Capítulo 21: Sin Privacidad
Había entrado a trabajar. Para mi buena suerte, una de las maestras de lenguaje de la secundaria Blackburn había comenzado con su licencia de prenatal, por lo que necesitaban un maestro sustituto.
También me habían quitado el cabestrillo y ya podía usar mi brazo como normalmente lo usaba, lo que me ponía mucho más feliz. Solo seguía manteniendo el yeso en mi pierna, pero ya no necesitaba las muletas todo el tiempo.
En ese último tiempo había estado viendo a Miranda de vez en cuando en la cafetería. Ella era la única amiga que tenía en la cuidad y se sentía bien hablar con alguien de vez en cuando en persona, pues a Jessie y a Jackson solo podía verlos a través de una pantalla.
Entre las conversaciones con Miranda, le había aclarado lo que había sucedido con Allison cuatro años atrás y que no estábamos casados, pero también le comenté mis sentimientos por ella.
De todas las mujeres existentes en el mundo, yo me había enamorado de una loca desquiciada y millonaria. Se notaba que sabía elegir bien.
En ese momento estaba en mi primera clase del día, con el curso más grande que tenía.
Los adolescentes de catorce años no eran mis personas favoritas, pero intentaba sobrellevarlo.
Al ser el primer día que los veía, hice que todos hicieran una actividad para conocernos, por lo que no pase nada de materia ese día, solo les expliqué lo haríamos durante lo que quedaba del año escolar y mi forma de trabajo.
Gracias a la actividad, no me tarde más de cinco minutos en descubrir quienes eran los populares del curso, los nerds, los desastrosos y los abusadores.
Hice lo mismo con los otros dos cursos que tenía ese día y aun cuando no había hecho clases como tal, había quedado agotado. Ya que, había sido un día más relajado para los chicos, era difícil mantenerlos tranquilos y concentrados. Había perdido la cuenta de a cuantos había reprendido por lanzar papeles, conversar cuando no debían, subirse a las mesas y otras cosas.
Estaba en la sala de maestros, a la hora de salida de los trabajadores. Estaba guardando unas cosas en mi mochila, cuando un mensaje llegó a mi celular.
"Ven a la empresa apenas puedas", decía el mensaje de Allison.
No tenía una idea de porqué quería verme tan urgente, pero lo averiguaría después.
Cuando terminé de guardar mis cosas, salí de la escuela y fui hacia el subterráneo para ir en dirección a la empresa de los Roche.
No me demoré demasiado, solo unos quince minutos y apenas crucé la puerta principal, me acerqué al mesón para preguntar dónde quedaba la oficina de la presidenta. Desde que Allison se había hecho presidenta, yo no la había visitado en el trabajo, por lo que ya no sabía dónde estaba su oficina.
—¿Tiene una cita?
—Eh... No, pero ella me dijo que viniera.
La secretaria me miró de pies a cabeza, algo despectiva, y luego tomó el teléfono que había encima.
—Hola, comunícame con la señorita Roche —pidió luego de unos segundos y nuevamente se quedó en silencio por un momento—. Señorita, hay un hombre que quiere verla... —alejó un poco el teléfono y me miró—. ¿Cómo se llama?
—Alexander Meyer.
Volvió a poner el aparato en su oreja.
—Alexander Meyer, ¿lo dejo pasar?... Está bien.
La mujer colgó la llamada y me dio una sonrisa.
—La señorita Roche lo espera en su oficina. Es en el último piso a mano derecha.
—Muchas gracias.
Fui hacia los asesores y subí al piso veinte, para luego doblar a la derecha.
Justo antes de la oficina había otro mesón, con otra muchacha.
—¿Alexander Meyer? —me preguntó. Yo asentí.
La chica se paró de su asiento y fue a tocar la puerta. Cuando la abrió, dijo:
—El señor Meyer está aquí.
—Déjalo pasar —oí decir a Ally.
La secretaria me dejó pasar y cerró la puerta después de que entrara.
La oficina de Allison era enorme, aunque no sabía para qué, si los muebles apenas usaban la mitad.
—Toma asiento —me ordenó, mientras miraba su laptop sobre el escritorio.
Me senté en una de las sillas frente a ella y esperé a que hablara, pero como no dijo nada, decidí empezar la conversación
—¿Qué pasa?
Ally cerró su laptop y me miró seria.
—Pasa que eres un maldito mentiroso como todos los hombres existentes en este universo.
—¿Cómo? —pregunté, sin entender.
—Mentiroso, mentiroso, mentiroso y mentiroso. ¿Te lo repito? Mentiroso.
—Sí, escuché eso, ¿pero por qué?
—¿Por qué? —pareció ofendida—. ¿Por qué? ¿En serio me preguntas "por qué"? —golpeó el escritorio con las palmas de sus manos, provocando que diera un salto—. Yo te voy a decir por qué.
—Eso quiero...
—¡Cállate!
Me quedé completamente quieto, sin decir nada porque podía ver que en cualquier momento le saldría fuego por la boca.
Allison se levantó de su asiento, se acercó a mí, movió mi silla con fuerza y puso sus manos cada una sobre los brazos de la silla, acercando su rostro al mío.
—¿Cuándo pretendías decirme que había vuelto a ver a tu amiguita Miranda? —preguntó entre dientes.
—¿Qué?
¿Cómo sabía Allison qué había vuelto a hablar con Miranda? ¿Nos había visto?
Ally se alejó y caminó de vuelta a su asiento. Abrió un cajón del escritorio y sacó un sobre de dentro, el cual tiró encima del escritorio.
Yo lo tomé con desconfianza y lo abrí, bajo la mirada molesta de Allison.
Saqué un montón de fotos, en las que salía yo, a veces solo y otras veces con Miranda.
—¿Me estabas espiando?
Allison soltó una risa irónica.
—Yo no tengo tiempo para eso, trabajo.
—¿Enviaste un investigador para seguirme? —pregunté horrorizado.
—¿Por qué no me dijiste lo de Miranda?
—Responde mi pregunta —pedí, casi como una orden.
Estaba muy molesto, más molesto de lo que nunca había estado en mi vida.
Desde que conocía a Allison sabía que era capaz de hacer cosas locas, empezando por el hecho de que me hubiera pedido que me casara con ella cuando me acababa de conocer, ¿pero eso?
No podía creer que Allison estuviera tan demente como para seguirme.
—Responde la mía.
El hecho de que no le importara el haber violado mi privacidad, me había enfurecido más.
Me paré de golpe y tiré las fotografías sobre el escritorio de manera violenta, provocando que Allison quedara impactada.
—No tenías derecho a espiarme, menos a pedirme explicaciones —reclamé—. No somos nada, Allison, ni siquiera alcanzamos a ser amigos porque tú te empeñas en destruir la relación que sea que tengamos.
—¿Yo? —Allison también se puso de pie—. Las relaciones son de más de uno, Alexander.
—Si no fuera por tu maldita forma de ser, podríamos incluso ser cercanos —aseguré—. Pero un día quieres una cosa, otro día otra y no puedo comprenderte, por más que quiera y lo intente.
—¡Pues tu eres igual! —se quejó—. Un día besas a Carol, otro a mí y ahora le toca a Miranda.
—¡¿Qué?! —comencé a titubear sin saber que responder a esa tontería—. ¡Eso no es cierto! Y si así fuera, a ti no te importa, porque tú dejaste en claro que no te importaba.
Allison abrió la boca para responder, pero no dijo nada, solo se acercó a mí y tomó mi rostro con sus manos para luego darme un beso bastante brusco.
No lo dude más de dos segundos y tomé los brazos de Allison para separarla de mí.
—No vuelvas a besarme en tu vida, Allison.
La solté y fui rápidamente a la puerta para salir de la oficina, sin voltearme a verla.
Mientras caminaba por el pasillo hacia los ascensores, limpié mis labios con la manga de mi suéter y luego me dispuse a salir de la empresa.
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