Capítulo 17: Accidente
Cuando encendí el auto y comencé a conducir en dirección a mi departamento, comenzó a granizar con bastante intensidad.
Los grandes pedazos se hielo caían sobre mi auto, provocando un sonido tan fuerte que parecían piedras. Eran muy grandes y a veces pensaba que en cualquier momento alguno rompería el vidrio de mi auto.
Me detuve en una luz roja, mirando a mi alrededor.
No había casi nada de tránsito, imaginaba que porque nadie saldría con esos granizos cayendo del cielo. A penas había visto alguna camioneta y un auto, pero en ese momento, solo estaba yo esperando la luz verde.
Cuando la luz cambió, avancé lentamente, pero antes de poder cruzar, un auto que iba a toda velocidad por la otra calle, se estrelló contra el mío... sin que pudiera evitarlo.
Cuando sentí el choque contra mi cuerpo, oí un pitido en mis oídos. No podía oír nada más que el agudo pitido, ni siquiera el sonido de los vidrios rompiéndose y saltando en todas direcciones.
Si podía sentir mi cuerpo, cada parte de él. Sentí como los vidrios impactaban mi rostro y cortaban mi piel, y algunos que otros, se enterraban.
Mi cuerpo quedó apretado, debido a la deformación de mi auto y a las bolsas de aire que evitaron que me golpeara con el volante, y no podía mover las piernas, ni mi brazo izquierdo.
Luego de varios segundos, pude comenzar a oír lo que sucedía a mi alrededor. Oía gritos y personas hablando, pero no podía comprender lo que decían.
Giré mi cabeza delicadamente hacía el lado izquierdo y pude ver el otro auto pegado al mío. Estaba justo a mi altura, por lo que había recibido todo el impacto directamente.
Hubiera mentido si hubiera dicho que no estaba asustado. Estaba aterrado, no sólo por mí, sino por quien fuera en el otro vehículo.
Comencé a sentir algo líquido corriendo por mi rostro e inmediatamente supe que estaba sangrando, muy probablemente por los vidrios que podía sentir enterrados en mí.
Estaba intentado decir algo, pero no podía emitir una palabra, solo salía un leve sonido. Comencé a sentirme débil y lo último que vi antes de perder el conocimiento fueron unas luces azules y rojas muy brillantes.
[...]
Allison
Recién estaba llegando a casa a esa hora.
Eran las siete, pero no estaba nada agotada, lo que significaba que el spa había funcionado.
Una tarde de spa, con masaje, depilación, manicura y pedicura era todo lo que había necesitado durante todo ese tiempo.
Sentía mi cuerpo liviano, mi piel suave en cada rincón y además me sentía más hermosa que de costumbre.
Mis abuelos no estaban, habían ido a su club de golf y debían estar con sus amigos bebiendo algo en ese momento.
A veces olvidaba que los dos tenían más de ochenta, quizás ambos serían tan eternos como la reina Isabel II. Así era el mundo moderno. Vivir cien años ya no era una hazaña.
Cuando entré a mi cuarto, me miré al espejo y sonreí. Solo debía ir a la peluquería a recortar las puntas de mi cabello y retocar mi tintura y me vería más perfecta de lo que nunca lo había hecho.
Estaba por ir a encender la televisión cuando mi celular comenzó a sonar.
Cuando vi el nombre de Luna en la pantalla, me pareció algo extraño. Pero imaginé que quería contarme sobre nuestro nuevo trato.
Contesté y me puse el teléfono en la oreja.
—Luna, ¿qué pasa?
—Ally... —dijo, sollozando—. Mi hermano...
—¿Qué pasa con él, Luna?
—M-mi hermano chocó... tuvo un accidente —dijo apenas entendible—. Estamos e-en el hospital...
—L-Luna... ¿en que hospital están? —pregunté, intentando mantener la calma.
—E-en el hospital F-Franklin.
—Bien, iré para allá.
Corté la llamada y comencé a maldecir sin parar, con una angustia creciente en mi pecho. Tomé mi bolso y bajé corriendo las escaleras.
Afuera, le dije a uno de los guardaespaldas que me llevara al hospital en mi camioneta y salimos de la mansión rápidamente en dirección al hospital.
En todo el camino fui dándole vueltas al asunto. Comencé a pensar en las peores consecuencias en que podía derivar un accidente automovilístico y sentí mi estómago revolverse.
Limpié las lágrimas que corrían por mis mejillas con el dorso de mi mano y quité esas ideas de mi cabeza.
«Estará bien, estará bien...».
Luego de diez minutos de viaje, llegamos frente a la puerta de emergencias del hospital, por lo que yo bajé, mientras mi guardaespaldas fue a estacionar la camioneta.
Corrí hacia adentro hasta que encontré a la familia de Alexander y, además, a Carol.
No estaba en un momento como para molestarme con la presencia de Carol, por lo que simplemente la ignoré.
—¿Cómo está? —pregunté, acelerada.
—Aún no nos dicen nada —me informó la madre de Alex.
Eso me puso algo nerviosa. Necesitaba saber cómo estaba para dejar de pensar en cosas horribles.
Después de un par de minutos, una enfermera apareció en la sala de espera.
—Familiares de Alexander Meyer.
Todos nos levantamos de los asientos de golpe y la mujer se acercó a nosotros.
—Yo soy su madre —dijo la señora Meyer.
—Bueno, su hijo está siendo operado de emergencia por un trauma de tórax.
—¿Va a estar bien?
—Por el momento no puedo asegurar nada, pero los mantendré informados.
La madre de Alex se apoyó en el pecho de su esposo mientras lloraba desconsolada.
En vez de sentirme aliviada, me sentí más aterrada.
«Esto no está pasando».
Mi celular comenzó a sonar, por lo que lo saqué del bolsillo de mi chaqueta para revisarlo.
Fred me estaba llamando.
No estaba de humor para hablar con ese idiota o pensar en mis problemas, por lo que corté la llamada y puse mi teléfono en silencio.
[...]
¿Por qué le había pasado eso a Alexander? Él era tan bueno, tan dulce, tan correcto... personas como yo le robábamos el oxígeno que no merecíamos respirar.
Yo debía estar en esa sala de operaciones, no Alexander.
Había pasado casi una hora desde la última vez que habíamos hablado con la enfermera y por el momento, Alex estaba estable.
Debido a su traumatismo torácico, el bazo de Alex había salido dañado, pero todo lo demás se encontraba en buen estado.
Por el momento, lo tenían en observación para asegurarse de que la operación había sido completamente exitosa.
En ese instante, el doctor se acercó a nosotros, por lo que nos pusimos de pie nuevamente.
—¿Paso algo? —preguntó el señor Meyer.
—No, su hijo sigue bien, aún no despierta, pero eso tomará un tiempo —explicó—. Quería saber si quieren que traten las demás lesiones de Alexander aquí o si hay un lugar al que lo quieran transferir.
Los padres de Alexander se miraron entre ellos y yo aproveché de interferir.
—Al hospital Maxwell —dije, llamado la atención de todos.
—Ese es un hospital privado, no aceptan a cualquier persona —informó el doctor.
—Lo sé, yo hablaré con ellos...
—Está bien... sígame por favor.
Antes de que pudiera comenzar a caminar, la madre de Alexander me detuvo.
—Ni se te ocurra, no vas a pagar por ese hospital.
—Ya se me ocurrió... y si quiere que su hijo se mejore pronto, entonces va a dejar que me encargué.
La mujer bufó y me soltó.
—Bien, pero luego hablaremos.
—Claro, Dona —le di una sonrisa y fui con el doctor.
La secretaria marcó el número del hospital Maxwell y me entregó el teléfono.
—Hola, habla al Hospital Maxwell.
—Hola, habla Allison Roche.
Las enfermeras, doctores y personas que estaban por ahí comenzaron a susurrar entre ellos.
—Señorita Roche, ¿en que la puedo ayudar?
—Necesito hablar con el doctor González.
—Deme un segundo.
Espere un momento hasta que alguien habló:
—¿Señorita Allison?
—Hola, doctor. Necesito saber si pueden aceptar un paciente en mi nombre, dejaré que el doctor que lo está atendiendo le expliqué.
—Bien.
Le pasé el teléfono al doctor y este le explicó lo que sucedía con Alexander y cuando se haría la transferencia.
—Bien, cualquier complicación, les informaremos.
El doctor colgó y me miró.
—Preparan una habitación para Alexander y estarán listos para atender sus lesiones superficiales. Lo transferiremos apenas esté en las condiciones.
—Muchas gracias.
Le di una sonrisa al doctor y volví con la familia de Alexander.
—Saldrá un ojo de la cara —se quejó la señora Meyer—. Alexander estará furioso cuando despierte.
—Pues yo me las arreglaré con él.
—Muchas gracias, Allison —me dijo el señor Meyer—. Y disculpa el orgullo de Dona y de Alexander...
—No se preocupe —dije con una sonrisa amable.
Yo ya tenía claro que Alexander había sacado esa actitud orgullosa y digna de su madre. No les gustaba aceptar ayuda y menos monetaria, lo contrario a cómo eran Luna y el señor Meyer.
Hubiera podido dejar que atendieran a Alexander ahí, pero debido a que era posible transferirlo, me parecía mucha mejor idea que lo atendieran en un hospital aún más capacitado.
En ese momento, el doctor volvió con nosotros y se llevó a los padres de Alexander para que firmaran el consentimiento de traslado al hospital Maxwell.
¡Holis de nuevo!
Espero que les haya gustado este intenso capítulo sjsjs
Que tengan lindo día y no olviden tomar agua. ¡Besitos!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro