
Parte XXIV
Yahiko la vió vagar por el jardín delantero de los Uzumaki y frunció el ceño. Su jefe, como siempre, daba en la tecla con la chica...
Pero había un problema...
—¿Cómo la sacamos de ahí?— preguntó Konan a su lado, también observando a Hinata con sus propios binoculares.
Él se sacó el visor de la cara y apoyó una de sus manos en el volante. Pensando en una opción. Las cosas se ponían difíciles, ya que su jefe no quería ningún daño sobre la mujer. Eso complicaba su trabajo. Le gustaba más cuando le pedían que sacara a alguien de encima sin pruebas...
—¿Alguna sugerencia?— preguntó esperanzado hacia su compañera.
Konan también se sacó los binoculares y lo observó, alzando una ceja.
— ¿No era que eras muy inteligente?— lo pinchó.
Yahiko mostró una sonrisa soncarrona.
— Lindura, ambos sabemos que tú eres el cerebro y yo la fuerza. ¿O no?
Konan puso los ojos en blanco, pero volvió su rostro hacia la casa de los Uzumaki. Él sonrió al ver cómo ella se mordía el labio inferior, sabiendo que una idea comenzaba a formarse en su brillante cerebro.
Hinata apretó su torso con sus brazos, intentando sacarse el frío. Pero, nada podría hacerle sentir mejor.
Ni siquiera el intento de Kushina de consolarla, ella sentía que no merecía eso. Aún podía ver el rostro dolido de Naruto, no había podido ocultar su sorpresa al notar sus lágrimas enojadas en sus ojos claros. Sus ojos celestes la miraron de una manera que la hizo sentir la peor de las mujeres. Y ese había sido su miedo, ¿no?
Hinata se había sorprendido cuando él se había arrodillado al frente de ella, pidiéndole matrimonio. Naruto no había dicho que la amará, pero las palabras que dijo alimentaron sus esperanzas, haciéndole creer que todo iría bien.
Hasta que la bruja de Shion dijo su mayor secreto.
Ella frunció el ceño, aún sin saber cómo la rubia sabía eso. Pero no la pudo interrogar antes de que su familia se fuera de la casa...
Quería saber cómo ella había conseguido eso. Necesitaba saberlo, pero... Naruto era más importante. Por lo que se quedó en la casa, esperando a que él saliera del comedor. Pero él no se movió, estuvo mucho tiempo allí adentro, totalmente solo. Después de esperar dos horas, ella salió al jardín para tomar algo de aire.
Naruto no podría irse sin que Hinata lo viera, mientras estuviera en el patio delantero.
Estaba cansada de huir, y ya no lo haría, se juró.
Había tenido, por un precioso instante, la felicidad de ver cómo Naruto la miraba casi con adoración mientras pedía su mano. Ella se negaba al perderlo. En un principio, se recigno a que lo perdería e intentó acostumbrarse a la soledad que sabía que tendría.
Pero ya no quería eso. Quería a Naruto, más que cualquier otra cosa. Sabía que ambos se necesitaban, más con el bebé en camino. Un viento fríos agitó las hojas de las plantas de Kushina y Hinata apretó más los brazos. Tendría que haber ido a buscar un tapado, pero tenía miedo que Naruto se fuera de la casa cuando ella subiera a buscarlo.
Necesitaba hablar con él, decirle lo que de verdad sentía...
Tal vez él no le creyera, por no haber ido con la verdad desde el principio. Pero, ella era lo suficientemente mayor para aceptar eso. Debía dejar de huir, dejar de encerrarse en ella misma y en su dolor. El amor que sentía por él, le daría las fuerzas y paciencia. Lo sabía, ella..
Hinata frunció el ceño al escuchar un ruido extraño, como un "psss, psss". Ella se giró y vió a una mujer, pegada a la reja.
—¿Hola?— la llamó la mujer—. ¿Puedes ayudarme?
Hinata giró la cabeza, mirando a la casa Uzumaki, pero nadie parecía salir. Ella volvió a mirar hacia la mujer, sin saber quién era.
—¿A quién buscas?— preguntó dando un paso, pero manteniéndose a una distancia bastante prudente.
— Yo sólo necesito ayuda, por favor —, le suplicó.
Hinata frunció más el ceño, al acercarse un poco más, la vió mejor, ya que ella se mantenía en un lugar bastante oscuro. Su cabello estaba despeinado y enredado, su rostro sucio y parecía manchada de sangre. Eso hizo que Hinata diera unos pasos más cerca, ahora preocupada.
—¿Qué te ha pasado?— preguntó, deteniéndose a dos pasos de la reja, mirando su ropa rasgada en varios lugares.
— Me han robado e intentaron llevarme. Por favor, ¿puedo usar tu teléfono? — preguntó mientras ella temblaba, Hinata notó que estaba llorando.
— No tengo uno encima —, murmuró, pero luego asintió rápido —. Puedes entrar, aquí te ayudaremos.
— ¡Gracias! Gracias — lloró la mujer mientras se desplomaba en el suelo.
Hinata se apresuró hacia la reja, esa noche había sólo dos guardias allí. Ambos estaban adentro de la caseta y se sorprendieron cuando la vieron en la puerta.
— Señorita Hyuga —, saludo uno, frunciendo el ceño.
— Buenas noches—, saludó rápidamente —, hay una mujer afuera que necesita ayuda—, ella vió necesario apuntar hacia afuera.
— Da aviso a dentro —, ordenó uno cuando ambos quisieron salir. Él que se quedó adentro asintió y se dirigió rápido al teléfono que lo comunicaba adentro de la casa. El hombre que había ordenado se detuvo al frente de ella—. Por favor , no salga por las rejas. Traeremos a la mujer aquí.
Hinata se mordió el labio y asintió. Pero de todos modos lo siguió hasta la reja. Él se detuvo, sacando una linterna y apuntando a los lugares donde estaba mas oscura la calle. Él frunció el ceño al no ver a nadie y se giró para darle una mirada extrañada a Hinata. Ella se puso a su lado y señaló hacia la izquierda, a dónde había visto a la mujer.
— Ella estaba por allí. Debe estar herida—, dijo casi con desesperación. Podía sentir como su corazón se aceleraba, podía ponerse en el lugar de la mujer por lo que le había pasado en Suna—. Apresúrese, por favor—, le urgió mientras él sacaba lentamente las llaves de su bolsillo.
Hinata giró la cabeza cuando el segundo hombre apareció.
— Ya di aviso—, aseguró —. Por favor, señorita Hyuga. Me han pedido que se mantenga adentro.
Hinata asintió, pero podía sentir la urgencia porque encontrarán en a la mujer. El hombre al fin abrió la reja y salió caminando con la linterna en mano hacia la izquierda. El viento volvió a levantarse, haciendo que Hinata se estremeciera con un escalofrío.
Hinata y el otro hombre de seguridad lo quedaron mirando, hasta que de repente la luz de la linterna se apagó de la nada.
—¡No! ¡Ayuda por favor!— gritó la voz de la mujer.
Hinata jadeó, pero antes de que pudiera hacer cualquier otra cosa, el hombre que había quedado con ella reaccionó. Él se abalanzó contra la reja, agarrando el metal con ambas manos y empezando a cerrarla. Pero antes de que pudiera estar completamente cerrada, una explosión rompió la noche.
Hinata observó asombrada como el hombre caía hacia atrás, su expresión en blanco hacia el cielo. Ella levantó la mirada, sintiendo que el tiempo se detenía y su estómago se revolvía. Vió a un hombre vestido de negro correr hacia la reja, el arma de fuego brillando en una de sus manos, con sus ojos sobre ella como un depredador.
—¡Hinata!
Ella reaccionó al grito de Naruto a su espalda y se volvió, comenzó a correr a la seguridad de la casa. Su corazón galopó como loco mientras escuchaba el ruido la reja siendo abierta de nuevo. Sus pies quisieron quedar atrapados por el largo de su vestido. Ella apretó los dedos en la tela, levantando un poco más para poder correr más rápido.
Otra y otra explosión reventó en su cerebro abombado y ella se inclinó hacia adelante, mientras seguía corriendo. Intentando ser un blanco más pequeño, supuso, o que no le diera ninguna bala.
