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Lyra espera a la salida del salón de la clase de Erik. Espera con ansiedad y al mismo tiempo paciencia. Su corazón late entre nervioso y temeroso. El rubio no ha respondido sus llamadas, tampoco a los mensajes y por supuesto no se ha acercado.

Se ahoga en culpa y dolor. Lo quiere de vuelta. Lo quiere a su lado incluso si no se lo merece. Son casi asfixiantes... la pena y la ausencia. ¿Cómo puede doler tanto? ¿Cómo puede sentirse perdida y desconsolada? ¿Y por qué el pecado es tan grande? Ella no quería ese beso, ella no lo pidió... Tiembla de solo enfrentar el recuerdo de un Erik llorando ante ella y pidiéndole esperanza con la mirada. Muere, muere por él.

Ha tenido que salirse de su clase varios minutos antes de que terminara a fin de llegar a tiempo y estar en el lugar correcto a la hora de la salida. Su celular vibra notificándole que la hora ha terminado. Sus palmas comienzan a sudar. No ha visto a Erik de cerca desde... desde hace más de dos semanas. En todo ese tiempo lo único que ha conseguido ha sido observarlo en la distancia antes de que él casualmentetenga que cambiar de dirección.

La evita y eso le duele en el alma. No puede con ello. No quiere que su cielo deje de verla, que su voz no vuelva a llamarla y que sus manos jamás la toquen de nuevo. Lyra lo necesita, lo hace como no lo esperaba y le aterra. Pero duele más estar sin él y haberlo herido.

Las personas comienzan a salir, gente sin rostro porque no le importa. Sus ojos escanean con necesidad las cabezas en busca de una rubia casi platina. Es imposible no encontrarlo, él siempre sobresale. Cuando lo ve, olvida respirar y su corazón se detiene. Su instinto le pide huir, sus sentimientos quedarse. Obedece a los segundos. Da tres pasos en dirección del rubio antes de llamarlo.

—¡Erik! —Su voz es casi estridente, los nervios están acabando con ella.

—Oh, Lyra, ¿cómo estás? —Es amable, pero frío.

Él no se acerca.

—¿Podemos hablar?

—No —responde casi de inmediato, causando que su dolor sea mayor—. Estoy ocupado. ¿Qué tal después?

Siempre amable... incluso ahora que la odia.

—¿Me llamarás? —inquiere aun cuando sabe que ese "después" no llegará.

—Seguro. —Una sonrisa triste se desliza por sus labios.

Lyra sabe que miente, que no lo hará.

—Cuídate.

—Nos vemos.

Hay un abismo en su pecho que se extiende por su cuerpo, y Lyra es incapaz de escuchar a su corazón gritar de dolor por el sonido de los pasos de las personas que van y vienen. Tal vez sea lo mejor, tal vez así la pena sea más digerible. 



Lyra tiene el corazón destrozado. No hay otra manera de definirlo, no existe. Dos de las personas más importantes en su vida han decidido alejarse. Eso quema. Su amiga Diana no le habla, y parte de ella lo comprende, pero eso no significa que no la haga sentir mal. Su novio, o quizá sería mejor decir ex gato, no la mira siquiera al pasar por los pasillos, y acepta la razón. Ella lo traicionó. Su corazón sangra por múltiples heridas... por eso usa la biblioteca como refugio después de la escuela. Se queda hasta tarde. Casi nadie lo hace así que eso le permite estudiar y pensar.

—Hola, Lyra.

El saludo la hace saltar de su asiento. La biblioteca es tan callada que hasta el aleteo de una mariposa podría ser perturbador. Su voz es más grave y fuerte que las alas de una polilla.

—Buenas tardes, profesor Admarie.

Hay formalidad en sus palabras. Desde aquella vez en que él dijo querer conocer a su competencia, ambos elevaron un muro invisible que, si bien no es incómodo, tampoco se siente bien.

—¿Todavía te faltan exámenes? —inquiere en voz baja y con el ceño fruncido.

—Un par. —Es sincera—. Pero acabarán mañana, dos días antes del festival del viernes.

—Es bueno saberlo. —Espera unos segundos antes de continuar—. Sabes, es tarde... ¿no quieres que te acerque a tu casa?

Está tentada a negarse. El miedo de ser casi expulsada todavía la tiene presa. Sin embargo, termina por aceptar. Si no la corren por eso, la correrán por lo que tiene planeado.

—Claro. ¿Dónde lo veo?

—Te veré en el estacionamiento.

Asiente y entonces el profesor se va. Lyra comienza a recoger sus cosas, no son muchas, pero lo hace con parsimonia para dar tiempo a que sus salidas no sean tan continuas. Una vez los minutos suficientes han transcurrido, se despide de la bibliotecaria y le desea buena noche.

—Te veré mañana, Lyra.

—Nos vemos. —Sí que lo hará.

Se dirige hasta el aparcamiento, ya no hay coches allí salvo uno. Lo reconoce pese a que solo haberse subido una vez de noche. Admarie aparece en el momento preciso y la llama con una sonrisa. Lyra corresponde al gesto y pronto se encuentra en el asiento del copiloto.

