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27



Las vacaciones están por concluir, y Lyra todavía no recibe el bendito correo que la instaurará de nuevo como alumna del IVB; su corazón se acelera, su estómago se comprime y aprieta los puños ante el dolor en sus músculos. Es inútil continuar negándolo, la han expulsado, suelta el aire que ha estado reteniendo sin percatarse y, la realidad se hace más palpable...

Tal vez sea momento de comenzar a ver nuevas escuelas, de enfrentar lo que no ha querido aceptar hasta ahora. Lyra hace una búsqueda rápida en el ordenador y revisa los requisitos, fechas y otras cuestiones de las escuelas que están en un radio de 10 kilómetros a la redonda de su casa. Imprime la hoja.

—Lyra, la cena está lista —avisa su madre a voz en grito.

Suspira. También va siendo hora de que le cuente la verdad a su madre. No está bien seguir ocultando información como esa. Sale y ayuda a Phoebe en los últimos preparativos de la cena. Se acomodan, su madre toma un bolillo y le arranca un buen trozo con las manos. Son rajas verdes con queso. Lyra coge el tenedor y se lleva el primer bocado, desganada. Aunque la comida está riquísima.

—¿Pasa algo, Lyra? —inquiere su madre.

El pulso se le acelera, su antigua parsimonia ha quedado olvidada. Mastica la comida en su boca unos segundos más de lo necesario para pensar en futuros escenarios.

—¿Qué? ¿Por qué? —pregunta ansiosa.

—Lyra... —Phoebe extiende la última vocal de su nombre de esa forma tan particular que los padres tienen para reprender a los hijos sin hacerlo realmente.

—Algo así —admite y un nudo aparece en su garganta—, no te lo había dicho antes porque... porque no quería que... —La voz de Lyra se rompe y sus ojos se humedecen.

—Ay, cariño. —Phoebe se incorpora y la abraza.

—El IVB... —continúa Lyra con la voz entrecortada.

—¿Los exámenes?

Niega y entonces sus lágrimas caen pesadas por su rostro.

—A ver, cuéntame todo y empieza por el inicio, no te angusties —dice Phoebe al tomar su lugar—, que si tiene solución no es el fin del mundo y si lo es, entonces para qué preocuparse, total lo hecho, hecho está.

Pese a su desazón, Lyra no puede evitar reír, aunque más que una risa el sonido que sale de sus labios es similar al de estarse ahogando. Asiente y hace ejercicios de respiración para tranquilizar su vergüenza. Abre la boca y entonces...

Un llamado tras la puerta detiene su confesión y frunce el ceño. El mundo complica más su desahogo. Se levanta entre agradecida y frustrada, y va a abrir la puerta. El corazón de Lyra da un vuelco apenas descubre de quién se trata. Es Erik y en sus manos tiene una carpeta de cuero oscuro. Frunce el ceño y se limpia las mejillas, no las siente húmedas y está segura de que no ha llorado, pero lo hace solo por si acaso.

—¿Qué haces aquí? —No es que le moleste, solo no es el mejor momento, su voz sale monótona.

—Hola, Lyra. Estoy bien, muchas gracias por preguntar y hacerme pasar —dice Erik extrañado, Lyra había sido hasta ese momento amable; sin embargo, no se detiene y entra por el hueco entre la chica y la pared.

Luego, cuando la mirada azulada de Erik cae en Phoebe entiende el desconcierto de Lyra. No es el mejor momento para llegar, pero estando en ese punto sonríe a la madre de su futura novia. Además, quería ver a Lyra y hacerla sonreír. Sus ojos brillan de una manera peculiar cuando lo hace, y un pequeño, muy sutil, rubor adorna sus mejillas.

—Buenas noches, señora —se apresura y la saluda con formalidad—, no me conoce, las veces que he venido usted no ha estado. Soy Erik Van Blankestein, el gato de Lyra. —Una vez sus palabras han salido de su boca, se percata que lo último era innecesario, pero ya es demasiado tarde y retractarse solo lo haría ver peor.

Phoebe levanta las cejas como señal de que las palabras de Erik lejos de tranquilizarla por tener a un extraño en casa la hacen desconfiar más.

—¿Cómo? ¿Has venido antes? —Phoebe se cruza de brazos y vira hacia su hija, el rumbo de la conversación no le está gustando nada.

Lyra quiere darse de topes con la pared, su madre no sabe que fue suspendida. Erik sonríe apenado, cayendo en la cuenta de su error.

—Su hija y yo tuvimos que hacer un ensayo juntos —responde diplomáticamente para salir del embrollo.

Lyra lo mira asombrada, ha mentido y al mismo tiempo ha dicho la verdad.

Por un instante, se ve reflejada en él y ese momento que debería suponer para ella la revelación de cuán dañinos son sus actos no hace sino lo contrario, reafirmar sus ideales y pensar en que de vez en cuando no está mal hacerse de ese recurso.

—¿Y dijiste gato? ¿Es la nueva palabra que usan para amigos? ¿Novios? —La intención de Phoebe es averiguar tanto como pueda estando allí el muchacho.

El rostro de Lyra se pone rojísimo y abre la boca para salvar al rubio de la situación; no obstante, él se adelante.

—Me gusta el título de novio —acepta Erik con una sonrisa a Phoebe no le hace gracia—. Pero eso será hasta que su hija me acepte.

Lyra entiende finalmente lo que significa desear que la tierra la trague.

—Eh, ¿a qué dijiste que venías? —dice al fin, no dispuesta a permitir que el encuentro se extienda más de lo necesario.

—Ah, sí —murmura el rubio y por primera vez se ve incómodo—, fui a la escuela por unos trámites de último momento, y me ofrecí a entregarte esto cuando vi que se disponían a enviarlo por correo. —Le extiende la carpeta.

Lyra la toma y la abre. Lee con avidez las palabras, una felicidad inaudita se extiende por todo su cuerpo y recupera parte de la energía vital que había perdido a cada día y de lo que no era consciente hasta ahora que su peso se asienta en su interior. El director le hace la gentil invitación de que regrese al IVB.

—¡Gracias! —Lyra abraza a Erik en medio de su felicidad, quien le devuelve el gesto.

Phoebe carraspea, y ellos se alejan.

—¿Puedo ver la carpeta, Lyra?

Asiente y se la alcanza, por fortuna no hay palabras que ensucien su nombre o que desvelen el problema en el que se vio inmersa. Supone que para evitar escándalos. Phoebe frunce el ceño conforme lee.

—¿Qué significa? ¿Por qué te invitan de nuevo?

—Los alumnos becados en el IVB reciben una como esa cada semestre después de que sus calificaciones sean las esperadas por la administración —explica Erik.

Por un segundo a Lyra se le detiene el corazón. ¿Puede o no suponer que eso significa su regreso al IVB? Erik hace un pequeño asentimiento para esa pregunta silenciosa, el contacto visual se extiende y poco a poco se vuelve más íntimo, como si solo estuvieran ellos dos. El pulso de Lyra se hace constante, se siente a salvo.

—Oh, cariño, ¿ya ves? Y tú que estabas tan angustiada —interviene Phoebe rompiendo, sin darse cuenta, el momento que su hija y el rubio comparten.

Lyra vira hacia ella y asiente. En solo unos días estará entrando una vez más a esa escuela. La perspectiva de enfrentarse a las princesas hace que su estómago se contraiga.



El regreso es casi tan malo como lo esperaba. Muchas miradas duras y pocas palabras de bienvenida, las únicas provienen de Mirabella y Diana que se acaban de sentar a la mesa con ella para disfrutar de sus alimentos. Diana les ofrece un batido a ambas con motivo de su regreso no solo a la escuela sino también al círculo que han formado las tres; su castaño cabello quebrado rodea su rostro ovalado como un aura de bronce, luce especialmente radiante esa tarde. Lyra ha pensado muchas veces en que es realmente preciosa, de una manera en que muy pocas lo son, sin necesidad de una melena rubia despampanante u ojos azules, su imagen es apabullante.

Mirabella lleva su oscuro cabello suelto y diez centímetros más corto que antes de vacaciones, cae poco más debajo de sus hombros. Ríe y las escucha con atención y una suave calidez en el pecho, es afortunada de tenerlas consigo.

—Verás que las cosas serán diferentes —dice una Diana entusiasta.

—Además, Erik es tu... amigo —secunda Mira—, seguro que no se atreven a hacerte algo estando él contigo.

Sonríe, aunque esas palabras no le brindan consuelo. Christine y Grecia sí que le hicieron algo, y no cree que eso vaya a cambiar. Al finalizar se despide de sus amigas y Lyra pasa el resto de la jornada con tranquilidad hasta que necesita enfrentarse al profesor Admarie. Todavía es su asistente de investigación. Transcurren siete segundos —los cuenta— con ella parada frente a la puerta sin atreverse a cruzar el umbral de su oficina.

Tarde o temprano lo hará, piensa, y prolongar el momento solo prolonga la ansiedad. Mejor temprano, decide, entre más rápido mejor. La llave que Admarie le obsequió quema en su mano. No es necesaria sabe que él está dentro, pero ella la necesita en ese momento. Hace ejercicios de respiración y justo cuando está por llamar a la puerta, esta se abre. Los ojos de venado de Daimond la miran con gentileza y ternura.

—Buenas tardes, maestro Admarie.

—Hola, Lyra, me alegra verte de vuelta.

Asiente, y el profesor le concede el paso.

—Tengo que resolver unos asuntos, vuelvo en seguida. He dejado una nota en tu escritorio sobre tus deberes —le avisa el maestro.

—Gracias.

Lyra entra y se acomoda dispuesta a trabajar. La verdad creía que la harían cambiar de investigador, pero lo cierto es que no fue necesario. Al parecer el IVB piensa que entre más se tomen medidas sobre ellos, más llamará la atención y los rumores podrían volver a crecer. Después de todo, ¿por qué alejarlos si no había ni hay nada pecaminoso entre ellos?

Media hora después, el profesor regresa y ante su simple entrada, Lyra siente que la habitación se hace un poco más pequeña. Se detesta por ello porque hay algo en él que la atrae como la luz a las polillas, por suerte, hasta el momento no se ha quemado... solo espera que eso no cambie.

El tiempo transcurre sin percances, Lyra se obliga esta vez a centrarse en su trabajo, aun si sus ojos pican por ver la barba de tres días de Admarie o esas espesas pestañas que se agitan con gracia cada vez que parpadea. Maldice en su fuero interno una vez descubre que está justo pensando en él, muerde su lengua y se vuelva en el trabajo. Pronto, su hora de salida llega y comienza a ordenar el escritorio y a guardar los avances en la computadora.

—Nos vemos mañana —dice antes de hacer el camino a la puerta.

—¿Tienes unos minutos, Lyra? —Daimond se incorpora, aunque no abandona su escritorio.

—Claro, profesor —murmura y se acerca hasta tomar asiento frente a él.

Daimond suspira, mas no vuelve a sentarse, en su lugar, rodea el escritorio hasta quedar al lado de Lyra, se apoya sobre el marco de la mesa y cruza los brazos. Lyra tiene que elevar unos insultantes centímetros el rostro para poder ver su expresión.

—Lamento no haberme puesto en comunicación contigo, Lyra —inicia Admarie.

—No tiene... —Los ojos de venado la silencian y ella ofrece un mohín a modo de disculpa.

—Las investigaciones que el IVB realiza no son simples entrevistas a alumnos —continúa—, interceptan teléfonos y sí, revisaron el mío. Tienen derecho a eso como trabajador que soy.

Conforme las palabras de Daimond se filtran en sus oídos, Lyra cae en la cuenta de cuán ruin es la administración del instituto. El hecho de que basen su supremacía en miedo y control la decepciona.

—... El único modo de protegerte fue poniendo tierra por medio.

—Gracias por explicarme. —Siente que debe pagar la honestidad del maestro de la misma manera, así que su agradecimiento es genuino.

Por un segundo, no hacen más que mirarse a los ojos, Lyra cree atisbar máculas de tristeza y añoranza en ojos del maestro; no obstante, se tira de a loca y antes de que lo olvide —pues lo acaba de recordar— saca la llave blanca de su bolsillo.

—Después de lo ocurrido, no creo que sea muy correcto que yo tenga esto —murmura y extiende el llavero—, sin embargo, valoro el gesto.

Admarie sonríe y extiende la mano para... colocarla bajo el dorso de Lyra, hace de su mano un puño, de tal forma que Lyra envuelve de nuevo la llave.

—Debes conservsarla —contesta—, nunca sabes cuándo puede ser útil.



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