Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 24: Enojo

Allison

Nada. Nada de nada.

Estaba furiosa, estaba llena de ira y necesitaba descargarla contra alguien, por lo que, desde que había llegado a la empresa en la mañana, todos mis trabajadores comenzaron a sufrir las consecuencias.

El que debía recibir mis descargas debía ser Fred, pero por el momento, no podría hacerlo.

El investigador que había contratado para seguir a Frederick no había logrado encontrar nada aún que me sirviera, y con tan solo un mes para la boda, estaba a punto de perder la paciencia.

El día anterior había tenido que ir a ver el modelo del pastel... una de las cosas más estúpidas de los matrimonios. ¿Por qué había pastel en las bodas? ¿No eran para los cumpleaños?

Al día siguiente tendría que ver lo de la luna de miel y eso sí que no me gustaba. El tener que pensar en ir de luna de miel con mi medio hermano me daba náuseas.

Durante toda la tarde de ese día estuve dedicándome a arremeter contra mis trabajadores cada vez que cometían aunque fuera el más mínimo error.

—¿Qué clase de informe es este?

—Pues... un informe de ventas, señorita —respondió insegura la mujer.

Di vuelta las hojas con mis manos, tomándolas de forma horizontal y las partí a la mitad, tirando de los extremos.

—Repítelo y arréglalo.

—Pero ¿qué era lo que está mal?

Yo la miré con fastidio.

—¿Tengo que decirte como hacer tu trabajo?

—No, señorita, con permiso.

La mujer salió de mi oficina rápidamente y yo agarré mi cabeza con ambas manos. El mal humor me estaba provocado un dolor de cabeza.

Tomé el teléfono de encima de mi escritorio y marqué el botón para llamar a la secretaria. La mujer no demoro más de unos segundos en abrir la puerta de mi oficina y entrar.

—¿Qué sucede, señorita?

—Necesito un analgésico y un vaso de agua purificada. Demórate más de cinco minutos y te despido.

—Voy inmediatamente, señorita.

Me dio una sonrisa nerviosa para luego salir casi corriendo y yo puse el cronómetro en mi celular. Yo me tomaba enserio mis amenazas.

[...]

Ir con Katherine de compras era algo que detestaba.

Yo era una persona algo materialista, ¿pero ella? Ella se creía muñeca Barbie a la que había que comprarle todos los accesorios por separado... y eran muchos accesorios.

Ya había decidido el lugar en el que sería mi supuesta luna de miel hacía dos días, pero aún faltaban cosas, cosas como la lencería que usaría.

Yo no quería comprar lencería, menos cuando se suponía que la usaría con Fred, pero si me negaba, levantaría sospechas, en especial porque Kathy les reportaba a mis abuelos todo lo que hacíamos cuando ella me acompañaba de compras.

Estaba de muy mal humor. No solo no había tenido ninguna pista del plan perverso de Fred, sino que Alexander había desaparecido durante esos días. No me había llamado, ni enviado un mensaje y menos lo había visto. Se sentía como cuando se había ido a Nueva York.

¿Todo eso significaba que no quería nada conmigo?

—¿Blanco o negro?

Katherine tenía dos conjuntos de lencería idénticos, pero en distintos colores.

—Negro.

—Blanco mejor.

No entendía para que me pedía mi opinión cuando ella decidiría todo por mí.

Kathy me entregó el conjunto y siguió viendo los otros.

Estábamos en una tienda especializada, en donde todo costaba muy caro, un sujetador costaba el triple de uno cualquiera. Yo nunca había comprado ropa interior ahí, pero Kathy parecía conocer bien el lugar y por eso me había llevado.

—Este está muy sexy —comentó mostrándome otro conjunto blanco.

Yo, en vez de evaluar lo sensual del diseño, me preguntaba el porqué tenía tantas tiras. Entre las ligas, las cintas, las medias y el encaje me mareaba un poco.

—Lo que digas.

—Lo llevaremos entonces y en negro también... ¡No! En rojo también —sacó otro conjunto idéntico, pero en color rojo intenso—. Bien, con esto cinco estarás bien, ¿no?

—Yo pensaba que necesitaría solo uno...

—Que aburrida eres para algunas cosas, Ally.

Luego de pagar una cantidad ridícula para ser ropa con la que apenas te cubrías el trasero y los senos, fui con Kathy de vuelta a la mansión.

Cuando entramos, Kathy me pasó las bolsas.

—Pruébatelos pronto para saber si hay que comprar otros o arreglarlos.

Yo asentí con poco ánimo y fui directo a mi habitación.

Luego de resolver unas cosas de la empresa, sentada en el balcón frente a mi laptop, Miriam entró a mi cuarto.

—Señorita, su abuelo me dijo que el vuelo se había retrasado y que volvería mañana.

—Gracias por decirme, Miriam.

—Con permiso —dijo, saliendo y cerrando la puerta detrás de ella.

Mis abuelos habían ido de viaje a Grecia por su aniversario. Grecia era uno de los lugares favoritos de mi abuela y sospechaba que el retraso del vuelo había sido apropósito. No entendía porque debían devolverse rápido de todas maneras, pues ellos ya no trabajaban ni tenían responsabilidades. Lo único que tenían que hacer en sus ochenta años era relajarse y disfrutar.

Cuando cerré la laptop, la llevé hasta el lugar donde la guardaba siempre y me quedé pensando en que hacer.

Cuando divisé las bolsas de compras, decidí hacer lo que Kathy me había dicho y me comencé a probar los conjuntos.

Todos me habían quedado perfectos, pero mi favorito era el rojo. Ese color era uno de mis favoritos y le sentaba bien a mi color de piel.

—Con un labial rojo Athena quedaría más que perfecto.

Decidí ir a mi tocador y saqué uno de mis labiales de veinticuatro horas de duración para probar como se veía.

Normalmente no me maquillaba si no iba a salir por dos razones: gastaría maquillaje para que nadie me viera y no tenía tiempo para perderlo en eso.

Sí, era cierto eso de que las mujeres nos maquillábamos para nosotras mismas y no para impresionar hombres, al menos yo lo hacía, pero de todas maneras la idea era que alguien lo apreciara además de una misma. ¿A quién demonios le interesaba llamar la atención de un hombre con maquillaje? Los hombres eran más simples que eso, empezando porque la mayoría no sabían diferenciar cuando alguien tenía las pestañas encrespadas y cuando no.

Al final, las mujeres se maquillaban para sentirse bien con ellas mismas... y de paso impresionar a otras mujeres. Había que admitirlo, las mujeres eran muy competitivas, o al menos la gran mayoría.

Luego de que el labial se secara y quedara bien impregnando en mi piel, me encrespé las pestañas y les puse algo de máscara.

Realmente estaba ociosa.

Luego de hacerme un leve maquillaje me miré en el espejo grande de mi cuarto. Me sentía tan bien que era una lástima que eso fuera a usarlo con Fred, supuestamente, pues jamás hubiera sucedido tal cosa.

—Suficiente por hoy —me dije después de analizar cada parte de mi teñida.

Estaba por bajarme una de las medias, cuando la puerta de mi cuarto se abrió y quedé petrificada.

Pensé que sería Miriam o Rosie, lo que me hubiera avergonzado en demasía, pero cuando vi a Alexander tan en shock como yo, me quise morir.

—H-hola... Yo n-no... —Alexander comenzó a tartamudear y a vacilar—. Es que Rosie m-me dijo que podía... lo siento.

Yo negué sin saber que decir. No tenía nada para cubrirme por ahí y el ver que Alex no se movía me estaba poniendo aún más nerviosa.

—D-dame un segundo —pedí, yendo al baño.

Por suerte, dentro de mi baño tenía una bata, la cual me puse rápidamente para cubrirme.

«Al menos no estabas sin ropa».

Bueno, lo de estar sin ropa podía haberlo explicado, pero ¿cómo explicaba que estaba con lencería y maquillaje puesto a esa hora y sin nadie en mi cuarto más que yo misma?

Cuando salí intentando pensar una excusa, Alexander estaba sentado en el borde de mi cama mirando el piso, jugando con los dedos de sus manos y mordiendo su mejilla por dentro, y recién en ese momento, me percaté de que e habían quitado el yeso de la pierna. Si no hubiéramos estado en esa situación tan incomoda, le hubiera preguntado al respecto.

—Lo siento —se disculpó nuevamente—. Debí tocar la puerta...

Sí, debió hacerlo, pero ya no había vuelta atrás. Como me hubiera gustado tener una máquina del tiempo en ese momento.

—Yo... bueno, estaba probando esto... se supone que es para mi luna de miel —expliqué.

Él me miró extrañado.

—¿Lo usaras con Fred?

Yo negué asqueada.

—No, claro que no. Se supone que debería, pero no tuve más opción que comprarlo para no levantar sospechas... Kathy me acompañó para vigilarme y le cuenta todo a mis abuelos.

—Ah..., pues te queda bien.

Eso me hizo sentir algo extraña. ¿Qué debía responder a eso? 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro