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Extra 2

Allison

—Quiero bebés adorables y bonitos. Los bebés feos no cautivan a nadie —ordené al equipo de publicidad.

Mi comentario provoco que me ganara distintas miradas de desaprobación.

—Que tu hija sea una belleza, no te da permiso de ser tan grosera —me dijo la jefa del equipo.

Yo miré hacia el lado, donde Emma estaba sentada en su coche, analizando la sala de reuniones en silencio.

Era una bebé muy tranquila y silenciosa y sospechaba que tendría una personalidad muy parecida a la de Alexander. Emma era una versión femenina de él en todos los sentidos. Lo único que compartía conmigo eran los gustos caros porque los pañales económicos le daban alergia y solo comía los colados que preparaba mi chef personal, nada comprado en un supermercado.

—Yo puedo ser como quiera y decir lo que se me de la gana. Además de mi hija, los niños no me agradan —confesé sin pudor—. Y agradezco no tener que encargarme de un casting de desagradables bebés.

Todo el equipo de publicidad pareció sorprendido con mi sinceridad, pero no me importó. Yo no era una hipócrita.

Emma me había inspirado una nueva idea y pronto, cosméticos Athena lanzaría una nueva crema para bebés y en verano, un nuevo bloqueador.

Para la promoción de esos productos tendrían que hacer comerciales y para eso usarían bebés, ¿qué sería un comercial de productos para bebés sin bebés?

Cuando la reunión terminó, salí de la sala con Emma en su coche y fuimos en dirección a la mía.

Debido a que mi postnatal se había terminado hacía un tiempo y Emma aún era muy pequeña, solía llevarla conmigo a la oficina. Había días en que mi suegra la cuidaba y luego yo pasaba por ella a la casa.

Para Alexander no era muy fácil cuidarla. Sus horarios eran demasiado exigentes y no podía llevarla a la escuela porque tenía que vigilar a otros cuarenta niños más en un espacio reducido.

Cuando estaba llegando a la puerta de mi oficina, me encontré con mi secretaria, quien parecía algo nerviosa.

—Señora Roche, el presidente de Belle Beauty está aquí —me informó—. Lo dejé pasar a su oficina...

—Tranquila, yo me encargo.

Eso era lo que me faltaba. Además de tener que tratar con un comercial de bebés, tenía que tratar con la competencia en mi propia empresa.

Cuando entré a mi oficina pude ver al hombre mayor sentado en uno de los sofás blancos de mi oficina.

Debido a que yo había sido nieta de Bernard y no la hija, había heredado la empresa bastante joven y comparada con los otros presidentes de las marcas de cosméticos, yo ni siquiera tenía arrugas... y mucho debido a las cremas antiarrugas Athena.

Sí, eso fue publicidad.

—Señorita Roche... —dijo al verme, poniéndose de pie.

—Señora —lo corregí de mala gana.

—Cierto, había olvidado que ya eres señora de hace varios años, ¿quién lo diría? Todos pensaban que serias una ermitaña solterona el resto de tu vida, incluso Bernard.

Yo le di una sonrisa llena de cinismo.

—No te atrevas a hablar de mi abuelo, menos aquí —le advertí.

—Lo lamento... —se disculpó falsamente—. Solo quería conocer a la futura heredera de la empresa. Veo que incluso la oficina ya fue decorada por ella... muy pintoresco.

Mi oficina había sido rediseñada por completo. Había hecho que fuera cómoda para Emma e incluso todos los muebles con puntas tenían protecciones para bebés. Además, estaban todos los juguetes de ella repartidos por ahí, pues para que no se aburriera, le había comprado juguetes exclusivamente para dejar en la empresa.

—Tampoco quiero que hables de mi hija —le advertí.

—¿Y que hay de tu esposo? El maestro de escuela que dudo que se haya casado contigo por tus pocas cualidades, ¿tampoco puedo hablar de él?

Eso terminó por agotar mi poca paciencia.

—Ya viste a mi futura heredera que se comera vivos a tus hijitos en la industria algún día, así que hazme el favor de salir de mi empresa o yo misma te sacaré a patadas en tu asqueroso trasero —amenacé.

