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2. Precipicio

ZIA

01 de abril

Con la mirada en el techo blanco pasos comienzan a resonar apresurados, mis ojos se cierran y suspiro frustrado, no es mi deseo lo que se avecina, entre mis planes estaba viajar, conocer en persona lo que sé por medio de los libros, tener la posibilidad de lograr lo que le impidieron a mi padre, pero él actuó igual y sin más me comprometió con la princesa del continente contrario. Miro a mi derecha donde algunos muebles decoran el camarote, me es confuso lo que siento ahora mismo, aquí a tan solo kilómetros del Reino de las Sombras. Por siglos pase molesto desde que me anunciaron acerca del compromiso y como de costumbre termine adentrándome en innumerables riñas con mi padre por ello, mi madre al contrario intentaba convencerme de ser una buena decisión, pretendiendo convencerme al hablarme de la risueña chica. Y ahora aquí estamos, a nada de conocerla.


Desciendo del segundo piso de la litera para colocar sobre mis hombros mis pertenencias escuchando como pasos se acercan a la habitación, más que seguro de quien se trata. Paso de él al traspasar la puerta escuchándolo seguirme con sus quejidos por mi supuesto comportamiento.

—Oh vamos, ya llegamos quita esa cara y deja de comportarte como un crío -ruedo los ojos ignorándolo, sabiendo que de los cuatro es quien más me insistía con tomar las cosas con calma y lo viera como el inicio del viaje.

Emito un sonido de burla al recordarlo, «como no».

—Eres idiota, lo sabes ¿no?

Enarco una ceja al escucharlo viendo la peculiar expresión que suele poner cuando está a punto de reñirnos.

—Me preocupa Terumi, sigue haciéndose ilusiones. Y no sé porque demonios se te ocurrió decirle aquello antes de saber lo del compromiso.

—No lo pensé -me excuso.

Suelta una risa burlona a lo que lo miró de soslayo.

—Dime, ¿cuándo usas el cerebro?


Reímos andando a paso lento por los pasillos pensando en que, ya aquí no hay vuelta atrás.

—Dicen que en Sol Saliente las personas son risueñas.

Frunzo el ceño por sus palabras entendiendo lo que pretende, lo cual comienza a molestarme.

—Solo mira a tu madre, no por nada todos nos encariñamos con ella.

—Cierra la boca -gruño fastidiado.

—¡Solo inténtalo! No pierdes nada con ello -murmura esto último, —al final si no funciona, podrán anularlo -vuelve a murmurar con el fin de que nadie a nuestro alrededor escuche.


—Que caras.

Escucho a la castaña en cuanto llega en lo que ambos nos mantenemos de brazos cruzados.

—¿Qué pasa con ustedes?

—¿Tú que crees? -observo a Karim quien igual me lanza una mirada, molesto.

Al dirigir la vista a Terumi la veo observarme distinguiendo en su expresión una pizca de felicidad provocándome incomodidad, opto por alejarme del árbol en el cual me apoyo andando bajo las estelas del sol, veo el andar de los humanos, sus prendas demasiado ligeras y algunos que otros buscando evitar al sol, pero durante todo el trayecto sus miradas terminan confundiéndome, es como si temieran u ocultaran algo.


Ya en el bosque no pierdo detalle alguno maravillándome con su plenitud, percibiendo la batalla del sol con las ramas por adentrarse entre ranuras e iluminar otorgando una bella imagen que retratar. Atravesamos un gran tramo, adelantándome entre los demás cuando estamos por llegar recibiéndonos un gran muro a base de rocas rodear todo el reino, algo realmente hermoso. Al atravesarlo no sucede nada, distingo a mi padre fruncir el ceño, aun así, no nos detenemos, no hasta avanzar un poco más encontrando manchas en el piso, aumento la velocidad, observo a mi alrededor captando ruinas y más sangre seca por diversas partes y volteo hacia mi padre. Lo veo seguir adelante, sigo sus pasos encontrando lo mismo a donde sea que vayamos, el lugar está vacío.



