9.
Los siguientes días pasaron rápido, el frío se disipaba y dejaba tras de sí la sensación de que se acercaba la primavera. Mientras la vida seguía su rumbo, Jimin se sorprendió a si mismo mirando hacia la casa del lado con mucha más expectación que antes, buscando la figura de su vecino cada vez que tenía la oportunidad. Cuando por fin encontraba el rostro de Jungkook este siempre parecía estar listo para regalarse una sonrisa silenciosa a modo de saludo antes de desaparecer. Jimin le respondía con un tímido saludo de mano intentando que no se notara la forma en que su corazón se aceleraba con cada gesto que Jungkook le dedicaba. Aquel sentimiento era completamente nuevo y no sabía que hacer con él.
El día en que rompió en llanto y Jungkook le sostuvo con cariño en el callejón, parecía que algo nuevo había nacido entre ambos. Jimin seguía asustado, no podía esconderlo. Pero Jungkook no se inmutaba ni un poco. Durante las siguientes semanas seguía presentándose frente a Jimin, poniendo un pie en su espacio y en su rutina. Era extraño, pero no forzado. Jungkook parecía poder leerlo como un escáner y sabía encontrar el momento exacto en el cual podía entrar con gracia en su espacio, como si siempre hubiese estado destinado para encontrarse justo ahí, a su lado. Contra aquel cometa impredecible Jimin se daba cuenta de que ya no quería pelear. Por el contrario, cada vez se asomaba en su interior con más fuerza el deseo de verlo surcando el cielo hacia su dirección.
De a poco dejó de ser extraño que Jungkook viniese a verlo una vez entrada la noche y llamase a su ventana para preguntarle cómo le había ido en el instituto, cómo se había sentido y qué había hecho. Jimin se mantenía despierto esperándolo, mientras estudiaba y hacia sus deberes. Se quedaban hablando en la ventana, Jungkook se sentaba de espaldas a la pared y Jimin lo miraba desde el marco con atención. El tiempo pasaba rápido mientras reían en voz baja y veían como la noche se llenaba de estrellas. Jungkook muchas veces traía comida que le daban en sus trabajos para compartirla con Jimin. En otras ocasiones se quedaban escuchando música compartiendo un auricular de los audífonos de Jungkook. Sin importar lo que hicieran disfrutaban de la compañía del otro y eso parecía disipar cualquier preocupación que pudiesen tener.
Fue una noche de miércoles, mientras comían los últimos trozos de pizza que Jungkook le hizo una pregunta a Jimin que resonó en su cabeza el resto de la noche.
— ¿Nunca has pensado en dejar este lugar? —la voz de Jungkook era más suave que de costumbre. Se encontraban de pie uno al lado del otro con la pared y la ventana sirviendo como única separación.
La pregunta le tomó por sorpresa y es que parecía que durante el tiempo que habían empezado a compartir juntos ambos evitaban hablar del futuro que les deparaba, como si se tratase de un tabú. Normalmente sus conversaciones se centraban en lo que pasaba en su día a día. A Jimin le gustaba escuchar las anécdotas de Jungkook y sus trabajos, ya que parecía mostrarle un mundo totalmente desconocido y que siempre había estado allí afuera, pero nunca se atrevió a descubrir. Eso parecía ser suficiente hasta el momento. Conocer lo que eran y lo que fueron. ¿Pero el futuro? Eso era un asunto completamente diferente y a Jimin no le gustaba si quiera gastar energía pensando en ello.
— No —contestó con prudencia, mientras apretaba sus palmas juntas en un intento de distraerse a sí mismo de la presión que sintió en el pecho cuando escuchó la pregunta—. Nunca llegué a considerarlo como una opción.
Jungkook le estaba mirando, pero parecía estar perdido en sus propios pensamientos. Normalmente la situación era al revés y por ello Jimin no podía evitar preguntarse si algo había sucedido para que su vecino se encontrase con aquel semblante tan ausente. En momentos como esos deseaba poder leer la mente de Jungkook, para saber exactamente lo que pensaba ya que se veía incapaz de preguntar.
— ¿Y te gustaría considerarlo? —preguntó su vecino esta vez. En medio de la noche y los grillos sonando la voz del chico tomaba el protagonismo.
Jimin suelta una risa nerviosa y medio en broma contesta:
— ¿Acaso me quieres llevar a algún lado, Jungkook?
Esperaba que aquella interacción resultase igual que las anteriores. Jungkook se reiría, negando o diciendo algo lo bastante loco para seguir la broma. Pero esa noche todo fue distinto. Lo notó cuando sus ojos se encontraron con los de Jungkook y se dio cuenta que su rostro era un engima. No reía, Jimin se preocupó. Iba a preguntar qué sucedía, pero su vecino no le dejo seguir antes de soltar la siguiente bomba.
— ¿Vendrías conmigo? —esa era la pregunta y Jimin sintió como los bellos de su brazo se erizaban—, ¿si te pidiera que te fueras conmigo lo harías, Jimin?
Quería decir que en realidad no tenía idea de donde venía eso, que era descabellado pensar que Jungkook le propusiera dejar el lugar donde se conocieron y que ahora les rodeaba. Pero estaría mintiendo. Estaría mintiendo porque Jimin podía ver los hematomas que se asomaban de las sudaderas de Jungkook. También podía notar la forma en que el chico buscaba cualquier excusa para alejarse el mayor tiempo posible de su casa. Además, podía seguir escuchando los gritos del padre de su vecino por la madrugaba, siempre rogaba para sus adentros que Jungkook no estuviese recibiendo la furia de aquellas palabras, pero en el fondo aquella no era más que una ilusión. Así que lo sabía, sabía que aquella era una posibilidad real. El chico quería salir de ahí y dejar todo atrás.
Podía notar que la vida que llevaba Jungkook estaba llegando a un límite. El no se lo había comentado directamente, pero de vez en cuando llegaba quejándose de las borracheras de su padre y la falta de dinero en su hogar. Cada vez sonaba más cansado, aunque siempre trataba de ocultarlo frente a Jimin con una sonrisa. Sin embargo, entre ellos no podían engañarse, aunque lo intentaran. Así que Jungkook de a poco, con el pasar de los días y las noches compartidas, empezaba a dejar atrás aquel semblante fuerte que le caracterizaba. Más de una vez se sentó en silencio frente a la ventana de Jimin sin decir nada, como un juguete que se hubiese quedado sin batería y estuviese esperando su recarga. A Jimin le parecía que en esos momentos Jungkook se veía mucho más joven, como un niño lastimado. Le hubiese gustado abrazarlo, pero siempre hacia el esfuerzo por contenerse. Parecía que en esos momentos Jungkook necesitaba tan solo su compañía silenciosa y el estaba dispuesto a dársela.
Jimin podía imaginarse a su vecino afuera, en las grandes ciudades, descubriendo nuevos lugares, mimetizándose con nuevas personas. Era bueno en eso. Cuando se acercaba a las personas Jungkook sabía como presentarse y lo que tenía que decir para poder hacerse un espacio para sí mismo. Aunque su vecino lo negase, era inteligente. Una inteligencia que Jimin envidiaba, ya que a través de ella podía lograr la libertad en muchos sentidos. Por eso no era difícil imaginarse a Jungkook por su cuenta, construyendo una vida lejos del caos que le acechaba a cada uno, siendo finalmente feliz. ¿Pero podía insertarse a sí mismo en ese escenario? La respuesta era negativa, por más que desease lo contrario.
No pensar en el futuro le servía para combatir la ansiedad que le causaba lo incierto. Pero Jimin creía tener su destino sellado. No tenía las herramientas de Jungkook para valerse por sí mismo. Tampoco podía pensar en irse y dejar a su madre atrás. Las opciones eran limitadas, sobre todo porque la fuerza que requería para tomar las riendas de su vida no la encontraba en ningún lugar. A pesar de ello, dejó que por un segundo la proposición de Jungkook hiciera sentido en su cerebro. Se entregó a la fantasía de seguir a su vecino a un lugar que no conocía y comenzar una vida nueva. Su sola imaginación logró hacerle sentir cálido. Pero solo se lo permitió tan solo unos segundos, porque no quería entregarse a aquella ilusión para después caer en cuenta de que jamás podría hacerse realidad. No con él siendo de la forma que era y no con todo lo que cargaba detrás.
— Jungkook, yo...
Pero su vecino puso la mano derecha sobre sus labios de manera suave y con el rostro mirando el piso. Parecía triste, Jimin sintió nuevamente unas ganas inmensas de abrazarlo. El tacto de Jungkook era frío, pero no podía evitar sentir sus mejillas calientes por la cercanía. Estaba confundido. Aquella noche todo parecía muy extraño.
— No importa, no digas nada —susurró—. Sé lo que dirás y tienes razón. Es una tontería. Olvida que lo dije. ¿Mañana quieres ir a algún lado?
Y así terminó aquella conversación. Jungkook volvió a sonreír y le habló sobre su día en el instituto, al cual casi nunca asistía. Jimin se sentía confundido, pero no sabía qué hacer en ese momento. Podía notar que su vecino necesitaba algo más de su parte, pero no estaba seguro sobre sí podría dárselo. Volvía a pensar en la persona que era. Aquella persona jamás podría ayudar a Jungkook, de eso estaba seguro.
Días después de aquella conversación Jungkook le pidió ir con él al escondite en el edificio gris. Las cosas habían vuelto a la normalidad más rápido de lo que creía. El Jungkook que había visto esa noche no había vuelto a presentarse. A pesar de ello la preocupación no desaparecía. Jimin quería corresponder a su vecino, pero no se veía capaz. Era un cobarde. Siempre lo había sido.
Se sentaron en el sofá como siempre. Jungkook le había propuesto jugar a las cartas mientras estaban allí para pasar el rato. Jimin asentía, pero estaba distraído. La voz del chico seguía resonando en su mente y la pregunta cada vez se clavaba más en su interior, sofocándole de a poco. Deseaba ocultarlo, pero claramente falló porque Jungkook podía leerle como si fuese transparente. ¿Acaso podía ocultarle algo a su vecino?
— ¿Sigues pensando en lo que te dije? Porque no quiero que te martirices, Jimin.
Paseó sus dedos por las cartas que estaban en sus manos. A través de la ventana podía ver hojas de los arboles flotando en las corrientes de viento. Nuevamente le invadía la sensación de que estaban solos en el mundo.
— Cuando me lo dijiste me tomó por sorpresa —respondió—. Lamento no haberte respondido.
Jungkook suspiró y sin previo aviso apoyó su cabeza en las piernas de Jimin. Se mantuvieron en silencio unos segundos, hasta que Jungkook alzo la mano para peñiscar cariñosamente su mejilla. No pudo evitar soltar una risa nerviosa. Su vecino siempre encontraba la forma de sorprenderlo con una naturalidad única y que le dejaba sin aliento.
— Solo quiero que sepas que si dejo este lugar me gustaría hacerlo contigo —dijo Jungkook cerrando los ojos—. Me gusta estar contigo.
Jimin nunca había escuchado esas palabras de una persona, ni siquiera de su madre. Normalmente se sentía como una carga y se negaba a formar vínculos por esa misma razón. Pero ahí estaba. En un edificio abandonado, con un chico que era su vecino hace años apoyado en su regazo que le decía que disfrutaba su compañía. El corazón le latió con fuerza. El rostro de Jungkook se veía tranquilo con los ojos cerrados. Quizá por eso puso su pulgar en la mejilla de su vecino. Sus sentidos estaban agudizados y parecía que en su interior había una explosión de sensaciones. Jamás creyó que algo así tomaría lugar en su cuerpo. ¿Podía sentirse tan cómodo al lado de alguien? En ese momento no importaba. Ya no quería racionalizar todo lo que pasaba. Por eso, sin siquiera pensarlo, Jimin posó sus labios sobre los de Jungkook. El corazón le estalló en un segundo.
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