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7.

TW: Abuso sexual.

Cuando era pequeño, Jimin y su madre no salían mucho de casa. Ahora mayor y con un sentido incorporado de lo que era el dinero, podía imaginarse por qué era de esa forma. Sin embargo, siempre esperaba con ansias aquellos momentos en que pasaban tiempo a solas, sobre todo los domingos por la tarde, cuando la señora Park se las ingeniaba para hacer cualquier tipo de postre con las recetas que su difunta abuela le había dejado en un cuaderno amarillento. Jimin participaba en el proceso, con sus pequeñas manitas ayudaba con los ingredientes y su madre le ayudaba cuando las cosas eran muy pesadas, explicando todo con una paciencia inquebrantable y una sonrisa en los labios. En esos instantes nacía una complicidad única. Jimin parecía tener más ganas de hacer preguntas y reír cuando se encontraba a solas con su madre, quien se dedicaba a escucharle con atención y responder de la manera en que un niño de 6 años pudiese entender los secretos del universo. Sentía que eran ellos dos contra el mundo y eso le reconfortaba. Mientras se mantuviesen juntos no había monstruos que pudiesen molestarle, ni pesadillas que le quitasen el sueño.

Recuerda esos momentos con una nostalgia que le llena el pecho. Conforme los años pasaron Jimin podía notar un cambio en su madre, sobre todo cuando fin de mes se acercaba y las cartas que contenían las diversas cuentas por pagar de la pequeña familia abarrotaban al buzón. La sonrisa cordial que adornaba el rostro pálido de la señora Park parecía desaparecer, dejando una mueca seca tras de sí. Se colocaba unos anteojos marrones para leer cada documento con cuidado. Jimin la observaba en silencio mientras el mechón del cabello negro le tapaba parte del rostro. Pronto se dio cuenta que en aquellos momentos su madre prefería estar a solas y entre ellos se empezó a forjar cierta distancia que en la mente de un niño de 6 años parecía un acantilado.

La primera vez que su madre le presentó Chang Yoonhun se sintió agobiado. Era la primera vez que alguien se adentraba de manera tan abrupta en el espacio que durante mucho tiempo había pertenecido solamente a él y a Park Yunjin, que su corazón empezó a latir con fuerza y los oídos le zumbaban. Le pareció un hombre extraño. Se dieron la mano unos segundos a modo de saludo y Jimin la aparto de inmediato. Era raro. Normalmente era muy educado con los adultos, pero ese hombre le parecía de temer. Sobre todo, su rostro. No apartaba la mirada y eso a Jimin le incomodaba.

Aquella tarde se encerró en su habitación durante horas, sentándose en un rincón del lugar con la cara escondida entre las piernas. Cuando sus miembros se empezaron a acalambrar, su madre abrió la puerta y tomó asiento justo a su lado. Tenía la mirada perdida y Jimin no podía encontrar la sonrisa que tanto le gustaba. Era domingo, ese día no cocinaron juntos. Ni lo harían en mucho tiempo más.

— Debe haber sido una sorpresa para ti —dijo en voz baja Park Yunjin—. Pero las cosas nos irán mejor ahora, lo prometo.

Ahora que miraba hacia atrás, parecía que su madre se intentaba a convencer a sí misma que así sería.

La llegada de Chang Yoonhun supuso un cierto alivio para su madre. Siempre traía comida cuando les visitaba y se esforzaba en llevar conversaciones con Jimin para conocer sus intereses. Sin embargo, no le infundía la más mínima confianza, por lo que siempre daba respuestas cortas y se excusaba para volver a su habitación apenas se terminaban las formalidades de las comidas. Su madre lo regaño en incontables ocasiones por ello. Ya casi no hablaban si no era sobre su compartamiento con Chang Yoonhun y eso a Jimin le dolía. Añoraba aquellos instantes de cercanía, por las noches los sueños oscuros le perseguían y parecía que ya no había nadie a su lado para ayudarle.

El día en que su madre le dijo a Jimin que se casaría con su padrastro, fue el día en que este último por primera vez le gritó a su progenitora.

— ¡¿Por qué?! —su voz era un alarido— ¡¿Por qué tienes que casarte con él?! ¡No quiero! ¡No lo quiero aquí!

Ese mismo día fue la primera vez en que Park Yunjin le levantó la mano a su hijo.

Ambos estaban respirando con fuerza, pero en silencio. Jimin tenía las mejillas calientes y el lugar en que la mano de su madre se había posado para hacerlo callar ardía con fuerza. Las lagrimas caían por los ojos de ambos. La sala de estar parecía un lugar mucho más oscuro y grande. Ahora la distancia que el pequeño Jimin había notado antes entre ambos parecía no tener fin. Era como si en ese exacto lugar se hubiesen transformado en dos extraños conviviendo bajo un mismo techo.

— Eres muy pequeño para entender —fue su madre quien cortó el silencio primero, mientras se limpiaba con fuerza las lágrimas de sus ojos—. Pero no puedo sola, yo sé que no puedo.

La duda surgía nuevamente, ¿hablaba con él o consigo misma?

— Todo irá bien —prometió—. Ahora estaremos mejor.

El padre de Jimin había muerto de cáncer cuando el tenía 2 años. Cuando le preguntaban si le recordaba, la verdad era que no mucho. Los leves recuerdos que tenía eran de una mancha que se asemejaba a la figura de una persona y una voz lejana que le llamaba por su nombre. Nunca se había sentido muy herido recordando que su padre ya no vivía. Pensaba que con su madre bastaba, puesto que ella era la persona a la que quería más en el mundo. Park Yunjin, por otro lado, evitaba hablar del padre de Jimin. Casi hacía como si aquel capítulo de su vida no hubiese existido en absoluto. Jimin jamás se lo recriminó, pero en ese momento la rabia acumulada en ese pequeño cuerpo evocaba el recuerdo de su difunto padre y la añoranza de un futuro distinto le sacudía como un mar furioso.

— No quiero un nuevo papá —contestó Jimin—. No quiero a ese hombre, jamás lo querré. Ojalá tu hubieses muerto.

Y con eso dicho corrió a su habitación y derramo el resto de sus lagrimas en la cama sintiéndose culpable al ver dicho semejantes palabras a su madre. A pesar de que aquella memoria le dolía, había solo una parte de lo que le dijo ese día a Park Yunjin que se había cumplido al pie de la letra. Jamás ha querido a su padrastro.

Por un tiempo las cosas parecían marchar mejor, a pesar de que ya no hablaba mucho con su madre, el trato cordial entre ambos se mantenía y Jimin había puesto un pequeño esfuerzo en tolerar más a su padrastro después de su boda. Le iba bien en la escuela y las cosas materiales que le rodeaban parecían ir en aumento. En ese momento el papel de familia feliz parecía ser cumplido a la perfección, casi como si fuese natural para ellos y se limitó a seguir esa nueva rutina sin pensar mucho más allá.

Pero todo cambió cuando Chang Yoonhun comenzó a visitar su habitación por las noches.

Las primeras veces se sentó a las orillas de su cama preguntando cómo le había ido en la escuela. Jimin sentía nauseas al sentir el olor a alcohol en el aliento de su padrastro así que se quedaba quieto con los ojos cerrados hasta que se iba. Las cosas pronto fueron escalando. Las manos del hombre se posaban en su cuerpo sobre las sábanas y por el rostro de Jimin corrían las lágrimas. Una vez intentó gritar, pero Chang Yoonhun le tapo la boca con rapidez, mirándolo directamente con ojos que parecían pertenecerle a un demonio.

— No grites o le haré daño a tu madre. ¿Entiendes?

Eso basto para dejarlo inmóvil mientras su cuerpo era despojado de su control y ensuciado de la manera más vil. Se quedó mirando el techo, preguntándose por qué era el quien tenía que sufrir de esa manera. ¿Acaso había hecho algo mal?

Solo una vez intento decirle algo a su madre. Eso fue hace tres años, días antes del accidente que la dejaría en el estado catatónico que se encontraba actualmente. Jimin la encontró tendiendo ropa en la parte de atrás de la casa, concentrada en su tarea. La noche anterior Chang Yoonhun había entrado a su habitación y ahora el cuerpo le dolía, sobre todo la boca. No pudo evitar caer al suelo llorando cuando dio un paso hacia su madre quien corrió a su lado a ver qué le sucedía. Jimin no fue capaz de decir nada, solo siguió aferrado a su madre como un niño pequeño asustado tras tener un mal sueño. Park Yunjin lo abrazó de vuelta. La mujer temblaba igual que Jimin.

Cuando el domingo llegó, después de años Park Yunjin llamó a Jimin a la cocina para cocinar un pie de manzana. El chico se sintió descolocado, pero siguió a su madre en todas las instrucciones que le dio. Sin embargo, esta vez ya no preguntaba ni reía. Parecía una broma cruel estar parado ahí fingiendo que todo iba bien cuando estaba viviendo un infierno por las noches. Sin darse cuenta dejó caer la fuente en la que anteriormente había dejado la mezcla lista para que se fuese al horno. Los pedazos de vidrio saltaron. La señora Park rápidamente buscó una escoba para empezar a limpiar, pero Jimin ya se encontraba recogiendo el vidrio con sus manos. Sin darse cuenta apretó ambos puños y la sangre comenzó a caer de sus dedos.

— ¡¿Qué haces?! —gritó Park Yunjin tomando las manos de Jimin—. ¡¿Por qué los has tomado tú?!

Jimin parecía estar en otra dimensión mientras contestaba.

— ¿Y nosotros que estamos haciendo, mamá? ¿Qué se supone que estás haciendo?

Nunca había visto una expresión como aquella en el rostro de su madre, ni la volvería a ver. La mujer abandono el lugar, cerrando la puerta tras de sí. Jimin se quedó mirando sus manos ensangrentadas. Era como si aquellas manos le perteneciesen a alguien más. Se preguntaba a sí mismo cuando se había transformado en un cascaron vacío.

Por la noche su madre no regreso. Su padrastro apenas llegó empezó a llamar a todos los lugares conocidos para ubicarla, pero nadie parecía haberla visto por ninguna parte. Desde su habitación Jimin fue el primero en escuchar el timbre de su casa a eso de las tres de la mañana y por ello se levanto con lentitud esperando encontrar a su madre tras la puerta. Sin embargo, a quienes vio fue a dos policías que le preguntaron si su padre se encontraba en casa. Chang Yoonhun apareció por el pasillo y preguntó si se trataba de la desaparición de Park Yunjin.

— Ha habido un accidente.

Su madre fue arrollada por un camión aquella noche. Por suerte, había logrado mantenerse con vida hasta la llegada de la ambulancia, pero sus heridas eran graves, sobre todo aquellas que había recibido directamente en la cabeza. Jimin no fue a verla al hospital. No fue capaz. Se sentía tan culpable que cuando Park Yunjin fue dada de alta y llevada de vuelta a su hogar, no fue capaz de mirarla a sus ojos. Una parte dentro de sí mismo estaba seguro de que su arrebato de aquel día había sido la causa directa del atropello de su madre y ese pensamiento le llevaba a tener las pesadillas más horribles de toda su vida. Con el rostro de su madre acechándole, las manos cubiertas de sangre y una figura oscura apoderándose de su cuerpo poco a poco.

Nunca volvió a tener una noche de paz.





— ¿Jimin?

Abrió sus ojos con lentitud. El rostro de Jungkook estaba frente a él. De a poco recobro la compostura recordando donde se encontrada. Era el cine clausurado al que Jungkook le había invitado. La película había terminado y ahora las luces se encontraban encendidas. Sintió el rostro húmedo, al pasar su mano por la cara se dio cuenta de que había estado llorando.

— ¿Tuviste una pesadilla? —preguntó Jungkook preocupado.

Jimin se enderezo y se restregó el rostro con las manos. Podía haber mentido, pero cuando se trataba de su vecino parecía que ni sus más oscuros secretos eran capaces de mantenerse ocultos, aunque lo deseara.

Y, así, por primera vez admitió:

— Siempre las tengo.


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