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30. Yo

AKEMI

Mi nombre titula un nuevo apartado en el cuaderno mientras pienso en todo lo acontecido, lo revelado, lo recordado y lo que hasta ahora he aprendido o mejorado. ¿Quién soy? Es la pregunta del día que ronda mi mente mientras observo la hoja en blanco, acto seguido levanto la mirada encontrando mi reflejo en el gran espejo. Mis dedos juegan con la pluma en mi mano hasta que mi mirada desciende dispuesta a plasmar sobre aquella hoja.

Provengo de Sol Saliente el continente más extenso en el mundo, un sitio cálido no solo por el calor que lo envuelve sumergido actualmente en la penumbra del Clan que posee el mismo nombre. Mis padres Youhei Espax y Chizue Armitt fueron los protectores, Rey y Reina del Reino de las Sombras, fallecieron al igual que todos en el reino. Gran parte de mi origen yace muerto, la otra intenta mantenerse a flote tal como hice durante todo este tiempo.

Sonrío con tristeza, no he perdido mi esencia, pero tampoco soy la misma. Ahora soy la madre de un pequeño híbrido, Zia aunque no de sangre es su padre tal como Adel se volvió mi hermano, aunque no compartiéramos lazos sanguíneos. Lo curioso es la manera en cómo los tres nos complementamos, poseemos diferencias, pero al mismo tiempo somos similares. Zia no solo se ha encargado de enseñarle a Drake, sino a mí también, eso ha ayudado a mi memoria. El castaño ama aprender, a mí me aburría, Zia se enfocaba más en lo que le causaba interés. Amo el sol, sentir su calidez, puedo permanecer inmóvil con el único fin de tomar el sol; Drake es inquieto, cualquier estación le parece bien, además le gusta estorbar cuando tomo el sol para luego abrazarme reconfortándome con su calor; el pelinegro disfruta más estar bajo la lluvia, después de todo es de Luna Gris.

Las flores me alucinan, estar rodeada de naturaleza es gratificante, a Zia le provee de tranquilidad, el castaño por su parte está bien mientras tenga compañía. El ojiazul siempre soñó con viajar, yo también y a los tres nos fascinan los animales.

Sonrío mirando hacia la ventana, una leve brisa entra agitando la cortina con suavidad, el sol comienza a hacer acto de presencia. Durante este tiempo hemos entrenado arduamente, Drake ha aprendido a manipular la espada, así como su fuerza, Zia no duda en que será poderoso. Por mi parte tras tres semanas logré recordar cuando entrenaba, no soy de fuerza bruta aun así soy capaz de derrotar al ojiazul, soy más veloz que ambos y ellos me superan en fuerza. Por otra parte, los dos contra Zia es complicado, aún más al ser hábil con ambas manos. Nos hemos fortalecido, yo lo he hecho y prometo no volver a caer, luchare y no me rendiré. Otro dato curioso es justo ese, los tres pensamos exactamente lo mismo, no permitiremos que lastimen a los demás y yo, no me quedaré sola una vez más, mi ventaja es que para Zia luchar es como respirar mientras que Drake está decidido a fortalecerse y hacer lo que haga falta por los demás, cada vez se parece más al ojiazul.

Dejo a un lado el cuaderno una vez me gana el llanto, ganando esa sensación sin saber realmente la razón por la cual fluyen las lágrimas, simplemente lloro sintiéndome liberada, por primera vez me siento a gusto con lo que soy, con lo que he logrado y con el amor que siento por y de ambos. Aunque, nada me quitara esto, las cicatrices con las cuales he sido marcada, verlas causa dolor, son el recuerdo de lo que ocurrió.

Cierro los ojos controlando mi respiración, eso ha quedado atrás, ahora tan solo debo avanzar en lo que el futuro deparara. Hoy es un nuevo día, hoy se cierra un ciclo para abrir otro, hoy comienza mi nueva vida.

★★★

Cabizbaja y con ambas manos en donde las cicatrices me marcan cierro ojos y puños, crean en mí desconfianza, pero quiero hacerlo, suspiro tranquilizándome escuchando la puerta cerrarse. Levanto la vista mordiendo mi labio inferior mientras camino rumbo a la puerta, nada más la atraviesa me coloco de puntas y lo jalo de la playera para besarlo degustando el néctar de sus labios, mordiendo su labio, jugando con su lengua, atrayéndolo al tomarlo de la nuca jugando con su cabellera ahora corta. Una sonrisa se plasma en mi rostro cuando las yemas de sus dedos se deslizan por mis piernas gozando del recorrido que estos hacen hasta elevarme para rodear su cadera permaneciendo sus manos en mis muslos.

Un gemido se escapa de mis labios cuando mi espalda toca el gran muro de espejo en la habitación, sus labios descienden, su mirada volviéndose traviesa, deja besos en su descenso provocando cosquilleo tras el lóbulo de mi oreja produciéndome gemir, acto seguido se enfoca en mi cuello. Suele pasar a mis labios posterior a ello, pero hoy no, quiero más.

—Muérdeme -pronuncian mis labios de manera seductora en lo que acaricio su nuca incitándolo hacerlo, deseosa por aquella sensación que me embriaga cuando bebía de él, sabiendo que ocurrirá lo mismo si es él quien lo hace ahora.

Palpo su duda, el roce de su nariz en la piel de mi cuello, sé que igual lo desea.

—Zia...

Emito un gemido al momento de morderme envolviéndome aquellas placenteras sensaciones que en su momento no era capaz de apreciar de la misma manera. Suspiros y gemidos se liberan percibiendo como su cuerpo se pega más al mío erizándome la piel, agitando mi respiración, entremezclándose con gemidos creando remolinos en mi interior, endureciendo mis pezones.

Muerdo mi labio, extasiada cuando el bulto entre sus piernas entra en contacto con mi cuerpo entre las telas de nuestra ropa sabiendo que no es la primera vez que aquello ocurre, pero si la primera en que soy capaz de sentirlo puesto que, cuando sucede suele interponer un cojín entre ambos. Disfrutando a su vez de las caricias de sus manos, el ascenso por mi muslo hasta la ranura del short que me cubre mientras la otra asciende por mi espalda gozando el sentirlo en contacto con mi piel por primera vez. Sonrío emitiendo un gemido, alegrándome aún más al escuchar el suyo incrementan mi excitación.

—Zia -pronuncio su nombre, deseosa de más, presentándose palpitaciones en mi zona íntima, restregándome sin más hasta que un gemido de frustración sale de sus labios, conteniéndose.

—Akemi -mi nombre sale forzado como si respirara con dificultad.

Lo retengo cuando pretende retirarse, impidiendo se aleje mirándolo directo a los ojos uniendo nuestras frentes. Sus orbes son más oscuros de lo habitual, su pecho sube y baja con dificultad. «También lo desea, sus ojos me lo dicen», pienso mordiendo mi labio inferior, acción que logra ponerlo nervioso, guiando sus ojos de mis labios a mi rostro.

Tras mirarlo fijamente por algunos segundos lo beso logrando mi cometido, escuchando uno que otro gemido de su parte. Mi mano incursiona bajo su playera sonriendo cuando mis yemas tocan su piel causándolo estremecerse, mis manos en su abdomen se sienten tan bien, emocionándome aún más sus nerviosos movimientos.

—Akemi... -pronuncia sin aire cuando nuestros labios se separan.

Se lo que pretende, en alguna otra ocasión le agradecería el detenerse, pero no hoy.

—Quiero hacerlo -susurro en su oído, él se estremece. —No tiene nada que ver con que me hayas mordido -explico acariciando su labio con mis dedos, descendiendo mis labios a su cuello.

—Akemi -respira con dificultad, gimiendo.

—También podría acostumbrarme a esto -repito palaras suyas escuchándolo reír nerviosamente.

—Zia -lo llamo con una mano en su mejilla mirándolo directo a los ojos, guardando silencio durante un momento.

—¿Segura?

Sonrío ante su pregunta.

—Segura -respondo.

Sus labios atacan los míos incursionando una vez más mis manos bajo la tela acariciando la piel de su espalda, disfrutando de su torneado cuerpo.

—En cualquier momento..., solo dime, me detendré.

Asiento a su murmullo besándolo nuevamente, incursionan más abajo, ante mi intento sus manos me detienen posando las mías sobre mi cabeza produciéndome gemir sonoramente ante los prominentes roces de su miembro en mi intimidad aun sobre la tela. Su acción me enloquece a la par que me hace desear más, sus constantes movimientos, deseando que no hubiera nada interponiéndose.


Recibo sus labios una vez sobre la colcha, mis dedos a sus costados deleitándome con el sendero de su piel internándome bajo su playera, en mi descenso una de mis manos recorre su espalda palpando alguna de sus cicatrices, mientras recibo caricias en mis piernas. Mi otra mano desciende por su pecho imaginando su blanquecina piel, su marcado torso emitiendo un gemido ante el roce de sus dedos en mi zona intima por sobre la tela. Sus labios descienden a mi barbilla, relamo mis labios cuando se centra en el lóbulo de mi oreja, sonriendo cuando deposita un beso en mi mejilla y su mano se interna entre las prendas produciéndome cerrar los ojos, emitir suspiros y gemidos a causa de la danza de sus dedos.

Con la respiración agitada y complacida lo miro, sus bellos y oscuros ojos fijos en los míos con una mirada estremecedora, elevo la cadera cuando desliza las prendas sin quitarme la vista de encima poniéndome nerviosa. Curiosa observo sus movimientos tomándome por sorpresa cuando se detiene entre mis piernas, sus ojos aún en mi persona. Me remuevo en mi lugar cuando sopla, cubriendo mi rostro, avergonzada cuando nuevas sensaciones me atacan, cuando su lengua ataca mi intimidad. Mi cuerpo tiembla agitándose mi respiración, mis manos aprietan la sabana en mis puños cuando mi cuerpo se encorva producto de la excitación, entre gemidos me pierdo en la imagen más allá, en el reflejo que produce el espejo.

Río nerviosa cuando me sonríe, su nariz acaricia la mía viendo como sus ojos se cierran, por un instante tan solo lo contemplo, su belleza, su ternura, acaricio su rostro como sé le gusta. Su mano toma la mía, la lleva a sus labios depositando un beso en ella.

Con mis manos en su anatomía deposito un beso en sus labios antes de deslizar la playera recorriéndolo con la mirada, mordiendo mi labio, palpándolo con mis dedos. Para cuando vuelvo a encontrarme con sus ojos su mano vuelve a tomar la mía, la desliza por su cuerpo hasta su pecho deteniéndose justo del lado de su corazón.

—Tuyo.

Tan solo lo observo.

—Mío.

Me contagia su sonrisa antes de escuchar su susurro en mi oído.

—Te amo.


Mis ojos se cierran cuando sus yemas dejan caricias por la piel de mi espalda, cuando descienden los nervios me atacan, el temor me insta a detenerlo. Mi pecho sube y baja perdiéndome en su mirada, la humedad se apropia de mis ojos deslizando lágrimas que en poco el desvanece depositando un beso en mi nariz. Permanezco con los ojos cerrados, su frente contra la mía. No deseo sentir esto, pero las cicatrices...

—Eres hermosa.

Sus palabras me causan abrir los ojos derramando más lágrimas. No sé cuánto tiempo permanecemos así, en silencio, cuando limpio la humedad de mi rostro, posándola en su mejilla, mi tacto le produce abrir los ojos, con mi dedo acaricio su parpado inferior, con el otro su labio. Confío en Zia.

Para cuando me desprende de la sudadera me mira, sus orbes fijos en los míos, los cierro cuando acaricia mi mejilla. Sus labios depositan un beso entre el cuello y mi clavícula, desciende depositando uno en cada una de ellas derramándose el agua de mis ojos. Limpio mi rostro, la alegría causando una leve sonrisa, su nariz roza la mía.

—Te amo.

—Te amo -respondo de vuelta, mi mano en su cabellera y nuestros labios fundidos los unos con los otros.

Gimo entre suspiros cuando se centra en mi vientre, la calidez de su boca, la suavidad en su tacto, la manera en cómo sus manos descienden creando presión en mi monte hasta que asciende por mis costados descubriendo mis pechos, deslizando el corpiño por mis brazos. Su lengua se abre paso por mi cavidad jugando con la mía, palpando sus manos en mi cuerpo. Cuando sus labios dejan los míos deja besos en su descenso, el hecho de que no ignore mis cicatrices me causa confianza, soltando un gemido cuando su dedo deja caricias circulares en mi pezón y su lengua juguetea con mi otro seno.

Sus acciones me hacen apretar las piernas, así como pronunciar su nombre. Respiro extasiada tomándolo de la cadera, introduciendo unos dedos bajo la tela, deslizándola, uno de sus dedos se desliza hacia abajo en mi cuello antes de retener mi labio entre sus dientes. Una vez desnudo mis manos se posicionan a sus costados, hago los mismo con las piernas cuando una de sus manos se desliza por mi pierna acariciando mi trasero instándome a elevar la cadera. En el momento en que su boca reclama la mía nuestros se unen guiándome con el vaivén de sus caderas.

Para cuando me doy cuenta Zia se encuentra bajo mío con sus manos en mis caderas, disfruto aún más cuando estas dejan caricias por mi espalda y la otra asciende por mi vientre; sin embargo, su descenso termina con su mano entre mis genitales causándome apoyar las mías en su abdomen, dejándome caer sobre su cuerpo llegado al orgasmo. Sus brazos me envuelven cerrándose mis ojos, guiándome a la inconsciencia.     

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