Capítulo 28: La Idea
Allison
Tenía un grave dilema. Faltaba una semana para mi matrimonio con Fred y por fin tenía las pruebas que necesitaba de sus planes perversos, pero lamentablemente nadie podía ser juzgado ante la ley por planear algo y yo necesitaba que Fred sufriera alguna consecuencia por creer que podía logar quedarse con mi dinero, pero ¿cómo?
Si la gente fuera arrestada y encarcelada por pensar algún crimen, entonces todos viviríamos encerrados. Hasta yo había escrito algún mensaje alguna vez diciendo que quería matar a una persona, pero no iba enserio.
No tenía forma de probar que Fred tenía una real intención de contratar un sicario para que me asesinara fingiendo que era un secuestro solo porque lo dijo por teléfono. Aún si eso llegaba a la corte, cualquier abogado defensor decente destruiría el caso, y, por lo tanto, Fred no era un criminal.
Necesitaba pensar en alguna forma de acabarlo, pero tenía cada vez menos tiempo y lo único que quería era sacarlo de mi vida lo antes posible.
Entonces, una mala idea llego a mi cabeza, una que la Allison de hacía cuatro años hubiera pensado que era una idea de cobardes y perdedores, pero la de ese momento, creía que era lo mejor que podía hacer.
Sí, no sería algo justo, pero la vida no era justa y no todo salía siempre como uno lo quería, pero recién lo había podido comprender del todo en ese momento.
[...]
Estaba sentada en el balcón de mi cuarto, cuando Fred apareció a mi lado.
—¿Por qué me querías ver, pastelito? —iba a intentar besarme, pero yo lo detuve y corrí mi rostro.
—Deja de fingir —pedí con seriedad.
Él me miró desconcertado y yo suspiré.
—Siéntate —le ordené, apuntando la silla frente a mí.
Fred acató la orden, aún confundido.
Yo tomé del suelo un sobre amarillo con todas las cosas que tenía que probaban que él había planeado casarse conmigo, asesinarme y quedarse con todo mi dinero.
—Aquí tengo todo lo que has planeado todo este tiempo. La Allison de hace cuatro años hubiera tomado su moto y te hubiera arrollado sin piedad, y luego le hubiera pagado al mejor abogado del país para salir con el menor castigo posible —dije, sin filtro—, pero la de ahora solo quiere estar en paz y disfrutar de su vida y no podré hacerlo si hago alguna estupidez como esa.
—N-no entiendo...
—¿Quieres dinero? —tomé mi chequera que tenía metida dentro del bolsillo de mi chaqueta y arranqué un cheque—. Pone un monto. Si quieres podemos calcular todas las pensiones que pagarte mi padre a ti y a tu hermano, lo puedo pagar.
En ese momento, Fred pareció tener claro de lo que estaba hablando, pues su expresión cambió drásticamente.
—Ally, yo... —comenzó a palidecer—. Yo no pensé, yo solo...
—No necesito que expliques nada —lo interrumpí—. Quiero que desaparezcas de mi vida y la de mi familia y claro, que cierres la boca respecto al tema. Quizás somos medios hermanos, pero no somos familia... Nunca lo seremos.
Yo no tenía las intenciones de relacionarme con ellos y él no tenía la intención de hacerlo conmigo, por algo no le importaba que muriera.
Los ojos de Fred comenzaron a enrojecerse y a aguarse, pero no sentí el más mínimo sentimiento de compasión. No podía.
—Él jamás fue un padre... de ninguna manera. Todos los ricos son iguales —dijo con resentimiento—, incluso los Roche.
Yo asentí. No discutiría eso con él, principalmente porque mi padre nos había dejado mal parados a todos con sus malas decisiones. Él había quedado como el típico arribista hipócrita que creía que un divorcio era algo más terrible que tener una amante y una segunda familia.
—Entonces no volverás a acercártenos porque entonces, haré que arrepientas —amenacé—. Y tampoco comentaras nada al respecto con nadie porque papá ya está muerto, ya no lo puedes perjudicar, y los demás, no tenemos nada que ver.
Le estaba dando la oportunidad de retirarse de forma pacífica y si no lo hacía, entonces les pagaría a unos matones para que le dieran una buena paliza, sin dudarlo.
Fred tomó el chequé y yo le entregué una pluma que tenía sobre la mesa para que escribiera el monto que quería.
Cuando terminó, me devolvió la pluma y miré por encima para ver el número. Había muchos ceros, pero nada que no pudiera pagar.
Fred intentó tomar el sobre amarillo, pero yo se lo arrebaté.
—No, esto me lo quedaré yo.
Fred asintió sin otra opción. Yo sabía que él tenía claro, más que nunca, que, al enfrentarse a mí, saldría perdiendo.
—Adiós, Allison.
—Ah, espera...
Fred volvió a girarse hacia a mí y yo enterré mi puño contra su nariz, provocando que él la agarrara con dolor, al mismo tiempo que se quejaba y un poco de sangre corría por entre sus manos.
—Ahora sí, adiós —dije satisfecha.
Fred me dio una mirada de dolor, pero no dijo nada más, solo fue lentamente hacia la puerta y salió de la habitación, dejándome a mí en paz, por fin. Después de más de veinte años, podía decir que me sentía completamente tranquila, sin ningún problema dando vueltas en mi cabeza.
[...]
Mis abuelos estaban consternados. Yo temía que tuvieran alguna clase de ataque cardíaco, pues tenían demasiada edad, pero por suerte, con el paso de los minutos, fueron asimilando todo.
Entre mis primos y yo les habíamos contado del asunto de mi padre, su amante y Fred, además, de haberles informado la única solución que había podido encontrar que no afectaría a toda la familia y que a mí por fin me liberaría.
Si lo que había hecho el desgraciado de mi padre se hacía público, entonces cosméticos Athena y la familia estarían en problemas, por eso también había evitado el hacer un escándalo, pues yendo a un juicio, todo saldría a la luz. Con esta solución suponía Fred no diría nada, pues si se había quedado callado tanto tiempo, ahora que le había dado un millonario cheque, no solitaria nada jamás.
—Yo eduqué a ese niño con valores, ¿qué hice mal? —se preguntó mi abuelo.
Yo me senté junto a él y tomé sus manos entre las mías.
—Nada, abuelo, él fue el único que hizo algo mal —lo tranquilicé.
Mi abuelo me miró. Sus ojos estaban brillantes por las lágrimas que se acumulaban, lo que sólo me hizo querer abrazarlo. Él recibió mi abrazo y besó mi cabeza.
Mi abuelo creía que su familia era tan buena, que sus hijos eran maravillosos y que eran todo un modelo a seguir, pero, al menos mi padre, no lo era.
Mi abuelo estaba decepcionado y seguramente se sentía traicionado, pero yo sabía que se le pasaría.
Se separó de mí y limpió sus lágrimas.
—Bueno, al menos lo descubriste antes, Ally, porque no sé qué hubiera hecho si te llegaban a lastimar.
—Tranquilo, abuelo, nadie puede conmigo —aseguré.
Todos soltaron unas pequeñas risas.
El ambiente estaba bastante tenso y suponía que mis abuelos estaban muy afectados, no sólo por la gran mentira de mi padre, sino porque Fred pretendía lastimarme a mí y quizás lo hubiera logrado si no hubiera sido por mi madre.
—Bueno, hay algo más que debo decirles —ambos me miraron interesados—. Estoy enamorada... esta vez de verdad.
—Ally, por Dios, dime que no vas a comprometerte de nuevo —pidió mi abuela—. O mejor, dime que esta vez si te vas a casar y que no vamos a desperdiciar todo lo que compramos.
—Más importante aún, ¿quién es el pobrecito? —preguntó mi abuelo con una sonrisa divertida.
—Les diré eso cuando sea oficial, por ahora solo aseguraré que les va a gustar —dije con una sonrisa.
Quizás, todos los demás seres humanos hubieran pensado que debí haber perjudicado a Fred de alguna manera, no darle dinero y que se fuera así de simple, pero ya no quería vivir así, llena de problemas.
Después de la muerte de mi padre solo le habían seguido un montón de problemas y angustias que me habían amargado, que habían hecho que no pudiera confiar de verdad en nadie jamás, ni siquiera en mí... Entonces llegó Alexander.
Alex me había vuelto a enseñar lo que era el poder confiar en alguien, lo que era ser realmente bueno y feliz otra vez.
Sí, su existencia también me había llenado de caos al cambiar mis planes de vida abruptamente, pero sabía que lo que seguía después sería mucho mejor que lo que había planeado.
Fred había estado todos esos años resentido y podía apostar que jamás había sido realmente feliz. Yo no quería vivir el resto de mi vida así, quería ser como mis abuelos.
Quería estar con la persona que más amaba a mi lado, creando momentos juntos y sonriendo, incluso cuando hubiera malos momentos, y sabía que esa persona tenía que ser Alexander.
«Que patética eres, Allison».
Al menos era una patética feliz.
¡Holis!
Yo sé que a muchos les hubiera gustado que Fred tuviera su merecido, a mí también, pero sentí que Ally ya había pasado por tantos problemas que no quería meterla en uno más grande. Solo tenía que sacar a Fred de su vida y ya.
Quizás Fred no sufrió gran cosa ahora, pero el pasar toda su vida sin que su padre lo reconociera y que sus medios hermanos tuvieran una vida de lujos, mientras el no, siento que ya era bastante.
Todavía queda el capítulo final, que espero que les guste ;)
¡Besitos!
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