—Sigues teniendo la misma poca educación que tenías a los quince años —dijo despectivamente—. Y tranquila, que quizás tu hijita no tenga que heredar más que tus deudas porque Cosméticos Athena no durará mucho más, no cuando existe Belle Beauty.

—¿Me estas amenazando?

—¿Qué se siente una cucharada de tu propia medicina?

Me dio una última sonrisa llena de hipocresía y se acercó a la puerta para abrirla y salir.

Yo conocía a Antoine Riou desde que tenía quince años y el veintiséis, cuando ambos éramos los mayores candidatos a ser los herederos de las respectivas empresas familiares.

Nos habíamos visto por primera vez en un evento y yo le había lanzado champagne cuando lo oí hablar burlescamente de mi madre y sus problemas mentales. Desde ese entonces habíamos sido más que enemigos.

Antoine jamás se aparecía en la empresa. Las únicas veces que lo había hecho había sido para molestar a mi abuelo y a la familia.

No tenía idea de porqué se había aparecido ese día, pero dudaba de que fuera solo para conocer a Emma. Seguramente había ido con la intención de hacerme pasar un mal rato.

[...]

Eran las ocho de la tarde de un martes de un jueves y Alexander aún no llegaba a casa, lo que me estaba preocupando.

Lo había llamado un montón de veces y no me había contestado, si resultaba estar bien, yo lo mataría por preocuparme de esa manera.

Yo estaba dándole de comer a Emma, pero se me estaba complicando porque al igual que yo, estaba extrañada de que su papá no estuviera ahí.

Emma soltó mi pecho e intentó soltarse de mis brazos, pero yo no se lo permití. Estaba muy inquieta, por lo que me volví a cubrir el pecho y la apoyé sobre mi hombro para dar golpecitos en su espalda y quitarle los gases.

—Papá ya viene —le dije.

—Papá —balbuceó con algo de tristeza.

Claramente, Emma tenía un apego mayor con Alexander porque él la consentía y era el papá divertido. Yo era la gruñona que ponía las reglas, pero no tenia problema con ello, siempre supe que sería así.

De pronto, oí la puerta principal cerrarse y Emma también, por lo que comenzó a decir papá repetidas veces hasta que lo vio.

—¡Papá!

—Hola, princesa.

Alexander dejó sus cosas sobre la cama y tomó a Emma en sus brazos con una gran sonrisa para darle un beso.

Yo lo analicé un momento, notando que estaba completamente bien y, lo peor, olía extraño.

Cuando se acercó a darme un beso a mí, yo solo quité la cara, lo que pareció extrañarlo.

—Ya es hora de dormir, Emma. Vamos —dije, intentado tomarla, pero Alexander la alejó.

—Yo puedo llevarla.

—No, yo lo haré.

—Yo puedo.

—No, yo...

—Papá —pidió Emma.

Si no hubiera sido mi hija de tan solo once meses, me hubiera enfurecido con ella. Solo pude sentarme en la cama de nuevo y dejar que Alexander la llevara a su cuarto.

A través del monitor pude oír como le hablaba y ella reía y balbuceaba cosas, hasta que el móvil colgante comenzó a sonar, tocando una canción de cuna, y sus voces no volvieron a sonar.

Segundos después, Alexander aprecio en el cuarto y antes de que dijera algo, yo me adelanté:

—¿Por qué hueles a una mezcla de cigarro, alcohol y perfume de mujer barato? —pregunté con clara molestia.

—Tranquila, déjame explicarlo...

—¿Quién es? Porque no es ni Carol, ni Miranda... ellas usan colonia, lo que es aún peor y Jessie usa Halloween.

—Una colega.

Yo lo miré atónita.

—¿Así de fácil admites que me estas siendo infiel?

Alex me miró horrorizado.

—¿Qué? ¡No, claro que no te estoy siendo infiel! —negó—. Mi compañera tuvo un problema con un alumno que le intentó sacar una foto por debajo de la falda y cuando habló con los padres, estos reaccionaron mal y solo la insultaron, entonces llegó llorando a la sala de maestros y estaba solo yo... No me quedó de otra que contenerla y ella me abrazó, no podía ser grosero con ella tampoco.

—Es la historia más tonta que he oído, en especial porque no hay ni cigarros, ni alcohol en ella y también hueles a eso.

—No seas impaciente, a eso voy —me explicó—. Mis compañeros nos invitaron a beber algo después para que nos relajáramos e insistieron tanto que terminé por aceptar. No vi tus llamadas porque tenía el teléfono en silencio. Perdóname, mi amor.

Yo me crucé de brazos y lo miré disgustada.

—No te creo mucho.

—Sabes que te estoy diciendo la verdad, Allison —dijo con seguridad, mientras se quitaba el abrigo—. Yo no te haría algo así.

Yo seguí mirándolo de la misma manera, incluso cuando se acercó y me tomó por la cintura para mirarme.

—Además, tendría que ser estúpido para pasar de una mujer que ocupa Chanel N°5 a una que ocupa perfume barato —bromeó con una sonrisa.

No pude evitar sonreír con eso.

—¿Me perdonas? Te prometo que para la próxima avisaré —aseguró, dándome un beso en la comisura del labio.

—No sé...

—Por favor, mi vida —pidió de nuevo, dándome besos en el cuello.

—Bueno, lo voy a pensar.

Ambos reímos y tomé su rostro para comenzar a besarnos apasionadamente, hasta que volví a sentir el olor del perfume y me separé.

—Daté un baño primero —le dije como una orden—. Apestas.

Alex rodó los ojos y asintió con una sonrisa divertida.

—Bueno, pero espérame.

—No voy a ir a ningún lado, este es mi cuarto —dije con obviedad.

Alex comenzó a desabrocharse la camisa y fue al baño rápidamente.

Aunque creía en mi esposo plenamente, no me gustaba que sus compañeras tuvieran la osadía de abrazarlo, aún cuando estuvieran destruidas.

Tenía que conocer a quien fuera esa compañera y dejar en claro que Alexander era un hombre casado con una mujer capaz de darle un fuerte puñetazo en la cara si intentaba algo más que una amistad con él.

Mientras pensaba en una excusa para aparecerme por el trabajo de Alex, él salió del baño con una toalla en la cintura, el cabello mojado y las gotas de agua corriéndole por el torso.

No entendía porque tenía puesta esa toalla, si de todas maneras se la quitaría.

Alex estaba secándose el cabello con una toalla más pequeña y yo me puse de pie para ir a besarlo.

Alex me separó un momento.

—Espera, aún no estoy seco.

—¿Y?

—Te voy a mojar.

—Lo estoy desde que me besaste el cuello —le dije con una sonrisa divertida, quitándole la toalla.

Alex no pido evitar soltar una risa y tiró la toalla más pequeña hacia otro lado para comenzar a quitarme la ropa mientras nos besábamos.

[...]

Alexander

—¿Tu esposa no te mató? —me preguntó un compañero cuando llegué del primer receso a la sala de maestros.

Ellos habían visto mi expresión de terror cuando vi las cincuenta llamadas perdidas de Allison y desesperadamente llamé a su chófer para que pudiera conducir mi auto, ya que yo había bebido.

—No, estamos bien.

De hecho, estábamos más que bien. Si bien, solíamos tener intimidad seguido, desde que Emma había nacido se habían complicados un poco las cosas. Durante los tres meses que Emma había dormido en la habitación era muy raro que pasara algo y después ambos solíamos estar muy cansados por el trabajo.

La noche anterior había sido increíble y, en parte, había sido a causa de los celos injustificados de Ally, los que, si bien no me gustaban, en ese momento podían incluso agradarme.

—Me alegro. No parece la clase de mujer a la que le gusta que su marido no siga sus reglas —comentó mi compañero.

—Sí, a juzgar por tu cara de anoche, pareciera que ni te dan permiso de salir —bromeó otro.

Ellos eran nuevos maestros en la secundaria Blackblurn, por lo que no tenían idea de que mi mujer era Allison Roche, la presidenta de Cosméticos Athena. Si lo hubiera sabido, entonces entenderían el porqué de mi cara.

—Ally es algo controladora, pero tampoco es una dictadora —aseguré.

Mis compañeros siguieron bromeando acerca de mi relación con Ally, pero yo estaba pensando en otras cosas.

Desbloqueé mi celular y entré a la galería para ver el álbum con fotos de Ally. Tenía casi tres mil fotos de mi esposa, incluida la foto que le había tomado durmiendo cuando teníamos veintiséis y estábamos comprometidos falsamente. En ese momento creí que no volverían a tener una foto donde se viera así de tierna, pero en ese momento tenía un montón.

No podía creer que hubiera una mujer tan bonita como ella y menos que se hubiera fijado en mí.

Mientras pasaba las fotos me topé con una que no podía ver en público, por lo que rápidamente la quité y salí del álbum.

También tenía un álbum de fotos de Emma y ya tenía quinientas fotos, cuando apenas tenía once meses de vida. Se me hacía imposible no fotografiarla cuando era tan hermosa y adorable.

—¿Es tu hija? —preguntó una voz detrás de mí.

Eso me sobresalto.

—Si, se llama Emma —respondí.

—Es una fotocopia tuya —me dijo mi compañera.

Ella había sido a quien había consolado ayer y quien tenía su puesto a mi lado.

—Es más bonita —aseguré con una risa.

Ella rio también y se concentró en sus cosas.

Yo volví también a mi trabajo, ya que, pronto tendría clases otra vez.

[...]

Fui uno de los últimos en llegar a la sala de maestros a la hora de salida, por lo que esta estaba llena, y varios minutos después de que llegara y me sentara en mi puesto, alguien que no era maestro apareció en la sala.

Cuando Allison entró con Emma en sus brazos, todos mis compañeros pusieron su vista fija en ella.

—¿Es Allison Roche? —preguntó mi compañera de al lado con clara sorpresa.

—Sí...

Yo me puse de pie rápidamente para ir hacia ella.

—¿Ally? ¿Qué haces aquí?

—Vinimos a buscarte.

—Yo tengo auto...

—El chófer se lo llevara, vamos en el mío.

Emma miraba todo su alrededor con curiosidad, como solía hacerlo cuando conocía un lugar nuevo.

De pronto, uno de mis compañeros se acercó a nosotros.

—¿Por qué no comentaste que la mismísima dueña de Cosméticos Athena era tu esposa? —preguntó estrechándole la mano a Allison.

Yo tomé a Emma en mis brazos y Ally lo saludó.

—Un gusto.

Pude notar que mi compañero la veía con especial interés, lo que me molestó un poco.

Si bien, Ally se veía bien todos los días, ese día tenía puesto un vestido blanco que le llegaba sobre la rodilla y se ceñía perfectamente a sus curvas, además de que tenía un escote en v un tanto revelador.

A mi no me importaba como se vistiera Ally, de hecho, me gustaba que los demás vieran lo sexy que era mi mujer; pero no me gustaba que la miraran descaradamente.

—¿Nos vamos entonces? —le pregunté a Ally.

—Vamos.

Yo le entregué a Emma otra vez y fui por mis cosas, mientras mis compañeros cuchicheaban acerca de mi vida personal, mirando a Allison de reojo.

Luego de despedirnos, salimos de la sala y caminamos por los pasillos, encontrándonos con unos niños que estaban saliendo de la escuela.

Le di al chófer de Allison las llaves de mi auto y yo me subí al de Allison. Ella puso a Emma en los asientos traseros, en su silla de transporte y luego se sentó en el asiento de copiloto.

Mientras conducía, el celular de Ally comenzó a sonar.

Mi esposa sacó su celular de su cartera y contestó la llamada.

—¿Qué pasa? —preguntó—. ¿Es broma? ¿Cómo qué sabotaje?... Bien, iré para allá.

Cuando Ally cortó la llamada, la miré de reojo con preocupación.

—¿Qué pasó?

—Parece que están saboteando el comercial de la nueva crema —me explicó, claramente molesta—. Tengo que ir a la agencia de publicidad.

—Bien, vamos.

Ally me dio una sonrisa para agradecerme y me dio la dirección de la agencia de publicidad.

Cuando llegamos al set donde grababan el comercial, un hombre se acercó de inmediato a Ally.

