31. El fin
NARRADOR
Cabizbajo, apoyado en una de sus rodillas un joven espera por la palabra del Rey a expectativas de la Reina quien desde su trono lo observa de pies a cabeza con desconfianza. La luz filtrada por los ventanales del gran salón engrandece el lugar producto de su color crema resaltando el brillo de piedras solares incrustadas en paredes y ambos tronos. Con intriga el varón mira al joven Alfa otorgándole la palabra.
—Señor, deseo comprometerme con su hija.
El descontento es visible en la mujer quien guarda sus palabras volteando a ver a su esposo, aunque atónito por dicha petición guarda la calma.
—Ella ya está comprometida; además, el trato con tu clan sigue en pie.
—Durante cuando tiempo -susurra el joven apenas audible inconforme con la respuesta; no obstante, hipócrita sonríe levantando el rostro. —Faltan veinte años para que el compromiso se efectué, hasta entonces... La princesa aún es menor, únicamente solicito el tiempo mencionado, para entonces habré cumplido cuarenta y cinco y la dejaré libre pues no la obligare a quedarse a mi lado; aun así, creo correcto tener al menos un hijo durante ese lapso, hecho que pudiera alargar el trato entre el clan y el reino.
—¡Me niego rotundamente! -grita exasperada la reina colocándose de pie ante el enfado fulminando con la mirada a quien sorprendido la mira.
—Mi señora, no es gran cosa lo que solicito, no se compara nada a la larga vida que prevalecerá con el joven príncipe.
—Lo has dicho Kyle, príncipe -recalca, molestando al joven frente a ella. —Youhei -señala a su esposo, —ni se te ocurra -amenaza, marchándose fúrica del lugar.
—Has oído a mi esposa Kyle, no podemos aceptar tu propuesta. Te pido que te retires
Pero el joven es persistente, de pie habla una vez más con el debido respeto al rey.
—Le sugiero que lo piense, señor. Es un lapso muy corto el que solicito, en cambio el compromiso con el otro joven será eternamente.
—He dicho que no.
Ladeando la cabeza, fastidiado el alfa sonríe.
—No me confunda con mi padre, señor, porque no lo soy.
—Retírate -ordena.
Cínica es la sonrisa que se plasma en el joven quien aún no se mueve, al menos no hasta haber concluido con su visita.
—Aténgase a las consecuencias entonces, porque no descansaré hasta hacerla mía.
★★★
Espesa es la noche que invade a Sol Saliente posterior a la gran llovizna del día anterior, enlodado es el terreno en el bosque donde pelajes se ocultan camuflándose con el entorno donde tan solo varios pares de ojos brillan por, sobre todo, ojos audaces y feroces. Pese a la ferocidad del ambiente un joven apuesto y de hermosos ojos almendrados se interna entre aquellas bestias, capaces de percibir hasta el más minúsculo detalle.
Hasta posicionarse en el frente, con pasos detrás lo siguen entre la diversidad del lugar hasta el marco de roca que adorna la entrada al Reino de las Sombras.
—Joven Labrid, ¿qué hace usted aquí a estas horas? -preguntas los guardias reales confundidos con su presencia.
El silencio alrededor es sepulcral consternándolos de más. Pasa de ellos en lo que ambos lo miran adentrarse al reino, sin notarlo dos canes no tardan en asesinarlos. De soslayo el joven los mira, no hay remordimiento alguno ni siquiera cuando retoma su camino una vez los cadáveres yacen en el piso. Él, únicamente busca llevar a cabo una acción de solemnidad indeleble.
Apacible anda por las calles del reino sin prisa alguna disfrutando de su última visita. Sus pasos se detienen cuando la mansión se alza frente a él, su rostro se eleva mirando en dirección a la habitación donde su amada aún duerme, aquella frágil adolescente a la que pronto liberara del suplicio. Silencioso se mantiene allí de pie mirando simplemente al ventanal, matando el tiempo con la vista fija en aquel lugar. Sin premura la noche transcurre, llega el amanecer pintando el cielo con sus colores mientras desde su lugar aprecia el sonido de una respiración, tranquila y suave a la par de un corazón. Sus ojos se cierran liberando un suspiro, el momento se acerca, pronto..., muy pronto ella será suya.
Su mirada desciende cuando sus ojos se abren, lo escucha levantarse. Sus pasos se encaminan a la entrada, en cualquier momento todos saldrán de casa.
—Kyle -saluda con asombro el rey.
—Señor -saluda cordial con una inclinación de cabeza. —Señora. Me alegro encontrarlos a ambos, quisiera hacerles una petición.
Prosigue una vez el rey cede la palabra.
—Permítanme este tiempo con la princesa, no es nada comparado con lo que deberá permanecer con el joven.
—No -niega la reina. —No cambiare de opinión al respecto y debería quitarse esa idea de la cabeza, ella no es para usted.
—Ya habíamos hablado de esto Kyle.
—Muy bien, esperemos que tiene ella por decir.
—No estas siendo razonable -acota el rey.
—¿Razonable? La han comprometido con un chico a quien ni siquiera conoce -gruñe.
—Eso a ti no te compete.
—Ella ni siquiera está conforme con la idea.
