—Espera, espera, estamos limpiando —Bakugō intenta hacer a un lado el rostro de Todoroki quien se ha puesto tan mimoso después del postre.

—Te limpio.

—Lávate la boca que te huele a culo.

—Lávate mejor la cola para que no me apeste la boca.

Bakugō le mete un codazo.

—Imbécil, la cola me huele a flores, eres tú que tiene el aliento a cloaca.

—Ya, te la mamo un rato.

—Todoroki, no seas idiota, nos acabamos de echar tres rondas, me vas a dejar las bolas bien secas.

—Andaaaa —canturrea Todoroki y a Bakugō le recuerda a un gato mimoso.

—Bien, pero que quede claro que después usaremos ese condón, no por nada acabo de quemarme el dinero.

—Dejame verlo tan siquiera —Bakugō se lo saca del pantalón—. Ya que es el sustituto del helado de fresa, debería ser un príncipe.

—¿Cómo se te puede ocurrir estas cosas en un momento así?

—Pasa un marcador.

—Estás loco, si lo pinchas para qué nos vamos a cuidar.

—¡Le voy a dibujar una corona!

—Estás loco, ¿qué te pasa?

—Uys, Katsuki, eres muy cortado —Todoroki rápido sube las escaleras a las habitaciones y baja a velocidad hipersónica, tropezando y andando en el último escalón.

—¡Pero fíjate por dónde vas! —Bakugō quiere reír.

Pronto Todoroki coge el condón y le dibuja la corona en el empaque—. ¡Listo!

—Al demonio, este no lo usamos.

—Pero dices que lo quieres usar para que no sea solamente un gasto innecesario.

—¡Cállate! Es un recuerdo.

—¿De qué?

—De esto, no seas corto.

—Corta tienes la polla.

—¡Quisieras! Sé qué tanto adoras mi pene —se lo apunta.

—No tanto como tu trase... —Bakugō se palmea el culo—. Oye, no antojes.

—Antojate, estamos solos, puedes hacerlo cuántas veces quieras.

—No digas esas cosas...

—¿Por? Se te acaba de parar.

—¡Por eso!

***
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