Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

2



La mañana no empieza como lo desea. No sabe quién sea Ferguson, pero no deja de inquietarle lo que ha sucedido. En su cabeza la escena se repite varias veces, hasta que se reprende y se obliga a concentrarse. Suspira aliviada cuando ve el reloj en la pared, ha cambiado de salón por tercera vez. Casi da la una, casi es el receso... Es la una. El profesor en turno los despide y Lyra guarda sus cosas para ir a la cafetería, tiene un casillero, así que guarda sus cosas. Cae en cuenta entonces de lo que sucedía y por qué la gente la veía con el entrecejo arrugado. Era la única con mochila. Entonces, la escusa y mentira de la chica Ferguson se repite entre las paredes de su cráneo. "La nueva" había dicho... La había identificado. Gime.

Quiere golpearse contra la puerta de su casillero, pero no hace falta, su yo interior ya le está gritando que ahora sí que todos saben quién es la nueva. Debió haberlo usado apenas se le dijo tenía uno. Respira profundo, no importa, seguro mañana olvidan quién es la nueva. Ella no es importante, solo es una alumna más, así que... ¿cuál sería el punto de dotarla de una importancia inmerecida? Lyra, en ocasiones, peca de paranoica. Eso le está ocurriendo. Se serena.

Toma la tarjeta de becada y avanza hasta la cafetería. De nuevo, no sabe si sorprenderse o comenzar a acostumbrarse o echarse a reír, también se vale. Es enorme, las mesas son blancas y las sillas negras. Parece un tablero de ajedrez. Incluso sin acercarse es capaz de intuir la fineza de la madera y la calidad en el plástico de las sillas que sin duda las hace que, más que un artículo necesario, parezcan de adorno. Altura, su principal característica. Son tan altas que consiguen que los hombres tengan colgados los pies, eso es bueno, así su estatura podrá disimularse.

Lyra heredó la estatura de su madre, apenas supera el metro y medio. Su padre, por otro lado, era alto. Y era... porque en ese presente está muerto y solo lo conoce por fotografías. Madre pocas veces habla de él, y aunque ella muere por escuchar historias de su progenitor, no la presiona. Algún día estará lista para contar su historia y Lyra no puede hacer sino esperar porque llegue pronto.

—Buenas tardes —saluda a la cajera—. Un menú sencillo, por favor. —Le entrega su tarjeta.

La chica le sonríe antes de pasar la tarjeta por el lector. No tiene curiosidad por preguntar por los demás becados, intuye que no hay muchos, por no decir que piensa que es la única.

—Provecho.

Lyra toma la bandeja y recorre la barra conforme le sirven los alimentos, su estómago gruñe, está famélica. Al final de la barra se detiene un momento, insegura. Observa en derredor buscando dónde sentarse. El comedor está lleno, grupos de adolescentes acaparan las mesas y no está mal, pero lo que la detiene como pegamento 5,000 en su lugar es que ella no pertenece a ninguno de esos grupos.

No todavía, se infunde valor. Si quiere tener amigos debe buscarlos. Su mirada continúa observando a las personas, hasta que encuentra a dos chicas conversando mientras comen, se ven amables y... normales, no es que los otros tengan tres ojos, pero Lyra cree percibir cierta frivolidad en el resto solo por el hecho de ser ricos. Aunque claro, puede ser solo su pensamiento de persona proletaria.

Camina hacia ellas con una seguridad que no siente. Las manos le sudan y sus rodillas chocan a cada paso.

—Hola —saluda y sonríe tan natural como puede—. ¿Les importa si me siento con ustedes?

No le pasa desapercibido la mueca que hace la de la negra cabellera lacia. La otra de bucles castaños y con ojitos redondos y grandes niega, y le hace un gesto, invitándola a acompañarlas. Lyra se aferra a ese gesto de amabilidad, y la otra chica parece tener que aguantarse. No canta victoria, porque no lo es. No se ha impuesto, solo ha sido aceptada, a Lyra le habría gustado que fuera por consenso general. No se queja, sin embargo.

—Eres la nueva, ¿verdad? —pregunta la chica de los bucles.

No quiere tener esa etiqueta.

—Bueno, es el primer día de muchos —responde sin mentir, su habilidad había sido pulida en secundaria cuando aprendió que la verdad siempre podía ocultarse sin soltar falsedades ni omisiones—, soy una más.

—Te veré luego, Diana —murmura la morena de pelo negro antes de levantarse.

—Adiós. —La susodicha agita las manos con alegría y la despide, luego se vuelve a ella—. Me llamo Diana, como ya habrás escuchado. —Rueda los ojos—. Encantada de conocerte.

Lyra le sonríe y comienza a comer. Diana bebe algo verde mientras tanto, quien la observa con curiosidad.

—¿Cómo han estado tus clases? —pregunta la chica.

—Interesantes. —Se reprende mentalmente y se devana los sesos en busca de algo más que decir, si quiere tener amigos, respuestas escuetas no serán la mejor estrategia—. ¿Y las tuyas?

Diana ríe, como si en lugar de una pregunta hubiese contado un chiste. No tiene oportunidad de inquirir qué es lo que le hace gracia, porque entonces un trío de adolescentes se une a la mesa. Son desconocidos como era de esperarse. Los chicos se sientan y fingen no verla hasta que Diana tiene la gentileza de presentarla.

—¿Qué tal? —sonríe.

—Tienes lechuga en los dientes —se burla uno de ellos.

—¡Oye! —interviene Diana—. No seas grosero.

Lyra cierra la boca y bebe agua con una tranquilidad fingida, por dentro está que se muere de la vergüenza.

—Bueno, estoy comiendo, es lógico tener comida en los dientes —responde.

El par de adolescentes que se burlaron primero, responden con un "uh" a su compañero, la típica pulla de quien ha sido vencido. El mentado hace una mueca de desagrado. Luego los chicos continúan en su mundo, Diana se une a ellos pocos segundos después. Lyra comprende que ha sido mala idea acercarse, apresura su comida para retirarse. Se levanta y aleja sin avisar.

—¡Nos vemos luego, Lyra! —se despide con entusiasmo Diana.

No está segura de cómo reaccionar, agita su mano y retoma su camino. Todavía quedan clases, revisa de nuevo su horario y recoge las cosas en su casillero, toma un par de lapiceros y corre a su salón. Nunca ha sido de cargar lapicera, pero viendo la situación, lo ideal será que consiga una si no quiere perder todas las plumas.

Cuando el toque que anuncia el fin de la jornada escolar, Lyra no puede evitar sentirse aliviada. Ha sobrevivido al primer día rodeada de desconocidos, si bien no cumplió con su objetivo de hacer amigos, por lo menos tampoco enemigos, bueno, casi. Y esa es victoria suficiente para animarla a continuar.

Va a su casillero una vez más y toma los libros de los que debe hacer tarea, no son muchos, pero los ejercicios requerirán de todo su esfuerzo, si la calidad antes en sus trabajos escolares fue buena, ahora debe ser excepcional. Porque lo único que puede hacerla destacar serán sus notas y comportamiento ejemplar. Lyra no es ingenua, y sabe que el mundo, antes de conocerla, la juzgarla por el puntaje final y la escuela de procedencia. Si bien está en el IVB y no en la Universidad Van Blankestein, nada impedía que consiguiera alargar su beca y pudiere asistir a la UVB. Pero para ello, debe concentrarse y destacar, ya que carece de los números en las cuentas bancarias que el resto de los alumnos.

Se dirige a la salida, pero antes de bajar los escalones recuerda el jardín trasero del instituto. Por la prisa y las clases, olvidó visitarlo. Es de sus principales atractivos del IVB. El folleto promocional lo anuncia como el espacio idóneo para trabajar en equipo o relajarse, Lyra no lo duda, pero tampoco es incauta, sabe que muchos alumnos lo usarán para tener citas. Esta tentada a irse y llegar temprano mañana para apreciarlo en soledad. Sin embargo, recuerda la tarea y si no la termina en la noche tendrá que hacerlo en la mañana, allí es cuando decide que un rápido vistazo no le hará daño.

Es precioso. No pone en tela de juicio lo que el folleto contaba ni mostraba. La realidad es mejor que la fotografía y eso que casi siempre es al revés. La tierra está repleta del lavandas y orquídeas, y otras florecillas cuyo nombre desconoce, en el mismo espectro de colores. Su aroma en conjunto la inunda, consiguiendo calmarla y renovar sus ánimos. Se adentra entre los caminos adoquinados que lo dividen, y saca su celular para tomar fotos, a escondidas porque está prohibido usar el móvil en las clases... pero ella ya no está en clase y el deseo de compartirle a su madre un pedacito de su experiencia termina por convencerla.

En medio del acto, logra percibir un leve quejido. Lyra frunce el ceño, pensando en que quizá lo ha imaginado. No obstante, confirma que es real cuando se repite. Lo sigue en silencio. No sabe por qué, pero prefiere que no sepa, quien quiera que sea o sean, que está allí. Se adentra más a cada paso y sus nervios crecen a la par, llega al área donde frondosos árboles se alzan con elegancia.

Frena en seco cuando sus ojos encuentran la causa de los gemidos. Una pequeña chica pelirroja está siendo sometida por un matón que la sujeta de la coleta, causándole dolor. Está de rodillas, tiene el cuello expuesto, y el chico manosea indebidamente sus pechos. Lyra saca su celular, sabe que tomar fotografías no hará ningún ruido pues ha configurado el teléfono de ese modo, así que se apresura a tomar varias, tantas como le es posible antes de que sea descubierta. Luego, guarda su celular y corre a empujar al sujeto, impulsada por una cólera justificada no se preocupa por las consecuencias que puedan acarrear sus actos. No tolera la idea de ver a nadie siendo abusado...

El chico cae de bruces arrastrando a la pelirroja, la chica se aleja a gatas, el matón voltea furioso, Lyra retrocede asustada, antes de que el individuo se acerque a menos de un metro ella saca su celular.

—Tomé fotos de lo que hiciste —advierte, y sabe que no es suficiente así que añade—: hice un respaldo, si me haces algo o si la molestas de nuevo, esas fotos llegarán a la dirección.

El acosador sonríe taimado, se levanta con dignidad y sacude sus pantalones.

—¿Acaso sabes quién soy?

Lyra no necesita conocer su identidad para deducir que podría comprar su casa en un tronar de dedos; sin embargo, no justifica su abuso.

—¿Y tú sabes quién soy yo? —cuestionó de vuelta, con una seguridad que no siente y con una identidad que sabe que lo haría reír de saberla.

El chico frente a ella cae en su trampa, bufa y le suelta un par de insultos antes de dejarla con la pelirroja, quien aún seguía en el suelo. Lyra se acerca y le tiende una mano. La chica tiene la mirada vidriosa, sus penetrantes ojos marrones la escanearon por unos segundos antes de levantarse y echar a correr. Tal vez de vergüenza o algo más.

Esa reacción la descoloca, pero no hace por seguirla. Suspira y deshace el camino andado, alegrándose de haber ido al jardín trasero en lugar de marchar a casa. Hoy no hizo amigos, pero ha ayudado a alguien, le deja un buen sabor de boca saberlo. Se despide del guardia cuando pasa por el puente de salida y continúa avanzando hasta la parada del camión. No obstante, un coche negro interrumpe su plan de abordar el autobús, interponiéndose a este justo cuando estaba por acomodarse frente a la parada. El camión se va, y el coche negro baja la ventana de los asientos traseros.

Quiere insultar al culpable. Muerde su lengua. No debe hacerlo.

—¿Necesitas que te lleve? —Es Diana.

Después de semejante actitud y de haber corrido su transporte, claro que necesita que alguien la lleve si no desea pasar otros quince minutos esperando... Tal vez quince no sean mucho.

—Muchas gracias, pero tomaré el camión. —Quiere golpearse, acaba de delatarse, sí que es la chica nueva que no usa los casilleros.

—Vamos, será más rápido.

No la rechaza una segunda vez, razona y recuerda su otro objetivo: tener amigos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro