Capítulo 5: ¿Le Gusté?
Alexander
No era que tuviera reales ganas de ir a la fiesta de la familia Roche, pero ya había aceptado la invitación y, además, fastidiar a Allison me parecía divertido.
Por lo que me había enterado, mi familia también estaba invitada, así que no me sentiría tan ajeno como pensé.
Lo que menos de agradaba de la fiesta, era que tendría que ver al novio de Ally, el cual no me había agradado ni un poco.
¿Qué tenía de malo? No lo sabía, apenas lo había visto una vez durante un minuto o menos. Lo que sentía era un rechazo inexplicable.
Luego de arreglarme, bajé al estacionamiento subterráneo para sacar mi auto e ir por mi familia.
No comprendía muy bien porqué los Roche invitaban a mi familia a una celebración que tenía que ver con su empresa, ¿pero quién era yo para decir algo?
Cuando llegamos a la mansión, esta estaba llena de gente en la entrada. Nuevamente había gente de la clase alta, conversando de sus negocios y viajes.
Cuando Bernard nos vio entrar, dejó de hablar con el grupo de hombres con el que estaba y se dirigió hacia nosotros. Lo mismo hizo Amelia.
Mi madre y Amelia Roche parecían las mejores amigas, lo cual se me hacia un tanto perturbador. No era que me molestara, pero si era extraño.
Amelia Roche era una mujer de tanta clase, que usaba joyas de diseñador y que tenía intereses refinados.
Mi madre, por otro lado, era una mujer algo impertinente, sin una carrera universitaria y con una forma de decir las cosas que a cualquiera podía molestarle.
Claro, en ese tiempo mi madre había cambiado bastante debido a la influencia de los Roche. Había comenzado a apreciar cosas que antes no por simple desinterés o por falta de tiempo.
Ahora que Luna tenía veinte años, mamá ya no debía dedicarse a ella casi por completo y con papá trabajando, tenía mucho más tiempo de ocio.
Mi padre y Bernard también parecían muy buenos amigos, incluso, iban al mismo club de golf a jugar después de que Bernard le diera una membresía a mi padre.
Cuando pensé que con mi familia ahí no me sentiría tan desencajado, me había equivocado. Yo era el único que no tenía con quien hablar o así fue, hasta que Katherine Roche se me acercó, mientras comía algo cerca de una mesa con bocadillos.
—Alex... tantos años.
—Hola, Kathy.
La chica se acercó para darme un beso en la mejilla y luego se quedó junto a mí, dandole la espalda a la mesa con comida.
—¿Viniste por Ally? —me preguntó.
—No, tu abuelo me invitó... no estoy en los mejores términos con Ally —expliqué.
—Tiene sentido. Le rompiste el corazón a la pobrecita.
¿Romperle el corazón? ¿De qué estaba hablando Katherine?
Yo solté una risa.
—¿Cómo podría haberle roto el corazón?
Katherine me miró curiosa.
—¿Nadie te lo dijo? —yo la miré sin entender—. Por Dios, fue tan obvio... Cuando anunció que tú te habías ido, tenía los ojos rojos e hinchados de tanto llorar, algo que Ally no hace jamás. Luego, estuvo durante un año completo muy extraña. Le preguntaba al abuelo si sabía algo de ti casi todos los días y después de dos años más, aparece con Fred de la nada, diciendo que es el amor de su vida.
¿Qué se suponía que debía significar eso? Entendía qué era algo extraño que Ally preguntara tanto por mí, en especial cuando se suponía que yo no le agradaba, pero quizás se debía a que no me odiaba del todo. Quizás me apreciaba como amigo.
—¿Qué debería significar eso?
Katherine rio.
—Qué tú le gustaste o gustas a la infalible Allison Roche.
Eso retumbó en mi cabeza.
No, yo no podía gustarle a Allison. Ella me aborrecía, me quería ver muerto, cada vez que me veía quería hacerme desaparecer y me odiaba por jamás haberle hablado en esos cuatro años... ¡Dios santo! ¡Le gustaba a Allison Roche!
—¿S-sabes donde esta ahora?
Katherine se encogió de hombros.
—Fred no ha llegado, por lo que debe estar en su cuarto encerrada.
—Ah... perfecto. Gracias, Kathy.
—Un gusto.
Comencé a caminar hacia las escaleras laterales de la casa, las cuales no estaban a la vista de todos lo invitados, pues hubiera sido algo incómodo que me vieran subir al segundo piso.
No sabía si lo que me había dicho Katherine era del todo cierto, por cómo era ella, no era de toda confianza, pero quizás podría lograr que Allison lo confirmara o negara.
Toqué la puerta y luego de unos segundos, se oyó:
—Pase.
Tomé un poco de aire, puse mi mano en la perilla y la giré para entrar.
Ally estaba sentada frente a su tocador, cepillado su cabello. Cuando me vio por el reflejo del espejo, se volteó a verme extrañada.
—¿Qué haces aquí?
Cerré la puerta detrás de mí y me quedé apoyado contra esta.
—Bueno... ¿Cómo estás? —no sabía cómo preguntarle lo que realmente quería saber, por lo que debía hacer tiempo para pensar.
Ally suspiró agotada y agarró su cabeza con ambas manos.
—¿Quién te hizo tan estúpido?
—H-hay algo que tengo que preguntarte —dije, ignorando su pregunta de mal gusto.
Ally se levantó del banquito que tenía frente al tocador y caminó hacia mí, para quedar a una menor distancia.
—Si respondo tu pregunta... ¿podrás desaparecer de mi vista?
—Eh... no creo —dije, sinceramente.
Era cierto que yo tampoco la quería ver, ni tenerla en mi vida, ¿pero a quién engañaba? Jamás podría sacarla de mi vida del todo, incluso en Nueva York los carteles brillantes de su empresa me la recordaban constantemente.
—Entonces no preguntes nada —dijo, cruzandose de brazos.
—Vamos, Ally... No estoy diciendo que seremos amigos o algo así, pero nuestras familias conviven y, por más que intentemos evitarlo, terminaremos conviviendo.
Allison pareció pensar lo que le había dicho y luego pareció resignada.
—Bien... ¿Qué quieres?
Estaba pensado en cómo formular la pregunta, cuando algo en mi cabeza me detuvo.
No podía preguntar a Allison si yo le había gustado románticamente alguna vez, con eso, terminaría de hacerla enojar y solo el destino sabría las consecuencias que eso podría traerme.
—Eh... —debía mentir, y rápido—. ¿Qué hiciste con la argolla de compromiso que te di?
Ally me miró confundida.
—¿Esa era tu pregunta?
Asentí.
—Es que... bueno, yo... solo quería saber si la habías conservado.
—La tengo aquí... ¿La quieres de vuelta?
Negué repetidas veces.
—Yo te dije que no la quería volver a ver... esa argolla esta maldita o algo —bromeé con una risa nerviosa.
No sabía si Allison se había tragado mi mentira, pero al menos había salido mejor de lo que pensé que saldría.
Ally iba a responder algo, pero su celular comenzó a sonar.
Fue de vuelta a su tocador y contestó la llamada.
—¿Dónde estas? —preguntó molesta—. ¿Es broma?
Imaginaba qué estaba hablando con Fred, pero no sonaba nada contenta.
—Sí, bueno, esto también es importante... sí, claro... ¿Sabes? Me da igual —entonces cortó.
—¿Paso algo?
Allison me miró con molestia.
—No es tu problema.
—Lo sé, pero si puedo ayudar...
—No, no necesito tu ayuda, ni nada de ti... Ahora, baja, yo iré después.
—Cómo digas...
Antes de salir, pude ver que Allison se sentaba de mala gana de vuelta en el banquito de su tocador.
Sospechaba que Fred lamentaría lo que fuera que le había hecho.
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