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Los observa desde la distancia. No entiende muy bien la razón, pero no puede quitar los ojos de ellos, porque si lo hace siente que si lo hace podría pasar algo trágico, aunque exactamente no sabe a qué definiría como trágico. Sin embargo, al mismo tiempo su cuerpo está tenso, los músculos de sus piernas se encuentran deseosos de saltar y tomar a Lyra para llevársela lejos. Lejos de él. No lo hace, por supuesto, todavía conserva la cordura necesaria para contenerse.

A su alrededor, el bullicio es evidente. Cada uno está en su mundo, disfrutando y sonriendo por tonterías, lo sabe, pese a no verlo y no lo comprende del todo. ¿Por qué ellos no duelen? ¿Por qué no desean a alguien con tal fervor que la respiración se les dificulte? ¿O acaso sí necesitan así de alguien, pero lo saben disimular mejor?

Aaron ha probado tantas cosas para alejarse de este mundo, de su ruido y su banalidad, pero jamás había experimentado lo que Lyra con solo una mirada le ofrece: paz, magia y silencio. Por eso la desea. Lyra es la sustancia perfecta para tranquilizar su acelerado corazón y no solo eso, ella también le brinda emociones que no recuerda haber vivido antes. No puede entenderlo, tampoco está seguro de quererlo, solo la necesita a ella, la necesita a su lado, debajo de él, sobre él... no importa cómo, solo juntos.

De pronto, alguien se sienta enfrente, su mirada continúa en el azabache de la melena de su Gatáki que apenas distingue un fuego oscuro. Pasados los minutos la dueña se molesta por el poco interés y lo llama por su nombre.

—Avery... —saluda sin entusiasmo.

Sus mejillas se sonrojan y sabe bien que él es la razón, frunce el ceño a la par que su cabeza intenta explicarse eso. ¿Por qué ellas se sonrojan cuando no están teniendo sexo? Lyra también se ha sonrojado ante su presencia. ¿Es miedo? ¿Deseo? No lo sabe. ¿Qué lo desata? El trato que él ha tenido con ambas ha sido muy diferente, no ve la relación para que ambas tengan la misma reacción. ¿O tal vez sea una invitación silenciosa? ¿Invitación a qué?

—Estaba pensando... —continúa la chica—, en si querías venir a mi casa a estudiar ciencias —titubea.

Una vez más lo desconcierta. Usar eufemismos con él nunca ha sido habitual en ella, ellos solo tienen sexo, ambos lo aceptan y no se mienten acerca de ello.

—¿Quieres decir para tener sexo?

Los ojos de Avery pierden cierto brillo, pero adquieren otro. Asiente.

—De acuerdo —acepta Aaron—. Te veré allá.

Pese a que desea correrla de la mesa para quedarse solo, recuerda los modales que su madre le ha enseñado, sonríe y se despide cogiendo la bandeja de comida casi sin tocar y busca un nuevo asiento que le permita la misma vista que antes. No lo consigue, el receso recién ha empezado así que todos los sitios están ocupados. Opta por ir a comer a un jardín, ya verá a Lyra después.

Ese después llega en la hora de salida, Aaron conoce bien la rutina de Lyra, así que tan pronto da la hora él marcha a la parada del autobús a esperarla. Los hechos suceden de acuerdo con lo esperado, tan solo cinco minutos después Lyra camina hacia la parada. Sin embargo, no está sola, eso agria un poco su gusto. Camina hacia ellas con una amplia sonrisa consiguiendo que se detengan.

—Aaron —murmura Lyra entre sorprendida y algo más.

—¿Podemos hablar?

Su Gatáki se muerde el labio inferior apenas un poco, entonces la otra chica se mete en una conversación que le es ajena. Eso lo incordia, pero no hace ni el más mínimo gesto para delatarse.

—¿Quieres que te espere? —pregunta esa a la que su hermana llama Mira.

—No, no es necesario —se apresura a decir Lyra—. Te veré mañana.

Mira al menos parece ser una buena entendedora y no insiste. Aaron espera a que se aleje varios metros antes de volver a enfocarse en su Gatáki. Cuando lo hace, sus ojos beben su rostro; tiene el cabello desacomodado y su piel brilla, su cabello está ligeramente húmedo. Necesita respirarla... Así que antes de pensar en lo que está haciendo, Aaron ya la sostiene en sus brazos, una mano en la nuca y la otra en la espalda baja mientras su nariz inhala el perfume de su piel que el esbelto cuello de Lyra le ofrece.

Respira profundo y su Gatáki suelta un casi inaudible gemido, ah... Aaron puede leer su rutina en la piel, hay demasiado cloro en el agua que la escuela usa para las duchas, se ha esforzado en vóley, está seca, pero su cabello relata que no le dio tiempo secárselo antes de correr a jardinería para llegar a tiempo. Vuelve a inhalar profundo, hay una sombra del olor del abono, del fertilizante y de otras personas más, perfumes que no reconoce, pero sabe que son demasiado fuertes para ser usados por una mujer. Eso lo desconcierta.

—Aaron, ¿qué haces?

Lyra siempre habla en susurros cuando está con él. Casi como si le faltara el aliento.

—¿Te gustó mi obsequio? —inquiere en su lugar.

—Es muy bonito, gracias, pero tendré que devolvértelo.

Su Gatáki se aleja logrando que el corazón de Aaron se agite, busca algo en su mochila y luego se lo tiende. Aaron no necesita abrir la cajita para saber qué es. Él extiende ambos brazos, pero solo para cerrar la palma de Lyra una vez más en la lágrima febea.

—Es tuyo.

—Es demasiado —intenta rechazarlo una vez más.

Sin embargo, Aaron tampoco cede, y en su afán de distraerla del tema, hace algo que deseaba hacer hace mucho. Con una sola mano mantiene la de Lyra sobre la caja, mientras con la otra la atrae hacia sí mismo una segunda vez, pero con la diferencia de que no son sus pechos los que se tocan, Aaron asalta los labios de Lyra con ansiedad desde el principio.

Su beso es casi doloroso, toma todo cuanto puede, prueba y cata su sabor como si se tratara del vino de los dioses. Muerde sin llegar a herir, pero consciente de que Lyra lo notará, y su mano libre juguetea en la espalda de Lyra, apretándola y buscando el final de la playera del uniforme. Sonríe contra su boca sin soltarla cuando descubre que su Gatáki la lleva por dentro de la falda. Decide probar por otro lado, sus dedos viajan al frente y se insinúan en el nacimiento inferior de sus pechos. Eso solo sirve para despertar hasta el más bajo de sus deseos.

La mano libre de Lyra se sostiene en el brazo de Aaron, ejerciendo fuerza. Sus dedos ensañándose en su carne, pero él no es capaz de distinguir si se trata de un castigo o de una súplica.

—¿Qué haces? —pregunta su Gatáki cuando él sonríe.

—Buscaba tocar tu piel, pero tienes la blusa por el interior de la falda... —Eleva una ceja a modo de insinuación, él podría meterle mano ahora mismo sin problema.

Entonces, sus ojos nublados parecen recuperarse del hechizo en el que han caído y ella se aleja, lo hace con tal fuerza que, aunque Aaron pudiera detenerla, eligiría no hacerlo. Sonríe complacido. La ha tentado, puede ver la confusión en sus delicados rasgos. Lyra aprieta el obsequio sin ayuda esta vez.

—Tengo que irme.

Ella corre a la parada del autobús incluso cuando no hay ninguna unidad esperando, se sienta en los banquitos y no vuelve la mirada hacia atrás. Aarón la deja escapar esta vez.



Besar a Luka puede ser altamente adictivo, Mycroft lo ha descubierto demasiado tarde, Ya es un adicto. Verse todos los días en su auto se ha vuelto una rutina. Ahora mismo es él quien está sentado a horcajadas sobre Luka, besándolo y dejándose besar.

Luka sabe usar muy bien la lengua, con un simple beso es capaz de endurecer el deseo de Mycroft. Le gusta cómo se siente su lengua en su boca, a cada segundo su necesidad crece. Luka ríe contra su boca, y él se enfurece apenas nada. ¿Por qué se ríe si está ocupado? O al menos debería estar ocupado besándolo.

El tiempo comienza a desdibujarse y luego de varios minutos, Luka lo ayuda a reacomodarse en el asiento del piloto.

—Necesitas concentrarte para manejar —susurra a la par que lo aleja.

Myke quiere objetar, pero su pudor es demasiado grande y carraspea mientras se acomoda la ropa. Enciende el auto y emprende la marcha.

Entonces, cuando están a punto de marcharse, Mycroft ve algo que lo obliga a frenar en seco. Talla sus ojos incapaz de creerles. Sin embargo, es real. Lyra está besándose con Aaron... y por el espacio de tres latidos no sabe qué hacer. Luka reacciona a tiempo y coge el móvil para hacer zoom y empezar a grabar. El video captura tan solo tres segundos de la traición. Pero son suficientes. Demasiados.

Mycroft empieza a sufrir desde antes incluso, siente el dolor como sabe que Erik lo hará cuando se entere, y solo por un instante plantea no decirle lo que ha visto, fingir que eso nunca ocurrió. No. Desecha la idea casi de inmediato. La verdad siempre sale a la luz y cuando lo haga, en este caso, Mycroft preferiría estar para Erik como su mejor amigo y no ser motivo de dolor al representar a un traidor que pudo ahorrarle el sufrimiento.



Tiene casi media hora que ha llegado Lyra a casa. Treinta minutos en los que su corazón no se ha tranquilizado y su consciencia la carcome. Es una traidora. Lo sabe y le pesa en el alma porque, aunque Aaron la tomó por sorpresa, una vez ella visualizó sus intenciones no hizo ni amago de evitarlas y, sabe muy bien la razón. Una parte de ella quería experimentar, quería saber... Y el conocimiento ahora le pesa por cuenta doble, ser traidora y descubrir que los besos de Aaron saben diferentes. Diferentes en una manera que le gusta.

Dios. ¿Qué ha hecho? Entierra la cabeza en la cama y se deshace en autoinsultos y culpa. Sin embargo, agarra el teléfono y comienza a mensajear a Erik. Le acaba de pedir ayuda con una materia. Ella sabe que él iría a su casa sin importar qué, pero tampoco se atreve a ser honesta y decir que lo necesita en quizá un sentido pasional.

Tiempo después, alguien llama a la puerta. Salta de su cama con rapidez y va a atender. Sonríe al verlo, la simple presencia de Erik tranquiliza a su traidor corazón.

—Hola —saluda casi sin aliento Lyra.

—¿Entonces, con qué tienes problemas en matemáticas? —Erik carga tras él una mochila gris.

Lo toma de la mano y sin mediar palabra lo arrastra a su habitación, él se quita la mochila en el acto y la coloca sobre una silla. Así que pronto se encuentran en una posición un tanto extraña, frente a frente con la cama al lado izquierdo de Lyra.

Su pulso se acelera una vez más, no sabe cómo pedirlo, ni siquiera sabía que se debía pedir, cuando Aarón la besó él lo hizo casi como si lo supiera, como si conociera los más oscuros deseos de Lyra... Suspira, Erik no es Aaron, se recuerda, Erik jamás la tocaría de la manera en que Aaron lo había hecho, no lo haría hasta que ella se lo pidiera o la situación diera pie a ello.

—Bésame —murmura.

—Lyra...

—Bésame, por favor.

Ante eso, Erik cede y toma a Lyra, al principio con ternura, con delicadeza... No obstaste, eso no es lo que quiere Lyra, así que comienza a intensificar el beso, a demandar más... pidiendo ser tomada. Con una agilidad hasta ese momento desconocida, Lyra consigue que Erik se siente al borde de la cama, sus labios no se han alejado de los de él, a veces besando sus mejillas, las líneas de sus mandíbulas y otras veces su boca... Se sienta a horcajadas sobre el regazo de Erik.

Las manos del rubio están en su espalda baja, mientras las suyas se encuentran explorando las hebras doradas y aferrándose a su cuello a momentos. Su beso consigue ser más demandante, pero de una manera que la desconcierta, es casi como si Erik estuviera jugando con su deseo. Lyra no lo comprende, ni siquiera logra ver la diferencia entre este beso y el de hacía solo unas horas... sin embargo, no la ve no porque esté ausente, sabe que es distinto, solo que sus ojos no logran encontrar dónde se halla la diferencia.

Erik retrocede en la cama con ella acuestas, acomodándose para quedar recostado en su totalidad y ella también tenga más espacio de maniobra. De ese modo, las caderas de Lyra son capaces de moverse y de estimularlos a ambos incluso por encima de la ropa. Las manos de Erik se turnan a momentos en su cintura, en otros en su espalda y unos pocos pasan delineando sus pechos. Lyra gime cada vez que eso ocurre.

Entonces, toma una de las manos de Erik y la guía hasta el interior de sus pantalones, lo necesita. Erik entiende su petición... Empero, solo la acaricia brevemente antes de hacerlos girar de tal guisa que es ahora ella quien está abajo. Él comienza a moverse como si de verdad estuvieran teniendo sexo, eso la estimula, y pronto la mano de Erik es una caricia deliciosa.

La boca del rubio comienza a explorar piel que antes no, baja por su pecho, su esternón y se concentra en los pequeños montes de venus que son sus pechos sin desvestirla, aprovechando ese pequeño espacio que la ropa le permite gracias al escote.

Lyra mueve las caderas a cada segundo con mayor ímpetu, Erik no la ha penetrado ni siquiera con los dedos, pero sabe muy bien qué hacer porque cada vez el placer es más fuerte. Ella está a nada de alcanzar la liberación, tres segundos después la consigue. Su cuerpo se calma, su pulso continúa acelerado y en ese instante sus miradas vuelven a encontrarse, el deseo y la necesidad brillan en el cielo de Erik. Y ella sabe que debería devolverle el favor... Sus manos se dirigen a su pantalón, pero él la detiene.

—No tienes por qué hacerlo.

—Quiero hacerlo.

—Pero yo no.

Eso la desarma y la hiere. ¿Él no la ve como suficiente? Él debe leer el dolor en su rostro, porque de inmediato la besa y la toma de las manos.

—No quiero que pienses que esto es lo que busco.

—¿No quieres tener relaciones conmigo? —Pese a la vergüenza, se obliga a preguntar, es mejor tener las cosas claras.

—Claro que quiero —jadea Erik y sus ojos brillan momentáneamente—. No solo quiero eso... te quiero de verdad, y por alguna razón, esto no me sabe a ti.

Esa simple declaración la hace sentir culpable y le recuerda lo que solo horas antes ha ocurrido.

—Yo tengo... tengo que confesarte algo. —Su voz es entrecortada.

Es consciente de que su cara refleja la agonía en su interior.

—¿Qué sucede? —El semblante de Erik ha tomado un nuevo matiz, está preocupado y casi asustado.

—Yo he... yo he... —La culpa la hace atragantarse—. Deseado hacer esto desde hace mucho. —Verdad y mentira.

Una vez más. 

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