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Capítulo 27: Adrenalina

Alexander

Era algo incómodo fingir que entre Ally y yo no pasaba absolutamente nada cuando hacía tan solo diez minutos nos habíamos estado besando en la biblioteca que había en la mansión.

Quedaban solo dos semanas para que fuera el matrimonio y los investigadores no habían descubierto nada malo de Fred más que no amaba a Ally.

Sí, lo habían grabado hablando por teléfono con su madre, diciendo que nadie cuerdo podía amar a alguien tan desagradable como Allison Roche, pero eso no era suficiente como para probar que tenía planes de lastimarla.

Yo siempre supe que yo estaba demente, porque ahí estaba yo, amando a Allison Roche. Sí, definitivamente la amaba, ya lo había aceptado por completo.

No sabía si Ally me amaba también y eso me preocupaba mucho, más de lo que creí que podría preocuparme. Por alguna razón que no podía evitar, quería ser el amor de la vida de Ally. Quería ser el hombre de su vida.

A veces me costaba creer que Allison pudiera amarme tanto, pero luego lo pensaba... ¿Cuándo Ally había sido tan apegada a un hombre? ¿Cuándo en su vida había querido algo real con alguien? Nunca, al menos no hasta ese momento.

Ally me llamaba cada vez que sabía que estaba en horario de almuerzo y casi todas las tardes iba a meterse a mi departamento luego de terminar su trabajo, aunque fuera media hora para verme y darme unos cuantos besos. Sí no me amaba o al menos quería mucho, entonces no entendía que pasaba.

Por suerte, Fred no le tomaba mucho tiempo gracias a su horario de trabajo demandante. En todo ese tiempo habían salido apenas dos veces a cenar y Ally solo había tenido que aceptar unos besos superficiales en los labios un par de veces, aguantando el asco que le provocaban.

En ese momento había una cena en la mansión Roche para festejar el baby shower del bebé de Mía, a quien tan solo le faltaban dos meses para dar a luz, por lo que, mientras esperábamos que estuviera lista la cena, estábamos en la sala.

Fred estaba ahí, abrazando a Ally por la cintura y matándome a mí lentamente.

Yo aún no era nada de Ally oficialmente, solo su alguna vez falso prometido y eso no era nada bueno. No me quedaba de otra que aguantar que Fred, el supuesto futuro esposo, la abrazara y besara de vez en cuando.

Ally fingía que estaba feliz, pero sabía que en el fondo quería morir también.

De pronto, su mirada se topó con la mía y me dio una sonrisa sincera, no como las que le daba a Fred.

Por estar perdido mirando a Allison, no me di cuenta de que Jocelyn y Kathy estaban una a cada lado mío.

—Disimula, Alexander —me dijo Jocelyn, sacándome de mis pensamientos.

—A-ah, s-sí... lo siento.

Kathy rio y luego me dio unas palmadas en el hombro.

—Siempre supe que cuando volvieras, a mi prima se le zafaría un tornillo —dijo divertida—. Nos vemos.

—Adiós.

Ambas se alejaron y entonces, volví a mirar a Allison. Sí, no era que fuera malo para disimular, sino que ¿cómo podría prestarle atención a algo más si Ally estaba ahí?

[...]

Cuando desperté en la mañana y vi a Ally junto a mí, no pude evitar sonreír.

Siempre se veía tan linda y angelical en las mañanas, aunque no lo fuera, pero al menos lo parecía.

Era la primera vez que dormía con ella en esas dos semanas que llevábamos teniendo lo que parecía una clase de relación de amantes y no me arrepentía... sí me sentía algo mal de estar en la misma mansión, pero al menos la habitación de sus abuelos no estaba cerca.

No tenía idea de cómo lo haría para irme y no levantar sospechas o la mentira que diría si descubrían que estaba ahí tan temprano, pero estaba más preocupado de otras cosas en realidad, por ejemplo, en el futuro que quería tener con la mujer a mi lado.

—Ally, ya son las nueve —le dije, mientras jugaba con su cabello, delicadamente.

Ally se removió y se quejó.

—Del sábado, déjame dormir más —pidió, cubriéndose con las sábanas y dándose vuelta para darme la espalda.

—¿No trabajas los sábados?

—No los que no quiero.

Yo rodé los ojos y me pegué a ella, abrazándola por la cintura.

—¿No crees que debería irme?

—No.

—Pero mientras más tarde me vaya, más fácil es que descubran que dormí aquí.

Ally se giró hacia mí y enredó sus piernas con las mías.

—Intenta irte ahora —me desafío divertida.

—Me rindo.

—Que fácil eres...

Ambos reímos y comenzamos a besarnos.

La verdad, yo me preocupaba demasiado de todo, una vez que no me preocupara en exceso no haría daño.

Ally subió sobre mí, sin dejar de besarme y yo pude sentir como mi miembro comenzó a reaccionar. Ya estaba imaginado lo increíble que sería lo que pasaría, cuando alguien tocó la puerta y Ally separó sus labios de los míos para prestar atención.

Ally, tu prometido está aquí para ver algo de la ceremonia, ¿lo dejo pasar? —pregunto Rosie.

—¡No! Q-quiero decir, espera un momento.

Ally salió de encima de mí disparada y yo bajé de la cama para tomar mi ropa del suelo, pues estaba solo en bóxer.

—No me digas que sabias que venía...

Ally me dio una sonrisa nerviosa, mientras sacaba ropa de un cajón apresuradamente.

—Lo había olvidado...

Yo iba a quejarme y a darle un pequeño sermón, pero ella me tiró de un brazo y me llevó hacia el baño, impidiéndomelo.

—¡Dile que pasé, Rosie! ¡Yo me daré un baño!

Ally se metió al baño conmigo y cerró la puerta con seguro.

—¿Qué haces? —le pregunté en susurro.

—Si lo hacía esperar más habría sido sospechoso.

Ally fue hacia la regadera y abrió la mampara.

En ese momento, el sonido de la puerta abriéndose y luego cerrándose, se oyó.

—¿Ally? ¿Está todo bien?

—¡Sí, amor, solo que no quería que me vieras sin darme un baño! —mintió Ally.

Se escuchó la risa de Fred.

Bien, estaré en el balcón viendo unas cosas, ¿sí?

—¡Claro, no tardo!

Ally se quitó su vestido para dormir.

—Bien, este es el plan: me daré una ducha, saldré y llevaré a Fred hacia la sala o la oficina. Tienes dos opciones: me esperas aquí a que termine y luego te llevo a casa o sales tú solo por la puerta trasera y caminas al subterráneo.

Por suerte, ya no tenía auto, ya que, haberlo dejado en la mansión toda la noche, me hubiera delatado.

—¿Qué prefieres tú?

—Lo sabes.

—Bien, te esperaré.

Ally me dio una sonrisa.

—Debes admitir que es algo excitante esta situación.

Yo negué horrorizado.

—Tú prometido está ahí afuera...

—Precisamente... y evita decirle prometido.

Ally encendió el agua de la regadera y se metió.

—¿Vienes?

Yo me iba a negar, lo juro, pero entonces me dio una sonrisa traviesa y solo pude asentir como un idiota.

Con Ally cerca, mi ángel interno dejaba de funcionar y eso me asustaba un poco.

Toda mi vida me había enamorado de supuestas niñas buenas o de mujeres tranquilas y nada extrañas. Con Carol, lo más emocionante que había hecho había sido bajar un cerro en bicicleta, aunque en ese entonces había sido toda una aventura para mí.

En cinco años con Ally entrometida en mi vida, todo se había revuelto. Había hecho más cosas locas que durante mi adolescencia, por ejemplo: tener sexo en la ducha con una mujer, mientras en la habitación de al lado estaba su medio hermano y prometido... Sí, estaba seguro de que esa sería una de las cosas más extrañas que haría en mi vida. 

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