Los minutos del trayecto son silenciosos y casi incómodos. Entre ellos aún pesa aquellas extrañas palabras que Lyra muere por descifrar, mas no es lo bastante valiente para preguntar directamente por ellas. No es hasta que están a solo cinco minutos de su casa que él rompe con el silencio.

—¿Recuerdas cuándo te pregunté por tu relación con Erik?

—Claro. —Cómo olvidarlo—. Aún sigo confundida por sus palabras —dice con la esperanza de dar pie a una explicación.

—Bien. —Suspira—. Quiero ofrecerte una disculpa por mi comportamiento.

—¿Qué?

Escuchó a la perfección, pero no es lo que necesita en ese instante.

—No debí en primer lugar preguntar por la naturaleza de tu relación y; en segundo, tampoco responder como lo hice a tu pregunta.

—¿Eso qué se supone que significa?

—Significa que mi comportamiento fue reprobable y lo lamento.

—Lo dicho, dicho está. No puede retratarse y no puede dejarme con mil preguntas que no he sido capaz de articular. —Suspira, cualquier cosa que la distraiga del dolor de su pecho es bienvenida—. No es justo.

Admarie detiene la marcha a solo dos calles de su casa.

—No lo haré, Lyra.

—¿Entonces, me explicará?

Admarie rie y sus ojos de venado se achican un poco.

—Tendremos esta conversación y lo que significaron mis palabras cuando tengas al menos dieciocho años.

—Setecientos treinta días de espera. Eso no es justo.

—La vida no es justa, pensé que estábamos de acuerdo con ello.

Bufa molesta y decepcionada a partes iguales. No puede evitar pensar que Admarie es aquello que llaman un calienta... ¿ovarios? En cualquier caso, la parte responsable de ella sabe que es lo correcto, que fingir que nunca ocurrió es mejor que hablar de ello.

—Diecinueve de abril —murmura.

—¿Cómo?

—Cumplo años el diecinueve. Esperaré por la explicación el veinte.

El profesor ríe y su gesto la contagia, pronto ambos esbozan amplias sonrisas. Admarie enciende el auto una vez más y la lleva a casa.





En las tardes siguientes no se topa con nadie y la bibliotecaria tampoco muestra curiosidad por saber qué hace a altas horas de la noche todavía en la escuela. Cuando su celular le marca las ocho, Lyra se incorpora de la mesa, coloca los libros en el carrito correspondiente y sale del sitio.

—Qué llegues bien a casa, Lyra.

—Tú también. Cuídate.

Sonríe y abandona la biblioteca con rumbo hacia la salida del instituto. Sin embargo, Lyra no sale y solo finge hacerlo. En realidad, se esconde en los jardines a esperar que la noche sea cerrada. Ha estado prestando atención al vigilante de la escuela y a sus rondas, las empieza temprano. Así que desde las siete, que es en teoría una hora en la que la escuela debería estar vacía, él comienza a caminar de tanto en tanto. Solo que nunca revisa los jardines, al menos no a profundidad.

Para pasar el rato y porque así lo requiere para su crimen, Lyra se trenza el cabello con fuerza, lo hace tan fuerte que, aunque sus raíces no duelan, puede sentir la rigidez de sus hebras. Luego se coloca una red y un gorrito de cirujano. Al final, cubre sus manos con guantes de latex. Dos pares, solo por si acaso. Protege su mochila también con una bolsa oscura y las correas con hojas negras y plástico para emplayar. Su rostro, por supuesto, se oculta tras una máscara de payaso. No encontró otra peor.

Media hora después, la única iluminación proviene de la electricidad. El corazón de Lyra se agita temeroso, las manos le sudan y sus piernas tiemblan; no obstante, se obliga a continuar con el plan. Se levanta y hace su camino hasta el edificio de danza. Se cuela en él a través de una ventana que previamente se aseguró de que quedara abierta y entonces busca por las taquillas.

Solo para asegurarse lee una vez más el reparto de personajes en la lista que tienen pegada en la pared como si fuera una bandera. Revisa sus notas para cerciorarse. Sí, es Ben el que bailará con Christine en la presentación.

Pronto da con la taquilla de la morena, está tentada a abrirla y romperle el precioso traje tupido de cristales Swarovski, sería tan liberador y fácil... Se detiene justo cuando su mano se encuentra a mitad del trayecto de la puerta. Ese traje es necesario para que baile, no puede destruirle eso. Además, sería una lástima.

Avanza hasta dar con el casillero de Ben. Lo abre casi con respeto y murmura varias palabras silenciosas de disculpa. Quiere arrepentirse, pero ya ha llegado hasta allí que no tendría sentido. Sería como preparar comida y tirarla. Exacto. Eso. Un desperdicio.

Saca de su mochila los sobres de polvito y los vacía sobre las prendas del muchacho, lo distribuye con la mano izquierda, mientras con la derecha se ilumina. No obstante, antes de terminar, escucha pisadas en el exterior. Los nervios la traicionan y su celular cae al suelo delatando su posición.

Demonios.







NdA:

Hola!!!

¿Cómo les va?

Pues sí, jaja hoy decidí que sería un buen día para doble actualización :D

Me emociona saber que ya pronto conoceremos el final de esta historia, muchas gracias a todos los que han acompañado a Lyra desde el comienzo. Les agradezco los votos y comentarios, se aprecian, de verdad. 

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