Capítulo 2: Reencuentro
Por más que mamá me había dicho que debía ir a buscar mi auto a la mansión Roche, yo no tenía la intención de hacerlo.
No quería volver a ver a Allison en lo que me quedaba de vida. La vida con ella dentro era un lío, pero cuando ella no estaba, era pura paz y tranquilidad. Lo había comprobado en Nueva York, donde estuve cuatro años tranquilamente y sin envolverme en líos.
A pesar de mi intención, sabía que no podía evitar a la familia por completo, ya que, si en Nueva York se veían los grandes carteles promocionando cosméticos Athena, en la ciudad donde se encontraba su sede principal, en cada esquina había al menos un afiche publicitario.
Ese día tenía intención de ir a una librería a comprar unos libros para pasar el largo rato que me quedaban de vacaciones antes de entrar a clases en Blackburn.
Sí, volvería a la secundaria Blackburn a comienzos del año escolar, por lo que aún tenía unos cuantos meses de vacaciones.
Salí del edificio en dirección al subterráneo y cuando bajé las escaleras, lo primero que vi fue un anuncio de la nueva crema hidratante con esencia de coco y nuez de cosméticos Athena.
"Athena. Esencia divina", decía en letras enormes, las cuales eran imposibles de pasar por alto.
Luego de un viaje de más o menos veinte minutos, subí las escaleras del subterráneo para salir a la calle y caminé unos metros hasta llegar a la librería más grande que había en el centro de la ciudad.
Entré al lugar y me metí entre los pasillos llenos de libros para buscar los que quería y algún otro que me llamara la atención.
La sección de ciencia ficción siempre había sido una de mis favoritas, por lo que tomé cinco libros de ahí. Todos estaban envueltos en plástico para que no se maltrataran, pero siempre había uno de muestra para que la gente lo hojeara.
Comencé a caminar hacia el final del pasillo, mirando los libros en las repisas, cuando, por accidente, choqué con alguien.
Los libros de la chica cayeron al suelo, por lo que, sin pensarlo, me agaché a recogerlos, dejando los míos en una pila a un lado.
Me paré con los libros en la mano y cuando se los iba a entregar, se volvieron a caer por la sorpresa.
—Que bueno que están sellados o los hubieras arruinado bastante.
—Sí...
En realidad, no había oído lo que me había dicho.
—Alexander, ¿estás bien?
—Sí...
No, no lo estaba. Se suponía que evitaría a Allison Roche el resto de mi vida, pero no tarde más de una semana en volver a encontrármela.
Había cambiado un poco. Tenía el cabello más largo, con la misma tintura, pero un flequillo cubría su frente; estaba vestida con ropa más formal y, aun cuando no estaba en una ocasión especial, tenía puestas unas joyas pequeñas (algo que la Allison que conocía, no hacía).
—Lo siento —dije, recuperando la compostura—. Fue la sorpresa.
Volví a agacharme y recogí los libros para dárselos.
Cuando Allison los tomó, noté algo en su mano. ¿Un anillo de compromiso?
Parecía que ella había notado que dejé mi vista pegada en su anillo, porque no tardó en quitar su mano de la vista.
—Bien, fue un gusto ver...
—¿Te casaras de nuevo? ¿Qué no aprendiste nada de la última vez que intentaste engañar a tu abuelo?
Ella no pareció feliz con mis preguntas, pues me miró con desagrado y el ceño levemente fruncido.
—Alex... yo ya soy la presidenta de cosméticos Athena y respecto a lo demás, mi abuelo cambió el testamento otra vez... lo único que no será mío será la casa de vacaciones y algo de dinero y créeme que puedo vivir con eso.
—¿Entonces...?
—Conocí a alguien... Sé que es algo extraño viniendo de mi parte, pero es enfermero en el hospital donde está mi madre.
Bueno, eso me hacía entender que su madre aún estaba viva, la cual era una de mis preocupaciones.
—¿Y-y como esta ella?
Ally se encogió de hombros, tratando de restarle importancia, pero sabía que sólo era una forma de evitar los temas sensibles.
—Ya no te recuerda —me dijo—. A penas me recuerda a mí, a veces cree que soy una enfermera —dijo, dando una risa algo triste al final.
Podía notar como evitaba mirarme a los ojos y aguantaba el dolor que le causaba el tema.
—Bueno..., pero tu novio debe ser de ayuda, ¿no?
Ally asintió.
—Sabe tranquilizarla sin necesidad de los sedantes y la trata muy bien.
—Qué bueno que hayas encontrado a alguien por fin... tu abuelo debe estar feliz.
Volvió a asentir quitando la mirada, pero no tenía idea de porqué.
—Ally... —oí qué alguien llamaba su nombre. En ese momento apareció un hombre en el pasillo—. Encontré el que querías...
El hombre levantó la mirada y nos vio a los dos.
—Qué bueno... —Ally se volteó a verlo—. Fred... él es Alex, un amigo.
El tal Fred se acercó y me extendió la mano.
—Un gusto conocer al fin a un amigo de mi chica, ya que, por lo que he visto, no tiene muchas amistades reales.
Por alguna razón, su sola forma de hablar no me gusto, pero aun así respondí su saludo.
Fred debía medir un metro noventa, lo que era algo intimídate; tenía la piel clara; el cabello oscuro; una barba que lo hacía ver muy masculino y unos ojos oscuros, casi negros.
Fred parecía años mayor que yo, pero en gran parte de debía a que yo parecía de veinte. Apenas tenía cabello en la cara y mis facciones no eran tan duras.
—¿Y por qué no lo conocí antes?
—Estuvo viviendo en Nueva York los últimos cuatro años.
—Pero antes de eso, éramos muy buenos amigos —comenté.
Ally me miró amenazante por el comentario, pero yo no le preste atención.
—Bueno, creo que tenemos que agregar a alguien en la lista de invitados la boda entonces.
Ally asintió con una sonrisa que, pude notar, era una fingida.
—¿Puedes ir a pagarlos por mientras? —le preguntó Ally a Fred, refiriéndose a los libros—. Yo voy en un rato.
—Claro, pastelito —Fred le dio un beso a Ally y yo debí aguantar la risa por el ridículo apodo.
Cuando Fred ya no estuvo a la vista, solté una risa.
—Pastelito...
—Cállate —Ally se acercó a mí y me tomó por la camisa—. Mira, maestrucho. Te voy a decir algo simple y quiero que lo entiendas bien: iras por tu auto a la mansión dentro de esta semana y luego no volverás a existir cerca de mí, ¿entendido?
—¿Por qué pareces molesta conmigo?
—No estoy molesta contigo, pero si Fred se entera de lo que pasó entre tú y yo, va a malentender las cosas.
—¿Y eso arruinaría tu boda perfecta?
—Precisamente —Ally sonrió cínicamente—. Me gusta cuando comprendes las cosas. Ahora, adiós.
Me soltó, arregló el cuello de mi camisa, aun con su sonrisa cínica, y desapareció rápidamente de mi vista.
Me agaché para recoger mi pila de libros del suelo y me quedé viendo unos más, haciendo tiempo para no volver a toparme con los otros dos en la caja.
¿Qué no estaba molesta conmigo? Era obvio que mentía, pero ¿cuál era la razón de su enojo?
¡Holis!
Después de más de 4 años se volvieron a encontrar. ¿Y cómo piensan que será Fred?
¡Cuídense y tomen agua! ¡Besitos!
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