8.
Jimin bajó la vista, se sentía avergonzado, rayando en el pánico. Ahora que se encontraba más despierto no podía evitar pensar que se quedó dormido durante toda la película y, además, había llorado en sus sueños mientras tenía a Jungkook a su lado. Las palabras que se escaparon de su boca también le inquietaban. Era como si se hubiese desnudado de la forma más precaria y ahora se encontraba si nada con que cubrirse mientras caminaban, esta vez de vuelta a su casa ya que no se podía quedar más tiempo del necesario. Jungkook había estado explicándole las partes de la película que se había perdido, lo que no ayudaba ni un poco a que sus orejas dejasen de estar rojas de la pena que sentía. A esa hora las brisas más frescas comenzaban a notarse y su cabello ondeaba ligeramente a causa del viento.
Lo que más le molestaba del asunto era la nueva vulnerabilidad a la que se estaba exponiendo. Una cosa era hablar de tus secretos, en cierto sentido seguías teniendo un control sobre la información y tu compostura era la misma de siempre. Pero una vez que tus temores se mostraban de manera externa, dejándote sin ningún lugar en el cual poder esconderte a ti mismo, empezaba el verdadero reto de dejar entrar a alguien en tu vida. Justo en ese momento, Jimin se sintió completamente abrumado por aquel sentir y pensó que no sería capaz de hacerlo. No quería que nadie le viese así nunca.
Asentía de manera monótona. La voz de Jungkook parecía mucho más lejana, aunque caminaban al lado del otro. Las manos le picaban, comenzó a jugar con el costado de la uña de su dedo pulgar derecho. Cada vez que recordaba lo que había pasado tiraba la piel con más fuerza, intentando que con el dolor aquella sensación de incomodidad dejase su pecho.
— ¿Jimin? —era la voz de su vecino la que lo llamaba.
Jungkook se había detenido hacía unos pasos, por lo que tuvo que darse vuelta cuando lo llamó. El chico parecía confundido, él mismo lo estaba. Solo quería volver a su casa, porque en el momento se sentía completamente angustiado. Ni siquiera se entendía a sí mismo. Creyó que la cercanía de Jungkook era la luz que iluminaba el camino oscuro en el cual se había sumergido durante años. Ahora aquella proximidad suponía una amenaza. Lo hacía sentir débil. No sabía cómo manejar todo eso. Era en aquellos moimentos en los que se daba cuenta lo mucho que le afectaban enfrentarse a cosas nuevas.
Dejó caer su mano a un costado. Todo iba muy rápido. Justo en ese momento parecía que todos los temores que había estado ignorado caían sobre su cabeza como una intensa lluvia de meteoritos. ¿Todo eso porque había llorado frente a Jungkook? ¿O era la forma en que el castaño había limpiado sus lágrimas con los dedos después de que despertara? ¿O quizá fue el hecho de que con aquel chico parecía que algo dentro de él renacía y se comportaba de manera contraría a como siempre lo hacía? Sintió como su respiración de volvía pesada y cerró los ojos con fuerza. No podía con ello. No ahora. La vergüenza le carcomía. Sentía una furia inmensa consigo mismo por haberse puesto en aquella situación, por ello, como un ser cobarde, en ese momento decidió desaparecer y así lo hizo.
— Debo irme —dijo con la voz temblorosa.
Y empezó a caminar a paso rápido, primero. De a poco siguió acelerando. Y luego se puso a correr dejando atrás a Jungkook y lo que había pasado. Aquel era su patético intento de hacer desaparecer aquellos sentimientos que afloraban dentro de su mente. Era como si alguien hubiese activado un botón de pánico y ahora se encontraba alerta, con el miedo esparciéndose por su piel mientras sus pies se movían con rápides hacia una meta imaginaria.
Había aprendido a recubrir sus sentimientos de forma hermética y le había funcionado hasta ahora. Le incomodaba pensar que una persona pudiese ver lo que estaba sintiendo y lo que había vivido con tanta claridad. Sabía que algo en su interior se había averiado hace mucho tiempo, jamás logró repararlo y le asustaba pensar en lo que significaba. Quizá era eso lo que no quería mostrar, porque a la gente no le gusta cuando algo no funciona. Pensó que podría ocultarlo el resto de sus días, pero con la llegada de Jungkook cada pared que había construido se empezaba a derrumbar. Al principio se sintió esperanzado. ¿Podría empezar a vivir de forma normal? ¿Existía esa posibilidad? ¿Habría alguien que le aceptara a pesar de ser un ser retorcido? Esta pequeña esperanza lo mantuvo abierto a recibir estas nuevas sensaciones, aunque el miedo seguía existiendo.
Vas a explotar, decía la pequeña voz en su interior. Tú no eres como el resto de las personas.
Jungkook era como un huracán. Después de haber existido a un costado de la vida del otro durante años, ahora habían dado el primer paso y se acercaron a la línea roja que les separaba. Para Jimin parecía que todo sucedió en un instante y su vida comenzó a cambiar. Su subconsciente había estado desesperadamente buscando alguien que pudiese entender lo que se sentía vivir de esta forma, porque la soledad lo arrastraba a la oscuridad de manera constante. ¿No se suponía que aquello era lo que necesitaba encontrar? ¿Entonces ahora por qué corría lejos de la única persona en la que podía confiar?
La voz es la que contesta: Aléjate. Es mejor así. Él también te hará daño.
Se detuvo en un callejón. Sus piernas cedieron en ese momento y cayó al piso con sus brazos rodeando sus rodillas. Los pensamientos intrusivos tomaban cada vez más fuerza. Sus ojos comenzaban a escocer y en su garganta se formaba un nudo pesado. ¿Jungkook le haría daño? La parte lógica de su cerebro le decía que ni siquiera había visto algún indicio de que algo así pudiera suceder, sin embargo, el sentimiento de miedo era más fuerte y nublaba cualquier intento para detener aquella avalancha. El cuerpo le temblaba. En ese momento se mostraba tal y como era en realidad. El armazón que creyó haber construido en realidad nunca existió. Siempre fue aquella cosa frágil que con una simple brisa podría desmoronarse. Y exactamente fue así.
Después del accidente de su madre en la escuela le solicitaron que fuera a una evaluación psicológica, ya que su desempeño académico estaba bajando de manera caótica y se veía muy retraído. Fue un martes por la tarde que se sentó frente al escritorio que le separaba de la señora Han, quien fue la especialista que se le recomendó para ello. La mayoría del tiempo estuvo con la mirada perdida en la ventana que estaba de espaldas a la mujer, aunque seguía escuchándola por educación. Le hizo preguntas regulares, sobre su edad, si tenía amigos, su situación familiar y las cosas que le gustaba hacer. Sus respuestas fueron cortas. Quería salir lo antes posible de ahí porque se sentía demasiado examinado por la mirada de la señora Han cada vez que habría la boca. Estaba seguro de que analizaba cada una de sus palabras con cuidado mientras tomaba notas con tranquilidad en su libreta negra.
— Creo que ya nos estamos conociendo un poco —dijo la mujer mientras dejaba el lápiz que estaba ocupando a un costado—. Pero aún no me haz dicho el motivo por el cuál vienes hoy, Jimin.
— Me han obligado. Creen que no me encuentro bien por el accidente que sufrió mi madre.
— ¿Y lo estás?
Quizá aquella fue la primera vez en que sintió ese tipo de pánico. Fue el miedo vivo de que alguien pusiese tanta atención en su comportamiento logrando ver todo lo que había escondido. Extrañamente sintió vergüenza, ¿qué pensarían de él si decía lo que había vivido y lo que significaba para él el hecho de que el cuerpo de su madre se encontrase en esta dimensión, pero su mente en otra? No quería. Era asqueroso. Nadie podía saberlo. Quería que todo el mundo se alejase y lo dejasen en paz. Nadie le había ayudado hasta ese momento y no lo necesitaba ahora.
Así que esbozó la sonrisa más convincente que podía.
— Estoy bien. Creo que no he descansado mucho estos meses, eso es todo.
Y con ello dio fin a la sesión. Nunca volvió al despacho de la señora Han. Estudio lo suficiente para que sus calificaciones volviesen a la normalidad y hasta se apunto a algunos clubes para demostrar iniciativa. Retomó a su rutina normal y las personas una vez más dejaron de tenerlo en la mira. Aquello le supuso un alivio momentario, puesto que su niño interior seguía pidiendo a gritos la ayuda que el mismo rechazó. Ahora el ciclo se estaba cumpliendo una vez más. Esto dejaba ver que no era otro, sino el mismo el factor principal de sus desgracias.
Mientras sus brazos seguían apretando su cuerpo, intentando detener el derrumbe de su ser, escuchó unos pasos cerca. Cuando levantó la cabeza vio a Jungkook respirando entrecortadamente. Se dio cuenta de inmediato que había seguido su carrera. Mientras su vecino recobraba el aliento el no quiso decir nada. Más bien no podía. Si se movía un centímetro todo explotaría, estaba seguro.
— Corres rápido, debo admitir eso —dice Jungkook incorporándose y acercándose de a poco—. Me costó seguirte hasta aquí.
Jimin enterró nuevamente la cabeza en sus rodillas. No quería que lo viera.
— Quiero estar solo. No quiero...
Pero antes de que pudiese decir algo más los brazos de Jungkook le rodean el cuerpo. Ahora estaban a la misma altura. Sentados sobre los pies, al igual que los niños cuando juegan con canicas. El abrazo de Jungkook era cálido. Jimin podía sentir el corazón de su vecino acelerado por la carrera que había hecho para llegar hasta ahí. Se quedaron así unos segundos. Se sentía desconcertado. El torbellino lo había encontrado y estaba causando estragos en su interior. ¿Cómo podría mostrarle su verdadero ser? Era horrible, estaba sucio, le habían roto. Jungkook no podía ver eso.
Y como si leyera sus pensamientos, sintió los brazos de Jungkook apretándole más fuerte, como si ahora fuese él quien asumía la tarea de sostener el edificio que se derrumbaba.
— Está bien —susurra a su oído—. Todo estará bien desde ahora.
Jimin soltó una risa triste.
— Tú no sabes nada.
— Y tu no tienes que decirme nada. Pero eso no cambiará el hecho de que me quedaré aquí, a tu lado.
Pensó que ese chico estaba loco. En realidad, cualquier persona que pasara por aquel callejón y los viera abrazados y agachados pensaría que ambos estaban locos. Sin embargo, en ese momento en el cerebro de Jimin se presentó una calma avasalladora que logro hacer callar por unos momentos la voz que gritaba que se alejase de Jungkook para no contaminarlo con la oscuridad que pesaba sobre él. Era como si el mundo se hubiese quedado en completo silencio y ahora solo podía escuchar el corazón de su vecino latiendo contra su cuerpo. Aquello le decía que ambos estaban vivos, que ambos existían en el mismo lugar. Ya no necesitaba estar solo. ¿No podía darse un descanso y dejarlo entrar?
Como si su niño interior se hubiese dado cuenta de lo que estaba pasando Jimin empezó a llorar erráticamente. Con fuerza. Casi a gritos. Era como si todo lo que se había acumulado en un costado de su alma estuviera saliendo de golpe. Las lagrimas corrían y el lloraba sin parar mientras la mano de Jungkook le sostuvo la cabeza con cuidado. El pecho le subía y le bajaba, casi se ahogaba con cada sollozo, pero siguió así. Llorando. Jamás había llorado de esa forma. Y Jungkook le sostuvo. En sus brazos Jimin se sintió protegido.
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