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Capítulo 1: De Vuelta

—Oye, Alex. ¿Athena no es la marca de cosméticos de tu exnovia?

—Cada vez que ves un anuncio, me haces la misma pregunta, ¿no te cansas?

Justo frente a nosotros había un gran anuncio luminoso promocionado los nuevos delineadores líquidos de colores marca Athena.

—No, no en realidad.

—Han pasado más de cuatro años, ¿cuántos más deben pasar para que te canses?

—Yo diría que no existe un número.

Jessie era la mejor amiga que había hecho en mi estancia en Nueva York, era maestra de historia y era tres años más joven que yo, por lo que la conocí cuando recién estaba comenzando su carrera.

En ese momento estábamos sentados en una mesa en un café, esperando a que Jackson terminara de comprar lo que íbamos a tomar.

Jackson era maestro de matemáticas y era el que más dinero ganaba de nosotros, por lo que siempre lo obligábamos a invitarnos cafés.

—Miren lo que tengo —Jackson apareció con los cafés y Jessie se froto las manos.

—Ya era hora, me muero de frío.

El clima en Nueva York no era tan frío como en mi ciudad natal, por lo que los inviernos eran fáciles de pasar para mí. Incluso podía decir que eran agradables, aun cuando nevaba.

—Oye —me llamó Jackson—. ¿No te da pena irte de aquí? No volveremos a tomar cafés así.

Yo reí.

—Les dije que algún día volvería de visita y ustedes pueden ir a visitarme cuando quieran.

—Pero no en invierno —dijo Jessie—. Moriría en un lugar donde las calles parecen pistas de patinaje.

Jackson y Jessie comenzaron a hablar de cuál era el mejor clima de todos, mientras yo solo pensaba en que, la verdad, me entristecería dejarlos.

En mi país no tenía tan buenos amigos como ellos, pero había algo que ganaba: mi familia.

Después de que me fuera Nueva York, dejando a Allison con la responsabilidad de decirle a todos lo que ocurrió, mi madre enfureció. Estuvo casi un mes completo sin hablarme, hasta que mi padre la convenció de que lo hiciera.

Por lo que había sabido por mí familia, Ally se había echado toda la culpa encima. Había explicado que mi relación con ella había sido una mentira y todo porque ella me había forzado, diciendo que destruiría mis oportunidades laborales con su influencia.

La historia no era tanto así, a mí nadie me había obligado, ni chantajeado, pero no había forma de que yo pudiera aclararlo. Aunque hubiera podido decirle a los demás que Ally había exagerado las cosas y que yo también tenía culpa en el asunto, nadie me hubiera creído. Todos hubieran pensado que decía eso porque, como muchas personas, le temía a Ally.

Por lo que supe, el abuelo de Ally la había reprendido frente a todo el mundo y le había echado un tiempo de la mansión Roche, pero en menos de una semana, estaba de vuelta.

¿Cómo sabía todas esas cosas? Bueno, nuestras familias seguían siendo amigas.

Bernard Roche llevaba a mi hermana y padre a ver partidos de basquetbol y de hockey bastante seguido e incluso habían ido a ver a Luna jugar en la escuela.

Cuando hablaba con mi familia, no preguntaba mucho por Allison, pues no tenía muchas ganas de saber de ella, en realidad.

—Oye —miré a Jessie—. ¿Vamos a patinar? Ya que, es tu penúltimo día aquí, debemos disfrutarlo.

—Claro, me parece correcto —accedí.

Debía decirlo: de todas maneras, extrañaría Nueva York.

[...]

Se sintió tan extraño volver ahí.

Cuando puse un pie fuera del aeropuerto, lo primero que vi fue a una persona resbalarse por el suelo congelado y golpearse contra un basurero.

—Ah... —suspiré—. Hogar, dulce Hogar.

Iba a tomar un taxi cuando mi celular comenzó a sonar. Lo saqué de mi bolsillo y vi que Jessie me estaba videollamando.

Contesté y lo primero que oí fue:

—¡Contestó! ¡Aún nos recuerda!

—Jessie, te vi ayer en la noche —le recordé.

—¡Ya te extrañamos!

—¿Me dejarías tomar un taxi para llegar a casa? Me congelo aquí afuera.

—Bien, nos vemos.

Corté la llamada y me dispuse a tomar un taxi. Cuando encontré uno, subí mis maletas y luego subí a la parte trasera.

El viaje del aeropuerto hasta la casa de mis padres no fue de más de veinte minutos.

El conductor del taxi me ayudó a bajar las maletas del maletero, le pagué el dinero correspondiente por el viaje y fui hacia la puerta de mi casa.

Me costó subir las pequeñas escaleras de enfrente con las cuatro maletas. Me había ido con tres y había vuelto con cuatro, la extra estaba llena, en gran parte, de regalos y recuerdos.

Toqué el timbre de la casa y luego de unos segundos, Luna abrió la puerta, con una expresión de molestia.

—Llegaste... —dijo, con poco animo—. Después de que te fuiste sin despedirte.

—Ay, Luna, ya lo hablamos.

—¡Te perdiste mi graduación y cuando saqué mi licencia de conducir!

—¿Y qué? Ni siquiera tenemos auto.

Luna hizo el ademán de decir algo, pero las palabras quedaron atascadas. Hizo unos sonidos como intentando encontrar algo que decir, hasta que se rindió.

—¿Por qué no mejor pasas? —se hizo a un lado y miró hacia dentro—. ¡Llegó el traidor! —anunció.

Entré, arrastrando mis cuatro maletas con dificultad y frunciendo el ceño por la manera en que mi hermana menor se refirió a mí.

—¡Maldito niño! —mi madre apareció en la sala batiendo un cucharón de madera.

—¡Mami! —exclamé, extendiendo mis brazos y sonriendo.

—Nada de mami. ¿Qué te crees? Marcharte, así como si nada y luego volver de la misma manera.

—Quería que fuera sorpresa... —dije, bajando mis brazos cuando caí en cuenta de que no me abrazaría.

—¿Cuál de las dos? ¿Cuándo te fuiste o lo de ahora?

Suspiré.

—Ya hablamos sobre lo que pasó cuando me fui... te dije que lo sentía.

Mi madre negó molesta.

—Nueva York... —dijo con desaprobación—. La ciudad de la delincuencia.

—De hecho, es una de las grandes ciudades de la moda... —me callé al ver su ceño fruncido.

—¿A caso eres diseñador de moda? —negué—. No, eres un simple maestro.

—¿Puedo instalarme? —pregunté con una sonrisa tímida.

—¿Y tú departamento?

—Mamá, ese departamento era de Allison —le recordé.

—¿Y entonces por qué tengo las llaves yo?

Mis ojos se abrieron con sorpresa.

—¿T-te las entrego a ti?

—Sí y tu auto lo tienen ellos, pero dijeron que cuando volvieras te lo entregarían.

No sabía que decir. Yo había dejado las llaves de esas cosas para que Allison se las quedara.

—Entonces...

—Después iremos a tu departamento, ahora, siéntate que tu padre ya viene con las compras.

[...]

Entrar nuevamente a ese lugar se me hacía extraño, aun cuando se veía exactamente igual a como lo había dejado antes de marcharme.

Mi padre y madre comenzaron a ayudarme a guardar las cosas, mientras Luna quiso encender la gran televisión.

Al principio pensé que no habría luz, ni agua, pero todo estaba perfecto, sólo había que enchufar las cosas.

—¿Qué acaso es navidad? —preguntó mi madre al encontrar una bola de cristal en mi maleta.

Me acerqué a ella y se la quité.

—No, es solo un adorno.

—¿De Nueva York?

—¿Qué no se ve bien la estatua de la libertad?

El adorno tenía adentro a Manhattan y cuando la movías, los falsos copos de nieve la rodeaban.

—Deja de mirar esa estupidez y ponte a ordenar.

Di un suspiro y coloqué el adorno en mi cómoda, junto con otras cosas.

Cómo extrañaría Nueva York. 

¡Holis!

Aquí está el primer capítulo de esta segunda parte.

¿Como creen que se van a encontrar Alex y Ally?

¡Espero que tengan un lindo día! ¡Besitos!

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