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Termina por anotarse en las listas de vóley. No es que sea su deporte favorito, pero tampoco es el que odia. En realidad, no tiene ni lo uno ni lo otro y según se cercioró no hay necesidad de comprar uniforme ni indumentaria especial como lo sería en el club de natación. Solo basta una licra y una camiseta deportiva. Es simple y Lyra busca eso.

—Todavía falta el formulario para el club artístico —le comenta la señorita tras el mostrador con voz amable.

—No me he decidido —responde—. Me falta visitarlos. Mañana en la tarde lo tendré.

—Está bien, solo recuerda que debes estar inscrita para finalizar la semana.

—De acuerdo, gracias.

Lyra recoge la nueva credencial deportiva, la que le permitirá el acceso a las canchas de vóley. Observa su rostro en miniatura unos segundos. Camina tan concentrada en su propia cara que no se percata y choca con alguien. No caen, pero el golpe en la nariz le cosquillea. Se talla. Alza la mirada para disculparse y fulminar al culpable en cuestión. Ella iba distraída con la mirada gacha, ¿qué escusa tenía...?

—Lo lamento, no te vi. —El individuo frente a ella esboza una ligera sonrisa.

Es el de la piscina de ayer. Lyra quiere que la tierra la trague y la escupa en marte, o cuando menos al hueco entre su cama y el suelo, así no tendría las mejillas ardiendo.

—No pasa nada, iba distraída —responde con medio pie alejándose.

Sin embargo, antes de que pueda reaccionar o apartarse, el chico hábilmente le roba la credencial de las manos.

—¡Oye! Eso es mío. —Hace el ademán de arrebatarle el plástico.

El individuo es más rápido y la eleva por encima de su altura, muy por encima. Salta solo una vez, es inútil ridiculizarse concluye al ver que sus dedos quedan muy por debajo de su identificación. En ese preciso momento Lyra cae en la cuenta de que por lo menos medirá metro noventa. Bufa y cruza los brazos, no está dispuesta a seguir su juego. Brincar una vez es gracia, hacerlo una segunda es desgracia. El chico analiza su credencial por un instante.

—Siempre he creído que el trabajo de los fotógrafos es hacerte lucir bien —suspira afectando tristeza—, pero al ver las credenciales me da por pensar absolutamente lo contrario, ¿no crees? —le guiña un ojo y le tiene la credencial.

La toma con brusquedad y el ceño fruncido. No obstante, se le complica mantener una actitud refunfuñadora cuando la voz del chico parece tan amable. Se recuerda que debe hacer amigos.

—Tal vez es la primera prueba de esta vida.

—Ah, ¿sí? —El chico arquea la ceja izquierda.

—Sobreviviendo a las peores fotografías con las que has de presentarte.

La suave risa que el muchacho da le parece preciosa, es gutural y melódica. Sin embargo, no tiene oportunidad de disfrutarla por mucho. Una rubia despampanante se acerca, una que estaba en el círculo de Ferguson esa mañana. Lyra es víctima una vez más de un descarado escrutinio. Muerde la parte interna de su mejilla para evitar que el sentimiento de ser violada no anide anide en su pecho.

—¿Quiénes son tus padres? —inquiere la recién llegada con el ceño fruncido.

Así que allí no importa su nombre... sino sus padres. En otras palabras, pregunta por el de la familia.

—Me apellido McTavish —responde en su lugar.

—Ah. Yo soy Grecia Applegate... —murmura más concentrada en presentarse y dejar en claro su posición antes que conocerla, luego se dirige al muchacho—: ¿nos vamos, Tristan?

—Claro.

Tristan se despide moviendo la mano, Lyra corresponde con cierto retraso y observa a la pareja. Grecia entrelaza los dedos con el chico y se marchan. Segundos antes, Lyra no estaba segura de la razón de su actitud, ahora tiene la certeza. Grecia es la novia del dichoso Tristan. Grecia, ¡Grecia! Su memoria le revela dónde ha escuchado ese nombre antes. Erik le había advertido esa mañana que no tomara su asiento. Menos mal hizo caso.

No presta mayor atención a lo sucedido y se dirige a clase. Al concluir la jornada entera, guarda sus cosas en el casillero y se dispone a visitar los clubes artísticos. Piensa si llevar o no una libreta para tomar notas o alguna otra cosa, nunca se puede saber qué se necesitará en un futuro cercano. Al final decide que no. Solo irá a observar y entonces rellenará el formulario. Se dirige al edificio E. Comparte la arquitectura que el resto, pero el color y la definición de las estatuas y arabescos que lo adornan sugieren que es de recién añadidura, no tienen el desgaste del tiempo. Es lógico que haya nuevos edificios. La demanda crece, los clubes se diversifican, la necesidad de comodidad... Entra sin retrasar más lo inevitable.

El primer piso está concentrado en jardinería. Hay enormes invernaderos y otros que sirven como aulas. Frunce el ceño por un instante. Así que las flores son también arte. Aspira con profundidad, diversos aromas la inundan, bueno, alguien alguna vez dijo que las flores solían decir lo que los corazones callaban. Sus ojos viajan vivaces por las ventanas e invernaderos. Ahora comprende por qué los jardines son divinos no importa la ubicación dentro del IVB. Son pocas personas las que atienden y son menos las que reciben las enseñanzas. Lyra entra a uno de los invernaderos. El aroma a tierra húmeda la inunda en el acto y también otro olorcito picante y ácido. No lo identifica, pero ya que no es lo bastante molesto para impedir su exploración, continúa.

El invernadero conecta a otro y otro, Lyra pasa por ellos, enterrando los dedos cada tanto en las macetas. La humedad y la forma en que la tierra se adhiere a sus dedos le gusta, juguetea con ella por unos segundos antes de caer en la cuenta de que ha perdido más tiempo del planeado. Todavía no visita los demás pisos. Suspira. Jardinería no parece malo. En ocasiones, cuando no se sabe o no se quiere elegir, la primera opción resulta ser la idónea, y no por ser la mejor, sino porque al ser tan mala como la segunda y la última, elegirla con rapidez ayuda a ahorrar tiempo.

—¿Piensas unirte al club?

Lyra da un pequeño salto de la sorpresa, no de susto. Identifica la voz y gira con lentitud. ¿Cuántas veces va a encontrarse con el Tristan? No es que le moleste, pero...

—Sigo sin decidirme —responde a la par que sacude sus dedos, están llenos de tierra.

—Si quieres tiempo libre, jardinería es el mejor.

—Qué buen eslogan —responde con una sonrisa.

El joven se encoge de hombros y recarga los codos a la orilla de los estantes. Si fuera un modelo (y tal vez lo sea y ella lo desconoce) los fotógrafos caerían embelesados ante esa pose, esa aura. Ella misma está por ceder, claro que, ella es una chica más, no una fotógrafa, así que su concepto de belleza y actitud podría ser un poco distinto.

—¿Estás en este club?

Tristan ríe y niega con suavidad.

—¿Qué haces aquí? —Lyra lo mira extrañada.

—Es relajante entrar.

Ah, sí. También experimenta esa paz que solo el silencio y la aromaterapia son capaces de brindar. Es como si pudiera... abandonarse y estar seguro de que no sucederá nada malo si ocurre. Quizá la última parte es la mejor: saberse a salvo.

—¿Cuál es el tuyo?

—Fotografía.

Ríe, comprendiendo la razón de su comentario esa mañana.

—¿Quieres venir? —pregunta Tristan.

—¿A tu curso?

El joven se endereza y encoge los hombros.

—Ibas a verlo de todos modos, ¿no?

Asiente y entonces sigue a al muchacho. Enfilan los invernaderos que ha cruzado y al final se encuentran subiendo por las escaleras al segundo piso. Un delicioso aroma hace gruñir su estómago. Su acompañante parece escucharlo también.

—El ala derecha está dedicado a cocina y ornamentación.

Considera unirse al de la comida, así podría estar comiendo todo el tiempo, aunque... lo descarta. Es probable que los materiales —ingredientes— sean comprados por los mismos alumnos. Lyra no puede permitirse pagar 30 dólares por medio kilo de duraznos.

—¿Y la izquierda?

—Restauración de libros antiguos y talleres de literatura.

Parpadea sorprendida. El IVB parece más lujoso en el interior de lo que en el exterior. La fachada es solo un cascarón brillante que resguarda verdaderos diamantes. Ella está en el paraíso y la verdad en esa simple oración es apabullante; viaja en el tiempo y está de nuevo atravesando las vacaciones, sin poder creerlo, Tristan la devuelve al presente con el sonido de sus zapatos sobre la superficie pulida. Suben al siguiente piso. Se trata del de fotografía, el ala izquierda es por completo del club. El muchacho la guía a una cámara en donde una exhibición muestra los mejores trabajos de los alumnos. Lyra se pierde en los que enmarcan animales pequeños, frágiles y... hermosos. Siempre le han gustado las cosas que se rompen con facilidad.

Observa embelesada una libélula, sus alas iridiscentes atrapan reflejos de la luz, el agua sobre la que está le devuelve su imagen. Las plantas a su alrededor no hacen sino encumbrar al pequeño insecto. Luego, pasa a una mariposa azul y a una monarca. Debajo de cada cuadro se encuentran los nombres de los fotógrafos.

Tristan Bellanger.

Vira a su acompañante y sonríe.

—¿Ha sido una trampa? —pregunta sin malicia.

—¿Qué cosa? —El muchacho le devuelve la pregunta con una mirada llena de genuina curiosidad.

—Traerme cuando tus fotografías están exhibidas.

—Es una galería, los trabajos se conservan por el año entero. Hasta el siguiente en donde los trabajos del curso anterior se mostrarán —explica—. Estos son del ciclo pasado.

Allí comprende que Tristan debe ser mayor que ella. Al menos un curso. Continúa observando las fotografías, hay una parte destinada para los retratos. No le sorprende encontrarse con Grecia, Ferguson, Eric y el matón de ojos grises entre ellos. No es que solo su belleza exorbitante los haga idóneos para protagonizar tales cuadros, aunque sin duda tiene algo que ver; sin embargo, lo que llama la atención de Lyra no son sus rasgos, sino la paz, la alegría que emanan. Sonríen sin preocupaciones ni tapujos. Parecen... normales. Tal vez sí lo sean. Tristan le muestra otra galería más y luego la conduce al ala contraria. Es para dibujo y pintura en todas sus variantes posibles.

El piso superior corresponde a los músicos. Le sorprende en primera instancia no percibir ruido alguno, pero su compañero se apresura a explicar que se debe a que han insonorizado las habitaciones; de lo contrario sería un infierno. Lyra los ve con admiración. Hay salones dedicados por completo a un solo instrumento como el guqin y el piano, otros comparten como el violín y el chello o la guitarra y la mandolina. Al ver a Ferguson en este último, esconde su rostro y dice que ha tenido suficiente de clubes ese día. Mañana entregará el formulario.

—Podríamos ir a comer —sugiere Tristan mientras bajan las escaleras.

Lyra muere por comer, pero una poderosa razón se lo impide. La tarjeta de alimentación solo cubre el almuerzo, la comida va por cuenta propia. Está tentada, carga un poco de dinero en la mochila así que podría pagarse algo. La imagen que su visión periférica le devuelve la hace negar. El matón de ojos grises. Tiene un ligero escalofrío.

—Tal vez mañana —contesta y retrocede con una tímida sonrisa.

Da media vuelta y se encamina a su casillero. Recoge sus cosas y se cuelga la mochila a la espalda. De pronto, su cabeza se impacta contra el metal del casillero. Ve estrellas por un instante, sus pensamientos se embotan, pero logra hilar uno acusando al acosador. Alguien la coge del cabello, tirando de su cuero cabelludo. Jadea no solo por la sorpresa, sino también de dolor. No es el joven de mirada grise.

—Será mejor que tengas cuidado —murmura Grecia, sus ojos verdes están furiosos—. He tenido mejores competidoras. No te ridiculices así, cariño.

Los ojos de Lyra pican de lágrimas que son en parte reflejo del golpe y en parte de miedo.

—No sé de qué hablas —se obliga a responder.

—Y yo soy la princesa Diana —responde Grecia con sarcasmo, luego añade con voz inocente—: espera, sí que lo soy, solo me falta la tiara.

—Suéltame. —No sabe si se trata de un ruego o una orden, Lyra tampoco está para prestar atención a su inflexión.

La chica se inclina sobre ella hasta que su aliento le hace cosquillas. Se remueve asqueada, pero Grecia frena sus movimientos al tirar más fuerte de su cabello. Lyra está tan concentrada en el dolor y aminorarlo que no se percata de los pares de ojos que siguen de cerca el evento. Ni ella ni Grecia.

—Sobre advertencia no hay engaño.




NDA:

Hola, ¿cómo están? Espero que bien.

Usaré este pequeño espacio para exponer lo siguiente:

1. Las actualizaciones serán semanales de 1 a 2 capítulos, la verdad es que me da mucha pena promocionar con solo 2 capítulos colgados ajjaj 

2. Es un estilo de narración nuevo el que estoy probando, sean comprensibles, por fis

3. Les agradezco mucho sus comentarios y que le hayan dado una oportunidad a esta historia (ayudan como no tienen idea sus palabras) c:



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