Capítulo 1: ¿Lo ignoras o lo haces realidad?
El auto se detuvo en una casa de dos pisos color mármol y cuya fachada se dejaba ver con un estilo moderno, un largo camino de piedra que llegaba a la entrada de la casa y pasto verde recién recortado.
Aunque la chica ya había visto la casa por fotos, le era igualmente impresionante verlo en vivo. Al lado de la casa había otro espacio, el cual era el garaje. Una vez dentro, el mayor la ayudó a sacar su maleta y entraron a la casa por la puerta que conecta ambos puntos. La joven veía curiosa todo el lugar, le parecía más como un castillo, pues su casa no era ni la mitad de tamaño que ese lugar. Will sonreía al verla, le era en cierta forma graciosa, en cuanto la chica se dio cuenta, se sonrojó al cruzar sus miradas.
–Só-Sólo miraba para organizarme en la limpieza... –menciona desviando la mirada, pues se sentía muy nerviosa al verle a esos ojos que se le hacían tan intensa.
–Está bien. Cuando me dijiste que querías el espacio porque serías estudiante, nunca me imaginé que serías la mía.
–El mundo es muy pequeño ¿no lo cree, señor Will? –dice haciendo al mayor bufar sonriente.
–No es necesario que me digas señor, o que te dirijas hacia a mí con mucha formalidad.
–¿Cómo desea que le diga?
–Fuera de la escuela puedes llamarme por mi nombre. ¿Puedo llamarte por el tuyo?
–Claro. –responde devolviendo la sonrisa.
–Bien, entonces sígueme, Astrid. –dice llevando él mismo la maleta de la menor hasta que llegan a la puerta de una habitación que sería la perteneciente de la joven. –Esta será tu alcoba. –dice enseñando cada parte del dormitorio.
–Es muy bonita, y espaciosa...
–¿No te gusta?
–No es eso, me encanta, es sólo que se me es extraño. Es la primera vez que estoy tan lejos de casa y saber que será así por 4 años, pues... me pone nerviosa.
–Ya veo, pero descuida, te acoplarás, se nota que eres ese tipo de persona.
–Gra-Gracias... –menciona sonrojada, y con una mirada de nostalgia que Will nota.
Recuérdame cuando haya marchado lejos, muy lejos, hacia la tierra silenciosa; cuando mi mano ya no puedas sostener, ni yo, dudando en partir, quiera todavía permanecer.
Recuérdame cuando no haya más lo cotidiano, donde me revelabas nuestro futuro planeado:
solo recuérdame, bien lo sabes, cuando sea tarde para los consuelos, las plegarias.
Y aunque debas olvidarme por un momento para luego recordarme, no lo lamentes:
pues la oscuridad y la corrupción dejan un vestigio de los pensamientos que tuve: es mejor que me olvides y sonrías a que debas recordarme en la tristeza.
–¿Qué? –pronunció confusa la joven cuando el mayor dijo esas palabras.
–Recuerda, de Christina Rossetti. Un poema.
–Ah... si su intención era subirme el ánimo, lo ha logrado. –agrega riendo.
–¿Qué he dicho sobre las formalidades?
–Lo siento, es difícil cuando el guapo hombre a mi lado es mi maestro... –en ese momento el rubor de la chica subió. –¿Le he dicho guapo? –la joven volteó a ver al mayor quien la veía con una sonrisa y alzando una ceja. –Ah... ¡Trágame tierra! Lo siento, no quise decir eso, es decir, no es que no sea guapo, porque lo es, es sólo, bueno, yo quería... –estaba tan nerviosa que no lograba articular frases como era debido, algo que a Will le provocó mucha risa.
–Gracias por el cumplido. –menciona regalándole una sonrisa que lo único que ocasionó fue subir más el tono rojo de la joven. –Bien, iré a hacer la cena, supongo que tendrás hambre.
–No, estoy bien... –su estómago rugió, lo que la apenó.
–¿Algo en especial que no te guste? –dice con una pequeña risa.
–Puedo comer de todo... –su cara está completamente roja y ni siquiera puede ver al rostro del contrario.
–Te llamaré cuando esté lista, puedes instalarte mientras tanto.
El mayor salió y la joven cerró la puerta para echarse en la cama y tapar su rostro por la vergüenza que sentía, después de unos minutos, ella se levantó y fue al baño, donde incluso su interior era lujoso «¿Puede costear todo esto con el sueldo de un maestro?» se preguntaba, aun así, tomó una ducha, al salir se colocó unos shorts licrados y una camisa holgada, luego bajó a la cocina para ver en que podía ayudar a quien le permitió estar en su casa.
–Está bien, ya casi termino.
La chica se sentó en la mesa observando al mayor, él tenía puesto un pantalón de punto de algodón color gris y una camisa blanca de mangas, y veía fijamente como cocinaba, una cena que consistía en risotto de calabaza.
–¡Esta delicioso! –dice con emoción.
–Me alegra que te guste.
La comida fue tranquila, hablaron de muchas cosas, tanto triviales como de más maduras. Al terminar la cena, la joven lavó los platos para agradecer el gesto. Luego subió a su habitación, se lavó sus dientes y acomodó sus cosas, y se dispuso a dormir, aunque le costaba estando en un lugar nuevo. La mañana llegó, y Astrid ya estaba lista para salir a clases, se había puesto ropa parecida a la que traía el día de ayer. Bajó para hacer el desayuno para el mayor, pero este ya lo tenía listo.
–Te gané.
–Lo siento...
–No te preocupes, yo suelo levantarme más temprano. Me gustaría que durante el almuerzo te sentaras conmigo para que establezcamos mejor las actividades que harás en la casa.
–S-Sí.
Después del desayuno Will insistió en que llevaría a la joven, no veía el caso que ella se gastara su dinero en tomar el transporte cuando estarían yendo y viniendo a la misma dirección, así que la convenció de que aceptara.
–Gracias por llevarme.
–No hay problema. ¿Puedo preguntar algo?
–¿Qué?
–¿No te gusta usar ropa un poco más femenina? No digo que te veas mal, sólo es curiosidad.
–Me gustaría.
–¿Pero?
–Pero no puedo gastar mi dinero en eso. Tengo que concentrarme y ahorrar para el resto de la colegiatura.
–¿El resto?
–Obtuve una beca que paga la mitad de mi educación.
–Oh. Entonces eres buena.
–Gracias. –dice con una sonrisa orgullosa.
El auto entró al estacionamiento del instituto y ambos salieron y se despidieron, la primera hora del segundo día era dibujo, la pasión de Astrid, así que se apresuró a llegar al salón y se sentó esperando pacientemente a que la clase comenzara, fue entonces que una chica rubia apareció.
–Veo que las de tu tipo son rápidas.
–¿Disculpa?
–No te ilusiones, es obvio que Willy pasó la noche contigo por lastima.
–¿Willy? Estás confundiendo las cosas. El profesor y yo no…
–La confundida eres tú si crees que él se va a interesar en algo como tú. Tan sólo mírate, vistiendo como hombre, no hay forma de que despiertes deseo en ninguno.
–¿Qué le sucede a esta?
La campana sonó y las clases comenzaron, la rubia se sentó en su lugar y Astrid trató de no pensar en las palabras de su compañera, algo que le sorprendía a ella misma, pues no entendía el porqué de su desanimo.
×~×~×~×~×
Así la hora del almuerzo llegó y Will se disponía a buscar a su inquilina en el salón donde le pidió que se quedara, pero fue detenido por su compañero de trabajo.
–Apenas empezamos el ciclo escolar y ya te llevaste a una alumna a la cama. Me sorprendes, Willy.
–No comiences. Además, ella es quien se quedará en mi casa ocupando la habitación.
–Oh, bueno, pero sabes que los chismes vuelan rápido. ¿No te preocupa tener problemas?
–Para nada, porque no hay problema que se pueda crear incluso si decido divertirme con ella. –dijo saliendo del salón donde se encontraba y yendo al de la joven, quien estaba sentada más abajo y cerca de la puerta. –Hola. ¿Vamos?
–Eh… ¿No podemos hablar aquí? Nadie podrá vernos. Y creo que es mejor que ya no venga en auto con usted, señor…
–¿Por qué la formalidad? No hay nadie alrededor.
–Es mejor así, usted y yo podríamos tener problemas por la confianza. –mencionó la menor a lo que él suspiró y se acercó al lugar en el que ella estaba.
El mayor tomó a la chica de su barbilla y le alzó la cabeza para que le mirara a los ojos, ella no había notado que sus ojos eran de un color oscuro, parecía que podía ver a través de ella y su cara comenzó a tomar un color rojo, Will no sonreía y parecía molesto.
–Puedes actuar formal en presencia de otros, pero que no se te ocurra ser así delante de mí. Si los rumores son lo que te preocupa, sólo puedes hacer dos cosas.
–¿Will?
–Puedes ignorarlos, o convertirlos en realidad.
El mayor acercó su rostro al de la chica y depositó en sus labios un beso lento y pausado, pero apasionado. La joven tenía los ojos abiertos de la impresión, y él abrió los suyos, conectando sus miradas en un encuentro que para Astrid le era desconocido, un sentimiento que nunca había experimentado, comenzó a florecer.
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