—¡Hinata!
Ella levantó la mirada, viendo Naruto correr hacia ella, también con un arma en su mano, pero él tenía la vista en ella. Estaba demasiado lejos de él, apenas se había alejado muy poco de la reja, y ella supo que no llegaría cuando Naruto se detuvo con los ojos enormes. Él levantó el arma hacia su dirección y Hinata gritó cuando sintió los dedos como hierro contra su brazo, que la detuvo de golpe. Su espalda chocó contra un cuerpo duro a su espalda y un brazo la rodeó por el cuello mientras algo frío fue apoyado en su frente.
—¡Suéltala! ¡Ahora!— exigió Naruto, dando un paso más cerca, pero se detuvo.
Hinata sintió el aliento caliente golpear en su oído, hasta el temblor en el torso de su espalda. Ella se sorprendió al escuchar una suave risa. Se mojó los labios secos, notando que no sólo Naruto estaba afuera de la casa, Minato estaba a unos pasos de él. El padre de Naruto, puso su mano cerca de su cara, ocultando su boca. Ella vió como Naruto asentía.
— La mataré si te mueves—, dijo el hombre a su espalda e Hinata tragó saliva, viendo cómo Naruto se tensaba—. Tiren sus armas si no quieren ver cómo este hermoso bombón se hecha a perder.
Minato fue el primero en actuar, tirando el arma a unos pasos bastante lejos de ellos, hacia la derecha. Él levantó las manos, mostrando que no llevaba nada más. Hinata miró hacia Naruto, él se mantuvo en la misma posición, con los ojos fijos en el hombre que la sostenía.
— Parece que no eres tan apreciada por el pequeño heredero, bombón —, murmuró divertido él a su oído —. ¡Hazlo!— gritó está vez, haciendo que ella hiciera una mueca y su boca se abrió cuando él apretó más el brazo en su cuello.
—¡Está bien!— rugió Naruto, levantando las manos, mostrando que no tenía el dedo en el gatillo.
Hinata podía ver que tenía los dientes apretados desde esa distancia y él finalmente lanzó el arma a la misma dirección donde la había lanzado Minato. Se mantuvo en la misma posición que su padre, con las manos en alto. Pero él la observó fijamente, como si quisiera consolarla.
— Todo irá bien, cielo —, le dijo.
— Naruto...—, murmuró
— Que tierno—, dijo el hombre que la tenía obligándola a dar un par de pasos hacia atrás con él.
Ella podía sentir un sentimiento de fatalidad, y quería decir lo que tenía que decir antes de que algo peor pasará.
—¡Naruto!— ella peleó un poco, no intentando zafarse, pero si dar unos pasos hacia él—. ¡Naruto!— gritó, mientras él hombre maldecia a su espalda—. ¡Te amo! ¡Te amo Naruto!
Ella lo vió dar un paso a su dirección y fue como si los segundos se convirtieran en horas. El hombre tras ella, levantó el arma y la detonación le hizo detenerse y mirar asombrada hacia Naruto. Él giró un poco hacia un costado, y cayó al suelo, desplomado.
—¡Hijo!— rugió Minato.
—¡NO!— exclamó ella, poniéndose como loca por querés llegar a él.
Pero, el hombre aprovecho la distracción de Minato y la alzó desde la cintura, con un brazo como si fuera de hierro, y corrió hacia la reja. Salieron de la casa, mientras Hinata seguía gritando por Naruto, y viendo a Minato girarlo en el suelo.
Él la lanzo a la parte trasera del auto y se metió con ella. Hinata intentó golpearlo con cualquier extremidad.
—¡Arranca, arranca!
El auto se puso en movimiento y el hombre, mientras se cubría de los intentos de Hinata de hacerle daño, extendió la mano hacia adelante. Hinata siguió peleando, gritando y llorando, así que no lo vio venir. Un pañuelo húmedo y con un ligero olor dulzón fue puesto en su nariz y boca. Ella jadeó, arrañamdo la mano, pero rápidamente perdió sus fuerzas.
Su mundo se volvió totalmente negro, con Naruto como último pensamiento.
Continuará...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro