Media noche, Todoroki escucha unos golpeteos en su puerta. Somnoliento abre la puerta encontrándose con Katsuki quien de inmediato le abraza.

Le hace pasar, cierra la puerta y deja al rubio en su cama. Se ha puesto a llorar sin emitir sonido, así que se queda abrazándole mientras acaricia sus cabellos.

Pronto Katsuki parece relajarse, respira más tranquilo. Shōto intenta tapar a el rubio con la sábana, pero su voz le detiene.

—¿Cómo puedes recibirme sabiendo todo lo que se dice de mí?

Gangosa y ronca, quiere mirarlo, pero intuye que debe de sentirse demasiado avergonzado como para hacerlo, si se sentía cómodo dándole la espalda, entonces estaba bien.

—Porque te amo, Katsuki.

Lo ve moverse, pero está cansado por tanto llorar que lo único que hace es abrazar su brazo que usa como almohada.

—¿Cómo puedes seguir amándome?

El susurro es tan bajito que Shōto tiene que poner especial atención en él. Quiere decirle todas sus sospechas, todas sus impresiones, quiere hacerle saber que ante todo él estará ante las malas circunstancias.

—Sé que no fue porque hayas querido.

El rubio se gira y el bicolor cómo desea nunca ver lágrimas en su Peter Pan salvo que sean de felicidad.

—Bebimos, desde ahí di mi consentimiento.

Sabe a lo que se refiere, pero no es quién para hacerle debatir, por mucho que le ame, no se compara a una sesión real de terapia.

—No es así.

No quiere hacerle replicar y Katsuki busca más contacto. La mano libre la posa sobre su hombro.

—Es mi culpa.

Está tan frío.

—No digas tales cosas, por favor, no es bueno para ti.

Katsuki vuelve a girarse, le da la espalda y Shōto se pregunta si estará bien acercarse.

—Puedes.

—¿Perdón?

—Ábrazame fuerte y no me sueltes.