Actualidad

Andando por el bosque, frustrado ante la situación que hemos encontrado me detengo al percibir movimiento, me quedo inmóvil enfocándome en el sonido para posteriormente mirar donde proviene para dirigirme al lugar con cautela, al acercarme quedo atónito deteniéndome, viéndola fuera de ese lugar. Por un momento pienso en la posibilidad de estarlo imaginando, pero la voz de Karim preguntando si es ella me da la seguridad de que es así.


A su ritmo seguimos sus pasos viéndola avanzar con dificultad, trastabillando y utilizando los árboles en el camino como apoyo. Verla andar de esa manera me pone mal provocándome un vacío en el pecho, me enfurece al saber la razón de su estado, pero a su vez me inspira la fortaleza que posee para seguir adelante pese a su dolor. Cuando llegamos frente al muro intento detectar algo en ella y me pica la idea de que posiblemente no sea la única. No nos detenemos hasta que ella lo hace justo frente a la mansión, observa la estructura incitándome hacer lo mismo y me arrepiento de haberme comportado como un idiota todo este tiempo, siempre quejándome y posiblemente ella...


Con los puños y la mandíbula apretada no reacciono hasta que Karim llama mi atención, salimos en silencio adentrándonos nuevamente al bosque, durante el trayecto me siento molesto conmigo mismo, con el alfa, con todo.

—Creí que se trataba de uno de ellos...

Lo escucho hablar por lo que frunzo el ceño.

—Todo este tiempo... Estos días... Y ella pertenece al reino.

Sus palabras tan solo me enfurecen, simplemente lo veo caminar delante de mí.


Cuando llegamos aquí, tras encontrar nada en un reino ya muerto nos quedamos a investigar, el comportamiento de los humanos temerosos y misteriosos nos intrigo, nos evadían hasta que precavido un hombre mayor nos invitó a su hogar comentándonos lo sucedido, por supuesto también fuimos donde el clan, yo no me presente, no después de lo que el hombre dijo.

—Ella cambia las cosas -pronuncia en murmullo y levanto la vista tras detenerme, incrédulo ante sus palabras.

—Desde un inicio mencione que fuéramos a sacarla.

Sus pasos cesan para girar sobre sus talones.

—Sabes perfectamente que esa era una misión suicida, además no sabíamos quién era ella.

—Que siga haciendo de las suyas entonces -refunfuño fúrico.

—Zia...

—¡Con un demonio, los humanos nos contaron lo que sabían, el alfa obviamente distorsiono lo ocurrido a su conveniencia, pero esta más que claro que fueron ellos quienes atacaron al reino! -exploto malhumorado invadiendo su figura mi mente, pasando fugazmente imágenes de él abusando de ella, el cambio de expresión ante su presencia, el miedo y la tristeza latente en sus ojos, sus apenas perceptibles temblores, así como sus lágrimas casi invisibles camufladas ante el correr del agua.


Mi respiración se vuelve agitada, la palma de mis manos molesta ante la presión efectuada de los puños cerrados mientras mi interior arde incapaz de expulsar lo que se guarda en mi interior.

—¡Ese no es el punto! -grita, gruño por las constantes negativas.

—¡¿Qué demonios importa entonces?!

—¡Tú eres el problema! -Levanto la vista, fastidiado y confundido con sus palabras. —Desde el inicio tenías claro que había que averiguar cómo ocurrieron las cosas, en encontrar las pistas que nos guiarían a que ellos son los culpables más allá de un par de huellas de lobo en la sangre seca, pero desde que la viste que te empecinaste en ir a verla incluso cuando él abusaba de ella -incrementa el malestar con sus palabras, —constantemente discutes con tu padre y eso no nos lleva a nada. ¿Y ahora qué?, sabemos que ella pertenece al reino lo que deja la posibilidad de que no sea la única, pero dime, ¿qué es lo que pretendes con ella?

—¿Qué quieres decir? -gruño.

—¡Es que no lo sé, no entiendo!

—¡Y yo que demonios voy a saber! ¿¡Crees que me gusta ir y ver cómo la destroza!? ¡Ella sufría! ¿¡Crees que yo decidí ir y pararme ahí cada maldito día!? ¡Claro que no! ¡Simplemente necesitaba hacerlo! ¡No sé por qué! ¡Simplemente era una necesidad de ir a verla!


Comienzo a dar zancadas de un lado a otro, harto, frustrado y confundido, ansioso por descargarme de otra manera, deseoso por destruir algo, por escuchar huesos crujir mezclado con gritos de agonía, con ansías de hacerlo sufrir hasta oírlo implorar. Tales pensamientos me asustan e intento convencerme de que estarme conteniendo es lo que me llevan a tener aquellas ideas en la cabeza. Como león enjaulado ando sin parar en un intento de tranquilizarme, reprimiendo una vez más aquella sensación.


—Hay que ir donde tu padre.

Suspiro y asiento encaminándonos hacia el oeste del reino a la sección del bosque donde nos hemos instalado.

—Respóndeme algo antes -Nos miramos mutuamente y sé que lo que dirá, no me gustará. —¿Notaste al pequeño que estaba junto a ella?

Mi ceño se frunce y por alguna extraña razón el miedo me envuelve.


Mi mente divaga en lo que retomamos el camino hacia ella, palabras vienen y van que me impulsan a apretar los puños, recuerdos de mi comportamiento ante el compromiso arreglado. Su estadía durante todo este tiempo y la palabra «niño» expulsada de la boca de Karim. Me detengo cuando ellos lo hacen, al levantar la vista lo primero que distingo es a ella de pie frente a nosotros, su rostro demacrado es como un golpe en el pecho, bajo sus hermosos ojos posee ojeras muy notables, sus labios morados y resecos.


Mi mirada desciende junto a la de ella y por un instante es como dejar de respirar, de la mano un niño de piel morena con expresión temerosa, a simple vista podría decir que posee cuatro de edad aproximadamente, pero lo que más me intriga son cuatro marcas en su rostro. Al levantar la mirada sus pasos se vuelven seguros y capaces, le sujeto de la muñeca al notar sus intenciones de huir percibiendo un ligero temblor en su cuerpo y el temor reflejarse en sus ojos. Afligido libero el contacto viéndola partir, permaneciendo la sensación de su mano fría en mi palma. Árboles se interponen en mi visión y a cada paso que da se aleja cada vez más.


Minutos, segundos, no cuanto tiempo transcurre cuando incapaz de dejarla y sin pensar en nada más corro tras ella, imito su velocidad e intento mantener distancia. Aullidos resuenan en la lejanía, mi gente llega a mi cabeza, pero sé que son capaces de defenderse, aun así, existe algo de angustia y ruego porque todos lleguen a tiempo al barco y logren zarpar sin percances. Me enfoco en el par frente a mí quienes de a poco disminuyen la velocidad, pasos se escuchan a mi espalda. Freno abruptamente girando sobre mis talones recibiendo al can que se avienta sobre mi anatomía para lanzarlo, su cuerpo golpea contra un tronco emitiendo gemidos de dolor. Aquello logra distraerme; sin embargo, reacciono justo a tiempo cuando otro está a nada de rozar mi rostro. La fuerza del ataque mueve mis pies sobre la tierra a la par que lucho por sostenerlo impidiendo cierre su hocico.


—¡Corran! -grito al percatarme de que no se mueven, ambos tardan en reaccionar en lo que por mi parte me concentro en no ser devorado por aquel que se mueve inquieto y suelta sonidos guturales. Con fuerza, de un tirón desencajo su mandíbula, su cuerpo cae inerte e inmediatamente vuelvo a correr viendo a lo lejos como ambos cuerpos frente a mí caen de un precipicio.

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