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51 - Final




Pasan largos segundos y Lyra es incapaz de contestar, cuando finalmente lo hace, no es una respuesta, como debería, sino una pregunta. Suena amarga, triste, pero también sabe que es lo correcto. Que es necesaria.

—¿Por qué?

Se siente mal... algo en la propuesta se siente apresurado, desconsolado. No cálido ni alegre como debería. Las propuestas no deberían ser así. En ese instante, no hay nada que desee más que estar el resto de su vida con Erik; sin embargo, necesita asegurarse, comprender completamente las razones tras la pregunta del rubio.

—Por favor... —Es una súplica y con ello, Lyra es incapaz de pensar.

Su corazón se rompe ante la imagen, no tolera verlo sufrir. Se arroja a sus brazos y le dice entre susurros que sí, que lo hará. Que nada la haría más feliz. Erik llora para ese momento y ella besa sus ojos con ternura. Recoge sus lágrimas como si de ese modo absorviera su dolor.

—Perdóname —susurra—. No era mi intención.

Erik niega y la estrecha en sus brazos casi con desesperación. La sensación de tristeza la embarga otra vez. Su amor es tan profundo que Lyra es capaz de percibir cualquier variación en él, cualquier mezcla. Aun con ello, elige dejar de lado ese tono amargo que encuentra. Necesita distraerse.

—¿Cuándo?

—¿Qué tal ahora?

—¿Ahora? Necesitamos un juez... y creo que hasta consentimientos de nuestros padres... espera eso ya no.

—Tengo un juez esperando por nosotros.

Entonces, Lyra sabe que algo no está bien y necesita saberlo. La voz de su consciencia le recuerda que ignorar señales nunca trae nada bueno y que tomar decisiones en el candor del sentimiento tampoco es lo mejor. Las memorias de lo que le causó a Christine vuelven a su cabeza. En ese instante se encontraba en el fondo del dolor, ahora está casi en la cúspide de la alegría.

—¿Qué sucede?

Erik niega.

—Por favor, estamos juntos en las buenas y en las malas... habría que empezar a practicar los votos —bromea y consigue que Erik sonría, aun con los ojos húmedos—. Debemos ser honestos entre nosotros.

Sin embargo, él vuelve a negar.

—Erik... —Lyra acaricia sus mejillas y cabello—. No hay nada que puedas decirme que me haga huir de ti. Voy a estar a tu lado tanto como tú me lo permitas.

—¿Lo prometes?

—Por siempre, lindo gatito.

Sus palabras tienen el efecto deseado, Erik sonríe y respira profundo antes de comenzar su relato de lo sucedido en la sala de vigilancia. Conforme la historia avanza, su sangre se hiela de temor y su corazón se acelera ante la idea de perderlo.

—Mi padre ha querido mandarme a una escuela de negocios en Reino Unido desde hace mucho, hasta ahora no lo había conseguido, pero cuando amenazó con... con lastimarte he tenido que ceder. —Erik se limpia las mejillas, continúan en el suelo, recargados en el barandal del balcón e inclinados el uno hacia el otro—. Y mi madre ha tenido este sueño de emparejarme con alguien de allá. Alejarme de ti va por cuenta doble.

No puede evitar estremecerse al escuchar los planes, pero decide ignorarlo, el momento no es sobre ella, sino sobre Erik y sus padres. Lyra lo escucha desahogarse, lo abraza y lo toma de la mano cada tanto para brindarle consuelo.

—Así que casémonos y huyamos de mis padres, Lyra.

Sonríe, qué fácil lo hace sonar. Erik es un soñador, nunca se ha enfrentado a la crueldad de la vida ni a su crudeza. No sabe lo que es trabajar cada día, sufrir cada día. Ella tampoco, pero ha sido testigo de cómo su madre la ha sacado adelante. No quiere ese futuro para ninguno de los dos. Así que cuando abre la boca se aferra a las manos del rubio porque sabe que sus palabras dolerán.

—Debes ir —susurra, y tal como lo esperaba, el cielo de Erik se rompe y él intenta alejarse; Lyra se lo impide y se aferra a él—. Debes ir y ser alguien en esta vida, triunfar en el mundo y comértelo a trozos. —Sonríe, su visión se empaña—. Por favor... no me malentiendas. —Ahora llora—. No hay nada que quiera más que estar contigo, pero no quisiera alejarte del futuro brillante que te espera, Erik.

—Mi futuro eres tú.

—Y te estaré esperando... —Sonríe y alza la mano—. Me has atrapado con una alianza, gatito.

—¿Lo prometes?

—Te lo juro. —Lo besa—. ¿Cuánto tiempo tenemos?

—Esta es nuestra última noche.



Cuando Mira la ve de vuelta en el gran salón, es evidente que se da cuenta que ha estado llorando, su sorpresa lo dice todo.

—¿Me acompañas al baño, Lyra? —pide.

Asiente y va con Mira. Sin embargo, no usan los servicios y se detienen frente al gran espejo.

—No sé qué haya pasado, pero no puedo permitir que mi amiga parezca un mapachito, por muy linda que se vea... —bromea.

—Gracias.

Mira se entretiene limpiando sus mejillas y retocándole la tinta labial.

—¿Estás bien?

Asiente.

—¿Sabes que puedes contarme lo que quieras?

Asiente una vez más, Mira suspira.

—Bien, vayamos de vuelta entonces.

Erik y Lyra pasan el resto de la noche bailando solos, Mycroft y Lukarys adoptan a Mira para que no la pase sola. Hasta que, en cierto un momento, Gavar parece unirse. Sin embargo, solo intercambia unas palabras con Mira y luego se va.

Cuando la fiesta termina, Erik lleva a Mira su casa y luego va a casa de Lyra.

—¿Te quedarás?

—¿Hoy puedo?

Asiente. Entran en silencio a la casa, no por temor a su madre, no está, sino porque se siente fría y sola, hay cierto deje de desconsuelo en el aire. Casi como si supiera que tiene que separarse. Lyra cierra la puerta de su habitación con seguro, entonces se vuelve a él quien alza los brazos para invitarla a su pecho.

Se funden en un sincero abrazo que los asfixia en necesidad, hasta que Lyra levanta el rostro y se pone de puntitas. Erik entiende lo que busca.

El beso es suave, le dice cuánto la ama, cuánto la va a necesitar cuando se encuentre a miles de kilómetros de allí. Lyra hace lo propio y sus manos lo aprietan con fervor, no porque su cuerpo comience a emocionarse, sino porque sus dedos desean memorizar la suavidad de su piel, los ángulos de sus huesos y la firmeza de sus músculos.

Poco a poco el beso se intensifica, y Erik responde a las caricias de Lyra. Sus respiraciones se aceleran y sus manos hábilmente se encargan de desnudarse poco a poco. Primero él, luego ella. Erik la carga sin dejar de besarla, Lyra rodea la cadera de su novio con las piernas y la cercanía despierta deliciosas sensaciones en su piel, entre sus muslos y en su corazón. Es capaz de sentir su deseo.

Él la recuesta en la cama con suavidad, se coloca entre sus piernas mientras ella lo observa y sonríe, sus ojos brillan de libido. Erik besa su cuello y baja hasta la piel que su bralette deja expuesta, solo soporta así unos segundos antes de ayudarla a desprenderse de él y poder comerle la piel por entero. La voz de su novia se eleva y él comprende que es así como le gusta. Lyra también lo ayuda, lo guía a las partes que la elevan.

Minutos después, el baja por su abdomen, jugando con la lengua y depositando suaves besos. Pronto llega a sus bragas. Erik la besa por encima y pasa su lengua en esa hendidura que a Lyra hace gemir, solo lo hace tres veces antes de quitarle la última prenda que los separa. Lyra jadea y lo observa entre aterrada y deseosa. Erik sonríe antes de bajar a su humedad y hacerle el amor con la lengua.

La voz de Lyra se agudiza y sus dedos se le entierran en el cabello, Erik sabe que está haciéndolo bien por la manera en que ella se aferra a él y las palabras que salen de sus labios. Empieza a los lados, primero dibujando círculos, y luego succionando con suavidad. Constantemente se insinúa en la entrada de Lyra, pero nunca llega a hacer más que dar un pequeño y suave toquesito. Después, sus labios se enfocan en ese botón oculto donde nace el verdadero placer. Erik juega con él y lo besa cada tanto. Lyra comienza a temblar y él sabe lo que está por ocurrir.

Tres latidos después, Lyra suelta un sonoro jadeo y sus piernas se tensan a su alrededor. Erik se incorpora satisfecho, la imagen que le ofrece su novia postorgasmo es la cereza del pastel. Ella se levanta casi de inmediato y le limpia el rostro. Sonríe.

—Eso... fue... Me... totalmente... —Lyra se traba con las palabras—. Es decir, gracias.

—Tu placer es mi placer.

—Te amo.

—Miau... —Es un ronroneo ronco, profundo, su manera de decirle que también la ama, la ama con pasión.

—Eres un tonto —reí.

Sin dilación y solo con una sonrisa traviesa como aviso, Erik la jala para acomodarla frente a él y continuar disfrutando.

—¿Qué?

—¿Acaso ya no quieres? —pregunta juguetón.

—Cállate.

Así, una nueva ronda comienza.



Descansan uno al lado del otro, Lyra usando el brazo de su novio como almohada y abrazándolo con fuerza. El sonido de su corazón es reconfortante.

—El vestido... fue hecho a petición, ¿verdad? —pregunta de repente, con timidez.

—Sí.

—¿Cómo supiste mis medidas? —No se separa de él.

—Por mis manos.

—¿Qué? ¿Cómo? —Eso logra sobresaltarla y se incorpora apenas unos centímetros.

Erik se reacomoda y la ayuda a volver a la cama, esta vez sin que lo abrace. De ese modo, una de sus manos viaja a la cintura de Lyra.

—Dos manos cubren tu cintura, dos manos y dos centímetros para ser exactos —responde—. El largo fue lo más fácil, tu cabeza llega a mis hombros y tus piernas miden cinco manos mías. —Erik se mueve para capturar uno de sus pies y demostrar la veracidad de sus palabras.

Lyra ahoga un gemido.

—Y... —El rubio eleva una mano, la ahueca hasta cierto punto.

Lyra frunce el ceño esperando que de sus dedos broten cintas métricas, pero eso no sucede. En su lugar, el rubio baja la mano hasta sus pechos y cubre uno con ella. Ahoga un gemido.

—¿Todo eso por una noche?

—Todo es por mil miradas y una noche.

—¿Puedes saber eso con solo mirar a una chica? —inquiere asombrada.

El rubio asiente.

—Vaya... es casi como un súper poder.

Erik vuelve a su lado y coloca uno de sus brazos bajo su cabeza, justo como estaban antes. Sin embargo, dura solo segundos. De la nada, Erik se para y va hasta la caja blanca que contiene el vestido que Diana le dio.

—¿Qué es esto?

—Un regalo de Diana.

—¿Puedo ver?

—Claro.

Erik saca el vestido y lo extiende con delicadeza.

—Fue su último regalo antes de marchar a un internado en Suiza...

—Es muy bonito —señala el rubio, luego con cierta timidez pregunta—. ¿No querías usarlo?

Lyra ríe, solo Erik podría sentirse cohibido al hacer esa pregunta y no por andar en bóxer frente a ella.

—Lo usaré en segundo año —sonríe—. Hoy quise complacer a un gatito mimado.









NdA:

Holaaaaa

Bueno, este es el capítulo final, falta el epílogo.

Y sí, habrá un segundo libro. Cuando suba el epílogo les estaré contando mis planes para la siguiente novela :D 

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