su persona; mis hombres y el hecho de no poseer suficientes suministros tanto de sangre como de curación lo que limita la atención hacia los heridos, la posibilidad de debilitamiento hacia aquellos que echan a andar el barco, así como a hombres y mujeres en buen estado. Y ahora existe la posibilidad de incluso perder a mi hijo. Como si fuera poco el compromiso no solo queda anulado, Akemi es su pareja, pero su estado vuelve complicado sino imposible que algún día puedan estar juntos.

KYLE

—¿Qué hacen aquí? -pregunto al ver a algunos hombres que no había traído conmigo llegar frente a la entrada del clan.

—Señor, es Akemi, huyo durante la noche, Drake la acompaña.

—¿Dónde está ahora?

—Seguimos sus huellas hasta el bosque, un joven de Luna Gris se interpuso, asesino a uno de los nuestros, iba detrás de ellos, se lanzaron por el acantilado.

—¿Vieron a alguien más subir al barco? -Me dirijo a quienes acaban de llegar, sus miradas curiosas parecen no comprender del todo, aun así, uno de ellos habla.

—El rey fue el último en subir, todos los que sobrevivieron huyeron.

—Que hombres revisen bajo el agua, que otros observen el barco por si aparecen para subir a él y quiero un retrato del joven que iba con ellos -ordeno antes de adentrarme al clan rumbo a mi propiedad, ahí me dirijo a la habitación olfateando a mi alrededor, llego hasta la ventana donde los barrotes han sido removidos, gruño por ello y pienso en Drake. «Así que no eres tan inútil después de todo».

Tras ducharme llega a mí una hoja, en ella se observa el rostro de un joven, posee una mirada penetrante, de buen porte, nariz respingada, un corte nórdico y melena trenzada. Gruño con tan solo verlo, ningún estúpido vampiro me quitara lo que es mío.

Mientras espero, su imagen no sale de mi cabeza, aquellos que buscaron bajo el agua me informan no haber encontrado nada, en cuanto al barco parece que no hubo movimiento por lo que mando a hombre alistarse para mañana.

Al llegar a la isla nos guiamos por el olfato detectando tres presencias en el lugar, tras seguir la estela de una orilla terminamos en el otro extremo, con la vista al frente viene a mi mente el único lugar en esa dirección, Diero. Sin más regresamos al clan, al llegar selecciono a los hombres que me acompañaran, utilizaremos los barcos más grandes que posee Sol Saliente.

NARRADOR

Sobre aguas tranquilas dos grandes embarcaciones se avecinan a Diero, ambas llenas hasta el tope, ambas manipuladas por humanos que siguen ordenes ante el miedo.

—¡Quiero a cinco! -alza la voz un joven castaño en el primer barco, imponente mira hacia al frente donde el respectivo Clan Ica espera preparado y junto a ellos se distingue a un joven que con anterioridad había sido retratado.

Labrid mira a sus costados donde sus hombres esperan su señal, a un metro de tocar las arenas que rodean el pueblo da la señal y los cinco lobos se lanzan a correr, el alfa del Clan Ica gruñe ante el ataque inminente, su voz se alza fuerte hacia los suyos mientras los que se avecinan alzan la arena tras sus patas. Sin esperar orden alguna y con furia contenida, los movimientos del príncipe se vuelven certeros girando sobre sus pies tras su primer ataque, su arma danza de una mano a la otra mientras es impregnada del líquido oscuro que anhelaba. Mientras el alfa Toya gruñe ante su impertinencia, el alfa del Clan de la Penumbra alza el mentón observando lo acontecido, apretando la mandíbula al apreciar la muerte de los suyos.

Cuando el último de los canes cae, el par de ojos azules oscuro se centran en el hombre que ha osado abusar de la princesa de Sol Saliente, ambos se sostienen la mirada hasta que el de ojos almendrados lo escudriña de pies a cabeza hasta dar con la empuñadura del arma donde una luna se asoma, símbolo de la realeza, aquello lo hace proferir un gruñido centrándose en el rostro del pelinegro. Sus manos a su costado se cierran en puño comprendiendo que aquel, es el joven con quien Akemi fue comprometida.

—¡Mátenlos! -grita colérico deseando fervientemente acabar con la vida del príncipe de Luna Gris.

Hombres sobre ambos barcos se transforman, de lado contrario hombres y mujeres hacen lo mismo corriendo todos hacia una misma dirección hasta colisionar entre ellos adentrándose a la batalla. Mientras tanto Kyle observa todo desde arriba viendo a su vez más allá, analizando el lugar donde se encuentra su amada y retoño. Por su parte, cada tanto Zia posa la vista en aquel que se hace llamar alfa esperando su descenso, más que listo para atacar hasta convertirlo en nada.

Un gruñido se exterioriza del joven príncipe al percatarse de las intenciones del alfa Labrid, su mirada se vuelve aún más penetrante mientras percibe como le hierve la sangre. Furioso, lucha sin despegar la vista de su objetivo, rasguños decoran y destrozan su vestimenta, su piel se humedece producto de la sangre que brota y tras su espalda su melena danza al compás de cada uno de sus movimientos.

Los ojos almendrados se enfocan en aquel de piel blanquecina resaltando entre gigantescos hombres lobo, contrastando su piel, dejando a plena vista su altura, su metro noventa frente a los dos metros de cada uno de los hombres lobo que lo rodean. Una sonrisa se plasma en su rostro cuando uno de los suyos sujeta uno de los brazos del vampiro, borrándose en el instante en que tras soltarse el can cae contra la arena con la mandíbula desencajada, recibiendo posteriormente la oscuridad en los ojos de Zia.

—Vayan por ella -murmulla a quienes quedan en ambos barcos, estos se transforman y se desvían de la batalla para internarse en el pueblo.

Observando lo que ocurre, el pelinegro distingue a Sirina aun como humana y sin dudar le grita.

—¡Ve donde Akemi!



El tiempo parece detenerse solo para ellos, mientras todo se agita a su alrededor, Kyle Labrid y Zia Lexington se miran fijamente mientras andan rumbo al otro, ambos con un único objetivo en mente se adentran a una ardua batalla donde solamente uno sobrevivirá.

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