26
Los días en la cafetería son bastante tranquilos, salvo por las veces que Erik, Grecia y Christine se llegan a pasar. Por fortuna, las últimas dos solo lo han hecho un par de veces. Hasta ahora. Lyra cree que han abandonado la idea de molestarla en parte porque Isis las atiende y porque también tienen mejores cosas de hacer, quiere creer... Sin embargo, en lo que refiere a Erik, Isis no le hizo el mismo favor y de hecho cada vez que él aparece la anima a atenderlo con una sonrisa. Erik, además, va casi todos los días.
—El modelo ya llegó —susurra Isis.
Lyra se gira en el acto, causando que su compañera se ria. Ha caído en la trampa, redondita. Y si bien Erik sí está acomodándose a una mesa, la velocidad de su respuesta es signo de que hay algo allí. Respira profundo antes de dirigirse a donde está.
—¿Lo mismo de siempre? —inquiere Lyra con una pequeña sonrisa y sus orejas calentándose a medida que sus labios se extienden.
Sabe lo que pedirá. Té negro con miel.
—¿A qué hora sales? —responde en su lugar Erik.
Lyra parpadea ofuscada.
—¿Entonces, té?
—Solo si me dices a qué hora sales.
—Muy tarde, muy, muy tarde.
Erik le sonríe como si esperara esa respuesta, se incorpora y avanza hasta la caja registradora en donde se encuentra Esteban.
—Buenas tardes —dice con amabilidad.
—Hola, jovencito. ¿Cómo te puedo ayudar?
—Dándome la hora de salida de Lyra, me gustaría acompañarla a su casa, no es seguro que ande sola por la ciudad por las noches.
Esteban sonríe, no le cree y su mirada regresa a Lyra.
—Ella sale temprano hoy —informa y luego se dirige a la chica—. Vamos, Lyra, por hoy ha sido todo, te veré mañana.
Lyra abre la boca para objetar, pero descubre que no tiene palabras para ello. Asiente y todavía medio pasmada deja el mandil en la parte trasera y recoge su mochila. Lo primero que piensa al verla es que está algo sucia, debe lavarla. Se la cuelga al hombro, Erik espera fuera de la cafetería.
—Suerte —le susurra Isis al pasar a su costado—. Mañana me contarás todo.
Ríe y fija la mirada al frente, su gatito la espera con azul anhelo, el sentimiento parece ser tan profundo que le eriza la piel. Lyra guía los pasos de Erik hacia su casa.
—Hay un lugar al que quiero ir —suelta el rubio al percatarse de la dirección que siguen.
—Ah, ¿sí? ¿Ahora mismo? ¿Dónde?
Erik sonríe y Lyra cae en la cuenta demasiado tarde que se ha incluido al plan del rubio sin invitación.
—¿Sabes del Festival de las Luces?
Lyra asiente, ha escuchado de ello, pero no ha ido.
—Queda un poco lejos, lo ideal será que vayamos en auto.
Sin previo aviso, Erik la toma de la mano y entrelaza sus dedos. Las neuronas de Lyra dejan de funcionar y solo las células de su piel continúan trabajando. La mano del rubio es grande, mucho más que la de ella, es afilada, pero suave y la envuelve de tal guisa que más que agarrar otra mano, parece envolver una bolita de algodón, la sostiene con una ternura sorprendente y que apabulla a Lyra. Un nuevo sonrojo asalta las mejillas de Lyra, uno que tiene muchos significados. Zozobra, timidez, vergüenza y otros sentimientos que no se atreve a desentrañar.
Erik tira de ella, Lyra avanza como autómata al auto negro del chico, para cuando Erik le abre la puerta Lyra ha vuelto en sí misma. Se acomoda y abraza la mochila. El único ruido que rompe el perfecto silencio es la música que el rubio ha escogido. No es estridente, pero es un idioma que Lyra desconoce. Se anima a preguntar.
—Ruso —responde con una sonrisa.
—¿Sabes ruso? —El asombro escurre por sus labios y su cuerpo está ladeado para verlo más de frente.
—Y alemán, inglés y griego moderno —informa.
Lyra abre la boca en una diminuta "o" y luego clava la mirada en el frente. Las luces de la ciudad ya se encienden, la oscuridad desciende. Piensa en la fortuna que tiene por ser jueves, su madre no regresará a hasta en dos días.
Pasados los minutos, está a punto de preguntar cuánto falta para llegar; sin embargo, las palabras mueren al encontrarse con un bosque de luces... No hay otro modo de definirlo. Es el Parque Antiguo —una extensión de poco más de dos kilómetros— el que se encuentra adornado con mil esferas brillantes. De haber sabido lo que era, Lyra habría ido ella sola.
Erik estaciona el auto y ella salta del asiento sin darle tiempo de ayudarla. Cuelga su mochila a la espalda, aunque pronto Erik se la arrebata para dejarla en el auto, ella espera mientras tanto y una vez ha vuelto retoman el camino.
Observa su alrededor, embelesada, la noche ya ha caído, pero no están rodeados por su denso manto, pequeñas luces en la distancia mantienen a raya a la oscuridad y ofrecen algo más que seguridad, crean magia. Ve a más gente acercarse al lugar, parejas y pequeños grupos de amigos, todos lucen asombrados.
En la entrada, hay un arco forrado de lianas, flores y foquillos de colores que da la bienvenida al Festival de las Luces. Tal como su nombre lo dice, se encuentran en un terreno lleno de árboles con muchas luces flotando a su alrededor.
Las personas que llegan son pocas, así que el murmullo de sus conversaciones no es estridente y permite que una atmosfera de privacidad los rodee. Sin ser plenamente consciente, Lyra se acerca cada vez más a Erik para tomar su movimiento y calor como guía, pues sus ojos no pueden despegarse de las luces.
Hay árboles que gracias a los foquitos parecieran ser realmente de colores inverosímiles, como ese de allá que luce como si fuera violeta con hojas lilas. O el de a su lado, que luce casi como un árbol de nieve. Lyra descubre también que han colocado las series de luces de tal guisa que en ciertos ángulos estas se ven como figuras de animales, corazones y estrellas. Está tan ensimismada en las figuras que descubre que olvida cuidar sus pies hasta que es demasiado tarde y se ve víctima de la gravedad.
Sin embargo, el suelo no llega a su cara gracias a dos fuertes brazos que la detuvieron. Sin necesidad de voltear conoce al dueño. Se incorpora con toda la gracia que puede, y le sonríe a Erik.
—¿Estás bien?
—Sí, solo me distraje.
—Creo que hiciste algo más que distraerte.
El rubio la toma de la mano entonces, y Lyra se permite ese pequeño gesto, se dice que a sí misma que es para evitar caerse de verdad, pero muy dentro de sí acepta que es más que nada porque Erik le gusta, le gusta como puede hacerlo un hombre a una mujer... Agacha la mirada y cierra los ojos por el espacio que le lleva al peso de esa aceptación asentarse en su pecho. Es extraño, lo es y aún así no le importa.
Erik la conduce hasta una sección en donde hay series de luces que cuelgan como lianas y los invitan a perderse entre ellas. Lyra suelta a Erik y echa a correr hacia adelante, y cuando está a unos tres metros de distancia lo reta a atraparla... él ríe y la musicalidad del gesto entibia el corazón de Lyra. Es así como empiezan minutos de lo más tontos y significativos. Es un juego infantil, ambos lo saben, pero la magia del acto no es lo que hacen en sí, sino con quién lo hacen.
Finalmente, luego de varios escapes, es Lyra quien sorprende a Erik al tomarlo por sorpresa de espaldas, sus brazos rodean su cintura y pasa su cabeza por debajo del brazo izquierdo del rubio.
—Te atrapé —murmura entre risas.
—Desde hace mucho, Lyra Mctavish —acepta Erik.
Él la sorprende al tirar de ella para envolverla entre sus brazos y, por solo un parpadeo se permite una dicha plena, cierra los ojos y se aferra con ahínco al pequeño cuerpo de Lyra, entierra la cabeza tras su hombro. Si tan solo ese instante fuera para siempre.
—Oh, Lyra...
Cuando está con ella, Erik siente que nada más importa, que todos sus problemas tendrán en algún punto solución y que sus miedos dejarán de frenar sus acciones. Erik se libera, siente que, aunque sea una página en blanco, puede ser con ella esa página en blanco y no pretender ser perfecto y un ser colmado de virtudes tal como sus padres le dijeron que debía ser.
Quiere estar con ella para siempre y descubrir juntos sus verdaderos yo, porque sabe que Lyra oculta muchas cosas y él... que no oculta nada y es un libro vacío, también tiene que encontrar esas líneas que brotan de su interior para escribir su historia. No sabe cómo llamar a ese sentimiento, pero de momento no importa mucho, ya lo entenderá cuando llegue el momento.
—He tenido todo y al mismo tiempo nada —murmura contra el oído de Lyra—, gracias por enseñármelo.
—Erik...
Lyra se aleja de él, temerosa de sus palabras, busca cristales de tristeza en el cielo de Erik, pero todo lo que encuentra es resolución y tal vez pizcas de alegría. No entiende lo que pasa por la cabeza del rubio, pero no piensa separarse de él ni abandonarlo en un momento de vulnerabilidad. Eleva su mano hasta la mejilla de su gatito y la acaricia con ternura.
—Vamos, minino, sigamos viendo.
Tenerlo tan cerca le permite deleitarse con su belleza, Erik sobresale incluso entre tantas cosas hermosas. Él asiente a su propuesta y besa la cara interna de su mano, Lyra sonríe y le da un suave toque en la punta de su nariz, y toma la iniciativa, es ella quien entrelaza sus dedos con los de él.
Enfilan por los caminos adoquinados en medio del terreno y Lyra se maravilla de la impresión que causan las luces. A instantes cree que alucina, en otros que está en el País de las Maravillas y otros más que visita Tierra de Hadas. La sonrisa que Erik dibuja mostrando todos sus dientes no puede sino reafirmar su segunda suposición. Es taimada, es enigmática y sí, es preciosa. Y no solo ella. Erik mismo pareciera un elfo entre tanta decoración, solo habría que buscar unas orejas puntiagudas.
—Esto es una cita —suelta de repente el rubio.
Lyra cae de golpe en la cuenta de todas las señales. Las ignora y se fuerza a negarlo.
—No, no lo es —refuta.
—Sí.
—No.
—Que sí. Hicimos todo lo que un par de enamorados. —Alza los dedos y comienza a enumerar—. Primero fui por ti al trabajo, segundo salimos de paseo, tercero nos hemos tomado de la mano, ya solo nos falta fo...
—¡No fornicaremos! —jadea entre avergonzada y molesta.
—Yo iba a decir fotografiarnos, pero si quieres lo otro... tampoco me opongo.
Lyra no puede rebatir su argumento. Ha sido ella quien ha pensado en segundas intenciones. Su rostro hierve en menos de dos segundos, da media vuelta, no piensa darle el placer de verla avergonzada. Retoma el camino y avanza hacia el coche de Erik, no quiere que los sentimientos pintados en su cara la delaten y, además, ya es tarde. Mañana tiene que trabajar.
—Hey. —El rubio la toma del antebrazo y la atrae hacia él, Lyra queda atrapada por sus brazos—. No hay de qué avergonzarse si es lo que deseas.
Lyra le da un porrazo en el estómago. Erik finge dolor.
—También yo quiero.
Le da un segundo golpe.
—Vale, vale, no me gusta el BDSM, pero por lo que veo y estoy sufriendo ahora mismo acepto solo si ponemos reglas.
Un tercero.
—Insisto con los de las reglas, qué tal si la frase de seguridad es: Lyra quiero estar contigo.
Esta por darle un cuarto porrazo, pero sus palabras detienen su puño a medio trayecto y su traicionero corazón late emocionado. ¿Acaso es verdad? Antes de que pueda continuar por esa línea de pensamientos, la parte racional de Lyra le advierte que no debe parecer afectada y que actúe con normalidad. Su mano continúa con el recorrido.
—Estoy jugando —dice el rubio evitando ese último golpe, acerca sus labios a los de Lyra, el aliento le cosquillea la piel—. ¿Puedo besarte?
La pregunta la toma por sorpresa. Lyra clava la mirada en el azul de sus ojos que bajo las luces parece eléctrico. Por un breve instante, ese momento es todo lo que existe. No hay pasado, no hay futuro, solo está ese segundo en donde ellos están tan cerca que... Lyra se pone de puntitas y es ella quien toma sus labios. Lo hace con emoción, con miedo y con temblores como producto de su inexperiencia y el latido frenético de su corazón.
Erik la guía, le enseña con paciencia y la muerde con suavidad por instantes. Ese simple gesto hace que ella quiera más, pronto libera sus brazos y estos viajan a la parte baja de la espada de Erik. Lyra lo atrae más para sí. Entonces, él se separa y ella se queda con la necesidad de más.
—Será mejor que te lleve a casa, Lyra.
La voz de su gatito la desconcierta, pero no ahonda en lo que puede significar y piensa de nuevo en él como un minino. Los gatos no dan explicaciones, los gatos te buscan por momentos y por otros te ignoran, los gatos son leales a su humano... Lyra anhela que Erik comparta esa última característica.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro