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Capítulo 26

¡Holiwis! Regresé. ¿Qué tal pasaron el día de ayer? Yo no digo nada, ayer fue una de las peores guardias de mi vida. ¿Es que ya las personas no pueden dejar de machetearse? Ni porque era San Valentín, por Dios.

Bueno, hoy dejaré otra vez los dos capítulos, me espera una larga y exigente semana que inició con 36 horas sin dormir y solo 2 para tener un sueño "reparador". Dudo poder publicar otro día, así que dejaré los dos capítulos de esta historia y  también el de All for you.

Ir abriendo mis párpados lentamente me ha permitido darme cuenta de que todo lo ocurrido no fue un sueño, sí estoy durmiendo al lado de Jimin. Pero, a diferencia de nuestra posición inicial, ahora soy yo quien lo envuelve en un abrazo. No sé en qué momento vencí mi desenfrenado palpitar y caí en brazos de Morfeo, no creí lograrlo, probablemente el aroma a cerezos en los cabellos rubios de mi novio, así como la confortable sensación de nuestros cuerpos acoplándose, me llenaron de calma.

Su expresión es apacible, no parece que tenga dolor, pero de seguro dormirá por varias horas más, su cuerpo debe necesitarlo. Me escurrí lentamente de entre las sábanas, intentando hacer el menor movimiento posible, lo arropé y dejé un beso en su frente. Por un segundo, en mi mente rondó la idea de prepararle algo delicioso para cuando despertase, entonces recordé cuando casi incendio la cocina de mi casa intentando hacer un arroz, olvidé esa posibilidad de inmediato.

Sin embargo, no puedo dejarlo sin comer, ni quiero. Seguramente le vendrá bien algo casero cuando despierte, en lugar de una comida a domicilio recalentada. No debe ser imposible hacer, al menos, unas gachas. Salí como un lince al supermercado más cercano y me artillé de ingredientes diversos, todo en caso de si fracasaba en un platillo, tener otro para preparar; además, era recomendable dejarle algo a Jimin, su despensa estaba bastante vacía.

Las horas pasaron inconteniblemente y mi batalla campal en la cocina no se detenía. Traté de hacer el menor ruido posible, despertar a Jimin sería un sacrilegio.

Hacer cada corte en las verduras provocaba una arruga en mi ceño mientras mis manos temblaban por mi poca puntería a la hora de trocear uniformemente. Un buen sofrito fue el reto siguiente, uno que no creo haber logrado superar. Mi madre tenía toda la razón cuando me dijo una vez que no importaba que tan bueno fuera el producto si no se le trataba con respeto, y por respeto se refería a una adecuada preparación, esa que yo no estaba siendo capaz de dar por más amor que desbordasen mis intenciones.

«El sabor es lo importante». Este fue mi pequeño discurso de recuperación de autoestima cada vez que fracasaba en algún paso de la receta que, cabe aclarar, fue la más sencilla que encontré en Google. ¿Cómo puede una simple sopa ser tan difícil?

Observé la olla con satisfacción y orgullo al percatarme de que, sin saber cómo, todo parecía haber tomado forma y se cocinaba lentamente.

Un aliviado y sonoro suspiro abandonó mis labios. Supe que mi sesión de homicidio con las verduras y la carne se había extendido de más cuando mi mirada se desvió hacia el reloj de la pared y más de tres horas habían transcurrido. La comida se preparaba a fuego lento, era hora de recoger el desastre en el fregadero y la meseta.

Teniendo la cocina limpia, era momento de desplazarse al salón de prácticas que, aparentemente, era el único sitio de la casa que Jimin había estado utilizando. Cada cierto tiempo me asomaba a la habitación para cerciorarme de que estuviese bien, la preocupación por lo sucedido no me dejaba tranquilo.

«Hay un límite para "meterse de lleno en algo"... Aunque, ¿quién soy yo para hablar?».

El sudor recorría mi rostro y gran parte de mi torso después de terminar la limpieza, decidí tomar una ducha rápida y secar el baño. Ya el Sol había desaparecido del cielo cuando, por fin, tomé un respiro, era más tarde de lo que pensé.

—Buenas noches, Kookie. —La voz somnolienta de Jimin me sacó de mis pensamientos.

—Buenas noches, Minnie. —Le di mi mejor sonrisa al voltear a verlo desde el sofá—. ¿Te sientes mejor? —Mi semblante se tensó ligeramente por los restos de preocupación.

—Gracias a ti... No te preocupes, ya estoy como nuevo. —Me devolvió la sonrisa—. Por cierto, pasé por el estudio antes de venir para acá... Gracias, por todo.

—No agradezcas, lo hice con gusto. Todo.

—Es tarde, debes tener hambre, ¿qué te gustaría comer? Hay un restaurante cerca de aquí, llamaré para que traigan algo a domicilio.

—La verdad es que... preparé algo mientras dormías —dije avergonzado.

—Oh, pues no perdamos más tiempo.

Me tomó de la mano hasta la cocina, sacó la vajilla de la repisa y puso la mesa mientras yo le daba un último toque de calor a la olla con la sopa. Nos sentamos frente a frente, nos serví en nuestros respectivos platos y nos dispusimos a comer, o, más bien, me dispuse a observar la expresión de Jimin al llevarse a la boca la primera cucharada. A la primera le siguió una, otra, y otra más.

—Está delicioso. —Sus ojos brillaban. Se relamió y me miró—. ¿No vas a comer?

—Sí, lo siento, es que no sabía si estaría bueno. Perdón por que sea algo tan simple, no soy muy diestro en esto —admití y me llevé la primera cucharada a la boca—. Pero, ¿qué es esto? —Mi expresión se torció.

—¿Qué pasó? ¿Te quemaste?

La sopa era horrible, bueno, no tan mala como horrible, pero si tenía sus problemas serios: el caldo estaba aguado, el arroz y la carne estaban algo duros y con poco sabor, las verduras incluso crujieron en el interior de mi boca, señal de que la cocción fue insuficiente y, para colmo, la sal no se asomaba por todo aquello. Desastre. Mi intento de chef se quedó en eso, en un simple y fallido intento.

—Lo siento. —Agaché mi cabeza. Cuando más necesitaba Jimin comer algo delicioso y nutritivo, yo le salía con esto—. No tienes que fingir que está rico. Después de probarlo..., me queda claro que no es un buen resultado.

—No sé qué le ves de malo. —Volvió a echar una cucharada en su boca.

—Ya no sigas comiendo eso. Llamaremos al restaurante que dijiste y pediremos algo. —Puse una mano sobre la suya y con la otra intenté alejarle el plato.

—No voy a llamar al restaurante. Para mí, el buen sabor de una comida es directamente proporcional al amor que pone el chef en su trabajo. No dudo de ellos, pero, estoy seguro de que no lo han hecho pensando directamente en mí. Además, saber que has desafiado un campo minado por mí, convierte esta en la mejor cena de mi vida.

Separó mi mano del plato, juntó ambas y dejó un suave beso en cada bandita en mis dedos, esas que detuvieron el sangrado después de cada pequeño corte con el cuchillo y cuya existencia yo había olvidado y creí que él no había notado.

«¡Maldición, Park Jimin! Eres demasiado perfecto para ser real; para ser mío».

Como ven, ha regresado separador-chan, jeje. Como ya volví a la universidad, puedo conectarme desde la laptop.

Bueno, vamos al siguiente.

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