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No estoy bien (+16)

¡Ja, ja, ¿te gusta eso, zorra?!

¡Golpéalo más fuerte para que deje de gritar!

Míralo como llora, ¡ja, ja, ja!

¡Vamos, gime como la perra que eres!

De un sobresalto, Error despertó casi cayéndose de la cama. Su respiración era muy apresurada, las lágrimas caían por sus mejillas, y su cuerpo temblaba como gelatina.

Había tenido esa horrible pesadilla otra vez.
Parecía cada vez más recurrente.

Tratando de calmarse, pasó sus manos por su rostro para despejarse de aquellos horribles recuerdos que lo acosaban eternamente, y es cuando se dio cuenta del rojo carmín que había en sus dedos.

—Mierda...—, se dijo a si mismo mientras rápidamente se levantaba de su cama para correr al baño. Una vez frente al espejo, vio su rostro cubierto en sangre, con salpicaduras y esparcida accidentalmente por sus dedos.
No tenía que ser adivino para saber que esa claramente no era su sangre.

Como pudo se lavó el rostro y manos, para borrar todo rastro de sangre ajena en su cuerpo. Terminado eso, caminó de vuelta a su habitación en busca de las cosas que usaba durante la noche. Sobre el suelo, ahí yacían sus ropas oscuras, pero sobre todo, estaban sus guantes de metal y sus cuchillas justo como esperaba verlas, llenas de sangre.
A cuántas personas habría matado ayer, no lo podía recordar bien.

Después de ponerse sus lentes que estaban en su mesita de noche, con toda pereza fue a limpiar sus implementos. Odiaba que al ser Destructor, todo el trabajo de limpieza de evidencia se la diera al pobre y agotado Error.
Suponía que dormir era mucho más importante.

Una vez terminada toda la limpieza, era su turno. Fue a darse una ducha rápida y fría donde aprovechaba de quitarse el sueño que aún lo molestaba. Una vez fuera de la ducha, tomó la extrema decisión de observar en el espejo su cuerpo desnudo.
Fue un impulso estúpido, sumamente estúpido.
¿Por qué lo había hecho? Sabía lo que conllevaba.

Pudo ver esas horribles cicatrices que no hacían más que recordarle esa puta noche. Una lágrima se había escapado y resbalado por su mejilla. Se le era imposible seguir viéndose, no quería, no podía. Odiaba su cuerpo, se odiaba a si mismo.
Apartó la mirada del espejo solo para salir finalmente del baño para irse a vestir a su habitación. Guardó las prendas del Destructor en el lugar más recóndito de su closet, y sacó un par de prendas casuales para vestirse de una vez por todas.

Una vez listo, salió de su habitación para sentarse en su pequeña sala. Allí vio su horario; hoy no tenía clases. Desvió su mirada y en la pequeña mesa de diario de su cocina vio un florero con dos ramos de girasoles, margaritas y anémonas.
Estaba evitando el tema, aún no había querido llamar a sus hermanos. Supuso que ya que hoy era su día libre de la semana podría invitarlos a venir, quizá a cenar.

Sí, eso haría.

Agarro su bolso y caminó hasta la salida, iría a invitarlos de forma presencial. Gracias a estos días, había descubierto que le hacía sentir mejor salir y no estar solo en casa atormentándose con horribles pensamientos descalificativos hacia si mismo.

~•~

—¡Heya, broski!—, saludaba un chico de piel color miel y contextura delgada, cabello teñido de morado extravagante, de ropas llamativas y coloridas parecidas a las de los años noventas y ojos azules apenas perceptibles detrás de unas gafas oscuras con la palabra YOLO en ellas, —¡Creía que hoy no tenías clases! ¿Cómo es eso que vienes cuando no tienes clases pero faltas cuando tienes? ¡Eso no es radical, bro!

—Cállate, Fresh—, respondió malhumorado Error, ya que no andaba con la paciencia para aguantar las payasadas de su hermano menor, —Vine aquí para hablarte.

—Do you know what a phone is, bro?—, se rió el de cabello morado, —Pudiste llamarme o mandarme un mensaje, ya know? Tengo clases ahora.

—Lo sé—, dijo Error sin más en un tono serio, pero bajo, más bajo de lo usual. Para cualquiera no habría diferencia, pero Fresh conocía a su hermano mayor, lo conocía mejor que nadie, incluso mejor que Geno.

—You alright?

—Estoy bien, Fresh—, suspiró el de piel oscura mientras se frotaba la sien, —Solo vine porque quería que Geno y tu fueran a mi casa más tarde. A cenar, ya sabes.

—¿Podemos pedir pizza?

—Sí, ¿por qué no?

—¿Con champiñones?

—Con lo que quieras, maldito parasito—, se quejó el mayor, llevándose a cambio una risa burlesca del contrario.

—It's a deal, bro!—, exclamó el menor, tratando de darle unas palmaditas en la espalda a su hermano mayor, fallando miserablemente al ver que este se apartó antes de siquiera tocarlo. Le pareció tan extraño, ya que aunque sabía que su hermano odiaba ese tipo de gestos de su parte, nunca los había rechazado como tal, —Emm... ¿Ya le avisaste a nuestro big bro?

—No, ahora iré a invitarlo.

—Use your phone, broski! ¡Sabes que Geno odia que lo interrumpan en su trabajo!

—Lo sé, pero quiero hacerlo en persona—, suspiró el pelirrojo, solo para darle la espalda a su hermano menor, —Nos vemos más tarde Fresh, suerte en tus clases.

—Gee, thanks bro.

—Como sea.

~•~

—¡A-Ah~! Mmm~ R-Reaper... M-Más...

De pronto, del intercomunicador de aquel profanado escritorio se escuchó; "Señor Crayon, hay alguien que viene a verlo"

Geno como pudo se estiró para activar el intercomunicador, —D-Dígale que estoy o-ocupado.

"Es su hermano, señor"

—¡Mierda! Muévete Reaper, vístete rápido.

El dúo allí inmediatamente comenzó a arreglar sus ropas, sus cabellos despeinados y sudados, y el escritorio, para que su acto erótico de hace unos instantes pasara desapercibido. Una vez el albino vio que todo estaba en orden, activó el intercomunicador, —Eh, dígale que pase.

Unos segundos pasaron para que la puerta se abriera y Error pudiera entrar a la oficina de su hermano mayor, para encontrarse con la sorpresa de que no estaba solo.
Allí estaba un hombre de cabello negro, piel bastante pálida, ojos azulados y de ropa formal, con una expresión bastante nerviosa.

—¡Error!—, sonrió algo incómodo Geno, —¿Qué haces aquí? ¿Ocurrió algo?

—¿Quién es él?

El de pelo negro tragó saliva con fuerza, mientras intercambiaba miradas con su acompañante. Geno sonrió nervioso, y se levantó de su asiento detrás de su escritorio para acercarse a su hermano.

—¿Oh, él? Él es un compañero de trabajo—, dijo Geno, dándole un codazo al mismo para que se presentase.

—Emm, hola—, sonrió el mencionado, —Reaper Renrink; Sociólogo de la alcaldía de la ciudad.

—Nos encargaron gestionar unos asuntos públicos juntos—, sonrió Geno, tratando de que su nerviosismo no fuera evidente. El rostro sin expresión típico de su hermano tampoco estaba ayudando mucho que digamos, estaba haciendo lo posible para no sudar de los nervios.

—¿Es tu novio?

—¡¿Q-Qué?!—, exclamaron los dos al mismo tiempo, para luego pasar excusándose el uno al otro cada vez que el otro intentaba hablar y negar las acusaciones del menor.

—¡¿C-Cómo se te ocurre semejante estupidez, Error?!—, exclamaba iracundo el albino, volteandose para apuntar a Reaper, —¿Acaso no ves su anillo? ¡Es casado, por dios santo!

—Entonces, corrijo—, dijo Error, sin alterar para nada ninguna facción de su cara, —¿Es tu amante?

—E-Emm, Geno—, habló en voz baja el pelinegro, tratando de no incrementar la ira del contrario, —S-Será mejor que me vaya, hablaremos después sobre la evaluación del proyecto, ¿si?

Sin siquiera esperar respuesta, Reaper dejó la oficina. Geno estaba tan furioso que solo dejó caer su cuerpo en la silla de su escritorio para frotar su sien contando hasta diez. Pero entonces recordó que aún tenía un asunto que resolver.

—¿Qué mierda quieres, Error?—, gruñó el albino, sin siquiera dirigirle la mirada, ya que ahora masajeaba por sobre sus parpados para recuperar la compostura, —¿Cuantas veces te he dicho que odio que me interrumpas en el trabajo?

—¿Por qué? ¿No querías que te encontrara teniendo sexo con un hombre casado en tu oficina?—, escupió el menor, mientras tomaba asiento en la silla más alejada del escritorio, —Podrías conseguirte algo mejor, hermano.

—¿QUÉ MIERDA QUIERES?

—Hey, tranquilo—, suspiró el pelirrojo, con un ceño fruncido, —No soy quien para darte una lección de moral, ¿sabes? Solo vine para invitarte a mi casa a cenar más tarde. Fresh quiere que pidamos pizza, con champiñones como a él le gusta.

Geno realmente quería morirse allí en su asiento. El famoso tic en su ojo izquierdo estaba más presente que de costumbre.

—¿Viniste solo para preguntarme eso?

—Sí.

—¡¿Y NO PODÍAS ENVIAR UN PUTO MENSAJE?!

~•~

La noche ya había caído en la ciudad, y el moreno ya tenía todo listo para la visita de su hermanos. Exactamente tres platos, tres pares de cubiertos, tres vasos, y lo más importante, los dos ramos de flores que le había comprado a Ink hacía unos pocos días.

Ink...
¿Cómo estaría él? No lo había visto desde que compró las flores para sus hermanos. ¿Estará ocupado viendo su portafolios para el decano? Estaba ansioso por saber si le aceptaban la beca.
Más ansioso estaba para que llegara el día en que Ink fuera la facultad de artes a entregar su portafolio, y se tomaran ese chocolate caliente juntos.

Perdido en esos pensamientos fue cuando escuchó unos alaridos terribles a pocos metros de su edificio. El moreno corrió a la ventana más cercana para encontrarse con lo que parecía un robo, ya que un joven de no más de dieciocho años corría detrás de quien especulaba era el ladrón, con pasamontañas y aferrado a un bolso.

Una ira increíblemente grande le invadió, y controló la necesidad de ir por su alter ego. Sus hermanos estarían por llegar, debía contenerse.
Fue entonces como vio desde su ventana que de los aires bajó el Guardián de la Noche, justo en frente de dicho criminal. Con un pequeño enfrentamiento cuerpo a cuerpo, el Guardián inmovilizó al ladrón, atándolo de pies a cabeza con sus sogas, quitándole el bolso robado y devolviéndoselo al joven menor de edad que había corrido para recuperar sus cosas.
La sirena policiaca se escuchaba cerca, y el Guardián se despidió amablemente del joven antes de sujetar su gancho y soga y huir del lugar. Llegada la policía a la escena, sujetaron al inmóvil ladrón y lo metieron a la patrulla para llevárselo detenido.

Error estaba ardiendo en ira. Odiaba con todo su ser al Guardián, quien parecía defender a los horribles monstruos de los delincuentes. El pelirrojo estaba resistiendo con todo su ser salir por la ventana para ir a matar con sus propias manos al Guardián.
Una parte de si se regañaba a si mismo por tener tales pensamientos, diciéndose que no debía ser la misma clase de monstruo que deseaba destruir.
Pero otra parte de él, la que con frecuencia en la noche lo dominaba, le decía que debía salir y matar a todos esos hijos de puta, antes de que lastimaran a alguien más como hicieron con él.

Sentía un horrible dolor en su pecho, uno muy fuerte. Quería matarlos a todos, a todos los que algunas vez lo hicieron sufrir...
Pero, ya estaban muertos, ¿no? Entonces, porque el puto dolor no cesaba. Cada día se le era más difícil levantarse de la cama, cada día era más difícil fingir que el dolor ya no estaba.
Parecía que la única forma de escapar del dolor, era simplemente rindiéndose. ¿Por qué se esforzaba siquiera? No valía la pena.
No valía la pena seguir si tenía que verse al espejo cada puto día de su vida y ver que la herida no cierra.

Su cuerpo cada vez estaba más afuera de la ventana. Vio hacia abajo y comenzó a calcular cuanto tiempo tomaría en llegar al suelo. Cuanto tiempo tomaría para ser libre de ese horrible cuerpo que le recordaba constantemente lo débil y patético que fue esa noche.

Estaba tan decidido a soltarse de su apoyo, cuando de pronto fue interrumpido repentinamente cuando escuchó el sonido de la puerta de su casa.
Su mente comenzó a dar muchas vueltas, sintió un horrible dolor de cabeza, unas horribles nauseas. Se alejó de la ventana rápidamente, y asustado la cerró con todas sus fuerzas.
Se quedó inmóvil por varios minutos, que parecían horas. Las lagrimas no paraban de fluir, incapaz de creer lo que era capaz de hacer.

Estaba aterrado, no quería creer que estuvo a punto de rendirse otra vez.
Se había prometido a si mismo no volver a pensar en rendirse.

Pasados unos minutos más, la puerta volvió a sonar. El pelirrojo observó la puerta, y rápidamente se secó las lagrimas, trató de calmar su respiración y caminó lentamente hacia la puerta, bastante mareado.
Cuando abrió la puerta, se encontró con sus invitados. Ambos lo saludaron alegremente, pero Error se había quedado mudo, y con una expresión indescifrable.

—Error, ¿estás bien?—, preguntó Geno, tratando de acercarse al moreno, pero este no se dejó y retrocedió asustado.

—Broski?—, trató Fresh de llamar su atención. El menor de los hermanos por lo general era el que menos se preocupaba por todo, él simplemente cumplía con su deber de ser el mimado y el que animaba a todos.
Pero ahora, realmente se sentía preocupado por su hermano mayor.

Ambos invitados no dejaban de ver angustiados al pelirrojo, ya que este no parecía reaccionar. Tenía la mirada perdida, mirando fijamente el suelo.
De pronto, su expresión de absolutamente nada comenzó a cambiar. Su respiración se aceleró casi instantáneamente. Miró a sus hermanos, con mucha pena y angustia.

—L-Lo siento—, Error pudo susurrar, intentando como podía aguantar las lágrimas, —L-Lo lamento tanto.

Geno en seguida trató de acercarse, muy preocupado, —Error, ¿de qué hablas?

—L-Lamento haberlos preocupado-, suspiró el moreno, —L-Lamento no ser el hermano que hubieran querido.

—You kidding?—, exclamó Fresh, tratando de lentamente poner una mano en su espalda, fallando nuevamente pero sin darle importancia, —¡Eres el mejor hermano, yo! ¿Por qué dices esas cosas?

—N-No soy como dices-, sollozó Error, tratando de limpiar las lágrimas de sus mejillas, —H-He hecho cosas muy malas, y-yo... S-Solo soy...

—Error, tranquilo—, sonrió tiernamente Geno, —Faltar a tus clases por la razón que sea no te hace una mala persona. Lamento si el otro día te hice sentir mal, yo solo quería asegurarme que estuvieras bien.

Error se quedó en silencio.
Ellos no sabían, por supuesto que no lo sabían. Y a pesar de que quisiera gritar todo para que pudieran entender, no podía. Le daba vergüenza. Mucha vergüenza.
Y aunque lo supieran, ¿qué podían hacer ellos para ayudarle?

Nadie puede ayudarme, se recordaba a si mismo.
Nadie puede borrar esa noche.

—¿Estás yendo a tus clases de boxeo?—, preguntó Geno, a lo que Error simplemente asintió, —¿Has tenido otro ataque de ira?

—Hey, Big bro! No offense, pero creo que sus problemas de ira son lo de menos ahora—, interrumpió Fresh, considerando que Error no había estado con ataques de ira por mucho tiempo desde que había empezado con sus clases de boxeo. Pero principalmente, porque frente a él no veía a su típico hermano furioso con todo el mundo, capaz de golpear a quien se le cruzara por delante. No, ahora veía un lado de su hermano que muy pocas veces había visto, su lado vulnerable.
Ver llorar a Error frente suyo era algo casi de otro mundo para Fresh.

A decir verdad, desde que había dejado de ir a clases no lo había visto actuar como de costumbre. Estaba más cohibido, más esquivo y cabizbajo. Realmente esperaba que su Big Bro se hubiera dado cuenta de esos detalles también, porque entonces no se equivocaría si dijera que Error no estaba tan bien como decía.

—Broski? ¿Hay algo que quieras contarnos?—, preguntó Fresh, llevándose una mirada indescifrable de su hermano de piel oscura.

Quería hablar, pero las palabras no salían.
Quería que supieran, pero la vergüenza y la culpa era más fuertes.
Quería pedir ayuda, pero tenía miedo.
Ya era demasiado tarde, después de todo, el daño ya está hecho, y ni sus cicatrices ni las vidas que arrebató se resolverán con tan solo palabras.

—Y-Yo... L-Les compré flores—, suspiró finalmente el moreno, con el nudo en su garganta tragándoselo como podía. Sentía como sus piernas temblaban y las nauseas volvían. Desvió su mirada para que sus hermanos dejaran de verlo, y se adentró a su departamento. Los dos invitados no hicieron más que seguirlo, bastante confundidos.

—¿Nos compraste qué?—, preguntó Geno, una vez ya dentro del departamento de su hermano.

—F-Flores—, dijo Error, ya sacando los ramos del florero donde habían esperado por algunos días. Con ambos ramos se acercó discretamente a sus hermanos, y se las entregó a cada uno, —E-Es para disculparme, por no haberlos llamado durante tantas semanas y preocupándolos más de la cuenta.

—Awww, they're beautiful!—, exclamó Fresh, aspirando exageradamente el aroma de las flores en su posesión. Los ramos estaban ya algo marchitos por estar ya varios días cortados, pero el aroma seguía intacto, —Thanks, bro! Me encantan los girasoles.

—Esos significan amor y admiración—, intentó sonreír el moreno, su expresión pareciendo una mueca extraña más que una sonrisa.

—¿Y las margaritas?—, curvó una ceja el de cabello morado, intrigado sobre el significado de las flores en sus manos.

—Lealtad e incondicionalidad—, respondió Error, —Las dos juntas, según un amigo, quieren decir "Metí la pata, lo sé, pero los amo demasiado como para dejar las cosas así. Espero puedan perdonarme"

Geno rió, viendo enternecido el gesto de su hermanito, —Error, son hermosas, gracias... ¡Claro que te perdonamos, tonto! ¿Cierto, Fresh?

—Absolutely!

—Solo no vuelvas a asustarnos así—, regañó el albino, —Nos preocupaste mucho. Jamás me perdonaría si algo te pasara y yo no estuviese ahí para ti.

Ya es demasiado tarde, después de todo...

—¿Y qué son estas flores, broski?—, preguntó el menor de todos, examinando el ramo en sus manos, topándose con unas flores particulares, —Se me hacen familiares.

—Esas son anémonas—, respondió el pelirrojo, tratando de sonreir nuevamente, —Las elegí porque me recuerdan a las flores del jardín de cuando éramos niños, ¿recuerdan?

—Oh, si las recuerdo—, sonrió Geno complacido, mientras del ramo separaba una de las flores en cuestión para verla más de cerca, riendo un poco en el recuerdo, —Recuerdo que Fresh solía arrancarlas muy seguido del jardín, para que después mamá lo regañara.

—Yeah! ¡Lo recuerdo!—, sonrió Fresh, levantando los brazos como si se estuviese entregando a la policia, —Oh, you got me, brah! ¡Pero tenía mis razones, que conste!

—Siempre nos querías hacer sentir mejor con esas flores—, suspiró Error, por primera vez sonriendo sinceramente, con la mirada perdida en una única flor, —Esa flor significa fortaleza, pero no física, sino mental y emocional... Recuerdo cuando me diste una la primera vez de niños. Me dijiste que no estuviera triste, que yo era demasiado genial para estar triste... ¿Aún piensas eso de mí?

—Of course I do!—, exclamó Fresh, sonriendo de oreja a oreja, —¡Yo siempre te he admirado, brah, desde niños! Sentía que eras demasiado cool para que te derrumbaras tan fácilmente, ¡tu nunca has sido así!

Error quiso argumentar, desmentir esa estúpida creencia de su hermano, resistiendo las incontrolables ganas de llorar y gritar a todo pulmón la horrible verdad, cuando de pronto escuchó la puerta de su casa. Acto seguido se escuchó al repartidor de pizza diciendo que había llegado con el pedido.
Salvado por la campana, ¿no?

—Yeah, pizza!—, celebró el menor.

—¿Con qué la pediste?—, preguntó sonriente Geno, algo ansioso pues tenía mucha hambre.

—Con jamón, aceitunas y doble ración de champiñones...

—YEAH, CHAMPIÑONES!

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