Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

49





Hay un breve silencio antes de que Erik decida hablar.

—¿Podrías decirlo otra vez, por favor?

Lyra frunce el ceño.

—¿Qué cosa? ¿Lo de ser buena idea?

—No, lo de antes... lo que dijiste que sentías más que Mycroft.

Sonríe y lo toma de las manos, mientras sus ojos recorren el rostro del rubio. Lyra sabe que sus palabras han conmocionado a Erik y que apenas está permitiéndose sentirlas. ¿Es amor? ¡Claro que lo es! ¡Ya se lo había dicho antes! Cualquiera que los viera lo sabría, lo vería. Vería la manera en que Lyra se inclina hacia él cuando se paran, escucharía el cariño en sus actos y palparía el afecto en sus palabras. Brilla por él y con él.

—Mycroft te ama, pero yo lo hago más. ¿A eso te refieres?

Erik sonríe como un niño que ha recibido el mejor regalo de navidad.

—¿Me amas?

—¿Por qué no me crees si lo he dicho antes?

—Porque solo lo dijiste después de llegar al clímax. En ese momento estamos tan llenos de serotonina, y dopamina que podríamos creer que es amor.

—¿Eso no aplica para ti también? —refuta.

—Te amo, humana mía.

Lyra sonríe.

—No existe otro gato en el mundo del que desearía tributos ni al que esté dispuesta a despulgar.

Miau, miau. —Erik elige ese momento para hacer el tonto, consigue robarle una sonrisa—. Y no tengo pulgas...

Sin embargo, ahora que ha decidido sincerarse es mejor que lo haga bien, que lo haga por completo. Decirse que se aman no significa que vayan a volver, ni que la haya perdonado. Solo que el amor está allí, doliendo y existiendo.

—Si es este nuestro último momento; ya sea porque sea yo expulsada o porque decidas volver a evitarme; tengo que decir que adoré cada momento contigo. Que fuiste más de lo que podrías imaginar y que mi corazón siempre tendrá un espacio para ti.

—¿Fui?

Ríe. Gatos, siempre tan egocéntricos.

—Eres. —Respira profundo—. Muchas gracias por todo.

Lyra se incorpora. Quiere volver a casa y hundirse en la culpa. No merece otra cosa. Apenas consigue alejarse un par de metros cuando una fuerza contraria la hace estamparse con el pecho de Erik. Reconoce su aroma y el compás de su corazón, ambas cosas hacen que suelte a llorar, de nuevo.

—¿De verdad creías que te iba a dejar ir ahora que has dicho que quieres ser mi humana?

—Yo no dije eso —responde entre hipos.

—Me has confesado tu amor después de casi un año desde que empecé a ser tu gatito, es casi lo mismo. Que me ames significa que aceptas ser mi humana con todo lo que eso conlleva.

Ríe.

—El atún está muy caro. —bromea.

Entonces, los labios de Erik descienden hasta su oreja, su aliento le causa cosquillas.

—Me conformaré con el mar que hay entre tus piernas.

Lyra pierde la cabeza y la vergüenza estalla en su rostro. Intenta alejarse, pero él se lo impide.

—Te amo.

Y con dos simples palabras, Erik gana la contienda.



Horas después de que Erik la ha dejado en casa, ellos continúan conversando por teléfono. No ha podido quedarse a dormir, es viernes y su madre ha llegado. Por suerte, ahora duerme plácidamente en su habitación y Lyra puede conversar sin temor a ser escuchada, su madre es una piedra una vez cae en los brazos de Morfeo. Susurra, además.

—Oye... —La voz de Erik adquiere un tono grave.

—Mande.

—¿Por qué no miras por la ventana de la sala?

—¿Qué?

—¿Lo harías? ¿Por tu gatito?

—Vale...

Pese a que está tentada a mandarlo por un tubo, se levanta de la cama y camina hacia la ventana con el teléfono pegado a la oreja. Sus labios esbozan una sonrisa cuando sus ojos caen en el fragante auto negro con luces prendidas que pertenece a Erik. Sabe que es de él porque nunca ha estado otro carro igual frente a su casa.

—¿Me dejas entrar?

—¿Desde cuándo los gatos piden permiso?

—Desde que no queremos hacer enojar a nuestra humana.

—Te espero en mi ventana.

La habitación de Lyra se encuentra en la parte trasera de la construcción, así que para ver que se trataba de Erik era necesario que ella fuera a la sala. Camina de regreso a su cuarto y quita el seguro a su ventana, entonces se sienta a esperar en su cama a que Erik entre.

Una vez el rubio cierra la ventana, ella corre a sus brazos y levanta la cabeza para besarlo. Erik le devuelve el beso con deseo.

—Te extrañé... —murmura.

Lyra sabe que es verdad, que no importa si solo han pasado horas desde que se vieron, es verdad... lo sabe porque ella también lo siente. Lo ha extrañado. Erik sonríe y la conduce a la cama, no hay deseo en su mirada. Hay devoción. Esa verdad es arrolladora, ¿cómo pueden dos personas quererse tanto? ¿Cómo? Si no comparten sangre.

Sus cuerpos se acomodan en la cama, se acurrucan como cucharas en un cajón y conversan de mil cosas y de ninguna a la vez.

—Lyra... —Una vez más, la voz del rubio se profundiza.

—Mande.

—No lo pregunté antes porque lo olvidé, pero creo que es necesario. ¿Cómo te las ingeniaste para causar lo de hoy?

Ese día han pasado tantas cosas, pero Lyra sabe exactamente a qué se refiere. Le relata todo, desde su escondite hasta cuando fue casi atrapada. Erik se incorpora de golpe, como si de repente hubiera caído en la cuenta de un secreto terrible.

—¿Evitaste las cámaras?

—¿Hay cámaras? —repite y su corazón se acelera de miedo.

—No en todos los sitios, pero sí en las entradas.

—Tomé mis precauciones —murmura y se enfrasca en relatarle su atuendo—; usé guantes, un gorro, até mi cabello. No dejé nada al azar.

Erik besa su frente con ternura, incluso así Lyra sabe que es para tranquilizarla aun si él no lo está.

—No hay crimen perfecto. —Erik clava su cielo en los iris de Lyra—. Me encargaré de borrar las grabaciones.

Aun con su promesa, el corazón de Lyra no deja de latir preocupado por toda esa noche.



Su padre le arranca el teléfono de las manos y una vez lo tiene lo arroja a la pared, el dispositivo se estrella y el sonido de cristal destrozándose inunda la habitación por una fracción de segundo. Luego cae al suelo, inservible. No necesita comprobarlo.

En el momento en que su celular se vuelve basura, Diana no puede evitar reprocharse por no pelear con mayor ahínco por él, por no resistirse. Sabe que su padre es mucho más fuerte que ella, aun así, la culpa no deja de carcomerla. No es que ella sea superficial y el teléfono le pareciera indispensable, no, nada más lejos que eso... Es la información la que valora, la que es irremplazable. La manera de contactar a Elijah y Baris. Fotos de ellos. Audios. Videos.

Le prohibieron verlos de nuevo, y ella había hecho caso omiso. Eso no fue lo peor. Lo peor fue que la descubrieron.

—¿Qué te pasa? —increpa a su padre.

No le importan las consecuencias. Ahora mismo, Diana es presa de la desesperación y el desconsuelo.

—¿Qué me pasa? —Su progenitor repite sus palabras cada vez más furioso—. Me pasa, Diana, que mi hija no me ha obedecido que, pese a que es una menor, sigue sin acatar mis órdenes que no pretenden más que protegerla. Eso me pasa... —Al final, hay una nota de decepción en su voz.

—¡Es amor! —llora—. Es amor y no lo entiendes.

—¡Es abuso! —Su padre se inclina y la toma de los hombros—. Es abuso, ellos son mayores que tú... El momento en que están en su vida es muy distinto al tuyo.

—Solo son 5 años...

—Son más de los que deberían por la etapa en la que están. Si ellos tuvieran 37 y tu 32 entonces lo aceptaría, los tres habrían tenido experiencias, pero aquí ellos son mayores que tú. Tú eres una adolescente y ellos ya adultos.

Entonces, su padre se aleja, estira todo lo que da su columna y Diana ve venir la sentencia. No necesita ser vidente para saberla desde antes.

—Mañana mismo te vas a un internado.

Su angustia crece, el dolor se hace pesado.

—¡No iré! No puedes obligarme...

—Claro que sí, soy tu padre, eres menor de edad y vives bajo mi techo.

Diana busca a su madre con la mirada. Se encuentra al otro lado de la sala, observando en silencio. No la ayuda y parte de ella se siente traicionada, pero al menos tampoco le ha echado más tierra al saco. La mujer que le dio la vida niega, hay derrota en su mirada. Entonces, lo entiende. Ambos han tomado la decisión.

Decide probar por otros derroteros.

—Tú me querías —reprocha a su padre.

—Y aún... —Eddard se inclina hacia ella con el gesto descompuesto, hay dolor en su mirada.

—¡Mientes! —Lágrimas profusas brotan de sus ojos, hay un río en cada una de sus mejillas—. Si me quisieras procurarías mi felicidad, mi bienestar...

Sin embargo, su estrategia no funciona. Su padre detecta su artimaña antes de que caiga en la trampa, y retrocede. Diana lo sabe, no solo por ello sino por el leve cambio en sus facciones. Se han endurecido, ya no es Eddard su padre, ahora es Eddard el hombre de negocios.

—Me he esforzado cada instante desde que llegaste a nuestras vidas en hacerte feliz, en darte lo mejor... incluso si tú te empeñas obstinadamente en despreciarlo. Así que mira cuánto te quiero que permito que me odies antes que dejar que eches a perder tu vida. Tu adolescencia.

El silencio los asfixia por breves segundos antes de que su padre decida abandonar la sala en dirección a la habitación de Diana. Su madre se acerca. Sabe que Ann no la defenderá, ni evitará que sea internada, pero de momento es a la única persona que tiene.

—¿Por qué? —pregunta entre hipos.

Su madre la rodea y estrecha.

—Cuando seas mayor lo entenderás.

Pero Diana no quiere esperar a entenderlo.

—¿Puedo al menos despedirme de mis amigas?

—Le diré al chófer de tu padre que te lleve mientras nosotros empacamos por ti.

Asiente.

—Gracias.



Cuando Erik regresa a la escuela y visita el cuarto de vigilancia, lo hace a plena luz del día. Sabe que sus actos no podrían terminar en expulsión ni mucho menos en cárcel, sus antepasados fundaron la escuela. Le pertenece. O al menos lo hará en un futuro. Por lo que no le preocupa demasiado ser visto.

Erik tiene casi acceso a todas las habitaciones del instituto, sus padres guardan un juego en casa... usa "casi" porque nunca había tenido la necesidad de emplearlo, así que no está seguro. Las llaves tintinean en el bolsillo de su pantalón y pesan. Pese a que está nervioso, prácticamente está cometiendo un delito, continúa con su cometido. Ubicar la sala le lleva un poco más de lo planeado, pero al final lo hace.

Erik no pierde tiempo y comienza a revisar los archivos de grabación hasta dar con el indicado. Su dedo viaja hacia el botón de eliminar cuando una voz lo sorprende y lo hace saltar en su asiento. Gira con la silla de rueditas y traga nervioso al ver de quién se trata. Es uno de los prefectos. Uno que lo odia.

—¿Qué estás haciendo?

—Necesitaba revisar una grabación. —Mentira a medias.

El prefecto no parece contento.

—¿Si sabes que estás violando casi todas las reglas del instituto?

—Sí —admite, lo que al parecer no le hace ganar puntos.

—Que seas un Van Blankenstein no te hace superior ni te exime de los castigos, Erik. Tus padres se encuentran en la ciudad, ¿no es así? Acompáñame a la dirección. Te llevaré.

Erik asiente dócilmente, solo para sorprender al prefecto y dar media vuelta para presionar el botón de borrado. Sin embargo, no logra hacerlo. El individuo logra atrapar sus manos en el aire sin que estas lleguen al teclado, entonces extrae la grabación en una memoria USD y lo manda por delante.

Ahora, Erik sí que está preocupado.



—¡Estabas borrando evidencia de una criminal! —Su padre alza los brazos molesto, rabioso.

El director había exhibido el video y relatado el accidente que Christine había sufrido.

—No es así.

—¡Cállate, Erik! ¡Cállate! Te educamos mejor que eso.

¿Educarlo? No educaron ni mierda. Nunca estuvieron en casa, no pueden reprocharle nada. La sangre de Erik comienza a calentarse.

—¿Sabes quién es? —inquiere.

—No.

—Mientes. —Su madre interviene.

—¿Y qué si lo supiera?

Su padre sonríe, hay algo maléfico en el gesto.

—¿De verdad, estás retándonos, niño? —Su padre sabe que odia que lo llamen niño—. Tu silencio nos dice mucho más de lo que quisieras.

—Es alguien por quien te preocupas... y lo haces tanto que no te importó romper todas las reglas y usar el juego de llaves de tu padre —continúa su madre, ellos dos son un dúo infalible, a veces Erik admira eso, incluso si usan su relación como un arma—. No puede ser Mycroft, él te habría acompañado a borrar la evidencia y, no tienes más amigos, al menos ninguno que te importe lo suficiente.

—Lo que prueba que se trata de una novia... —Su padre retoma la idea—. Sin embargo, no es alguien que conozcamos. Nuestro círculo es relativamente pequeño, y de serlo, la chica habría actuado con mayor astucia y contratado a alguien para ensuciarse las manos.

—¿Ya lo entiendes, Erik? —pregunta su madre, y prosigue sin esperar la respuesta—. Una novia que ni siquiera está a nuestra altura y ha tenido que ensuciarse las manos ella misma. —Hace una mueca de asco—. Te enseñé algo mejor que eso.

—Su identidad es cuestión de tiempo. —Su padre termina el wiskey en sus manos—. Ahora, la única interrogante es... ¿qué quieres que hagamos? ¿Hacemos desaparecer la evidencia o, no solo la expulsamos, sino que además la ponemos tras las rejas el resto de su vida?

—¡No te atrevas a tocarla! —Erik se levanta de su asiento.

Su madre sonríe.

—¿No te enseñé que ni las amenazas ni las súplicas consiguen algo, Erik?

—Sí, madre.

—Entonces, ¿qué tienes que hacer?

—Negociar. —Se siente como un niño, frente a ellos siempre es así.

—¿Qué tienes que ofrecer?

—Los siguientes cinco años de mi vida —responde—. Haré lo que quieras.

Su padre sonríe, ha ganado no solo esta batalla, sino la guerra que disputaba el futuro de Erik. 







NDA:

Dos capítulos más y acabamos DDD: 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro