Capítulo 2: Tú no puedes
Will besaba sin descanso a la joven, él había tomado su cabeza con ambas manos para evitar que se separara de él, sonreía en sus adentros por ver la expresión sonrojada de la menor al cerrar con fuerza sus párpados mientras le costaba respirar, así que decidió dejarla tomar aliento.
–¿Quieres continuar? –dijo lamiendo sus labios.
–¿Qué… fue eso?
–Un beso. ¿Acaso nunca tuviste uno? –mencionó burlón esperando una reacción graciosa de la joven, sin embargo, un desvío de mirada y encogimiento de hombros fue todo lo que obtuvo. –Astrid… ¿Acaso si fue tu primer beso? –preguntó sorprendido.
–Ca-Cállate… –respondió nerviosa a lo que el mayor la soltó y se alejó.
–Lo siento, no quise… Demonios. Oye…
–¿Puede dejarme sola?
–Sí… Pero, en verdad, discúlpeme.
–No hay problema. –dice sin verlo a la cara.
El mayor se retiró del salón dejando a la chica sonrojada. Las clases continuaron, Astrid no dejaba de pensar en el beso de la tarde y eso le costaba prestar atención a las lecciones, estuvo todo el tiempo en una batalla interna sobre poner atención a la historia la música o seguir reproduciendo la sensación de los cálidos labios de Will en su boca. La última clase llegó y la joven no quería estar allí, pues era la materia de poesía, asignatura que Will impartía.
Él entró, a ella le molestó el hecho de que se viera tan inmutable cuando ella se estaba muriendo de la pena por dentro y podía sentir como sus mejillas se calentaban.
Por mi cuerpo corren mariposas,
en mis venas el deseo,
junto a tus ojos un sentimiento,
el primer beso que nos marcará el camino,
tiembla mi alma por sentir tus labios.
El mayor comenzó a decir esas palabras una vez estuvo en el centro frente a la clase, mirando por unos momentos a Astrid.
–Verso del poema Tu primer beso de Fausti Óscar López Sáez. –dijo con una voz suave interpretando de forma mágica el fragmento. –La Poesía consiste en una expresión literaria. Se puede definir como una manifestación artística, donde se dan a conocer los sentimientos, emociones, entre otros. Además, se puede conocer los más bellos sentimientos expuestos por medio de líneas escritas.
Prosiguió la explicación sobre lo que es la poesía y los tipos que había, en primera instancia parecía que empezó su clase normal, pero él tenía pensado usar otro fragmento de otro poema, quería disculparse con la joven por ello, también lo hacía como una forma para él mismo, pues también había estado pensando en ese momento todo el día.
Astrid prontamente se olvidó de ello, pues veía con interés la clase, el primer día no lo notó por el cansancio físico, mental y emocional que tenía, pero ahora lo veía, su clase no era aburrida como estaba acostumbrada a ver la materia, era dinámico y apasionado por lo que decía y hacía, lo que a la joven le provocaba sonreír sin que ella se hubiese dado cuenta.
La clase terminó, y todos se disponían a irse, Astrid guardó sus cosas y un pequeño grupo de 3 chicos y 2 chicas se acercaron para invitar a la joven a una fiesta para celebrar el inicio en la universidad. Ella volteó a ver a Will, pues se supone que se irían juntos en el auto, él la miró y sabía lo de la fiesta, así que asintió con la cabeza para decirle que no había problema.
–Está bien. –responde sonriendo y tomando sus cosas para seguir a los chicos a la cafetería de la facultad donde ya se estaba iniciando el convivio.
Música fuerte y alcohol moderado era lo que había, la chica poco tomaba, pues no era buena soportando la bebida.
–Vamos Astrid, toma más. –dice una chica pelirroja que ya llevaba su sexto vaso e iba por el séptimo.
–No, gracias Lía, con una cerveza estoy bien.
–Ay vamos, no seas aguafiestas. –dice un chico castaño llamado Marcus.
–¡Si! Debes divertirte. ¿O acaso tu dueño no te deja?~ –agrega Sandra, pareja de Marcus.
–¿Mi dueño? –pregunta confusa la joven.
–Toda la facultad lo sabe. –responde Lía.
–¿Qué saben?
–Que tú y el maestro más codiciado por las chicas, se divirtieron anoche~ –dice acercándose a la chica y picándole con su dedo índice el hombro.
–Vivo en su casa, pero no tengo nada que ver con él. Apenas lo conocí y no soy la clase de chica que se acuesta con quién sea sólo porque tenga buen parecido.
–Nadie te reclama nada, Astrid. –dice Carlos sosteniendo a Lía para que no se caiga. –Comprendemos la atracción que les pueda causar un tipo como él.
–Ah, Claro. –menciona molesta, ella se levanta y deja el vaso a medio tomar en la mesa. –Gracias por el rato, debí irme. –agrega saliendo, a lo que los demás se miran extrañados.
–Astrid, espera. –llegó un chico rubio de nombre Andrés, era el tercer chico del grupo, había permanecido callado todo el rato. –Discúlpalos, no quisieron sonar groseros, fue sólo por el calor de la fiesta, en realidad son buenos chicos.
–Me molesta que inventen rumores. No me importa si es conmigo, pero le pueden ocasionar problemas a Will.
–¿Will? ¿Lo llamaste por su nombre?
–Sí, ¿por qué?
–Bueno, nadie le llama así. Normalmente le dicen Willy o William para más formal.
–¿Cómo lo sabes?
–Bueno, al lado de esta escuela hay una preparatoria, yo fui allí, y de vez en cuando el profesor Willy impartía clases ahí. La mayoría de los estudiantes de ese instituto vienen aquí, especialmente las chicas. Por eso sabemos que no le gusta que le llamen por su nombre. Será mejor que no lo hagas.
–¿Por qué?
–Una vez, una chica le dijo así, y se podía ver el enojo que tenía, aunque siempre sonríe y pide que no le vuelvan a decir de esa manera.
–Oh… Gracias.
–¿No quieres volver a la fiesta?
–No, ya tengo que irme, tengo un horario que cumplir ya que me estoy alojando en casa ajena. Jajaja.
–Ya veo, que mal por ti. –dice sonriendo. –¿Cambiamos números?
–Claro.
Astrid se dirigía feliz porque pudo hacer un amigo, algo que siempre le cuesta hacer, tenía pensado irse en taxi hasta la casa de Will, pero al llegar a la entrada, él estaba fuera recostado del auto.
–¿Lista para irnos? –preguntó con una sonrisa.
–¿Me esperaste por dos horas?
–Por supuesto. ¿Cómo ibas a regresar?
–Existen los taxis…
–De ninguna manera. Vamos. –dice abriendo la puerta para que la chica entre, ella sonrió y entró.
El viaje era un poco tenso, especialmente porque las imágenes del beso regresaban a la mente de Astrid y la hacían ponerse nerviosa.
–Discúlpame por el beso.
–Ah… jajaja… Está bien Wil..ly…
–¿Qué?
–Qué está bien. ¿Qué hace? –se pregunta al ver que se hace a la orilla y frena.
–Eso no. ¿Cómo me llamaste?
–¿Willy?
–No me llames así.
–¿Qué? Pero creí que odiabas que te dijeran Will, todo mundo te dice Willy o William ¿no?
–Así es, pero tú no puedes. Así que sigue llamándome por mi nombre ¿de acuerdo?
–Sí…
El auto volvió a moverse, y el resto del camino no hubo palabra alguna. Al salir ambos fueron a cambiarse, Astrid preparó la cena esa noche, no hubo gran plática a excepción de lo que contaron sobre las clases. Cuando terminaron, la chica lavó los trastes y el mayor se fue a su estudio a preparar las cosas para su clase del día siguiente, Astrid acomodó algunas cosas antes de subir, pues no olvidaba la razón por la que se quedaba en la casa, ayudar a los trabajos domésticos de Will.
Al terminar ella subió a su habitación, cerró la puerta y se acostó en la cama. La mayoría de su tarea los hacía en la escuela en sus ratos libres para tener más tiempo libre en la casa. Ella abrazó su almohada y tenía ganas de llorar. «Tú no puedes» eran las palabras que se repetían en su cabeza cuando recordaba que no podía llamar de otra forma al mayor. Se preguntaba el porqué, ¿acaso tanto le desagrada ella como para no querer que pronuncie el nombre que todo mundo sí?
La alarma sonó, Astrid había quedado dormida sin darse cuenta, sin embargo, ella se preguntaba la razón del porqué se sintió de esa forma la noche anterior. Apenas lo conocía y no había ninguna clase de relación aparte de maestro y alumna y compañeros de casa, ni siquiera de amistad. Entonces, ¿por qué se sentía así? Una pregunta que muy pronto podría tener respuesta.
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