Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

9. Aparentemente

El panorama no había sido tan oscuro e inquietante como hasta ese momento, claro está, antes había estado «protegida» por su etiqueta de invaluable y pura. Una estupidez, pero que le salvó la vida con toda seguridad. Sin embargo, al tener un «dueño» esa poca seguridad se esfumaba, aunque las cosas se hayan dado tan confusas desde que llegó a esa casa. Aun así, debía enfocarse en el presente y ese tenía nombre, apellido y demasiado dinero para desperdiciar; Henry O'Donell.

Karla vio dos opciones, la primera era dejarse llevar por la corriente como todas y obedecer; la segunda era simple, fingir que hacía eso, analizar todo a su alrededor y planear un modo de escapar. Obviamente la elección estaba hecha, pero debía ser en extremo cuidadosa y paciente si quería tener éxito.

El hecho de que el Topo esté allí, rondando los pasillos y atento a lo que sucedía en esa mansión era un obstáculo bastante grande, tanto para ella como para el mismo Henry, pero, ¿hasta qué nivel? No quería averiguarlo.

Tomó una gran bocanada de aire, se tranquilizó y pensó que hacer de ahí en adelante; por el momento, solo podía poner en marcha su primer paso: aparentar. Bajó las escaleras siguiendo el único camino que ya reconocía de esa enorme casa, rumbo a la cocina de servicio.

—Buenos días, bella durmiente, ¿qué tal todo? —expresó una chica más joven que ella, pero muy risueña, piel oscura como el ébano y cabello afro esponjoso, precioso—. Bienvenida a la segunda etapa de esta aventura.

—¿Esta qué? —indagó Karla indignada.

Podía aparentar, pero no ocultar su disgusto ante chistecitos de ese calibre, no le parecía nada adecuado ni gracioso jugar con sucesos tan traumáticos como el que vivió y que seguramente, ellas también. Sin embargo, aquella muchacha estalló en risas que las demás siguieron como si se tratase de una broma, una de muy mal gusto según Karla.

—Niñas, por favor, la van a poner nerviosa y a la pobre Pame también —les riñó Jude, mirándolas con fastidio—. Karla, ellas son las niñas, tus compañeras de labor. La graciosilla es Helen, no le prestes atención, se cree comediante; la rubia a su lado es Rachel, le acolita mucho esos chistes de mal gusto; la zanahoria es...

—¡Que no me digas así, carajo! —se quejó esta.

—¡Ah, pero para burlarte si estás contenta! —se burló Jude—. Ella, la quejosa de cabello naranja es Lorena; la morena a su lado es Selena, es la más tímida; y la pelirroja es Raquel, aunque creo que ya la conociste.

—Sí, conocer —recalcó la susodicha con sarcasmo—. Bienvenida, animal.

Se levantó de su asiento saliendo de la cocina, dejando a las demás con sonrisas burlonas en sus rostros. Al parecer, según veía en esa pequeña interacción, todas se llevaban bien. Salvo una y no precisamente Raquel. Detrás de Jude, había un pequeña que casi parecía querer ser invisible.

—Y esta pequeñita es Pamela, llegó contigo, pero salió de su habitación ayer mismo —continuó Jude, señalando a la pequeña—. Como les dije a todas, hay que tener mucho más cuidado con ella, cosas simples y sin tanto trabajo mientras se amolda, así que la ayudan, ¿quedó claro?

—Sí, señora Jude —se burlaron todas.

—Se ponen insoportables —bufó Jude, mientras Karla solo observaba—. Puedes desayunar tranquila, hoy ninguna de las dos hará nada más que tratar de asimilar las cosas, ¿vale? Y tú en especial, no solo debes hablar con Henry, debes arreglar asuntos con Raquel, queremos que todas se lleven bien, ¿vale? Evitemos que doña Angry Bird estalle de enojo.

—Eso sí, debes endulzarle el oído y el estómago, sin eso no te perdonará nunca ese totazo que le diste —volvió a burlarse esta vez Rachel—. Un chocolate y santo remedio.

Todas y cada una, incluyendo a la pequeña Pamela, eran chicas de gran belleza y mucha juventud. ¿Era acaso algún patrón? De no más de dieciocho años, incluso mucho más infante, de ojos brillantes y llenos de inocencia, expresiones dulces y cuerpos bien formados o en proceso de formación. Pensar en ello le enfermaba, elegirlas por apariencias como si fuesen un trofeo o una decoración.

Desayunó en compañía de aquellas chicas, sorprendida de la naturalidad y confianza con la que se trataban, como si fuesen las mejores amigas de toda la vida. ¿Cuánto tiempo llevaban allí en realidad? No esperaba aquello, salvo por la antipatía de Raquel dado su primer encuentro. Y sí, se disculparía con ella más adelante, después de todo ella es una víctima más en todo ese enredo.

Regresó a su habitación con la idea de pensar, meditar y prepararse para dar su primera conversación con Henry. ¿Las anteriores? Simples y desafortunados encuentros en las peores condiciones, según la misma Jude. Sospechoso para Karla, el que lo excusara y defendiera de esa manera no se le hacía un comportamiento normal dada su situación.

—¿Síndrome de Estocolmo, tal vez? —se preguntó a sí misma en la soledad de su habitación.

Se sentó en su enorme cama, pensando que posiblemente su madre estuviese mucho más cómoda y recuperada si descansara en una como esa, alimentándose tan bien como aquellas chicas y sin el estrés de no saber dónde se encontraba su hija o si seguía con vida. El nudo en su garganta volvió con fuerza, pensar en su familia solo le traía tristeza y rabia, el no poder verlos y saber cómo estaban le preocupaba demasiado. Deseaba estar con ellos.

El claxon de una camioneta y el alboroto en la planta baja llamó su atención. Limpió sus mejillas, algunas lágrimas habían bajado sin darse cuenta; y luego, se asomó por su ventana esperando poder ver algo. Desde allí, hacia el frente de la casa, pudo ver dos camionetas aparcadas y a las chicas saliendo a recibir al recién llegado.

Karla se quedó de piedra al ver aquello, casi como si recibieran a un rey o una gran eminencia, haciendo reverencia mirando el suelo todas formando una hilera. De la primera camioneta bajó él, con su porte elegante y su expresión dominante, Henry. Saludó a las chicas y entró, seguido de estas sin romper su formación.

De la segunda camioneta, con muletas en mano y maldiciendo a lo grande, bajó el Topo con cara de pocos amigos y vendas en sus heridas. Como pudo, llegó hasta la puerta y se perdió de su vista. No se preocupaba por el Topo, con su expresión y estado de dolor, podía jurar que se encerraría en su habitación, así que tenía vía libre de preocupación por el momento.

—Karla, linda, Henry ya llegó —anunció Jude entrando a su habitación—. Si quieres puedes ir a su oficina y hablar con él, ¿no te parece? Deberías aprovechar, esta de buen humor.

—¿Aprovechar? —repitió con sarcasmo.

—Es un decir, no te ofusques —suspiró Jude, al parecer tenía mucha paciencia—, verás que estarás bien aquí, solo relájate, estresada no ganas nada más que dolor de cabeza.

—Está bien.

Esperó un par de minutos, por alguna razón los nervios y el miedo volvieron a ella de forma arrolladora. Era natural, después de todo iba a enfrentar a su comprador y tratar de «negociar» quien sabe qué. ¿La pequeña Pamela habría hecho lo mismo o simplemente fue obligada a aceptar todos los términos y condiciones sin oportunidad de leer la letra pequeña? Le daba rabia pensar en ello, la mayoría de ellas eran solo niñas, mucho menores que ella.

¿En qué clase de mundo enfermo y desquiciado vivía?

Salió de la habitación con eso en mente, sin dejarse dominar por ese miedo que le carcomía desde dentro, por su madre y su hermano se haría la fuerte. Recorrió los pasillos tratando de recordar, su oficina debía ser esa biblioteca a donde fue a parar la noche anterior. Enormes puertas de madera tallada, libros y un suave aroma bastante acogedor.

Respiró y tocó, escuchando voces provenir de dentro.

—¡Siga! —anunció Henry.

Escuchó suaves murmullos, como quejas y reclamos con un tono de voz demasiado meloso para su gusto. Al entrar, vio la autora de tal sonido, Raquel. Estaba a un costado de Henry, entre coquetos, susurros e intentos de caricias, hacía pucheros lastimeros buscando su atención, mientras que este solo trataba de hacerla a un lado con delicadeza.

¿De verdad estaba sucediendo eso? Se sintió abochornada con solo presenciarlo.

