Capítulo 3: No me importa
«Lo sentimos» Eran las palabras del grupo que invitó a Astrid a la fiesta, todos se disculparon por haber hecho esos comentarios, Astrid los perdonó y se hicieron amigos, era la primera vez que hacía muchos y en tan corto tiempo. Lía se apasionaba por la actuación, Sandra y Marcus por el vídeo, Carlos y Andrés por la música, Carlos toca la batería y Andrés diversos tipos de guitarra y ahora se les unía Astrid, una apasionada por la pintura y el dibujo. Los ratos eran agradables almorzando bajo la sombra refrescante de un árbol cerca del instituto donde el viento soplaba haciéndolo aún más placentero. Astrid reía con la elocuencia de Andrés, le parecía un buen muchacho al igual que sus otros cuatro amigos, sin embargo, el chico le mostraba más interés.
A lo lejos, en una ventana que daba a aquel árbol donde estaban aquellos seis alumnos, Will estaba parado observando fijamente a la sonrisa que su alumna dibujaba en su rostro.
–¿Y dices que no tienes nada con ella? –preguntó burlón el compañero de Will.
–No lo tengo. Sólo es mi inquilina y nada más. Tampoco voy a tener algo con ella.
–¿Por qué lo dices?
–No parece el tipo de chica al que le interesa las relaciones. Ella está muy concentrada en su meta de completar sus estudios.
–Ya veo… ¿Por qué no haces que cambie de opinión? Muéstrale como es ese mundillo.
–Antonio…
–O se lo puedo mostrar yo. –dijo haciendo al mayor quedar en silencio. –¿Seguro no quieres decir nada? Porque tomaré eso como un “No me importa”.
–Porque así es. –menciona retirándose en cuanto vio a la chica divirtiéndose con el muchacho a su lado.
Así la semana pasó y ya era sábado, Astrid se levantó temprano para hacer los quehaceres mientras su arrendador dormía, aspiraba la casa, lavaba las ventanas y la ropa, limpiaba el polvo, etc.
–Uff… –menciona cansada pasando el brazo por su frente para quitar un poco de sudor. –Bien, terminé, es hora de hacer el desayuno.
La joven se dirigió con entusiasmo a su habitación, se duchó y se puso ropa cómoda para bajar, ya había escuchado que Will se levantó, así que ya era hora de que cocinara, sencillos huevos revueltos es lo que hizo acompañados de jugo de naranja.
–Buenos días. –dijo el mayor bostezando.
–Buenos días. –la chica sirvió los platos y empezaron a comer.
La joven evitaba lo mejor posible el no llamar al mayor por su nombre, no tenía caso que lo hiciese cuando se supone que no quieren que lo llames por otro nombre.
–¿Tienes planes para hoy? –preguntó sonriendo a la menor.
–Sí, pero es en la noche. Iré con mis amigos al cine. No se preocupe, regresaré temprano para que no tenga que abrirme.
–Sobre eso. –extendió la mano arrastrando una llave en la mesa. –Ya no tienes que preocuparte. Aquí tienes tu llave.
–¿Qué? No es necesario, en verdad.
–Sí lo es. Ya que vivirás en esta casa, y puede que haya ocasiones en la que no esté, entonces necesitas una para cuando eso pase.
–Ya veo… Muchas gracias Will. –dice sonriendo, pero dejó de hacerlo en cuanto vio la del mayor, lo que la sonrojó y bajó la mirada a su plato para seguir comiendo. –Rayos, lo llamé por su nombre…
La noche llegó y la chica salió despidiéndose de Will y entrando al auto con Andrés.
–¿Ellos no vendrán? –preguntó la menor sorprendida.
–No, dijeron que les surgió algo, así que tendremos que ser tú y yo en el cine. –respondió riendo contagiando a su compañera.
Ambos llegaron y compraron un bote grande de palomitas y cada uno un refresco con algunas golosinas, cuando se dirigían a la sala se encontraron con Isabella, la chica rubia que advirtió a Astrid sobre alejarse de Will, venía con su grupo de amigas.
–Veo que no pierdes tu tiempo. ¿Así que tienes estos gustos, Andrés? –preguntó burlona. –Que feos. –añadió llevando su mano de manicura perfecta a su pecho.
–Vamos. –dijo tomando a la chica de la mano y llevándola a la sala, ignorando completamente a la rubia.
–Está enojada… –Astrid pensaba al ver la cara de su compañera.
Llegaron y se sentaron, prontamente la película comenzó, era de comedía romántica. Muchas risas había en la sala y claro que la del par de amigos no era la excepción. Al terminar ambos subieron al auto y Andrés paró cerca una playa.
–Te debo una disculpa por lo de Isabella.
–No te preocupes. Además, no sé por qué te disculpas. Tú no hiciste nada.
–Bueno sí, pero fue un mal rato para ti.
–No me importa, está bien.
–De hecho, también te debo otra disculpa.
–¿Por qué?
–En realidad… Los demás no vinieron porque hayan tenido algo que les surgió. –dice rascando su cabeza mientras sonreía. –Les pedí que no vinieran.
–¿Qué? ¿Por qué? –la joven estaba muy sorprendida y confusa.
–Quería tener una cita contigo. Me interesas.
–Ah… –Astrid se sonrojó ante el comentario que no esperaba. –Oh, vaya… Pu-Pues gracias, pero yo…
–Está bien. Comprendo, apenas nos conocemos. Así que no necesitas preocuparte. Sólo quiero que sepas que si no tienes inconveniente, voy a pretenderte.
–Yo… ah… no sé qué decir. Gracias.
–Jajaja. Está bien. Bueno ¿a dónde quieres ir? Si quieres podemos quedarnos un rato aquí.
–Ah no, tengo que volver a casa.
–¿No habías dicho que ya tenías llave?
–Sí, pero eso no significa que vaya a romper las reglas. Will me las dio para en caso de que no pueda regresar con él.
–Ya veo. –dijo sonriendo, pero con un poco de molestia en su voz. –Sigue llamándolo por su nombre.
Astrid regresó a casa, apenas eran las 22:30, se despidió de Andrés quien le dio un beso en la mejilla, sonrojándole. Abrió la puerta y entró a la casa tratando de no causar mucho ruido. La habitación de la joven queda al lado de la de su profesor, así que tiene que pasar por la suya. Astrid notó la puerta del mayor entreabierta, por curiosidad se asomó un poco y su vergüenza salió cuando encontró a Will manteniendo relaciones sexuales con alguien. El mayor volteó su mirar a la puerta, la joven inmediatamente se hizo a un lado.
–¿Me habrá visto? –se preguntaba en sus adentros.
Rápidamente fue a su habitación sigilosamente y cerró la puerta con cuidado, se puso el pijama y se metió a la cama tratando de no pensar en lo que vio, pues en cierta forma sentía que le molestaba, y eso le hacía enojar. «¿Por qué me molesta?» era la pregunta que rondaba en su cabeza, ella trató de dormir, pero apenas pudo hacerlo. Ya en la mañana se levantó para hacer el desayuno.
–¿Ya se habrá ido la mujer? –se pregunta la joven para preparar suficiente para 3.
–Hola~ –dijo una voz desconocida que hizo voltear a la chica. –Así que tú eres quién ahora vive aquí.
–Ah, Ho-Hola. Es muy bonita.
–Eres linda. –dice una mujer castaña de cabello largo y bien vestida. –¿Cómo te llamas?
–Astrid Lowerd.
–Es un gusto. Hasta luego.
–¿No va a quedarse a desayunar?
–No, pero gracias cariño. Atiende a tu señor. –mencionó burlona y guiñándole a la menor haciéndola sonrojar. Después de que la mujer se fue, el mayor venía bajando las escaleras.
–Buenos días. –dijo bostezando y estirando sus brazos. La joven le devolvió el saludo sin mirarlo a la cara. –Llegaste temprano ayer. –Astrid dio un pequeño salto.
–Sí… bueno, es que tengo presente que estoy en casa ajena y debo respetarla. Sería una grosería llegar a cualquier hora sólo porque me ha dado la llave, no sería correcto que lo hiciese.
–Bueno, siento que hayas visto eso.
–No se preocupe, no me debe una disculpa por nada, esta es su casa y puede hacer lo que quiera, pero…
–¿Pero?
–Si quería privacidad podría habérmelo dicho. –mencionó sin verlo y con la mirada baja.
–Lo siento. Te lo haré saber si es así. Y si tú necesitas algo también puedes decírmelo.
–Gracias. Bien el desayuno ya está listo.
La joven puso una sonrisa, una que era para no mostrar la tristeza que ella sentía y que no comprendía el porqué de ello.
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