—Los papás del bebé se retractaron e intentamos contactar a otros, pero no responden —le informó.

—¿Ninguno?

—Ninguno.

Ally comenzó a maldecir sin importarle que estuviera lleno de gente.

—Yo les pago para que hagan un comercial, no para perder mi tiempo. Necesito grabar ese comercial para hoy sin importar lo que tengan que hacer.

Allison siguió discutiendo con el hombre que parecía ser el director del comercial y entonces, una mujer se me acercó y se quedó mirando a Emma.

—¿Es su hija?

—Sí... —respondí algo extrañado.

La mujer se alejó para ir junto al hombre que estaba hablando con Ally y susurrarle algo al oído.

—No, ella es la hija de la señora Roche.

—Pero es preciosa... llamaría mucho la atención.

Allison se volteó a mirarme, igual que muchos de las personas que estaban en el set.

—¿Quieren usar a mi hija?

—Oh, no, señora —le dijo el hombre—. Ella no sabía que era su...

—No es tan mala idea —lo interrumpió Allison—. Yo necesito ese comercial y quien sea que crea que puede sabotear mis negocios, deseara morir cuando vea la hermosa bebé del comercial.

Allison se acercó a mí y me preguntó:

—¿Estas de acuerdo?

—Claro, no hay problema.

Ally y yo firmamos un contrato para dar el permiso de que Emma participara en el comercial y los estilistas arreglaron a Emma, quien parecía algo nerviosa.

Emma no socializaba mucho y que tantas personas la rodearan, me preocupaba un poco, igual que a Ally.

Cuando Emma estuvo lista, le tomaron unas fotos y luego grabaron el comercial con los otros actores que harían de sus padres.

Ally y yo veíamos todo con algo de nerviosismo, esperando que Emma no llorara por el miedo, algo que, después de todo, no sucedió.

—No tiene más de un año y ya hizo algo relevante —comenté.

—Es toda una Roche, ¿qué esperabas? —bromeó Ally.

[...]

—Antoine se debe estar revocando de dolor —comentó Ally mientras veíamos en la televisión el nuevo comercial de Cosméticos Athena.

Por supuesto, todos los que conocían a los Roche habían reconocido a Emma en el comercial y en los carteles promocionales, y había estado en boca de muchos por esto.

Allison había descubierto unas semanas después de grabar el comercial que quien había saboteado la grabación había sido Antoine Riou, el presidente de Belle Beauty y se regocijaba con eso, debido a que la venta de la línea de productos para bebés había sido todo un éxito.

—Me alegro de que esto funcionara —le dije sinceramente.

Ally me dio un beso en los labios y se apoyó en mi pecho, mientras Emma estaba sentada en la cama jugando con unos cubos.

—No hubiera podido si no hubiera tenido un esposo que me embarazara —bromeó con una risita—. ¿Te gusta ser famosa Emma?

Ella se volteó a vernos y asintió con una sonrisa, aunque yo sabia que ella no tenia idea de lo que significaba "ser famosa".

Ambos reímos por lo tierna que era y seguimos hablando de la campaña de publicidad y los productos. Yo sabía lo importante que era para Ally tener éxito en la empresa, en especial cuando ya Bernard no estaba para ayudarla con eso.

A pesar de que, alguna vez, a Allison no le hubiera importado llevar a Cosméticos Athena a quiebra o venderla por un helado a un extraño; en ese entonces solo quería que el negocio fuera tan bien como lo hubieran querido sus abuelos y yo estaba seguro de que ellos estaban muy orgullosos de ella, en especial, porque estaba más feliz de lo que nunca había estado.

¡Holis!

Ha pasado tiempo desde que terminé esta historia, pero al ser mi favorita de las que he escrito (sí, lo confieso sjsjs), quería escribir un poquito más sobre esta familia y así aprovechar de darlo cómo regalo de año nuevo.

Espero que les haya gustado el extra, el cual fue bastante sorpresivo porque ni siquiera tenía claro si lo iba a subir hasta hoy sjsjsj.

Les deseo un feliz fin de año y un feliz año nuevo. ¡Besitos!

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