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Parte III

Hinata miró distraídamente a un par de mujeres que hablaban cerca de la puerta del consultorio de su ginecólogo. El pasillo de ginecología era compartido con obstetricia, ambas mujeres tenían grandes estómagos con un embarazo avanzado.

Jugó con sus dedos en los papeles que tenía en la carpeta que llevaba, donde se había hecho el análisis de sangre que le había pedido su doctor. Pero, no podía apartar los ojos de la expresión feliz de las mujeres. Ambas acariciaban su estómago y comentaban sobre lo graciosos que eran sus maridos cuando se preocupaban por sus bebés.

— Estoy ansiosa porque nazca, ya no puedo aguantar mucho tiempo—, se rió una.

Su compañera también la acompañó en la risita.

— Ni que lo digas. Mis tobillos están arruinados para toda la vida—, se quejó mientras alzaba los pies, mostrando unas sandalias abiertas con sus pies hinchados, pareciendo dos enormes salchichas.

— ¿Tú esposo no te hace masajes? Él mío siempre está acariciando mis pies. Él es un amor.

— Que suerte tienes—, suspiró la otra—. Él mío sólo piensa que el sexo me ayuda.

La otra se rió.

—¿Los hombres tienen algo con eso? Creí que sería reacio a hacer el amor, pero resulta que se volvió insaciable —, susurró la otra.

— No lo sé... Tal vez sólo tuvimos suerte..

Ambas se reían a carcajadas y Hinata desvío la mirada hacia el suelo. Podía sentir que una nube negra se cernia sobre ella. Ellas habían planeado tener ese bebé, seguramente sus maridos estarían encantados. Pero ¿y ella? Ni siquiera estaba casada con Naruto, y él no tenía idea de por qué ella tenía que haber ido a esa consulta.

Ella definitivamente había tomado el camino cobarde, había estado a punto de decirle toda la verdad, pero que él había mal interpretado todo. Y ella no tuvo el valor para decirle la verdad. Era una cobarde, pensó con un suspiro de derrota. Como siempre, Naruto había notado como se acariciaba el estómago cada pocos minutos y relacionó su cita con el ginecólogo con que estaba en sus días de menstruación. Agradeció que él hubiera interpretado eso, porque si hubiera sido más tonto, le habría exigido que le dijera el por qué. Y ella no podría haber zafado.

Aún no sabía qué haría Naruto cuando supiera que estaba embarazada. Porque ya no tenía dudas, a la noche busco en su teléfono cuando había sido su último periodo. Este estaba marcado para los dos días que se había separado de Sasuke. Eso queria decir que tenía un retraso de casi dos semanas. Había estado tan sumergida en la felicidad sexual, que no lo había notado.

La puerta de su consultorio se abrió y salió una mujer, su doctor con una bata blanca en la puerta con una carpeta.

—¿Hinata Hyuga?— llamó.

— Si, aquí —, ella se levantó y caminó hacia él.

Utakata sonrió mientras se hacía a un lado, manteniendo la puerta abierta para que ella entrara. Hinata ingresó y se fue a sentar en la silla que estaba al frente del escritorio del consultorio.

—¿Cómo has estado, Hinata?— preguntó mientras dejaba la carpeta y tomó otra de una pila. Él se sentó en su silla y comenzó a darle una mirada a las hojas.

— Bien—, murmuró ella, pero luego se mantuvo en silencio.

Él doctor siguió leyendo, pero asintió. Después de unos minutos, levantó la mirada con una sonrisa y extendió la mano para que ella le diera las hojas que tenía en su regazo. Hinata se las dió, sintiendo todo como si fuera algo irreal.

— Bueno, tu expediente dice que ya no has retirado el tratamiento de fertilidad. ¿Crees que podrías haber quedado embarazada ya?

Hinata no respondió, sólo observó a Utakata empujar sus lentes de montura sobre su nariz y leer los números que no tenían sentido para ella. Su corazón palpitaba contra sus costillas y tenía un dolor de estómago, un nudo en el centro. Sólo tragó saliva con algo de dificultad cuando él levantó la mirada con una sonrisa.

— Felicidades, señora Hinata. Usted está embarazada..

Hinata parpadeó, un sonido sordo llenó sus oídos mientras veía que la boca de su doctor seguía moviéndose, pero ningún sonido llegaba. Apretó los dedos en su regazo, sintiendo que estaba temblando. Y aunque ya lo sabía, escucharlo del doctor sólo lo hizo más real. La habitación parecía moverse alrededor de ella, aunque fijo su visión en el rostro del joven doctor, todo lo que estaba de fondo comenzó a perder nitidez.

Parpadeó y sólo cuando el doctor la miró preocupado, notó que estaba llorando. Lo vió levantarse de su silla y acercarse a ella. El sonido sordo comenzó a retroceder mientras más temblaba, y notó que su piel estaba fría cuando la cálida mano del doctor se cerró en su puño.

—¿Hay algún problema?— preguntó observando su rostro desde cuclillas al lado de su silla. Él tenía el ceño fruncido mientras escaneaba su rostro con los ojos oscuros.

— Es que..—, ella dudó, sin saber qué decir—. Yo...

— ¿Es la felicidad? Sé que hace meses ha estado intentando quedar embarazada. Felicidades —, él sonrió, pero dudo cuando notó la mueca de Hinata.

— Yo.. ya no estoy casada— murmuró finalmente.

Las cejas del doctor se alzaron con obvia sorpresa. Él bajó la mirada a su estómago e hizo una expresión de tristeza.

— Lamento oírlo, señora Hinata. Pero.. un bebé es un milagro, una bendición. ¿O no lo desea?

Hinata abrió los ojos, anonadada por su pregunta. Jamás se le había pasado por la cabeza sacarse el bebé. Puede que muchas mujeres lo hicieran, más en su posición, pero Hinata no quería hacerlo. Puede que no lo haya planeado, pero no iba a perderlo ahora que lo tenía. Era su cuerpo, su decisión..

Y luego, frunció el ceño al imaginarse una situación en su cabeza. ¿Qué pasaría si cuando le dijera a Naruto que estaba embarazada, él le exigiera que lo abortara? Su cuerpo tembló con el sólo pensamiento. Una de sus manos se apoyó en su estómago plano, y se dijo que jamás lo haría. Ella no podría vivir con eso.

Bien, ellos se llevaban muy bien, y conocían sus cuerpos. Pero, en realidad, no sabía cómo funcionaba su cabeza. Sabía que Naruto era peligroso, hasta despiadado cuando trataba con enemigos. ¿Él la consideraría un enemigo ahora? Ella había traicionado su confianza, puede que estuviera furioso, y le dijera que jamás se haría cargo del bebé.

Luego, ella dijo que no importaba. Hinata tenía el dinero que le daba Uchiha, todos los meses tenía un ingreso a una cuenta que ni siquiera Naruto podía ingresar. Era completamente de ella, sin intermediarios. Podía mantenerse y al bebé, podía irse lejos y jamás verlo.

— No—, respondió finalmente al doctor, un poco más repuesta y limpiando las lágrimas de sus mejillas—. Voy a tener al bebé.

— Me alegra oír eso—, dijo con una sonrisa alentadora—. Ya verá que todo valdrá la pena — le dijo dándole una palmada en las manos y levantándose. Él caminó hacia su silla—. Ahora, le daré las órdenes para que empiece a tomar el suplemento de hierro y haremos algunas citas...

Hinata asintió mientras el doctor seguía hablando. Ella mantuvo su mano en su estómago, empezando a darse cuenta que su vida ya no era suya.

Continuará...

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