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—Han, ya es hora —le anunció su asistente—, el mensajero llegó con el paquete dorado.

Había estado esperando ese día por semanas, por primera vez desde que la pesadilla inició lo único que deseaba con cada fibra de su ser era acabar con todo. No podía, no solo deseándolo como si fuese un niño pidiendo un juguete en navidad. Debía actuar, cauteloso e inteligente, pero no podía quedarse de brazos cruzados mientras toda esa gente se salía con la suya. En especial, ese desgraciado al que llaman AltiMort.

Para el mundo, solo era un peligro invisible del que no eran conscientes, pero para él y unos cuantos a su nivel era un maldito misterio; no sabía quién era, como se veía, como sonaba su voz, como caminaba, ni si era real siquiera. Podía ser cualquiera a su alrededor e incluso nadie, solo una fachada, como un cuento de terror contado a los niños para que se portaran bien. Pero no contaba con tanta suerte, sabía que ese tal jefe sí existía para su desgracia y la del resto del mundo, y aquel hombre frente a él se lo confirmaba.

—Buenas tardes, señor —le sonrió, sutil y torcido, pero llena de malas noticias—, me complace ser yo quien le entregue esto, una vez más invitándolo al gran evento.

Aquel hombre denotaba en su porte tanta simpleza, que era difícil saber cómo logró llegar hasta la presidencia de una empresa multinacional como la de él. Solo iba en plan de visitante, pero estaba bien sabido que no a cualquiera le permitían pasar. Sin embargo, el logo bordado en su camisa le daba pase a casi todo.

ATMasosiate, la marca que solo el círculo adecuado de grandes magnates conocía, el símbolo de AltiMort. Buenas noticias para muchos, pero solo una cruda realidad para él.

Aquel sujeto no dejaba de sonreír, algo parecido a la pintura de la Mona Lisa, un completo enigma en su expresión. ¿De verdad estaba sonriendo o solo le parecía? Pero ese no era el asunto, en su mano brillaba un sobre dorado con sus iniciales y el logo de AltiMort, reflejando la luz de la habitación como si quisiera consumirla.

Has sido invitado a la gran reunión de Zevk Cenneti con pase GOD

Fiesta privada con temática del antiguo Egipto

¡No faltes!

HOD

—Gracias, puede retirarse —contestó sin mayor interés.

Aquel hombre solo asintió, se levantó y caminó con parsimonia directo a la salida; sin embargo, giró sobre sus talones para darle una última vista al gran magnate dueño y señor de todo a su alrededor. Imponente, serio y fuerte, pero hecho un minúsculo ser lleno de miedo e inseguridad muy dentro de su pecho.

—No olvide asistir, señor —insistió, esa vez ampliando solo un instante aquella perturbadora sonrisa—, esta será una velada que no podrá olvidar, AltiMort en persona le envía ese pequeño mensaje, lo espera con ansias. ¡No le defraude!

Salió dejando una nube de desconcierto en aquella habitación. AltiMort sabía quién era, conocía a todos y cada uno de los participantes de su fiesta, en especial a todos lo que entraban a la selecta lista de los God. Debía conocer todo su personal, hasta el más mínimo detalle, pero... ¿Por qué le enviaría un mensaje personalizado a él? Eso no ocurría jamás, y que esa vez haya pasado no le daba buena espina.

—Cada vez consigue gente más extraña para entregar un simple sobre —expresó su asistente entrando a la estancia—, ¿todo bien?

—Insistió en la asistencia a esta entrega de la fiesta —comentó preocupado—, AltiMort personalmente mandó ese mensaje.

—¡Jesús! ¿No creerás qué...?

—Espero que no, es imposible que sepa algo al respecto, pero aun así hay que mantenernos alertas —le interrumpió, debían mantener la calma—. Debemos hacer planes de contingencia, tener en cuenta cada variable, nada puede fallar y si ocurre, hacer una vía de escape segura y rápida.

—¡Entendido!

—Prepara la carpeta segura con todo lo que tenemos, esto debe iniciar ahora mismo —aseguró.

—Sí señor.

No había forma de seguir posponiéndolo, estaba harto de tener que seguir en esa farsa, de tragarse todo el asco que le daba el tener aquella invitación con sus iniciales en las manos. Le hacía ver como el peor ser sobre la tierra, como la basura que se prometió erradicar, como uno más del séquito de AltiMort. Y odiaba eso, lo detestaba tanto como lo hacía con la persona detrás del nombre.

Para él era un fantasma, uno que le acechaba desde las sombras en busca de cualquier descuido que lo ponga en evidencia. Pero no podía darse ese lujo, no podía cometer errores o la vida de muchos estaría en peligro, no solo la de él. Con su mano temblorosa, empezó a escribir el primer borrador de aquella carta.

Señor Zaldrit, tengo el infortunio de ser poseedor de una de las invitaciones God para una nueva entrega de Zevk Cenneti, por lo que debo informarle que dentro de poco iniciarán con la recolección de mercancía, si es que ya no está en ejecución. No puedo darle más información debido a que no la tengo, pero puede estar seguro que en cuanto sepa más de este acontecimiento, será el primero en saberlo.

Han.

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