—Es un hecho Kyle, además dicha unión nos ligara más a Luna Gris. Tanto el rey como la reina están de acuerdo.
Petulante el castaño ríe.
—El rey, el mismo hombre que no hacía más que meterse entre las piernas de quien se le cruzara enfrente. Seguramente su hijo es de la misma calaña.
—¡Kyle! No te permito faltarle al respeto, no solo es el rey de Luna Gris, conozco perfectamente al Rey Artem y de su esposa ni se diga.
—¿Qué sucede? -Se escucha la voz de la adolescente.
—Akemi.
Embelesado la recorre de pies a cabeza, su vestimenta consta de unos leggins y un top deportivo de sisa caída. Carraspea cambiando su semblante.
—Desacuerdos únicamente princesa Akemi.
—¿Solo eso? -pregunta dudosa analizando la expresión en los presentes, él sonríe.
—Bueno, intentaba convencer a tus padres de descartar lo del compromiso.
—Ah, eso -se percibe su desaliento. —No tiene importancia; además, mamá dice que primero nos darán tiempo para conocernos, así que -Se encoje de hombros.
—¿Y eso es todo? -pregunta molesto a nada de descontrolarse. —Simplemente aceptas unir tu vida a alguien a quien ni siquiera conoces, que podría no agradarte.
—¿Qué pretendes? -pregunta ella confundida.
—¿Qué hay de mí?
Incomoda la pelinegra desvía la vista relamiendo sus labios, acto que no resulta desapercibido por el joven.
—Somos amigos Kyle -lo mira, —solo eso.
—Amigo -repite disconforme. —No -niega. —No, eso no.
Sin comprender lo observan sujetarse la cabeza mientras niega caminando de un lado a otro.
—Muy bien, les daré una última oportunidad.
Su actitud comienza a desconcertar a la adolescente.
—Por las buenas, o por las malas.
—Es suficiente Kyle, estas haciendo de un problema algo que ni siquiera te involucra.
El joven alfa suspira.
—Lo repetiré una vez más, por las buenas, o por las malas.
Su mirada se centra en la pelinegra.
—No haré esto -concluye ella.
La furia lo consume y el cinismo sale a flote, ríe percibiendo el calor recorrer su cuerpo. Divisando a Akemi quien pretende retirarse surge el cambio, sigiloso y amenazante camina hacia ella incitándola a retroceder. La chica trastabilla hasta que finalmente cae, el can sobre su anatomía no le quita la mirada de encima.
—Kyle.
—Kyle déjala en paz -pronuncia el padre de la chica.
—Kyle -pronuncia Akemi cuando una pata se posiciona sobre su anatomía mientras con sus manos intenta detenerlo. —Kyle -Vuelve a llamar cuando las uñas del can presionan su piel.
Un quejido sale de su garganta ante el dolor en lo que el par de ojos rojos se humedecen logrando distinguir aun así a más del Clan en transformación adentrarse al Reino sin más. Agua salada desprenden sus ojos cuando las garras del gran alfa se incrustan en su piel, la presión se vuelve ardor, el dolor en confusión y el sonido ensordecedor. Su llanto no es el único que envuelve el ambiente, levemente retirado su madre llora mientras su padre pretende llegar a ella luchando contra miembros del Clan de la Penumbra a la par que hace lo posible por proteger a su esposa.
—Kyle -suplica la princesa en llanto con sangre desprendiendo de la herida causada donde las garras prosiguen.
Llora angustiada cuando la lengua del can se desliza por su mejilla y otra pata parece desgarrar su vestimenta. Desgarrador es el grito que profiere una vez es proclamada su inocencia, no muy retirado otro grito le hace coro cuando su madre lo presencia y hombres del reino corren a auxiliar tanto al rey como a la princesa sin éxito cuando más canes se interponen en su camino.
En diversas calles del reino hombres confundidos intentan apaciguar las intenciones del clan, luchando con armas cuando las palabras no resultan a su favor; no obstante, algunos intentan una vez más. Por otra parte, de camino a la mansión al divisar canes fúricos adentrarse un joven de ojos violeta corre por sobre los techos brincando y esquivando cada que pretenden alcanzarlo. Se detiene una vez sus pies tocan el techo de la mansión, pero lo que sus ojos ven no solo le enfurece, le duele en el corazón. Mientras hombres caen intentando llegar a ella, otros auxilian a los padres rodeando todos a la reina quien permanece en el piso en llanto observando la calamidad hacia su hija. Mientras su pequeña derrama sangre debilitándose cada segundo que pasa.
Fracasa a nada de apuñalar al alfa, con prisa gira en el piso poniéndose en pie para contratacar al can que le ha impedido su cometido. Feroz lucha asesinando a los que se interponen hasta que Labrid le da la cara enfrentándolo, adentrándose a una ardua batalla, desgraciadamente para él el can no es decente siendo atacado por otros que lo dejan mal herido; no obstante, Adel no se rinde.
Cuando la noche cae, de sangre se encuentra impregnado todo el reino, infantes aún se resguardan en sus hogares, pero la orden del alfa es acabar con cada vida por lo que pronto serán solo cadáveres. Sombras quedan, tan solo el recuerdo donde solo el viento se escucha. Casi extinto, solo un alma queda del Reino de las Sombras.
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