—Sigue, Karla —añadió al verla—. Ya te puedes marchar, Raquel, no sigas con esto y es la última vez que te lo pido.

—Pero... —hizo un puchero, deteniéndose al verla acercarse—. Bien.

Recogió la bandeja del escritorio y se alejó, mentón en alto y caminar elegante. La miraba con cierto desprecio, cosa que le hacía dudar, ¿de verdad la odiaba solo por el tropezón? Trató de despejarse de eso, no tenía importancia alguna y tenía cosas más importantes en las que enfocarse. Ella no representaba un obstáculo, tal vez una distracción, una muy molesta.

—¿Estás tratando de escapar de nuevo? —indagó Raquel al llegar a la puerta, con sequedad y cierta burla en su voz.

—No te incumbe —contestó, haciendo uso de toda su indiferencia.

—Pero que grosera —replicó indignada—, no puedo creer que una niña de catorce se comporte mejor que tú.

Salió dando un portazo, dejando atrás a una Karla sacada de onda con su comportamiento. Los problemas emocionales que dejaba el encierro podían ser demasiado notorios, más si se le coquetea a su captor de esa manera. No le sorprendió, de todas formas, ya encontró el significado de su aparente amenaza el día que se «conocieron».

—Adelante, puedes tomar asiento. —La voz grave de Henry le sacó de sus pensamientos, llamándola a obedecer y complacerlo.

No podía creer el efecto que la voz podía tener, el tono y el timbre de él era algo delicioso de escuchar, salvo cuando te mira con esos oscuros ojos llenos de furia. Se obligó a tragar en seco, acercándose, pero no sentándose como se lo pidió. No había sido una orden, eso era notable y tampoco tenía por qué obedecer.

—¿En qué puedo ayudarte? —indagó Henry sin dejar de observarla con una sonrisa en su rostro.

Nuevamente se le subieron los nervios al cuerpo, no pudo evitarlo ni podía controlarlos. Henry, por más miedo que le hubiese causado, tenía cierto efecto hipnotizante y no solo por su voz. Su porte, su figura y su aparente necesidad de estar sin camisa en su oficina después de llegar quien sabe de dónde. La concentración se le estaba esfumando, no podía negar que su físico era mucho más que bueno. Tonificado, musculado y de piel suave.

Era perturbador si lo pensaba desde el punto de vista de lo «normal», la facilidad con la cual podía dominar, manipular y hacer lo que le viniera en gana con la gente solo por estar forrado en dinero, además de tener ciertas cualidades físicas y psicológicas que lo convertían en alguien de suma peligrosidad.

Respiró profundo, desvió la mirada a algo fuera de su línea de visión, tal vez los libros del estante detrás de él. Enfoque, eso era lo que necesitaba.

—Jude me recomendó que viniera a hablar con usted, aun no entiendo sobre qué exactamente —explicó, con calma y simpleza—, así que aquí estoy.

—De acuerdo —sonrió, levantándose de su asiento y rodeando su escritorio hasta quedar justo frente a ella.

No tenía a donde más mirar, le llevaba un par de cabezas de estatura así que era imposible no mirar sus torneados bíceps moviéndose cada que respiraba. Cruzó ambos brazos sobre su pecho, mirándola con cierta diversión y ladeando la cabeza. No soportó más todo eso, Karla carraspeó y desvió la mirada como si le pareciese interesante conocer la arquitectura de la oficina, la estaba poniendo nerviosa adrede.

—Por donde empiezo... —dijo con cierto tono dulzón—. Supongo que Jude te habrá adelantado algo, ¿no?

—Más o menos, algo dijo —contestó a secas, sin atreverse a mirarlo.

—Bien, hay ciertas condiciones que deben cumplir al llegar a esta o la otra casa —empezó a relatar, esta vez con más seriedad—. Su tarea será ayudar con los deberes, el aseo y demás, mucamas en todo el sentido de la palabra. Claro está, no queremos explotar a nadie, el trabajo no es pesado y tienen la ayuda del resto de los miembros de esta casa.

—¿Miembros? —indagó ella escéptica.

—Sí, Karla, la mayoría de quienes trabajan aquí han estado en esta casa toda mi vida, por ende, los veo más como familia que simples empleados —expresó, fijando sus oscuros ojos en ella—. No soy un dictador, aunque sé que no tienes una buena imagen de mí dadas las circunstancias.

—Entonces explíqueme porque de verdad me intriga saber —replicó ella con sarcasmo—, ¿cuál es su excusa para tenernos aquí encerradas?

Por más que quisiera doblegar su furia, esta era tanta que no dudó en enfrentar y soltar su principal interrogante en todo eso. Henry, por su parte, sonrió de lado y suspiró. No estaba molesto, por el contrario, parecía disfrutar de ello, de su actitud y manera de responder.

—Hay muchas cosas que ni tú ni las demás pueden saber, sería peligroso para ustedes tener ese tipo de información así que me reservo detalles —añadió, apoyando ambas manos detrás de él sobre el escritorio, tan natural y relajado—. ¿Aún quieres escuchar mis «excusas»?

—Intenta convencerme —le retó.

Esta vez fue su turno de cruzarse de brazos, totalmente escéptica y molesta ante sus supuestos argumentos. ¿Tan rápido caería su mascara de falsedad?

—Tienen libertad de ir por toda la casa, hacer lo que quieran siempre y cuando se dividan sus tareas y las cumplan —explicó Henry caminando con cautela a su alrededor—, les doy la oportunidad de estudiar, hacer algún deporte, divertirse si gustan, nadie las amarra ni las obliga a trabajar hasta el cansancio. Son solo niñas, las dejo ser.

—Suena muy tentador para estar encerradas las veinticuatro horas del día —expresó Karla con severidad—, señor.

—Esa es la principal condición, pueden salir, pero no de la mansión, los alrededores son muy amplios y tienen acceso a todas las habitaciones, sin embargo...

—Y aquí viene la mejor parte —ironizó Karla.

—En realidad esto más que ser condición, es prevención —reiteró, acercándose a ella tan cerca que podía sentir su calor—. Tú más que las demás debería entenderlo, fuiste rapta por él precisamente y mientras esté bajo este techo te conviertes en su blanco más codiciado.

—Pero puede...

—No es cuestión de poder, si por mi fuera jamás lo recibiría, pero entre las cuestiones que no debes saber el Topo es una de ellas. —Por un segundo apartó la mirada, al parecer le frustraba el no poder hacer realmente algo—. Lo único que puedo decirte al respecto es lo que ya sabes, mantente alejada de él, no estes sola mientras ese tipo está aquí.

—¿Y dónde quedó toda la libertad de antes? Ya casi me veo uniformada —bufó, creyendo ver el inicio de la caída de sus mentiras.

Una suave risa salió de sus labios, cada vez que lo hacía dejaba ver en sus mejillas un par de hoyuelos bien disimulados tras una fachada de tipo rudo. Seguía siendo intimidante, eso lo tenía bien ensayado, pero también parecía del tipo dulce de linda sonrisa, y eso no le cuadraba en el marco de su personalidad.

—Ese es el punto, tienen demasiadas libertades que a ciertas personas pueden parecerles sospechosas, ¿quién gasta tanto dinero solo para comprar chicas y ponerlas a trabaja como mucamas? Supongo que te preguntaste eso en algún momento, ¿no? —Le miró con cejas enarcadas, como un reproche divertido.

—Cien millones de dólares no es cualquier cantidad —rectificó ella.

—No te preocupes por eso, linda. —Con lentitud mal disimulada, iba acercándose poco a poco—. No me afecta en nada haber gastado eso en ti, me siento bien con solo saber que pude evitar que cayeras en manos del idiota de Frig, con eso me basta.

—¡No entiendo! —susurró consternada, los nervios volvían a apoderarse de ella.

—Compro chicas, por lo general las más pequeñas y vulnerables, evito que caigan en manos de esos desalmados, pero tampoco hago demasiado, solo compro dos cada vez que hay una subasta. —Por un momento su mirada se oscureció, no era algo cómodo de decir mucho menos de escuchar—. Con cada fiesta que hacen el número aumenta, son cientos de chicas y tampoco permiten hacer tal cosa. Son rigurosos.

—¿Quiénes? —indagó curiosa.

—No puedes saberlo, porque tampoco lo sé.

—Pero...

—Karla, cielo, solo debes entender una cosa. —Hizo una extraña pausa, como buscando las palabras adecuadas—. Mientras el Topo este aquí todas ustedes son mi harem, ¿vale?

—¡¿Perdón?! —exclamó indignada.

