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[❤] Capítulo 7

¿Pizza?

Pasó una semana, el tobillo de Anna había mejorado considerablemente, ya no le dolía tanto como antes, pero aún sentía una molestia punzante, ya no se sentía incómoda con la presencia de Edgar, al contrario, él era muy gracioso y pláticaban por largo rato. Se estaban conociendo, él le había contado más acerca de su trabajo.

Había viajado desde Alemania, por un nuevo proyecto muy favorecedor, era un buen negocio aparte de un buen terreno y una ubicación perfecta para comenzar los planos para la construcción.

Ella le había contado sobre como se decidió estudiar Derechos, su tía sufría maltrato por parte de su esposo y un día le pidió el divorcio, él se puso histérico y la golpeó, ella le tenía mucho miedo asi que no lo denunció, él accedió misteriosamente para que comenzarán los trámites, ella pensó que había pensado las cosas con más claridad, pero sólo quería quedarse con los niños, obviamente ella no lo iba a permitir, ella le contó ese detalle a su abogado quien lo utilizó a su favor, aparte que era un amante a la bebida, con eso era suficiente, ya tenía la patria potestal ganada. La jueza dio su veredicto a favor de su tía, eso inspiró a Anna.

Así fue como descubrió lo que realmente le apasionaba. Nunca dejaban de sorprenderle los casos que llegaban, siempre miraba las prioridades, que su cliente fuera totalmente sincero era esencial para el caso, si omitía cualquier detalle podría significar tener el caso perdido, su inspiración era aquellas mujeres fuertes, que habían pasado por tantas cosas y aún seguían de pie a la batalla, para ella mujer era sinónimo de valentía y fuerza.

—Asi que divorcios, ¿eh? —preguntó un Edgar interesado en el tem. Ella se rió a carcajadas.

—No solo me especializo en divorcios, manejo también otro tipo de casos.

—Interesante; al hombre que se case contigo le deseo suerte —mencionó con pena.

—¿Por qué?

—Casarse con una abogada, qué podría dejarlo en la calle y en la banca rota. Esa no es una idea muy bonita que digamos —los dos rieron.

—Oye que no soy tan mala, pero no le convendría tener una amante de por medio. Lo demandaría por adulterio, me temo que no es una sanción mayor. Pero me conformo conque haya aprendido la lección.

—¿Ves?, de eso hablo —por un momento sintió que aquel comentario fue dirigido a él, eso le causó ternura y una muy extraña ya que era más una amenaza.

—Pero esencialmente no está en mis planes contraer matrimonio. Al menos no en esta vida —habló con nostalgia en su voz.

—¿Por qué?, que algunas parejas se divorcien no significa que todas lo hagan.

—No, no tiene nada que ver con eso, es otra razón en específico. Pero el matrimonio a simple vista para mí sólo es un trozo de papel. Casarse significa esperar que el amor se acabe para solo pelear, ¿quién se quedará con la casa, con el auto, con las propiedades? ¿Con quién de los dos se quedarán los niños? Soy abogada, sé la realidad del matrimonio.

—El matrimonio no es sólo un papel, es un símbolo de amor, el amor inmortalizado de dos personas, el amor del «hasta que...

—¿la muerte los separe»? —terminó ella. Permació unos segundos en silencio, saboreando el hasta que la «muerte» los separe. Era tan fácil que aquello sucediera—. Yo diría, hasta que el divorcio los separe, no espero que lo entiendas, es difícil de entender, pero al ver tantos divorcios, tantas peleas, algo cambia en ti.

—¿Eso significa qué..? —él dejo la pregunta en el aire.

—No pretendo casarme, sé que me enamoraré, quiero que esa persona considere eso, que me ame por eso, tendremos hijos, quizás el amor que sintamos sea para siempre, al menos hasta que nuestros corazones dejen de latir, o si ya no sentimos lo mismo seamos sinceros, aún si ya no estemos juntos quiero que siga siendo mi amigo, como la primera vez, es raro, mis padres están casados al igual que mis tíos, primos y abuelos. Creo que seré la única que no seguirá la tradición.

—Solo piensas en las parejas que se separan, ¿pero qué hay de las que en realidad si son felices? —reconcideró él.

—Bueno, creo que no me he puesto a pensar en eso, pero aún no cambia mi opinión. Es algo que simplemente no está en mi lista de deseos —sonrió.

—¿Sabes algo? —ella lo miró, él estaba muy cerca, tanto que podía sentir su respiración. De inmediato se puso alerta aunque estaba nerviosa.

—¿Sí? —preguntó con nerviosismo en su voz.

—No hemos ido al crucero —dijo con simpleza alejándose, yéndose a la cocina. ¿Estaba jugando con ella?

—No, supongo que iré cuando me recupere por completo de mi tobillo.

—Y yo iré contigo —declaró—. ¿Qué prefieres para cenar?, ¿queres que pida pizza, o te preparo algo?

—Oh no, no, ya me muevo lo suficientemente bien, puedo hacer esas cosas —dijo con vergüenza—. Pero... ahorita no tengo ganas de cocinar asi que prefiero la pizza —dijo con desgano a lo cual él sonrio—. Pero tampoco pediremos, iremos a un restaurante que vi, está a unas cuantas cuadras de aquí.

—Vamos en mi coche, está en el estacionamiento, ¿cuánto tiempo necesitarás? —preguntó dudoso.

—No te alarmes, no me tardaré una eternidad entre maquillaje, sólo dejame me doy una ducha y me visto.

—Está bien.

Anna duró acerca de tres o cuatro minutos en la ducha, luego entró Edgar mientras ella se vestía, optó por unos pantalones corte alto cómodos y una camisa manga larga de piel de durazno color pastel, con unas zapatillas blancas. ¿Peinado?, sólo se hizo una cola alta de caballo, ¿maquillaje?, prefirió dejarlo de lado, sólo iría a comer, y tomo su abrigo color beige.

Él usaba pantalones y una camisa de lana negra manga larga al igual que ella, el tiempo estaba muy frío. Y por supuesto su abrigo negro.

Lucía muy guapo, ese aspecto desaliñado pero pulcro, lo hacía lucir maduro y juvenil. Los dos bajaron al estacionamiento del hotel, y él siguió sus instrucciones.

—“Pizza Amore Mio” leyo él— ¿En serio, un restaurante italiano?

—¿Qué?, sólo quiero comer pizza —dijo con inocencia.

Entraron, era un establecimiento amplio, muy familiar, y retro con ese toque italiano, se sentaron y un mesero les entregó el menú, cualquiera pensaría que solo vendían pizzas, por el letrero, pero habían más aperitivos y la especialidad era la pizza, Anna no sabía cual elegir, todas se veían deliciosas. Al final pidio una Pizza Monterosso con: tomate, mozzarella, jamón York, champiñones salchichas y oregano, Edgar por otro lado prefirió la pizza Focaccia alla Siciliana con: tomate natural, mozzarela, jamón york, albahaca y orégano y vino blanco.

Ella prefirió tomar una coca-cola, tenía un problema con la bebida, se embriagaba más rápido de lo normal, una vez en la fiesta número veinte de Lorena, tomó cuatro copas de Champán y terminó completamente ebria y con náuseas, era horrible, y también cuando recibieron sus títulos, hicieron una pequeña celebración entre compañeros y llevaron gomitas de ositos bañadas en Vodka, comió tranquilamente ya que sólo eran ositos con un poco de Vodka, no creyó que la afectarían, pero luego de un rato, ya estaba mareada.

Al pasar de unos minutos llegó el mesero con su pedido.

—Creo que le gustas al mesero —mencionó con molestia un Edgar totalmente serio.

—Mmm, ¿en serio?, no lo noté, creo que estaba teniendo un orgasmo con la pizza —dijo riendo en tono de broma.

—Más bien el que quería tener un orgasmo contigo era ese mesero, ¿no viste cómo te coqueteaba? Te comía con la mirada, que excusa más ridícula “esta pizza esto, esta pizza lo otro, bla, bla, bla...” puras estupideces —decía molesto imitando al mesonero— Y más cuando te hablaba con esa familiaridad y esa confianza.

Anna en verdad estaba disfrutando su pizza pero con todas sus quejas, era imposile dar otro bocado.

—Edgar por favor, trato de violarme ésta pizza, y tú estas entre queja y queja, por si no lo recuerdas le estaba pidiendo que me recomendara un pizza. Y sí, estaba coqueteandome; ¿y qué con eso? En lo personal no me molesta tengo que admitir que es muy guapo —dijo de lo más tranquila.

—¿Qué? ¿En serio? —era muy divertida su cara, tenía los ojos abiertos como platos y hacía muecas extrañas.

—No, pero no mentía con lo de que está guapo.

—Discúlpame —dijo apenado.

—No te disculpes, solo come que la pizza está bien buena. Mira que está muy rica —dijo balbuceando—. Que rica está, estoy considerando casarme con el cocinero.

—Hola. ¿Futura esposa? —preguntó dudoso un muchacho al lado de ella. Él iba pasando cuando escuchó el comentario, el cual le pareció divertido.

—Oh, lo siento. No lo decía en serio, discúlpame por favor —respodió de inmediato de manera rápida y nerviosa. Estaba muy avergonzada, él rió.

—No tienes porqué, estaba bromeando solo soy el chico delivery —confesó—. Él es el chef —señaló a un hombre robusto de unos cuarenta y cinco años, alto y un poco calvo—. Ya está casado asi que se te adelantaron, pero te aseguro que le gustaría adoptarte. Por cierto soy Bruno —terminó con una sonrisa.

—Bruno el chico delivery. Soy Anna —se presentó con una sonrisa también, el que si no estaba para sonrisas era otro. Edgar por otro lado deseaba que ese muchacho se retirara.

—Mucho gusto. Espero verte pronto, ya sabes si quieres pizza a domicilio allí estaré.

—Claro, lo tomaré muy en cuenta —con eso Bruno se despidió antes de retirarse.

—Muy caritativo y bromista el niño ¿no? —la voz de Edgar la exaltó, se había quedado tan callado que se había olvidado completamente de él.

—Sí, es muy agradable —pronunció por fin saliendo de su susto.

«Agradable» —repitió él por lo bajo, imitado su voz de manera muy aguda. Lo cual ella notó pero prefirió ignorar.

Luego de comer y charlar un rato y pagar la cuenta, se fueron de nuevo al hotel.

—Estoy cansada —dijo Anna dirigiéndose hacía la cocina, y detrás de ella Edgar.

—Sí, yo también —había notado a Edgar serio en todo el transcurso pero se limitó a quedarse callada.

Anna se dirigió a la isla para buscar un vaso en el gabinete, pero no alcanzaba, estaba muy alto. Cuando sintió detrás de ella a Edgar, peligrosamente cerca, su respiración comenzó a irregularse, podía sentir su erección dura en su trasero.

Él al verla luchando por alcanzar en vaso, amablemente fue para tomarlo por ella, pero había quedado muy cerca. Por Dios, podía sentir su culo moverse ya que daba saltitos para llegar más arriba, pero lo único que logró fue una dura erección en él, aunque quería que siguiera, ella se había percatado de su presencia, ahora muy cercana.

Estaba tan durísimo, y sólo por ella, eso logró excitarla, pudo sentir sus labios posarse en su cuello, ella inconscientemente ladeó más su cabeza para darle más acceso, él tomó su trasero y lo apretó contra su dureza, él soltando un gruñido de frustración, quería sentirla sin toda esa ropa, y ella un gemido, ya el cansancio había desaparecido, ya no podría pararlo y no lo haría, ni tan siquiera lo intentaría, lo deseaba, los dos se deseaban. Era algo inevitable, imposible de parar.

El la volteó lentamente, buscando sus labios...

Abril, 5 de 2018.

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