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Ha decidido asistir a la exhibición del club de ballet, si no lo hiciera podría resultar sospechoso. Aunque... quizá no tanto, toda la escuela sabe que Christine le ha hecho la vida imposible. Por lo que sería hasta lógico que no mostrara la cara; de todos modos, lo hace. Quiere verlo. Quiere escuchar las risas y ver su rostro enrojecido por la vergüenza. Desea atestiguar su humillación. Necesita saber y ver que Christine pasa un trago casi tan amargo como el que ella ha pasado. Casi. No hay comparación, pero al menos se acerca un poco.

Se sienta en medio y en el primer sitio para el pasillo. Así, cuando termine la farsa, podrá marcharse sin dilación. Lyra se acomoda y observa a su alrededor para pasar el rato y calmar sus nervios. La gente llega poco a poco. Escucha susurros apagados, grititos de emoción y unas pocas críticas hacia las razones ocultas por las que Christine tiene el papel principal. Sí, no es muy querida. Lyra se pregunta con genuino interés los motivos que la han orillado a ser lo que es.

Somos un cúmulo de experiencias, las experiencias ayudan a definir el carácter...

Las personas son la suma de sus circunstancias y una pizca de personalidad. No nacen siendo buenas ni tampoco malas. Un bebé no podría entrar en esa categoría, no tiene pecado alguno, no ha hecho nada malo contra nadie ni tampoco tiene la intención... vale, Lyra se lo piensa mejor. A lo mejor si es un bebé psicópata sí que puede. ¿Fue Christine uno? ¿Es una psicópata? No lo sabe. Sin embargo, imaginarlo causa un estremecimiento en su cuerpo. Maldita sea.

Pocos minutos después de que los asientos se llenan, el telón se abre. Lyra presta atención a la obra. Es acerca de la típica princesa que necesita ser salvada. La música y la ambientación conducen al espectador a un solitario y oscuro bosque. Al principio, la princesa se muestra feliz, incluso en un ambiente aciago, y baila a cada tanto por cualquier motivo, cómo no. ¿Cuándo una princesa no lo hace? Bufa. Le molesta ver es inverosímil amor que muestra la princesa a todo, hasta a la mosca que se para en los desechos de los animales. No es una escena que esté en desarrollo o en la obra, pero ha sido fácil para Lyra intuirlo. Entonces, conoce al príncipe. Puede imaginarse el resto, una mirada basta, un par de palabras convencen y luego, su amor puede contra todo. ¡Por favor! ¡Como si eso pasara!

En la vida real el amor no es suficiente, tampoco lo puede contra todo. En la vida real el amor es frágil como un diente de león y tan delicado como un cristal que... cuando se rompe, puede llegar a ser verdaderamente peligroso y; si se empuña, sus heridas son mortales. Así se siente Lyra, con una herida del tamaño del mundo en el pecho, lo que hace ahora, respirar y vengarse, saben a sus últimas acciones. No importa, se dice, no importa...

Por razones bien distintas a la solidaridad con los bailarines, Lyra sigue la historia pese a entrar en un estado de modorra. El traje que busca sigue sin aparecer... ¿cuántos vestuarios se necesitan para un solo número? Sin embargo, no llega a necesitar la respuesta, en ese instante sale José Santisteban con el traje oscuro lleno de diminutos diamantes que, ahora que lo piensa, quizá sean reales dada la escuela... En fin, no es que eso cambie algo.

El muchacho baila con gracia, mucha más elegancia de lo que esperaba, lo hace por largos minutos y conforme el tiempo pasa y nada ocurre, Lyra comienza a preguntarse si a lo mejor lo que le vendieron no servía y la estafaron. Como no funcione irá a reclamar al local. Maldice en su fuero interno, pero se obliga a conservar la esperanza. Segundos después, entra a escena Christine vestida de blanco con toques negros. Luce... luce preciosa, cual verdadera princesa. Sentiría lástima por arruinar su desempeño y un vestuario tan bonito de no ser porque está casi segura de que su plan fracasará. Pronto comienzan a hacer acrobacias dignas de verdaderos elogios.

De acuerdo, su plan fracasó. Tanto para nada... Esfuerzo, dinero, tiempo y muchos casi infartos. Mientras cometía su crimen, su corazón no paró de sufrir taquicardias. Sus quejas se extienden hasta que, de pronto, pasa de ser un fiasco a un rotundo éxito. Abre la boca de súbito y sus párpados son incapaces de bajar. Las cosas suceden tan rápido que apenas es capaz de registrarlas. Un segundo Christine bailaba en el aire y al siguiente ella ha caído con el muchacho encima, la inercia los hace dar volteretas, el golpe suena horrible. Nada grave, solo ha sido la madera, está segura.

Lyra festeja. Festeja con genuina alegría en su interior. Los dioses de la venganza no la han abandonado. Qué dicha. Lamentablemente, no es libre de reírse. El miedo que ha infundido Christine a sus semejantes es tal que, en lugar de estallar en carcajadas, hay una exclamación de preocupación que suena al unísono. Sabe que no podrá disfrutar por mucho la escena de ver a Christine en el suelo, pronto se levantará como una supuesta profesional a continuar el espectáculo, así que saborea los segundos...

Sin embargo, cuando el murmullo pasa y Christine no se levanta, su corazón se detiene asustado. El silencio que le sigue permite que todos escuchen el llanto amortiguado. Profesores suben al escenario a auxiliar a la morena. Sus maniobras exhiben a la bailarina.

Entonces, Lyra ve llorar y gimotear a Christine. Frunce el ceño, ¿realmente la humillación es para tanto? El enorme ego de Christine toma nuevas dimensiones. No importa. Se lo merecía. Al fin Ferguson ha probado un poco de su propio chocolate. La chica llora y lo hace sin vergüenza. Se agarra la rodilla y se mece como lo haría un jugador de futbol exagerado que solo busca comprar tiempo y llamar la atención. Dan, su amigo, olvida el protocolo y sube también al escenario para intentar ayudarla.

El momento se hace un caos. Los murmullos ascienden a la par que la morena ruega a los profesores que permitan a Dan acercarse, lo hace y ella toma su mano con tanta fuerza que incluso a distancia se observa cómo sus nudillos se ponen blancos. Los profesores instan a Ferguson a levantarse, ella lo intenta, pero apenas logra incorporarse unos centímetros gimotea más fuerte y se deja caer de nuevo. Es entonces cuando dos enfermeros llegan y se hacen cargo de la situación. Es buena actriz... Lyra tiene que reconocerlo. Cuando los superiores intentan enderezar su pierna el alarido que suelta Ferguson le dice a que el dolor es real...

Y, todo cambia. El ambiente se enfría. Con esa verdad, algo dentro de la propia Lyra se fragmenta. No sabe que es, pero sí que era precioso. No puede verlo, solo sentirlo. Es como si alguna bombilla en su interior se hubiese roto y llevado con ella los cables que daban luz a ese recóndito lugar en el alma de Lyra. Sabe, no entiende cómo, pero tiene la certeza de que se trata de algo irrecuperable.

¿Qué ha hecho? ¿Era tal su dolor que no pudo con él y terminó dañando a otros?

Lagrimas silenciosas caen por sus mejillas. No de empatía, no por el sufrimiento ajeno sino por algo nuevo en su interior... ¿Qué ha hecho? ¡¿Qué ha hecho?! Comprende en ese momento que una parte de su alma ha muerto. La venganza puede ser dulce, es cierto, pero lo que da con una mano te lo quita con otra. No hay calor, no hay satisfacción durarera, solo es placer por unos segundos antes de que todo muera. Lyra se siente timada y en lugar de haberse vengado siente que se ha fallado a sí misma.

Observa atónita cómo los profesores socorren a Christine. Quiere marcharse, sabe que debe hacerlo. La gente ha comenzado a disiparse, pero no puede moverse. Es como... como si se creyera indigna de tener un cuerpo siquiera. Alguien la toma del brazo y la jala. No sabe quién y tampoco puede verlo, agacha la mirada y sus lágrimas caen con mayor celeridad.

Pronto el bullicio aminora, el aire fresco la espabila un poco, pero solo un poco. Su mente la traiciona y sus manos comienzan a temblar, culpables. Ella ha hecho algo terrible.

—¿Estás bien? —Es la voz de Erik.

Lyra suelta una carcajada que parece un graznido. Su mente es un desastre, sus emociones más. Por un lado, se ahoga en culpa y por el otro encuentra paz en la voz del rubio, una paz que sabe que no se merece. No obstante, se aferra a ella. Se asía tan fuerte como puede a la seguridad frágil que Erik, sin saberlo, le da porque es lo único que tiene.

—¿Yo? —ríe y la risa se vuelve llanto—. ¿Yo? No lo creo...

Se de deja caer en cuclillas y llora como niña de tres años. ¡¿Qué ha hecho?! El muchacho se pone a su altura y le quita el cabello que cae sobre su rostro y que se le ha pegado por la humedad.

—Sé lo que hiciste.

—¿Cómo? —No es que pregunte cómo lo sabe, su respuesta es de asombro... ¿qué ha dicho?

Erik no comprende el rumbo de su interrogante, de igual forma le ofrece una respuesta que la ayuda a comprender.

—Yo te dije cuál era el sueño de Christine. No es difícil conectar los hilos. Ella siempre te molestaba.

—Soy un monstruo.

—Tal vez.

—¿Sabes? Eso no me hace sentir mejor. —Llora con mayor ahínco.

—No intento hacerte sentir mejor. Lo que has hecho ha estado muy mal. Chris es una mala persona, pero lo que has hecho... no te hace mejor que ella. Solo te hace su igual.

Ese... es el peor insulto que puede escuchar. No es que se ofenda, es que le duele porque es verdad.

—Lo sé —acepta—. Pero lo que hizo ella, lo que ha hecho durante todo este tiempo... yo necesitaba...

—¿Necesitabas? ¿De verdad? —Erik continúa a su altura, le acaricia el rostro, las manos, cualquier área—. Has aguantado casi todo el año, te has probado con mejor alma y corazón... y yo te protegía incluso si ya no estábamos juntos. —Las palabras de Erik queman—. Tú no lo necesitabas, lo deseabas. Se honesta por favor, ¿qué cambió?

Pese a no querer admitirlo, le debe la verdad. Así que se fuerza a verbalizarla.

—Ella te enseñó el video —murmura.

El rubio frunce el ceño, confundido. Se ve con la necesidad de continuar, quiere explicarle todo, quiere expiarse ante él.

—Yo te lo iba a decir, pero tenía miedo de perderte. Lo juro te iba a contar cómo fue que sucedió. Tenía que decírtelo porque sabía, sé... que no te mereces nada que no sea la verdad, nada que no sea amor. —Continúa llorando, sus palabras salen entrecortadas, hipa y se sorbe la humedad de la nariz—. Pero ella me quitó la oportunidad y con ello la herida fue peor. La traición era innegable. —Un nudo se forma en su garganta, carraspea—. Yo quería que mi dolor fuera suyo...

—Cuéntame tu versión, por favor.

Lyra asiente y le relata cómo sucedió el encuentro entre Aaron y ella. No oculta nada, esta vez no. Ni siquiera la sorpresa que experimentó al darse cuenta de que esa pasión le gustaba. Al terminar, el silencio se abre paso entre ellos, hasta que Erik lo rompe. Qué bueno, estaba por asfixiarse.

—No fue ella.

Ahora, es su turno de fruncir el ceño y, la culpa se hace más pesada.

—¿Qué?

—No fue Christine quien me lo enseñó...

—No te creo. Ella es la única que me odia tanto como para grabarme y mostrarte el video...

—Quizá sí, pero no perdería el tiempo esperando a encontrarte in fraganti.

Ese es un punto muy válido que en su furia y dolor no consideró.

—... Si no fue ella, ¿quién?

—Mycroft.

Por primera vez, no tiene palabras. No sabe ni cómo reaccionar.

—¿Te has enojado con él? ¿Debo advertirle que probablemente sufra un accidente en la cancha de básquet? —pregunta Erik.

Niega con la cabeza.

—Ah, ¿no? —El rubio no luce convencido—. ¿Entonces, por qué con Christine sí?

—Ella no te diría la verdad para proteger tu corazón, sino para destruir el mío. Mycroft, en cambio, buscaba solo tu bienestar, no causarme este dolor. ¿Cómo podría enojarme con alguien que te ama casi tanto como yo?

Suelta a llorar una vez más. Erik la atrae hacia él y ella se aferra a su cuerpo, lo necesita.

—¿Por qué no me permitiste contarte mi versión antes? —pregunta entre hipos.

—Estaba herido, parte de mí todavía lo está.

Ella lo abraza con más fuerza.

—Solo fue un beso, nada más.

—Por un beso podría empezar... hasta llegar a algo más íntimo, Lyra —responde Erik y le acaricia el cabello—. Sin embargo, incluso si hubieras estado con él, me habría dolido igual. No es el acto, sino lo que significa. Un beso, un abrazo con segundas intenciones o una noche, todas son traiciones y duelen.

—Lo siento.

El rubio sonríe.

—La próxima vez, por favor dime que quieres experimentar. No quisiera enterarme por un video en donde vistas como dominatriz.

Es imposible no sonreír.

—Es una buena idea, ya que lo mencionas. 

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