—Tranquila, es solo una coartada, para ese imbécil ese es mi fetiche, acostarme y sodomizar a mis empleadas hasta hacerlas desmayarse. —Torció lo labios, le incomodaba el tema—. Es asqueroso, lo sé, pero eso lo mantiene con la boca cerrada y lejos de ustedes. Sin embargo, y esto es lo que más quiero que entiendas, jamás las he tocado de ninguna forma posible y nunca lo haré.

La seriedad y convicción con la cual decía tales cosas le ponía en grandes aprietos, ¿de verdad lo decía en serio? De ser mentira todo ello, podía jurar que Henry tenía una habilidad innata para la actuación. Aun así, la aversión que este demostraba hacia el Topo era más que genuina, así que...

—Pero esta chica... —murmuró, recordando la forma en que Raquel le coqueteaba justo cuando entró

—¿Raquel? No le prestes atención, es una chica un poco coqueta, pero ni por más que se insinúe las tocaré, siguen siendo niñas para mi —aseguró, eliminando cada vez más el espacio entre ellos—.

—Nada de esto tiene sentido.

Sin previo aviso le tomó de la barbilla, alzando su mirada asustada hasta conectarse con sus ojos. Había tranquilidad en ellos, una serie de emociones que reflejaban su propio estado.

—Lo sé —contestó Henry—, pero no puedo hacer más nada.

—Sí puedes, libéranos —exclamó ella, la desesperación de no entender le carcomía—. Ya nos compraste, no nos quieres para nada más que trabajar, pero aun así hay quienes ya hacen todo eso, ¿por qué debemos seguir aquí?

—Porque no hay más alternativa si quiero eliminar el problema de raíz. —Sus manos fueron a parar a sus hombros, manteniéndola firme y calmada, fijando sus ojos en ella—. Si por mi fuera las habría mandado a todas con sus familias, pero las cosas no son así de simples.

—Siempre hay más alternativas —sollozó, se vio perdida y alejada de su familia.

—No en este caso, no por ahora, de momento solo resta permanecer aquí y estarás a salvo conmigo. —La voz de Henry se tornó tranquila, suave, conciliadora, llevando sus manos a sus mejillas.

—Necesito volver con mi familia, soy la única que...

—Lo sé, y no te preocupes por eso —le interrumpió con una dulce sonrisa—. Todo trabajo tiene su pago, salvo que su salario no lo reciben ustedes directamente sino sus familias, aquí no les falta nada así que no lo necesitan en absoluto.

—¿Cómo? —Karla no podía creerlo, pero quería, lo necesitaba, eso era lo que había buscado para su familia, pero, ¿cuál sería el costo para tanta belleza? Temía eso.

—Tu mamá y tu hermano están bien, uno de mis representantes los reubicó y atendió —explicó, mientras sus manos se deleitaban con la suavidad de su piel, el sonrojo suave de sus mejillas—. Con tu salario créeme que no les faltará nada por ahora, ni comida, ni atención médica ni estudio, yo mismo me encargaré de eso hasta que puedas volver con ellos. ¿Te parece un mejor trato?

—¿Por qué? —susurró, su cercanía la tenían más que nerviosa—. ¿Por qué harías algo así?

—No soy como ellos, Kar, tengo un corazón que siente y es capaz de amar, y que de la misma manera quiere ser correspondido.

Con cada palabra el espacio se reducía, Karla estaba pasmada con toda la información que había recibido, con sus expresiones y su forma de hablarle; con la confusión de imaginárselo un hombre imponente y peligroso, de alma oscura y perversa; sin embargo, sus ojos decían muchas cosas diferentes a eso.

Henry, en cambio, añoraba el sonrojo de sus mejillas, había caído encantando con su carácter. No por lo dulce de sus expresiones ni la timidez que en un momento vio, sino por el temple de enfrentarlo pese a la situación donde se supone él sería el malo.

Pero, ¿de verdad era así?

La calidez de sus labios se impregnó en los de ella, una sensación que hace años no sentía y que no esperaba volver a sentir, no de esa forma ni en esa situación.

La delicadeza de su tacto era tan suave que dudo fuese la misma persona que le compró, que le amenazó y regañó por intentar escapar. ¿De verdad era el mismo Henry quien le besaba con tanta dulzura?

Un inexplicable miedo se internó muy profundo en ella, no sabía que más hacer y decidió salir de allí.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro