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12.

Cuando era pequeño visitó un hospital con su madre. Se trataba de una compañera de trabajo de la señora Park. La mujer le había explicado que se había lastimado la pierna y que ahora llevaban comida para desearle una pronta recuperación. Tenía seis años, cuando los adultos a su alrededor hablaban de dolor lo único que se le venía a la mente eran las rodillas raspadas que se ganaba cuando jugaba de manera descuidada. Sin embargo, apenas puso un pie en el hospital entendió de inmediato que ese no era un lugar en el cual quería pasar mucho tiempo. La mayor parte del tiempo se mantuvo aferrado a las faldas de su madre, esperando poder irse a casa y no volver. Se trataba de un hospital pequeño, por lo que podía ver las camillas entrando y saliendo por los pasillos con gente enferma. No le gustaba ni un poco, el ambiente era idéntico al que se recreaba en sus pesadillas.

Al llegar a casa rompió en llanto, le pidió a su madre que jamás le llevase otra vez y la mujer intentó explicarle que no era muy distinto que las veces en que iban a ver a su pediatra. A pesar de la explicación calma y las buenas intenciones de la señora Park, Jimin se negaba. No se parecía en nada, ahí la gente no sufría y le daban caramelos. Bajo su razonamiento de niño pequeño, su madre le estaba mintiendo y eso hizo que llorase con más fuerza.

¿Cuántos años habían pasado después de eso? Muchos. Sin embargo, los hospitales seguían haciéndole sentir extraño. Ni siquiera se le había ocurrido pensar en eso cuando trajo arrastrando a su vecino desde el callejón hacia la atención de urgencias más cercana. Sólo se le ocurrió una vez que se había sentado en una de las sillas de plástico que tenían disponibles para el público y se llevaban a Jungkook en una camilla para ser examinado. En ese momento sintió que toda la fuerza de su cuerpo se iba de golpe y temió desmayarse. Se mantuvo quieto intentando que no se notara el pánico que le carcomía por dentro y fue ahí que recordó el miedo que le perturbo de pequeño.

Se levantó un par de veces para caminar por la sala de espera, estirando sus músculos con cuidado. Se había dado cuenta de que su camisa del uniforme estaba manchada con sangre, justo en su hombro y debajo de su cuello. Cuando levantó a su vecino notó rápidamente que tenía la frente rota y la sangre emanaba con fuerza. Levantó su mano, había rasgado la manga de su camisa para hacer un vendaje improvisado. La verdad es que cualquier persona que le viera pensaría que era él quien estaba esperando la atención médica. Ojalá fuese así, pensó. Pero adentro Jungkook estaba con heridas y hematomas de lo que parecía haber sido una golpiza cruel.

No le tomó mucho tiempo darse cuenta de que Sunwoo era el culpable de aquel accidente. No sólo por la forma en que se encontraron, sino también porque no era la primera vez que era testigo un suceso parecido entre los hermanos Jeon. Jimin tenía conocimiento de que habían existido otras peleas. La mayoría de las veces sólo podía escuchar, pero en ciertas ocasiones ambos chicos se enfrentaban fuera de la casa y el los miraba desde la ventana. El resultado siempre era el mismo. El mayor de ellos salía ganando, dejando al más pequeño en el suelo, escondiendo el rostro. Jungkook también le había hablado de eso, casi como si se tratase de un suceso rutinario.

— Siempre ha sido así —le dijo un día sentando contra la pared de su casa, mientras Jimin se asomaba por la ventana—. Si se enoja conmigo me golpea, si se enoja con el viejo, me golpea a mí. Una vez se encabronó porque una novia suya le dejó. Yo ni siquiera la conocía, pero me tiro un diente de leche que ni siquiera estaba suelto.

Recordaba los gritos que había escuchado sobre aquel enfrentamiento. Jungkook era un preadolescente en ese entonces y a gritos le rogaba a su hermano que le explicase de manera coherente por qué estaba siendo golpeado. El problema es que nunca había una explicación, las respuestas no llegaban y Jungkook quedaba sólo, intentando resistir el dolor.

— Me odia, aunque se supone que es mi hermano.

— ¿Y tú lo odias? —preguntó ese día Jimin mientras miraba el perfil de Jungkook.

— Sería lo más fácil, o en realidad lo que se espera, ¿no? Me pregunto porque nunca puedo hacer las cosas más fáciles para mí mismo.

En ese momento Jungkook se pusó las manos en detrás de la cabeza y soltó un suspiró sonoro.

— Supongo que me hecha la culpa de que mamá se fuera. Tiene un buen punto allí.

Esa era la primera vez que Jimin escuchaba sobre la madre de Jungkook. Desde el día en que se conocieron no había visto una mujer en el hogar, por lo que nunca se le había pasado por la mente que podrían existir rastros de alguna en las memorias del chico. Se quedaron en silencio un tiempo, fue Jungkook quien soltó una risa ahogada.

— Disculpa, eso estuvo pesado —el chico se acarició el cuello de manera tímida, pero Jimin no se había sentido incomodo.

— No, no pasa nada. Creo que entiendo a qué te refieres. Además, me parece admirable que no odies a tu hermano, estando en esa situación dudo que pudiese decir lo mismo.

— ¿Seguro? A veces pienso que somos muy parecidos.

Pero en eso el chico se equivocaba. Jimin odiaba a su padrastro quien se suponía que ocupaba el lugar de su familia. En ese momento no fue capaz de confesarlo, así que se quedó en silencio. No eran iguales porque a Jimin le consumía la oscuridad que acarreaba desde que había conocido a su padrastro.

— Gracias por escucharme —susurró Jungkook—. Enserio.

Jimin le sonrió al chico. No lo dijo, pero en realidad sentía que era él quien debía darle las gracias a Jungkook, ya que jamás imaginó que podría llegar a confiar en alguien de una manera tan profunda como con aquel chico. El lazo que les unía era invisible a los ojos, pero les ataba cada vez más cerca. ¿Qué significaría eso?

Ahora se encontraban allí por culpa del hermano mayor del chico. Tuvo miedo. No faltaría mucho para que las golpizas siguieran escalando y terminasen en algo fatal. Quería ayudar a Jungkook, pero se sentía obsoleto. Necesitaba hacer algo, aunque fuese pequeño para que la situación de su vecino mejorase antes de que las cosas se pusieran peor.

Pasó una hora antes de que Jungkook se asomara en el pasillo. Cuando Jimin lo vio se puso de pie de inmediato y corrió a su encuentro. En la frente tenía una venda y el brazo derecho estaba colgando rodeado por yeso. Seguía un poco pálido, ni siquiera alcanzó a decirle algo cuando el chico le tomó la mano y le tiro con fuerza hacia la puerta de salida.

— ¿Jungkook?

— Sígueme.

Salieron de emergencias rápidamente. Jimin no entendía lo que pasaba. Solo podía pensar en lo mal que debía sentirse Jungkook con aquellas heridas. A pesar de su preocupación el chico no se detuvo hasta que estuvieron lo bastante lejos del lugar. Solo ahí le soltó la mano y se sentó en el piso de la acera, claramente recuperando el aliento.

— ¿Qué haces? —pregunta Jimin agitado, tenía miedo de que su vecino se hubiese lastimado otra vez—. Sigues herido, ¿por qué no te quedaste en el hospital?

— Querían llamar al viejo. Eso solo traería más problemas.

Jimin se sentó a su lado y lo examinó detenidamente. En ese momento ver a Jungkook herido le dio una punzada en el pecho, logrando que le invadiera la tristeza. Dejó caer su frente con cuidado en el hombro del chico, tratando de no lastimarlo. Las imágenes de Jungkook ensangrentado y tosiendo en medio del callejón se repetían en su cabeza. Se preguntaba que hubiese sucedido si nadie le encontraba, si nadie le prestaba auxilio. Los peores escenarios afloraban en su imaginación acrecentando su angustia. Quería proteger a Jungkook, pero él mismo no era suficiente.

— No sabía que hacer —admitió después de un rato—. Perdón, de verdad lo siento.

En ese momento sintió la cabeza del chico contra la suya.

— Lo sé. Muchas gracias por llegar.

La mano de Jungkook buscó la suya y sus dedos se entrelazaron. La proximidad le hizo estremecer. La cálides del cuerpo del chico le decía que ahora estaban juntos, algo que hace días estaba deseando. Por un momento se concentró en aquello, sólo en eso. Sabía que no era el momento, pero necesitaba abandonarse un poco antes de que todo se siguiese desmoronando.

— ¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué terminaste así?

La pregunta se escapó de su boca, aunque ya se imaginaba el tipo de respuesta que recibiría. Jungkook no habló de inmediato, parecía dudar sobre si debía decir lo que había sucedido o no. Jimin le apretó la mano intentando hacerle saber que todo estaba bien. Solo allí su vecino empezó a hablar.

— Mi hermano estaba molesto, me pidió dinero ya que en casa no había nada. Supongo que le contaron de mis trabajos y quiso obligarme a decirle dónde estaba todo lo que gane. Pero no soy un pobre idiota, jamás dejaría el dinero en casa con él y mi padre ahí.

— ¿Lo escondiste?

— En el edificio, debajo del sofá. Está todo lo que he ahorrado hasta el momento.

Jimin se sorprendió. Sabía de los trabajos de Jungkook, pero no tenía idea de que ahorraba aquel dinero. Ahora todo tenía mucho más sentido. Estaba planeando irse y para eso necesitaba tener algo en los bolsillos.

— Que bueno que no pudo quitarte nada... ¿Pero por qué debía dejarte así? De verdad no lo entiendo.

Jungkook le acarició la palma con delicadeza. La noche caía sobre ellos, pero no les importaba. En ese momento estaban fingiendo que el resto del mundo había dejado de existir.

— No me importa —respondió Jungkook—. Pronto ya no lo veré nunca más.

En ese momento Jimin supo que ya debían volver a la realidad, aunque doliese. Los caminos de él y su vecino se estaban separando mucho más rápido de lo que había pensado. Aunque no se encontraba listo para el final que se avecinaba, sintió cierta tranquilidad. Si Jungkook se iba aquello significaba estaría lejos de su familia. Con ello, escenas como la de ese día no se repetirían. Para él eso era más que suficiente. Jungkook merecía llevar una vida en paz en la cual no saliese lastimado.

Así que soltó la mano del chico con delicadeza y le sonrió.

— Si te puedo ayudar en algo sólo dime —sus palabras eran sinceras, aunque dejaban tras de sí cierta tristeza—. No quiero que algo como esto te vuelva a suceder.

Y aunque Jimin creyese que ya había tomado una decisión al respecto, Jungkook desmoronaba todo como un huracán implacable sacudiendo su mundo. La mano del chico buscó sus dedos de nuevo y le empujó ligeramente para acercar sus rostros. Se miraban fijamente. El corazón de Jimin empezó a latir tan fuerte que pensó que se le saldría del pecho en cualquier minuto.

— Sólo me iré de aquí contigo —sentenció Jungkook mientras le regalaba una sonrisa—. No pienso dejarte atrás, así que pido disculpas por mi egoísmo.

En el siguiente segundo sintió los labios de Jungkook contra los suyos, moviéndose con cuidado. Jimin no se esforzó por rechazarle, por el contrario, su lengua prontamente buscó la de Jungkook y sus dedos apretaron la mano del chico mientras su estomago era un revoltijo de emociones. Cerró los ojos con fuerza. No podía resistirse ni un poco, aunque le costaba respirar.

Fue su vecino quien se separó primero soltando de a poco su labio inferior. Jimin abrió los ojos encontrándose con el rostro de Jungkook.

— Te esperaré el tiempo que necesites, Jimin.

En ese momento Jimin pensó que podría seguir a ese chico hasta el fin del mundo.


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